sábado, 14 de febrero de 2015

CAPITULO 138





—Así, ¿cómo es que Gustavo conoce a Georgina? —le pregunto, mientras tomo un sorbo de mi segundo mojito de fresa. El bar es íntimo y acogedor; y no quiero irme. Lourdes y yo no hemos dejado de hablar. Me había olvidado cuánto me gusta estar con ella. Es liberador estar fuera, relajada, disfrutando de la compañía de Lourdes. Considero enviarle un mensaje de texto a Pedro, pero descarto la idea. 


Simplemente estará enfadado y me hará volver a casa como una niña descarriada.


—¡No me hables sobre esa perra! —balbucea Lourdes.


La reacción de Lourdes me hace reír.


—¿Qué es tan gracioso,Chaves? —chasquea, pero no en serio.


—Me siento de la misma manera.


—¿En serio?


—Sí. Ella estaba sobre Pedro


—Ella tuvo un affaire con Gustavo. —Lourdes hace un mohín.


—¡No!


Ella asiente con la cabeza, con sus labios apretados junto al patentado ceño de Lourdes Kavanagh.


—Fue breve. El año pasado, creo. Ella es una trepadora social. No es de extrañar que tenga su mirada puesta en Pedro.


Pedro está tomado. Le dije que lo dejara o la despediría.


Lourdes me mira asombrada una vez más, desconcertada. 


Asiento con la cabeza orgullosamente, y ella levanta su copa para homenajearme, impresionada y radiante.


—¡Señora Paula Alfonso! ¡Así se hace! —Y Tintineamos nuestras copas.


—¿Gustavo tiene una arma?


—No. Él es muy anti armas. —Lourdes revuelve su tercera bebida.


Pedro, también. Creo que fue la influencia de Gabriela y Manuel — murmuro. Me estoy sintiendo un poco alegre.


—Manuel es un buen hombre —asiente Lourdes con la cabeza.


—Él quería un acuerdo prenupcial —murmuro tristemente.


—Oh, Paula. —Ella se estira y agarra mi brazo—. Él sólo estaba protegiendo a su hijo. Como ambas sabemos, tienes la palabra "cazafortunas" tatuada en tu frente. —Ella me sonríe, yo le saco la lengua y luego río tontamente.


—Madura, Sra. Alfonso —dice ella sonriendo. Suena como Pedro—. Harás lo mismo por tu hijo algún día.


—¿Mi hijo? —La miro boquiabierta. Ni siquiera se me había cruzado por mi mente que mis niños serán ricos. Santo cielo. A ellos no les faltara nada.


Quiero decir… nada. Esto necesita ser bien pensado, pero no ahora mismo. Echo un vistazo a Perez y Salazar sentados cerca, mientras nos observan y a la multitud de la noche desde una mesa lateral mientras cada uno sostiene un brillante vaso de agua mineral.


—¿Crees que deberíamos comer? —pregunto.


—No. Creo que deberíamos beber —dice Lourdes.


—¿Por qué estás en ese estado de ánimo bebedor?


—Porque ya no te veo lo suficiente. No sabía que te casarías con el primer tipo para el que te giraras. —Ella hace un mohín de nuevo—. Honestamente, te casaste tan precipitadamente que pensé que estabas embarazada.


Me río.


—Todos pensaban que estaba embarazada —murmuro—. No vamos a repetir esta conversación de nuevo. ¡Por favor! Y tengo que ir al baño.


Perez me acompaña. Ella no dice nada. No tiene porque. 


La desaprobación irradia fuera de ella como un isótopo letal.


—No he salido sola desde que me casé —murmuro silenciosamente a la puerta del inodoro cerrado. Hago una mueca, sabiendo que ella está de pie al otro lado de la puerta, esperando mientras orino. Sin embargo, ¿qué es lo que precisamente va a hacer Hernandez en un bar?


Pedro está reaccionando de forma exagerada como de costumbre.



*****


—Lourdes, es tarde. Debemos irnos.


Son las diez y cuarto y he acabado con mi cuarto mojito de fresa.


Definitivamente estoy sintiendo los efectos del alcohol, cálida y difusamente. Pedro estará bien. Eventualmente.


—Claro, Paula. Ha sido tan bueno verte. Pareces mucho más, no sé… segura. El matrimonio obviamente te está sentando bien.


Mi cara hierve. Viniendo de la Srta.Lourdes Kavanagh, eso es todo un cumplido.


—Lo hace —susurro, y porque probablemente he bebido demasiado, las lágrimas pinchan la parte posterior de mis ojos. ¿Podría estar más feliz? A pesar de todo su equipaje, su naturaleza, sus cincuenta sombras, he encontrado y me he casado con el hombre de mis sueños. 


Cambio rápidamente de tema para frenar mis pensamientos sentimentales, porque sé que de lo contrario lloraré.


—Realmente he disfrutado esta noche. —Sujeto la mano de Lourdes—. ¡Gracias por sacarme! —Nos abrazamos. Cuando ella me suelta, cabeceo a Salazar y él le da las llaves del Automóvil a Perez.


—Estoy segura de que la santurrona Srta. Perez le ha dicho a Pedro que no estoy en casa. Estará enfadado —le murmuro a Lourdes. Y quizás él pensará en alguna deliciosa manera de castigarme... con suerte.


—¿Por qué estás sonriendo como una tonta, Paula? ¿Te gusta hacer enfadar Pedro?


—No. No realmente. Pero es tan fácil. Él es muy controlador a veces. —La mayoría de las veces.


—Yo he notado —dice Lourdes irónicamente.


Nos detenemos fuera del apartamento de Lourdes. Ella me abraza fuerte.


—Mantente en contacto —me susurra y besa mi mejilla. Después ella sale del Automóvil. La saludo con la mano, sintiéndome extrañamente nostálgica. He echado de menos esta charla de chicas. Es divertida y relajante, y me recuerda que todavía soy joven. Debo hacer más esfuerzo para ver a Lourdes, pero la verdad es, que me encanta estar en mi burbuja con Pedro. Anoche asistimos a una cena de caridad juntos. Había tantos hombres en trajes y hermosas mujeres elegantes, hablando de los precios inmobiliarios, el fracaso la economía y el hundimiento de los mercados bursátiles. Quiero decir, era aburrido, realmente muy aburrido.


Así que es refrescante poder soltarme el pelo con alguien mi propia edad.


Mi estómago retumba. ¡Santo Dios! todavía no he comido. 


¡Mierda…


Pedro! Busco rápidamente en mi bolso y pesco mi BlackBerry. ¡Santo cielo, cinco llamadas perdidas! Un mensaje de texto…


* ¿DÓNDE DIABLOS ESTÁS? *


Y un correo electrónico.


De: Pedro Alfonso

Asunto: Enfadado. No me has visto enfadado.

Fecha: 26 de agosto de 2014 00:42 EST

Para: Paula Alfonso


Paula 

Salazar me ha dicho que estás bebiendo cócteles un bar cuando dijiste que no lo harías.
¿Tienes idea de cuán enfadado estoy en este momento?
Nos vemos mañana.

Pedro Alfonso

Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.



Mi corazón da un vuelco. ¡Oh mierda! Realmente estoy en problemas. Mi subconsciente me mira fijamente, entonces se encoge de hombros, con su cara de tú has hecho la cama y tendrás que acostarte en ella21. ¿Qué debo esperar? 


Reflexiono si debo llamarlo, pero es tarde y probablemente esté dormido… o paseando. Decido que un rápido mensaje de texto puede ser suficiente.


* TODAVÍA ESTOY EN UNA PIEZA. PASÉ UN RATO AGRADABLE. TE EXTRAÑO. POR FAVOR NO ESTÉS ENFADADO *


Miro fijamente mi BlackBerry, esperando su respuesta, pero está inquietantemente silenciosa. Suspiro.


Perez se detiene en el exterior del Escala y Salazar baja para abrirme la puerta. Mientras estamos esperando el ascensor, aprovecho la oportunidad para preguntarle.


—¿A qué hora te llamó Pedro?


Salazar se ruboriza.


—Aproximadamente a las nueve treinta, señora.


—¿Por qué no interrumpiste mi conversación con Lourdes para que pudiera hablar con él?


—El Sr. Alfonso me dijo que no lo hiciera.


Frunzo mis labios. El ascensor llega, y subimos en silencio. 


De repente agradezco que Pedro tenga toda una noche para recuperarse de su ataque de ira, y que esté al otro lado del el país. Eso me da algo de tiempo.


Por otro lado... lo extraño.


Las puertas al ascensor se abren, y durante una fracción de segundo miro la mesa del vestíbulo.


¿Qué está mal con ese cuadro?


El jarrón de las flores se encuentra roto en fragmentos por todo el suelo del vestíbulo, agua, flores y trozos de porcelana están diseminados por todas partes y la mesa está volcada. Mi cuero cabelludo hormiguea y Salazar agarra mi brazo y me tira de nuevo hacia el ascensor.


—Quédese allí —sisea, sacando una arma. Él da unos pasos en el vestíbulo y desaparece de mi campo de visión.


Me agacho en la parte posterior del elevador.


—¡Sebastian! —oigo a Gutierrez llamar desde dentro de la gran sala—. ¡Código azul!


¿Código azul?


—¿Tienes al delincuente? —Salazar grita en respuesta—. ¡Jesús Cristo!


Me aplasto contra la pared del ascensor. ¿Qué diablos está sucediendo? La adrenalina se dispara a través de mi cuerpo, y mi corazón salta en mi garganta. Escucho voces suaves y un momento que más tarde Salazar reaparece en el vestíbulo, de pie sobre el charco de agua. Enfundando su arma.


—Puede entrar, Sra. Alfonso—dice él suavemente.


—¿Qué está pasando, Sebastian? —Mi voz es apenas un susurro.


—Hemos tenido un visitante. —Él toma mi codo, y agradezco el apoyo, mis piernas se han convertido en gelatina. Camino con él a través de las puertas dobles abiertas.


Gutierrez está de pie en la entrada de la gran sala. Un corte por encima de su ojo está sangrando, y hay otro en su boca. 


Él se ve maltrecho, con su ropa revuelta. Pero lo más chocante es Jeronimo Hernandez desplomado a sus pies.






21 Hacer la cama y acostarse en ella: Es meterse en un lio y tener que solucionarlo uno
mismo.




CAPITULO 137




Alrededor del mediodía, empiezo a verificar mi correo electrónico y mi BlackBerry como una posesa por un mensaje. ¿Dónde está? ¿Aterrizó sin problemas? Juliana me pregunta si quiero almorzar, pero estoy demasiado ansiosa y le agito la mano para alejarla. Sé que es irracional, pero necesito estar segura que ha llegado ileso.


El teléfono de mi oficina suena, sobresaltándome.


—Paula Cha… Alfonso.


—Hola. —La voz de Pedro es cálida con un rastro de diversión. El alivio me inunda.


—Hola —respondo, mientras sonrío de oreja a oreja—. ¿Cómo fue tu vuelo?


—Largo. ¿Qué vas a hacer con Lourdes?


Oh no.


—Simplemente vamos a tomar una copa.


Pedro no dice nada.


—Salazar y la nueva mujer, Perez, vienen con nosotras —le digo, intentando apaciguarlo.


—Pensé que Lourdes iba a venir al apartamento.


—Vendrá después de de que tomemos una copa rápida. —¡Por favor déjame salir!


Pedro suspira fuertemente.


—¿Por qué no me lo dijiste? —dice en voz baja. Demasiado baja.


Mentalmente me doy un puntapié.


Pedro, estaremos bien. Tengo a Gutierrez, Salazar y Perez aquí. Sólo es una copa rápida.


Pedro sigue estando decididamente callado y sé que no está contento.


—Sólo la he visto un par de veces desde que te conocí. Por favor. Ella es mi mejor amiga.


—Paula, no quiero mantenerte alejada de tus amigos. Pero pensé que ella iría al apartamento.


—De acuerdo —asiento—. Nos quedaremos.


—Sólo mientras ese lunático esté fuera. Por favor.


—Te he dicho que de acuerdo —murmuro con exasperación, mientras pongo mis ojos en blanco.


Pedro resopla suavemente en el teléfono.


—Siempre sé cuando me pones los ojos en blanco.


Frunzo el ceño al receptor.


—Mira, lo siento. No quería preocuparte. Se lo diré a Lourdes.


—Bueno —respira, con evidente alivio. Y me siento culpable por preocuparlo.


—¿Dónde estás?


—En la pista del JFK18.


—Ah, así que acabas de aterrizar.


—Sí. Me pediste que te llamara en el momento que aterrizara.


Sonrío. Mi subconscientes me mira. ¿Ves? Él hace lo que te dice que va a hacer.


—Bien, Sr. Alfonso, me alegro de que uno de nosotros sea meticuloso.


Él se ríe.


—Sra. Alfonso, tu habilidad para exagerar no conoce límites. ¿Qué voy hacer contigo?


—Estoy segura de que pensarás en algo creativo. Normalmente lo haces.


—¿Estás coqueteando conmigo?


—Sí.


Percibo su sonrisa.


—Será mejor que me vaya. Paula, haz lo que te dicen, por favor. El equipo de seguridad sabe lo que hace.


—Sí, Pedro, lo haré. —Sueno exasperada de nuevo. Por Dios, entiendo el mensaje.


—Te veré mañana por la noche. Te llamaré después.


—¿Para controlarme?.


—Sí.


—¡Oh, Pedro! —lo riño.


—Au revoir19 Sra. Alfonso.


—Au revoir, Pedro. Te amo.


Él inhala bruscamente.


—Y yo ti, Paula.


Ninguno de los dos cuelga.


—Cuelga, Pedro —susurro.


—Eres una pequeña mandona, ¿no?


—Tu pequeña mandona.


—Mía —respira—. Haz lo que te dicen. Cuelga.


—Sí, Señor. —Cuelgo y sonrío estúpidamente al teléfono. 


Unos minutos más tarde, un correo electrónico aparece en mi bandeja de entrada.




De: Pedro Alfonso

Asunto: Manos inquietas.

Fecha: 25 de agosto de 2014, 13:42 EDT20

Para: Paula Chaves


Sra. Alfonso


Eres tan divertida como siempre por teléfono.
Lo decía en serio. Haz lo que te dicen.
Necesito saber que estás segura.
Te amo.

Pedro Alfonso

Gerente General,Alfonso Enterprises Holdings Inc




Francamente, él es el mandón. Pero una llamada telefónica y toda mi ansiedad ha desaparecido. Él ha llegado seguro y está preocupándose por pequeñeces sobre mí como de costumbre. Me abrazo momentáneamente.


Dios, amo a ese hombre. Juliana golpea mi puerta, distrayéndome, y aterrizo de vuelta al presente.


Lourdes luce magnífica. En sus ajustados pantalones vaqueros blancos y camisola roja, ella está lista para rodar por la ciudad. Está charlando animadamente con Carola en la recepción cuando entro.


—¡Paula! —chilla, levantándome con un abrazo de Lourdes. Me sostiene con los brazos estirados.


—¿No te ves como la esposa del magnate? ¿Quién lo habría pensado, la pequeña Paula Chaves? ¡Te ves tan… sofisticada! —sonríe abiertamente.


Pongo los ojos en blanco. Llevo puesto un vestido de corte recto de color crema pálido con un cinturón y zapatos de tacón alto azul marino.


—Es bueno verte, Lourdes. —La abrazo en respuesta.


—Así que, ¿dónde vamos?


Pedro quiere que regresemos al apartamento.


—Oh, ¿en serio? ¿No podemos salir a escondidas para tomar un rápido cóctel en el Zig Zag Café? He reservado una mesa para nosotras.


Abro mi boca para protestar.


—¿Por favor? —gimotea y hace un mohín agradable. Ella debe estar copiando esto de Malena. Nunca hace mohines normalmente. Realmente me gustaría tomar un cóctel en el Zig Zag. Nos divertimos mucho la última vez que fuimos allí, y está cerca del apartamento de Lourdes.


Sostengo mi dedo índice en alto.


—Uno.


Ella sonríe.


—Uno. —Une su brazo al mío, y nos dirigimos fuera hacia el automóvil que se encuentra estacionado en la acera con Salazar al volante. Nos sigue la Srta. Samantha Perez que es nueva en el equipo de seguridad, con una actitud de no tolerar ningún sin sentido.


Tengo la esperanza de que ella todavía cambie, quizás porque es demasiado fría y profesional. Aún está en período de prueba, pero como el resto del equipo, fue seleccionada por Taylor. Ella se viste como Salazar, con un sombrío traje oscuro.


—¿Puedes acercarnos al Zig Zag, por favor, Salazar?


Salazar se vuelve a mirarme, y sé que quiere decir algo. 


Obviamente él ha recibido sus órdenes. Duda.


—Al Zig Zag Café. Sólo tomaremos una.


Doy a Lourdes una ojeada y ella está mirando enfurecida a Salazar. Pobre hombre.


—Sí, señora.


—El Sr. Alfonso pidió que usted regresara al apartamento —salta Perez.


—El Sr. Alfonso no está aquí —chasqueo—. Al Zig Zag, por favor.


—Señora —replica Salazar con una mirada de reojo a Perez quien sabiamente guarda su comentario.


Lourdes me mira asombrada como si ella no pudiera creer lo que sus ojos y orejas oyen y ven. Yo frunzo mis labios y me encojo de hombros. De acuerdo, estoy un poco más enérgica de lo que era. Lourdes asiente cuando Salazar se mueve hacia el tráfico de la tarde.


—Sabes que la seguridad adicional está volviendo locas a Gabriela y a Malena — dice Lourdes con indiferencia.


La miro boquiabierta, desconcertada.


—¿No lo sabías? —Ella parece incrédula.


—¿Saber qué?


—La seguridad para todos los Alfonsos se ha triplicado. Infinitamente, incluso.


—¿De verdad?


—¿Él no te lo ha dicho?


Me ruborizo.


—No. —¡Maldita sea, Pedro!—. ¿Sabes por qué?


—Jeronimo Hernandez.


—¿Qué pasa con Jeronimo? Pensaba que él simplemente estaba detrás de Pedro. —Abro la boca. Por Dios. ¿Por qué no me lo dijo?


—Desde el lunes —dice Lourdes.


¿El lunes pasado? Umm… nosotros identificamos a Jeronimo el domingo. ¿Pero por qué todos los Alfonsos?


—¿Cómo sabes todo esto?


—Gustavo.


Por supuesto.


Pedro no te ha dicho nada de esto, ¿verdad?


Me ruborizo una vez más.


—No.


—Oh, Paula, qué fastidio.


Suspiro. Como siempre, Lourdes ha dado el clavo directamente con su habitual e implacable estilo.


—¿Sabes por qué? —Si Pedro no va a decírmelo, entonces quizá Lourdes lo hará.


—Gustavo dijo que tiene algo que ver con información guardada en el ordenador de Jeronimo Hernandez cuando él estaba en AIPS.


Santo cielo.


—Estás bromeando. —Una ola de ira sale disparada a través de mí. ¿Cómo sabe Lourdes sobre esto cuándo yo no sé?


Levanto la mirada para ver a Salazar observándome por el espejo retrovisor. La luz roja cambia a color verde y él sigue adelante, centrándose en el camino. Llevo mi dedo hasta mis labios y Lourdes asiente.


Apuesto a que Salazar lo sabe, también, y yo no.


—¿Cómo está Gustavo? —le pregunto para cambiar de tema.


Lourdes sonríe tontamente, diciéndome todo lo que necesito saber.


Salazar se acerca al final del callejón que lleva al Zig Zag Café, y Perez abre mi puerta. Salgo y Lourdes se desliza rápidamente detrás de mí. Nos enlazamos del brazo y serpenteamos por el callejón, seguidas por Perez quien lleva una furiosa expresión en su cara. Oh, por el amor de Dios, simplemente es una bebida. Salazar se marcha para estacionar el automóvil.





18 JFK: Aeropuerto internacional JFK de Nueva York.
19 Au revoir: Hasta luego en francés.
20 EDT: Hora del este en los EE.UU. y Canadá.