jueves, 22 de enero de 2015
CAPITULO 63
De: Paula Chaves
Asunto: iPad
Fecha: 9 de junio de 2014 23:56
Para: Pedro Alfonso
Me has hecho llorar otra vez.
Amo el iPad.
Amo las canciones.
Amo la aplicación de la Biblioteca Británica.
Te amo.
Gracias.
Buenas noches.
Paula xx
De: Pedro Alfonso
Asunto: iPad
Fecha: 10 de junio de 2014, 00:03
Para:Paula Chaves
Me alegra que te gustara. Compre uno para mí.
Ahora, si estuviera ahí desaparecería tus lágrimas con mis besos.
Pero no estoy, así que ve a dormir.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holding Inc.
Su respuesta me hace sonreír, aún tan mandón, todavía tan Pedro. ¿Cambiará esto también? Y me doy cuenta en ese momento que espero que no. Me gusta como es —al mando— siempre que pueda hacerle frente sin temor al castigo.
De: Paula Chaves
Asunto: Sr. Gruñón
Fecha: 10 de junio de 2014, 00:07
Para: Pedro Alfonso
Suenas en tu modo usual de jefe y posiblemente tenso, posiblemente gruñón, Sr. Alfonso. Conozco algo que puede hacerlo más fácil. Pero entonces, no estás aquí: no dejarías que me quede y esperas que ruegue.
Siga soñando, Señor.
Paula xx
PD: He notado que incluiste el himno del acosador Every Breath you take. Disfruto tu sentido del humor, pero ¿lo sabe el Dr. Flynn?
De: Pedro Alfonso
Asunto: Calma como Zen
Fecha: 10 de junio de 2014 00:10
Para: Paula Chaves
Mi querida señorita Chaves:
Las nalgadas ocurren también en las relaciones vainilla, lo sabes. Usualmente con consentimiento y en un contexto sexual… pero seré más que feliz de hacer una excepción.
Te aliviará saber que el Dr. Flynn también disfruta de mi sentido del humor.
Ahora, por favor, ve a dormir ya que no tendrás mucho más mañana.
A propósito: rogarás, créeme. Y estaré esperando por ello.
Pedro Alfonso
Tenso, Gerente General, Alfonso Enterprises Holding Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: Buenas noches, dulces sueños
Fecha: 10 de junio de 2014, 00:12
Para: Pedro Alfonso
Bien ya que me lo pides tan dulcemente y me gusta tu delicioso trato, me acurrucaré con el iPad que tan amablemente me diste y caeré dormida buscando en la Biblioteca Británica, escuchando la música que dice eso por ti.
P xxx
De: Pedro Alfonso
Asunto: Una última petición
Fecha: 10 de junio de 2014 00:15
Para: Paula Chaves
Sueña conmigo.
X
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
¿Soñar contigo, Pedro Alfonso? Siempre.
Me cambio rápidamente a mi pijama, cepillo mis dientes y me deslizo en mi cama.
Poniéndome los auriculares, tiro del aplastado globo Charlie Tango de debajo de mi almohada y lo abrazo.
Estoy rebosante de alegría, con una estúpida gran sonrisa en mi rostro. ¡Qué diferencia puede hacer un día! ¿Cómo podría dormir?
José Gonzales empieza a cantar disparando una melodía con un hipnótico riff de guitarra y lentamente voy a la deriva en el sueño, maravillándome de cómo el mundo se corrige a sí mismo en una tarde y preguntándome ociosamente si debo hacer una lista de reproducción para Pedro.
CAPITULO 62
Afuera, el Audi está esperando. Pedro abre la puerta. Subo y me hundo en el lujoso cuero. Él avanza al lado del conductor, Taylor sale del auto y hablan brevemente. No es el protocolo usual. Tengo curiosidad. ¿De qué están hablando?
Momentos después ambos suben, miro a Pedro quien está usando su rostro impasible mientras mira fijamente hacia adelante.
Me permito un breve momento para examinar su apuesto perfil: nariz recta, labios llenos esculpidos, cabello cayendo deliciosamente sobre su frente. Este hombre divino seguramente no es para mí.
La música suave se filtra en la parte trasera del auto, una pieza orquestal que no conozco y Taylor se pone en la luz del tráfico encaminándose por la I-5 y Seattle.
Pedro se mueve hacia mí.
—Como estaba diciendo,Paula, tengo una proposición para ti.
Miro nerviosamente a Taylor.
—Taylor no puede oírte —me asegura Pedro.
—¿Cómo?
—Taylor —llama Pedro. Taylor no responde. Llama de nuevo, todavía sin respuesta.
Pedro se estira y toca su hombro. Taylor remueve un auricular que no había notado.
—¿Sí, señor?
—Gracias, Taylor. Está bien, reasume lo que estás escuchando.
—Señor.
—¿Feliz ahora? Está escuchando su iPod. Puccini. Olvida que está aquí. Yo lo hago.
—¿Deliberadamente le pediste que lo hiciera?
—Sí.
Oh.
—Está bien, ¿tu proposición?
Pedro se ve repentinamente determinado y en modo de negocios. Santa mierda.
Vamos a negociar un trato. Escucho atentamente.
—Déjame preguntarte algo primero. ¿Quieres una relación regular vainilla sin nada en absoluto de follar pervertido?
Mi boca cae abierta.
—¿Follar pervertido? —chillo.
—Follar pervertido.
—No puedo creer que hayas dicho eso. —Miro nerviosamente a Taylor.
—Bueno, lo hice. Respóndeme —dice calmadamente.
Me sonrojo. Mi Diosa interior está arrodillada con sus manos juntas en súplica, rogándome.
—Me gusta tu perversión al follar —susurro.
—Eso es lo que pensé. Entonces ¿qué es lo que no te gusta?
El no poder tocarte. Tú disfrutando mi dolor, el dolor del cinturón.
—La amenaza de un castigo cruel e inusual.
—¿Qué significa eso?
—Bien, tienes todas esas varas, látigos y otras cosas en tu sala de juegos y espantan la luz del día de mí. No quiero que los uses en mí.
—Está bien, entonces sin látigos ni varas; o correas, para el caso —dice irónicamente.
Lo miro desconcertada.
—¿Estás tratando de redefinir los límites de dureza?
—No como tal, sólo trato de entenderte, tener una imagen clara de lo que te gusta y lo que no.
—Fundamentalmente,Pedro, es tu alegría en infligirme dolor lo que me es difícil de manejar. Y la idea de que lo haces porque he cruzado alguna línea arbitraria.
—Pero no es arbitraria, las reglas están escritas.
—No quiero un conjunto de reglas.
—¿No del todo?
—Sin reglas. —Sacudo mi cabeza, mi corazón está en mi boca. ¿A dónde va con esto?
—¿Pero no te importa si te pego?
—¿Pegarme con qué?
—Esto —dice y extiende su mano.
Me remuevo incómodamente.
—No, no realmente. Especialmente con esas bolas de plata… —Gracias al cielo está oscuro, mi rostro está en llamas y mi voz se apaga mientras recuerdo esa noche.
Sí… lo haría de nuevo.
Me sonríe.
—Sí, eso fue divertido.
—Más que divertido —murmuro.
—Entonces puedes lidiar con algo de dolor.
Me encojo de hombros.
—Sí, supongo. —Oh, ¿a dónde está yendo con esto? Mi nivel de ansiedad se ha disparado a elevadas magnitudes en la escala de Richter.
Sostiene su barbilla, sumido en sus pensamientos.
—Paula, quiero comenzar de nuevo. Hacer la cosa de vainilla y entonces quizás, una vez que confíes más en mí y yo confíe en que serás honesta y te comuniques conmigo, podemos avanzar y hacer algunas de las cosas que me gustan.
Lo miro fijamente, petrificada, sin ningún pensamiento en mi cabeza, como una computadora descompuesta. Me mira ansiosamente, pero no puedo verlo claramente mientras estamos envueltos en la oscuridad de Oregon. Se me ocurre
finalmente, eso es.
Él quiere la luz, pero ¿puedo pedirle que haga esto por mí? Y, ¿no me gusta la oscuridad? Algo de oscuridad, a veces. Recuerdos de la noche de Tomas Tallis van a la deriva a través de mi mente.
—Pero, ¿qué hay acerca de los castigos?
—Sin castigos. —Sacude su cabeza—. Ninguno.
—¿Y las reglas?
—Sin reglas.
—¿Ninguna? Pero tienes necesidades.
—Te necesito más a ti, Paula. Estos pocos días han sido como el purgatorio.
Todos mis instintos me decían que te dejara ir, me decían que no te merezco.
»Esas fotos que tomó el chico… puedo ver cómo te ve. Luces tan despreocupada y hermosa, no es que no seas hermosa ahora, pero aquí estás sentada. Veo tu dolor.
Es duro saber que soy el único que te hace sentir de esa manera.
»Pero soy un hombre egoísta. Te he deseado desde que caíste en mi oficina. Eres exquisita, honesta, cálida, ingeniosa, seductoramente inocente; la lista es interminable. Te admiro. Te deseo, y la idea de alguien más teniéndote es como un cuchillo girando en mi alma oscura.
Mi boca se seca. Santa mierda. Mi subconsciente asiente con satisfacción. Si esto no es una declaración de amor, no sé qué es. Y las palabras se escapan de mí como de un dique roto.
—Pedro ¿por qué piensas que tienes un alma oscura? Nunca podría decir eso.
Triste quizás, pero eres un buen hombre. Puedo verlo… eres generoso, eres amable, y nunca me has mentido. Y no he tratado lo suficientemente fuerte.
»El sábado pasado fue como un shock para mi sistema. Fue mi llamada de atención. Me di cuenta de que lo habías hecho fácil para mí y que no podía ser la persona que querías que fuera. Entonces después de que te dejé, me di cuenta de que el dolor físico que me infligiste no era tan malo como el dolor de perderte.
Quiero complacerte, pero es difícil.
—Me complaces todo el tiempo —susurra—, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?
—Nunca sé que estás pensando. Algunas veces eres tan cerrado… como un estado aislado. Me intimidas, por eso me quedo callada. No sé qué dirección ha tomado tu humor. Se balancea de norte a sur y de regreso en un nanosegundo. Es confuso y no me dejas que te toque y quiero tanto tocarte para mostrarte lo mucho que te amo.
Parpadea hacia mí en la oscuridad, con cautela, pienso y no puedo resistírmele más. Desabrocho mi cinturón y me subo hacia su regazo, tomándolo por sorpresa y tomo su cabeza en mis manos.
—Te amo, Pedro Alfonso. Y si estás preparado para hacer todo esto por mí, soy la única que no te merece y sólo puedo pedirte perdón ya que no puedo hacer todo eso por ti. Quizás con tiempo… no sé… pero sí, acepto tu proposición. ¿Dónde firmo?
Envuelve sus brazos alrededor de mí y me aplasta hacia él.
—Oh, Paula. —Exhala mientras entierra su nariz en mi cabello.
Nos sentamos, nuestros brazos envueltos alrededor del otro, escuchando la música —una suave pieza de piano— que refleja las emociones en el auto, la calma dulce y tranquila después de la tormenta. Me acurruco en sus brazos descansando mi cabeza en la curva de su cuello. Él acaricia gentilmente mi espalda.
—Tocar es un límite de dureza para mí, Paula —susurra.
—Lo sé. Desearía entender por qué.
Después de un tiempo, suspira, y con voz suave dice:
—Tuve una horrible niñez. Uno de los proxenetas de la perra drogadicta… —Su voz se apaga y su cuerpo se tensa mientras recuerda algún horror inimaginable—. Puedo recordarlo —susurra estremeciéndose.
Abruptamente mi corazón se contrae mientras recuerdo las cicatrices de quemadura estropeando su piel. Oh, Pedro. Aprieto mis brazos alrededor se su cuello.
—¿Era abusiva? ¿Tu madre? —Mi voz es baja y suave, con lágrimas contenidas.
—No que yo recuerde. Era negligente. No me protegía de sus proxenetas. —Se encoge de hombros—. Pienso que era yo quien veía por ella. Cuando finalmente se mató a sí misma, tomó cuatro días para que alguien diera la alarma y nos encontrara… lo recuerdo.
No puedo contener mi jadeo de horror. Santa madre jodida. La bilis sube a mi garganta.
—Eso es muy jodido —susurro.
—Cincuenta tonos —murmura.
Giro mi cabeza y presiono mis labios sobre su cuello, buscando y ofreciendo consuelo mientras imagino a un pequeño niño sucio de ojos grises perdido y solo junto al cuerpo de su madre muerta.
Oh, Pedro. Inhalo su esencia. Huele celestial, mi aroma favorito en el mundo entero. Estrecha sus brazos alrededor de mí, besa mi cabello y me siento envuelta en su abrazo mientras Taylor acelera en la noche.
* * *
—Hey —dice Pedro suavemente.
—Perdón —murmuro mientras me siento, parpadeando y estirándome, aún estoy en sus brazos, en su regazo.
—Podría verte dormir por siempre, Paula.
—¿Dije algo?
—No. Estamos llegando a tu lugar.
¿Oh?
—¿No vamos al tuyo?
—No.
Me siento y lo miro.
—¿Por qué no?
—Porque tienes trabajo mañana.
—Oh. —Hago pucheros.
Me sonríe.
—¿Por qué? ¿Tenías algo en mente?
Me sonrojo.
—Bien, quizás.
Se ríe entre dientes.
—Paula, no voy a tocarte de nuevo. No hasta que me ruegues que lo haga.
—¡Qué!
—Entonces empezarás a comunicarte conmigo. La próxima vez que hagamos el amor, vas a tener que decirme exactamente qué quieres en gran detalle.
—Oh. —Me saca de su regazo mientras Taylor frena fuera de mi apartamento.
Pedro baja y mantiene la puerta del auto abierta para mí.
—Tengo algo para ti. —Se mueve a la parte trasera del auto, abre la maletera, y saca una gran caja envuelta para regalo. ¿Qué infiernos es esto?
—Ábrela cuando estés dentro.
—¿No vas a entrar?
—No, Paula.
—Entonces, ¿cuándo te veré?
—Mañana.
—Mi jefe quiere que vaya a tomar una copa con él mañana.
El rostro de Pedro se endurece.
—¿Lo hace? —Su voz está mezclada con amenaza latente.
—Para celebrar mi primera semana —agrego rápidamente.
—¿Dónde?
—No lo sé.
—Podría recogerte ahí.
—Está bien… Te mandaré un e- mail o un mensaje de texto.
—Bien.
Me encamina a la puerta de entrada y espera hasta que saco mis llaves del bolso.
Mientras abro la puerta, se inclina hacia adelante y toma mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia atrás. Su boca está sobre la mía y cerrando sus ojos, corre un camino de besos desde la esquina de mi ojo hasta la comisura de mi boca.
Un pequeño gemido escapa de mi boca mientras mi interior se derrite y se despliega.
—Hasta mañana —suspira.
—Buenas noches, Pedro —susurro y puedo oír la necesidad en mi voz.
Sonríe
—Entra —ordena, y camino a través de recepción llevando mi misterioso paquete.
—Nos vemos, nena —llama, entonces se gira con gracia encaminándose de regreso al auto.
Una vez en mi apartamento, abro la caja de regalo y encuentro mi MacBook Pro laptop, el BlackBerry y otra caja rectangular. ¿Qué es esto? Desenvuelvo el papel plateado.
Dentro hay una caja de cuero negra y delgada.
Abriendo la caja, encuentro un iPad. Santa mierda… un iPad. Una tarjeta blanca descansa sobre la pantalla con un mensaje escrito de puño y letra por Pedro.
Paula: Esto es para ti.
Sé lo que quieres escuchar.
La música aquí lo dice por mí.
Pedro.
Lo enciendo y jadeo mientras aparece el salvapantallas: una pequeña maqueta de planeador. Oh mi.... Es el Blanik L23 que le regalé, montado sobre un escaparate de vidrio y puesto en lo que pienso es el escritorio de Pedro en su oficina. Alucino ante él.
¡Lo construyó! Realmente lo construyó. Ahora recuerdo que lo mencionó en la nota con las flores. Me tambaleo y sé en ese instante que ha puesto una gran cantidad de pensamientos en este regalo.
Deslizo la flecha al botón de la pantalla para desbloquear y jadeo nuevamente. La fotografía de fondo es de Pedro conmigo en la carpa de mi graduación en la carpa. Es la misma que apareció en el Seattle Times. Pedro luce tan guapo y yo no puedo ayudar mi enloquecido rostro sonriente mientras mi Diosa interior se envuelve y abraza a sí misma en su chaise longue. ¡Sí y es mío!
Con un simple toque de mi dedo, los íconos cambian y varios nuevos aparecen en la siguiente pantalla. Un Kindle app, iBooks, Words... sea lo que sea.
¡Santa mierda! ¿La Biblioteca Británica? Toco el ícono y el menú aparece: Colección Histórica. Desplegándolo, selecciono Novelas del siglo XVIII y XIX. Otro menú.
Selecciono un título: El Americano de Henry James. Una nueva ventana se abre, ofreciéndome una copia escaneada del libro para leer. Santa mierda… Es una primera edición, publicada en 1879, ¡y está en mi iPad! Me ha comprado la
Biblioteca Británica al toque de un botón.
Salgo rápidamente, sabiendo que podría perderme en esta aplicación por una eternidad. Noto una aplicación de “Buena Comida” que me hace rodar los ojos y sonreír al mismo tiempo, una aplicación de noticias, una aplicación del clima, pero su nota mencionaba música. Regreso a la pantalla anterior, pulso el ícono de iPod y aparece una lista de reproducción. Avanzo entre las canciones, y la lista me hace sonreír. Thomas Tallis: no voy a olvidar esa en mucho. La escuché dos veces, después de todo, mientras me azotaba y mientras me follaba.
Witchcraft mi sonrisa se ensancha... bailando alrededor del gran salón. La pieza de Bach Marcello... oh no, es demasiado triste para mi estado de ánimo justo ahora. Hmmm.
Jeff Buckley. Sí, he escuchado sobre él. Snow Patrol —mi banda favorita— y una canción llamada Principles of Lust de Enigma. Como Pedro. Sonrío. Otra llamada Possession14 … oh sí, muy Cincuenta Tonos. Y unas cuantas más de las que no he escuchado hablar.
Seleccionando una canción que captura mi mirada, presiono play. Se llama Try de Nellie Furtado. Empieza a cantar y su voz es un pañuelo de seda envuelto a mi alrededor, envolviéndome. Me recuesto en mi cama.
¿Significa esto que Pedro va a tratar? ¿Tratar esta nueva relación? Bebo la letra, mirando fijamente al techo, tratando de entender su cambio. Me ha extrañado. Lo he extrañado. Quizás siente algo por mí. Debe hacerlo. Este iPad, estas canciones, estas aplicaciones... se preocupa. Realmente se preocupa. Mi corazón se hincha de esperanza.
La canción termina y lágrimas fluyen de mis ojos.
Rápidamente avanzo a otra: The Scientist de Coldplay; Una de las bandas favoritas de Lourdes. Conozco la canción, pero nunca antes escuché la letra realmente. Cierro los ojos y dejo que las palabras pasen sobre y a través de mí.
Mis lágrimas comienzan a fluir. No puedo detenerlas. Si esto no es una disculpa,¿qué es? Oh, Pedro.
¿O es una invitación? ¿Responderá mis preguntas? ¿Estoy leyendo demasiado en esto?
Probablemente estoy leyendo demasiado en esto. Mi subconsciente asiente, tratando de esconder su compasión.
Alejo mis lágrimas. Tengo que enviarle un e-mail para agradecerle. Salto de la cama a buscar la laptop.
Coldplay continúa mientras me siento con las piernas cruzadas sobre mi cama. El Mac se enciende e inicio la sesión.
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