miércoles, 11 de febrero de 2015

CAPITULO 129





Cuando terminamos, son las nueve y media de la noche.


—¿Vas a volver a trabajar? —pregunto mientras Pedro enrolla los planos.


—No si no quieres —sonríe—. ¿Qué te gustaría hacer?


—Podríamos ver televisión. —No quiero leer, y no quiero ir a la cama... aún.


—Bien —acepta Pedro con gusto, y lo sigo a la sala de televisión.


Nos hemos sentado aquí tres, quizá cuatro veces en total, y Pedro por lo general lee un libro. Él no está interesado en la televisión en absoluto.


Me acurruco a su lado en el sofá, metiendo las piernas por debajo de mí y descansando la cabeza sobre su hombro. 


Enciende el televisor de pantalla plana con el control remoto y pasa a través de los canales sin pensar.


—¿Alguna tontería específica que quieras ver?


—No te gusta mucho la televisión ¿cierto? —murmuro sardónicamente.


Sacude la cabeza. —Es una pérdida de tiempo. Pero voy a ver algo contigo.


—Creí que podríamos besuquearnos.


Dispara su rostro al mío.


—¿Besuquearnos? —Me mira como si me hubieran crecido dos cabezas.


Deja de cambiar los canales, dejando el televisor encendido en una telenovela española.


—Sí. —¿Por qué está tan horrorizado?


—Podríamos ir a la cama y besuquearnos.


—Hacemos eso todo el tiempo. ¿Cuándo fue la última vez que te besuqueaste delante de la televisión? —pregunto, tímida y burlona a la vez.


Se encoge de hombros y sacude la cabeza. Presionando el control remoto de nuevo, el pasa a través de otros pocos canales poco antes de decidirse por un viejo episodio de Expediente X.


—¿Pedro?


—Nunca he hecho eso —dice tranquilamente.


—¿Nunca?


—No.


—¿Ni siquiera con la Sra. Robinson?


Resopla. —Nena, hice un montón de cosas con la Sra. Robinson. Besuquearnos no era una de ellas. —Me sonríe con satisfacción y luego entrecierra los ojos con divertida curiosidad—. ¿Tu lo has hecho?


Me ruborizo.


—Por supuesto. —Bueno más o menos...


—¡¿Que?! ¿Con quién?


Oh no. No quiero tener esta discusión.


—Dímelo —insiste.


Bajo la mirada a mis nudosos dedos. Gentilmente cubre mis manos con las suyas. Cuando levanto la mirada hacia él, está sonriéndome.


—Quiero saberlo. Así puedo vencer a quien quiera que fuese a golpes.


Suelto una risita tonta. —Bueno, la primera vez...


—¡¿La primera vez?! ¿Hay más de un hijo de puta? —gruñe.


Suelto una risita tonta de nuevo. —¿Por qué estás tan sorprendido Sr. Alfonso?


Frunce el ceño brevemente, se pasa una mano por el pelo y me mira como si me viera en una luz completamente diferente. Se encoge de hombros.


—Sólo lo estoy. Quiero decir, dada tu falta de experiencia.
Me sonrojo. —Ciertamente he compensado eso desde que te conozco.


—Lo has hecho. —Sonríe abiertamente—. Dime. Quiero saberlo.


Miro en los pacientes ojos grises, tratando de medir su estado de ánimo.


¿Va a hacerlo enojar o genuinamente quiere saber? No lo quiero de mal humor... es imposible cuando está de mal humor.


—¿Realmente quieres que te lo diga?


Asiente con la cabeza lentamente, y sus labios se contraen en una divertida y arrogante sonrisa.


—Estaba de paso en las Vegas con mamá y el esposo numero tres. Estaba en décimo grado. Su nombre era Bradley, y era mi compañero de laboratorio en física.


—¿Cuántos años tenías?


—Quince.


—¿Y qué está haciendo él ahora?


—No sé.


—¿A qué base llegó?


—¡Pedro! —lo regaño, y de pronto agarra mis rodillas, luego mis tobillos, y me voltea así caigo de nuevo en el sillón. Él se desliza suavemente por encima de mí, atrapándome debajo de él, una pierna entre las mías. Esto es tan repentino que chillo de sorpresa. Coge mis manos y las levanta por encima de mi cabeza.


—¿Entonces, este Bradley, llegó a la primera base? —murmura, dirigiendo su nariz a lo largo de la mía. Planta besos suaves en la esquina de mi boca.


—Sí —murmuro contra sus labios. Él suelta una de sus manos de modo que él pueda abrazar mi barbilla y sostenerme todavía mientras su lengua invade mi boca, y me rindo a sus besos ardientes.


—¿Como esto? —Pedro respira cuando toma aire.


—No... nada así —respondo mientras toda la sangre en mi cuerpo se encabeza hacia el sur.


Soltando mi barbilla, él dirige su mano abajo sobre mi cuerpo y de vuelta hasta mi pecho.


—¿Hizo él esto? ¿Tocarte así? —Su pulgar pasa rozando sobre mi pezón, por mi camisola, suavemente, repetidamente, y éste se endurece bajo su toque experto.


—No. —Me retuerzo bajo él.


—¿Llego él a la segunda base? —murmura en mi oído. Su mano baja a través de mis costillas, por delante de mi cintura a mi cadera. Toma el lóbulo de mi oreja entre sus dientes y suavemente tira.


—No —respiro.


Mulder habla desenfocado en la televisión algo sobre el menos querido del FBI.


Pedro para, se inclina, y presiona silencio en el control remoto. Mira hacia mí.


—¿Y Joe Schmo, el número dos? ¿Logró pasar la segunda base?


Sus ojos arden calientes... ¿enojo? ¿Excitado? Es difícil decir cual. Se mueve a mi lado y desliza su mano bajo mis pantalones.


—No —susurro, atrapada en su mirada fija carnal. Pedro sonríe malvadamente.


—Bien. —Su mano llega a mi sexo—. Sin ropa interior, Sra Alfonso. Lo apruebo. —Me besa otra vez mientras sus dedos tejen más magia, su pulgar pasa rozando sobre mi clítoris, atormentándome, mientras empuja su índice dentro de mí con exquisita lentitud.


—Se supone que estaríamos besándonos —gimo.


Pedro se frena.


—¿Yo creía que lo estábamos?


—No. Sin sexo.


—¿Qué?


—Sin sexo...


—Sin sexo, ¿eh? —Retira su mano de mis pantalones—. Aquí. —Traza mis labios con su índice, y pruebo mi resbaladiza salinidad. Empuja su dedo en mi boca, reflejando lo que él hacía un momento antes. Entonces se cambia así que está entre mis piernas, y su erección empuja contra mí.


Empuja, una vez, dos veces, y otra vez. Yo jadeo ya que el material de mis pantalones se frota justo del modo correcto. 


Él empuja una vez más, pulverizándome.


—¿Esto es lo que quieres? —murmura y mueve sus caderas rítmicamente, meciéndose contra mí.


—Sí —gimo.


Su mano retrocede para concentrarse en mi pezón una vez más y raspa sus dientes a lo largo de mi mandíbula.


—¿Sabes cuán caliente eres, Paula? —Su voz es ronca ya que él se mece más duro contra mí. Abro mi boca para articular una respuesta y fallo miserablemente, gimiendo en voz alta. Él captura mi boca una vez más, tirando mi labio de abajo con sus dientes antes de sumergir su lengua en mi boca otra vez. Él suelta mi otra muñeca y mis manos viajan avariciosamente por sus hombros y en su pelo mientras me besa. Cuando tiro de su pelo, él gime y levanta sus ojos a los míos.


—Ah...


—¿Te gusta cuando te toco? —susurro.


Su ceja se arruga brevemente como si él no entendiera la pregunta. Deja de oprimirse contra mí.


—Por supuesto que lo hago. Te amo tocándome, Paula. Parezco un hombre hambriento en un banquete cuando viene tu toque. —Su voz tararea con la sinceridad apasionada.


Vaca sagrada...


Se arrodilla entre mis piernas y me arrastra hasta quitarme el top. Estoy desnuda debajo. Agarrando el dobladillo de su camisa, él tira de ello sobre su cabeza y lo lanza al suelo, luego me tira en su regazo mientras se arrodilla, sus brazos agarrando sólo encima de mi trasero.


—Tócame —respira él.


Oh mi... Tentativamente alcanzo y rozó débilmente las puntas de mis dedos por el ligero pelo del pecho sobre su esternón, sobre sus cicatrices de quemaduras. Inspira bruscamente y sus pupilas se dilatan, pero no con miedo. 


Es una respuesta sensual a mi toque. Me mira atentamente ya que mis dedos flotan delicadamente sobre su piel, primero a un pezón y luego el otro. Ellos se fruncen bajo mi caricia. Inclinándome adelante, planto besos suaves en su pecho, y mis manos se mueven a sus hombros, sintiendo las líneas duras, esculpidas de tendón y músculo. ¡Santo Dios!... él está en buenas condiciones.


—Te quiero —murmura y es una luz verde a mi libido. Mis dedos se mueven en su pelo, empujando hacia atrás su cabeza así puedo reclamar su boca, fuego lamiendo caliente y fuerte en mi vientre. Él gime y me empuja atrás al sofá. Se sienta y arranca mis pantalones, abriendo su bragueta al mismo tiempo.


—Home Run8 —él susurra, y rápidamente me llena.


—Ah... —gimo y se queda quieto, agarrando mi cara entre sus manos.


—Te amo, Sra. Alfonso —murmura y muy despacio, muy suavemente, hace el amor conmigo hasta que yo me vengo en pedazos, gritando su nombre y envolviéndome alrededor de él, no queriendo dejarlo ir nunca.



* * *


Me tumbo en su pecho. Estamos en el suelo del cuarto de la TV.


—Sabes, evitamos completamente la tercera base. —Mis dedos remontan la línea de sus músculos pectorales.


Él se ríe. —La próxima vez, Sra. Alfonso. —Besa la cumbre de mi cabeza.


Alzo la vista para contemplar la pantalla de televisión donde los créditos del final de Expediente X pasan. Pedro alcanza el control remoto y enciende el sonido de vuelta.


—¿Te gusta esa serie? —pregunto.


—Cuando era niño.


Ah... Pedro como un niño... kick boxing, Archivos X y ningún toque.


—¿A ti? —pregunta.


—Es anterior a mi época.


—Eres tan joven. —Pedro sonríe afectuosamente—. Me gusta besarme contigo, Sra. Alfonso.


—Lo mismo digo, Sr. Alfonso —Beso su pecho, y nos recostamos silenciosamente mirando mientras Expediente X termina y comienzan los anuncios.


—Han sido unas tres semanas divinas. A pesar de las persecuciones de coches, incendios y psicópatas ex-jefes. Como estar en nuestra propia burbuja privada —refunfuño como si estuviera soñando.


—Hmm —Pedro tararea profundamente en su garganta—. No estoy seguro de estar listo para compartirte con el resto del mundo aún.


—Devuelta a la realidad mañana —murmuro, tratando de guardar la melancolía de mi voz.


Pedro suspira y dirige su otra mano por su pelo. —La seguridad será estricta… —Puse mi dedo sobre sus labios. No quiero oír esta conferencia otra vez.


—Lo sé. Estaré bien. Lo prometo. —Lo que me recuerda... me muevo, apoyándome en mis codos para verlo mejor—. ¿Por qué le gritabas a Salazar?


Él se pone rígido inmediatamente. Oh mierda.


—Porque fuimos seguidos.


—No es culpa de Salazar.


Él me mira fijamente sin emoción alguna. —Ellos nunca deberían haberte dejado llegar tan lejos conduciendo. Saben esto.


Me sonrojo con aire de culpabilidad y reanudo mi posición, apoyándome en su pecho. Fue mi culpa. Quise escaparme de ellos.


—Eso no fue…


—¡Suficiente! —Pedro es de repente cortante—. Esto no está en discusión, Paula Chaves. Es un hecho, y ellos no lo dejarán pasar otra vez.


¡Paula Chaves! Soy Paula Chaves cuando estoy en problemas justo como en casa con mi madre.


—Bien —refunfuño, aplacándole. No quiero luchar—. ¿Alcanzó Gutierrez a la mujer en el Dodge?


—No. Y no estoy convencido de que fuera una mujer.


—¿Ah? —Alzo la vista otra vez.


—Salazar vio a alguien con el pelo recogido hacia atrás, pero fue una breve mirada. Él supuso que era una mujer. Ahora, dado que has identificado a aquel hijo de puta, tal vez era él. Lleva el pelo así. —La repugnancia en la voz de Pedro es palpable.


No sé que hacer con estas noticias. Pedro dirige su mano bajo mi espalda desnuda, distrayéndome.


—Si algo te pasara... —murmura, sus ojos amplios y serios.


—Lo sé —susurro—. Siento lo mismo sobre ti. —Tiemblo ante el pensamiento.


—Vamos. Te estás poniendo fría —dice, sentándose—. Vamos a acostarnos. Podemos cubrir la tercera base allí. —Él sonríe lascivamente, tan voluble como siempre, apasionado, enfadado, ansioso, atractivo, mi Cincuenta Sombras. Tomo su mano y él me pone de pie, y sin una puntada, lo sigo por el gran cuarto al dormitorio.



8 Home Run: En Béisbol se da cuando el bateador hace contacto con la pelota de una manera que le permita
recorrer las bases y anotar una carrera, en la misma jugada.

4 comentarios:

  1. Espectaculares los 5 caps, pasó de todo. Lo único que lamento es que mañana volvemos a los 3 caps diarios. Adoro los miércoles jaja, y ayer teniendo 6 imaginate Carme.

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  2. Me encantaron los caps,!!!!!! Cda vez mejor! Espero muuuuy ansiosa el prox, bsoo @GraciasxTodoPYP

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  3. Cuantas emociones ... con esta historia ♥ y hoy voy a ver la peli 50 ♥♥

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  4. Muy buenos capítulos!!!! ya estamos en el tercer libro!!! Genial!!!

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