—¿No lo vas a terminar?
—No. —Miro mi plato apenas tocado de fettuccini para evitar la oscura mirada de Pedro. Antes de que él pudiera decir algo, me pongo de pie y llevo nuestros platos de la mesa.
—Georgina estará con nosotros en poco tiempo —murmuro.
La boca de Pedro forma una mueca de descontento, pero no dice nada.
—Yo haré eso, Sra.Alfonso—dice la Sra. Jones cuando entro en la cocina.
—Gracias.
—¿Acaso no le gustó? —pregunta preocupada.
—Estaba delicioso. Simplemente no tengo hambre.
Dándome una pequeña sonrisa simpática, ella se da vuelta para limpiar mi plato y pone todo en el lavavajillas.
—Voy a hacer un par de llamadas —anuncia Pedro, dándome una mirada asesina antes de desaparecer en su estudio.
Suspiro aliviada y me dirijo a nuestro cuarto. La cena fue incómoda. Sigo enfadada con Pedro, y él piensa que no hizo nada malo. ¿Lo hizo? Mi subconsciente arquea una ceja y me mira benignamente sobre sus anteojos de media luna. Sí, lo ha hecho. Me ha hecho incluso más complicado el trabajar. Él no esperó a discutir el asunto en la relativa privacidad de nuestra casa. ¿Cómo se sentiría si yo irrumpiera en su oficina, ignorando la ley? ¡Y encima de todo, quiere darme AIPS! ¿Cómo demonios voy a dirigir una compañía? No sé nada de negocios.
Miro el cielo de Seattle bañado en la luz rosada del ocaso. Y como siempre, él quiere arreglar nuestras diferencias en el cuarto… vestíbulo… cuarto de juegos... sala de televisión… aparadores de la cocina… ¡Basta! Todo siempre se reduce a sexo con él. El sexo es su mecanismo para enfrentar las situaciones.
Voy al baño y veo mi reflejo en el espejo. Volver al mundo real es difícil.
Nos las arreglamos para evitar nuestras diferencias mientras estábamos en nuestra burbuja porque estábamos muy necesitados el uno del otro. ¿Pero ahora? Recuerdo mi boda, recuerdo mis preocupaciones del día, una boda apresurada… No, no debo pensar así. Sabía que era Cincuenta Sombras cuando me casé con él. Sólo tengo que aguantar un poco y hablar con él.
Hago una mueca en el espejo. Me veo pálida, y ahora tengo que lidiar con esta mujer.
Estoy usando mi falda de lápiz gris y una blusa sin mangas. ¡Claro! Mi diosa interior saca su esmalte de uñas rojo.
Desabrocho dos botones, exponiendo algo de escote. Me lavo el rostro y vuelvo a aplicarme el maquillaje, aplicando más máscara de pestañas que lo usual y poniéndome extra brillo de labios. Inclinándome, luego me esponjo el cabello vigorosamente desde la raíz a las puntas. Cuando me vuelvo a erguir, mi pelo es una melena que me rodea hasta los pechos. Me lo acomodo levemente detrás de las orejas y voy a buscar mis tacos, en lugar de mis zapatos planos.
Cuando vuelvo a emerger en el gran cuarto, Pedro tiene los planos de la casa esparcidos en la mesa del comedor.
Hay música de fondo. Me detengo en seco.
—Sra. Alfonso—dice cálidamente y luego me mira curiosamente.
—¿Qué es eso? —pregunto. La música es sorprendente.
—Réquiem de Fauré. Te ves diferente —dice, distraído.
—Oh. Nunca la había oído.
—Es muy tranquilizante, relajante —dice y alza una ceja—. ¿Le hiciste algo a tu cabello?
—Me lo peiné —murmuro. Las voces hechizantes me cautivan.
Abandonando los planos en la mesa, camina hacia mí, lento, a tono con la melodía.
—¿Bailarías conmigo? —murmura.
—¿Esto? Es un réquiem —digo sorprendida.
—Sí. —Me lleva a sus brazos y me sostiene, enterrando su nariz en mi cabello y deslizándose suavemente de lado a lado. Tiene su propio olor celestial.
Oh… lo extrañé. Lo rodeo con mis brazos y lucho contra las ganas de llorar. ¿Por qué eres tan exasperante?
—Odio pelar contigo —susurra.
—Bueno, entonces deja de actuar como un asno.
Ríe y el cautivante sonido resuena en su pecho. Me aferra con más fuerza.
—¿Asno?
—Imbécil.
—Prefiero asno.
—Deberías. Te sienta bien.
Vuelve a reírse y besa mi cabeza.
—¿Un réquiem? —murmuro sorprendida de que realmente lo bailemos.
Se encoge de hombros. —Es sólo una hermosa melodía, Paula.
Taylor tose discretamente en la entrada, y Pedro me deja ir.
—La señorita Matteo está aquí —dice.
¡Oh qué alegría!
—Haz que pase —dice Pedro. Se acerca y toma mi mano mientras Georgina Matteo entra en el cuarto
* * *
Georgina Matteo es una mujer guapa una alta, y guapa mujer.
Lleva su cabello rubio corto, de peluquería en capas como una sofisticada corona. Esta vestida con un pantalón gris pálido, y una ajustada chaqueta que abrazan sus exuberantes curvas. Su ropa luce costosa. En la base de su garganta, un solitario diamante brilla, combinando con los pendientes de un quilate en sus orejas. Está bien arreglada, una de esas mujeres que crecieron con dinero y de buena educación, aunque su educación parece haberse evaporado esta tarde; su pálida blusa azul esta desabotonada muy abajo. Como la mía. Me sonrojo.
Lleva su cabello rubio corto, de peluquería en capas como una sofisticada corona. Esta vestida con un pantalón gris pálido, y una ajustada chaqueta que abrazan sus exuberantes curvas. Su ropa luce costosa. En la base de su garganta, un solitario diamante brilla, combinando con los pendientes de un quilate en sus orejas. Está bien arreglada, una de esas mujeres que crecieron con dinero y de buena educación, aunque su educación parece haberse evaporado esta tarde; su pálida blusa azul esta desabotonada muy abajo. Como la mía. Me sonrojo.
—Pedro. Paula. —Saluda con una radiante sonrisa, mostrando perfectos dientes blancos, y extiende una arreglada mano para sacudir primero la de Pedro, luego mi mano. Significa que tengo que dejar la mano de Pedro para responderle. Ella es de una fracción más baja que Pedro, pero entonces esta en unos asesinos zapatos de tacón alto.
—Georgina —dice Pedro cortésmente. Sonrío fríamente.
—Lucen fantásticos después de su luna de miel —dice suavemente, sus marrones ojos mirando a Pedro a través de largas pestañas. Pedro coloca su brazo alrededor de mí, sosteniéndome cerca.
—Tuvimos un tiempo fantástico, gracias. —Cepilla sus labios contra mi sien, tomándome por sorpresa.
Ves… es mío. Molesto—irritante, incluso—pero mío. Sonrío.
Justo ahora realmente te amo, Pedro Alfonso. Deslizo mi mano alrededor de su cintura luego dentro de su bolsillo trasero y lo aprieto. Georgina nos da una débil sonrisa.
—¿Han conseguido echar un vistazo a los planos?
—Lo hemos hecho —murmuro. Miro hacia arriba a Pedro, que sonríe hacia mí, una ceja levantada con diversión irónica. ¿Diversión a que? ¿Mi reacción hacia Georgina o por haber apretado su trasero?
—Por favor —dice Pedro—. Los planos están aquí. —Hace un gesto a través de la mesa del comedor. Tomando mi mano, me guía a ella, Georgina siguiendo nuestro paso.
Finalmente recuerdo mis modales.
—¿Te gustaría algo de tomar? —pregunto—. ¿Una copa de vino?
—Eso sería encantador —dice Georgina—. Vino blanco seco si tienes.
¡Mierda! Sauvignon blanc—ese es uno blanco seco, ¿Cierto? De mala gana dejando a mi esposo a un lado, me dirijo a la cocina. Escucho el iPod sisear mientras Pedro apaga la música.
—¿Te gustaría más vino, Pedro? —llamo.
—Por favor, nena —canta con voz suave, sonriendo hacia mí. Wow, puede ser tan derretidoramente digno a veces, sin embargo tan irritante otras.
Alcanzando a abrir el armario, estoy consciente de sus ojos sobre mí, y estoy atrapada por la extraña sensación de que Pedro y yo estamos armando un espectáculo, jugando un juego juntos, pero esta vez estamos en el mismo lado contra la Srta. Matteo. ¿Sabe que ella está atraída por él y esta siendo muy obvia al respecto? Me da una pequeña sobrecarga de placer cuando me doy cuenta que él esta tratando de tranquilizarme. O quizás sólo esta enviando un mensaje alto y claro a esta mujer que él esta tomado.
Mío. Si, perra mío. Mi diosa interior esta vistiendo su ropa de gladiadora, y no esta tomando prisioneros. Sonriendo para mí junto tres copas del armario, tomo la botella abierta de Sauvignon Blanc del refrigerador, y coloco todo en la barra del desayuno. Georgina esta apoyándose sobre la mesa mientras Pedro esta de pie al lado de ella y señala algo en los planos.
—Creo que Paula tiene algunas opiniones sobre la pared de cristal, pero en general ambos estamos complacidos con las ideas que nos has dado.
—Oh, me alegra —Georgina habla con un exagerado entusiasmo, obviamente aliviada, y mientras lo dice, brevemente toca su brazo en un pequeño, coqueto gesto.
Pedro se pone rígido inmediatamente pero sutilmente.
Ella ni siquiera parece notarlo.
Maldición solo déjalo en paz, mujer. No le gusta que lo toquen.
Retrocediendo casualmente a un lado así él esta fuera de su alcance,Pedro se gira hacia mí.
—Sediento aquí —dice.
—Viniendo en seguida. —Él está jugando el juego. Ella lo pone incómodo.
¿Por qué no vi eso antes? Ese es el por qué no me gusta.
Él esta acostumbrado a como las mujeres reaccionan a él.
Lo he visto muy seguido, y usualmente no le presta atención. Tocar es algo más. Bueno, la Sra. Alfonso al rescate.
Precipitadamente vierto el vino, reuniendo las tres copas en mis manos, apresurándome de regreso a mi caballero angustiado. Ofreciéndole una copa a Georgina, deliberadamente me posiciono entre ellos. Ella sonríe cortésmente mientras acepta. Extiendo la segunda a Pedro, que la toma con entusiasmo, su expresión una de divertida gratitud.
—Salud —Pedro dijo para ambas, pero mirándome a mí.
Georgina y yo alzamos nuestras copas y respondemos al unísono. Tomo un bienvenido trago de vino.
—Paula, ¿Tienes algunos problemas con la pared de cristal? —pregunta Georgina.
—Si. Me encanta, no me malinterpretes. Pero estaba esperando que pudiéramos incorporarlo de manera más orgánica en la casa. Después de todo, me enamore de la casa como era, y no quiero hacer ningún cambio radical.
—Ya veo.
—Sólo quiero que el diseño sea compasivo, ya sabes… más acorde manteniéndolo con el original de la casa. —Echo un vistazo a Pedro, que esta mirándome pensativamente.
—¿No mayores renovaciones? —murmuro él.
—No. —Sacudí mi cabeza para enfatizar mi punto.
—¿Te gusta como es?
—Mayormente, si. Siempre supe que sólo necesitaba algo de tierno y amoroso cuidado.
Los ojos de Pedro brillaron cálidamente.
Georgina miro a los dos, y sus mejillas se pusieron de color rosa.
—Okey —dijo ella—. Creo que entiendo de dónde vienes, Paula. Que te parece si conservamos la pared de cristal, pero abrimos un poco más la cubierta manteniendo el estilo mediterráneo. Tenemos la terraza de piedra allí ya. Podemos colocarlas en pilares combinando la piedra, ampliamente espaciada así todavía tendrás la vista. Añade un techo de cristal, o azulejo por el resto de la casa. También hacer un refugio para cenar al fresco9 y área de jardín.
Tienes que darle a la mujer lo que merece… es buena.
—O en vez de la cubierta, podemos incorporar una madera de un color de tu elección en la puerta de cristal, eso quizás ayude a mantener el espíritu mediterráneo —continuo ella.
—Como las brillantes persianas azules en el Sur de Francia —murmuro a Pedro, que me esta viendo atentamente. Toma un trago de vino y traga, muy evasivo. Hmm. No le gusta esa idea pero no me desautoriza, o me lanza hacia abajo, o me hace sentir estúpida. Dios, este hombre es un manojo de contradicciones. Las palabras que dijo ayer vienen a mi mente “Quiero que esta casa sea de la manera que quieres. Lo que tú quieras. Es tuyo.” Él quiere que yo sea feliz… feliz en todo lo que haga. En el fondo creo que sé esto. Es sólo.. que me contengo a mi misma. No pienses sobre nuestro argumento ahora. Mi subconsciente me mira.
Georgina esta mirando a Pedro, esperando por él para tomar la decisión.
Observo mientras sus pupilas se dilatan y sus brillantes labios se parten.
Su lengua se dispara rápido sobre su labio superior antes de tomar un trago de vino. Cuando me giro hacia Pedro, todavía está viéndome—no a ella para nada. ¡Si! mi diosa interior alza un puño al aire. Voy a tener unas palabras con la Srta. Matteo.
—Paula, ¿Qué quieres hacer? —murmura Pedro, muy claramente dejándome decidir.
—Me gusta la idea de la cubierta.
—A mí, también.
Me giro hacia Georgina. Ey, señorita, míreme a mí. No a él. Soy la que esta tomando las decisiones en esto.
—Creo que me gustaría dar un vistazo a los dibujos mostrando la cubierta más grande y los pilares que están acordes con la casa.
De mala gana, Georgina arrastra sus ávidos ojos lejos de mi esposo y sonríe hacia mí. ¿Ella piensa que no me voy a dar cuenta?
—Seguro —Asiente gratamente—. ¿Algún otro problema?
¿Otro aparte de ti comiéndote con los ojos a mi esposo?
—Pedro quiere remodelar la habitación principal —murmuro.
Hay una discreta tos desde la entrada de la gran habitación.
Los tres nos giramos para encontrar a Taylor de pie allí.
—¿Taylor? —pregunta Pedro.
—Necesito a hablar con usted un asunto urgente, Sr. Alfonso.
Pedro aprieta mis hombros desde atrás y se dirige a Georgina.
—La Sra.Alfonso esta a cargo de este proyecto. Ella tiene total autoridad. Lo que ella quiera, es de ella. Confío completamente en sus instintos. Ella es muy perspicaz. —Su voz se altera sutilmente. En ella escucho orgullo y una velada advertencia, ¿una advertencia para Georgina?
¿Confía en mis instintos? Oh, este hombre es exasperante.
Mis instintos le permitieron atropellar a mis sentimientos esta tarde. Sacudo mi cabeza en frustración pero estoy agradecida que le esté diciendo a la Señorita Provocativa-y-desafortunadamente-buena-en-su-trabajo quien esta a
cargo. Acaricio su mano que descansa en mi hombro.
—Si me disculpan. —Pedro aprieta mis hombros antes de seguir a Taylor. Me pregunto vanamente que esta pasando.
—¿Así que… la habitación principal? —pregunta Georgina nerviosamente.
Levanto mi mirada hacia ella, pausando por un momento para asegurarme que Pedro y Taylor están fuera de nuestro alcance del oído. Luego llamando toda mi fuerza interior y el hecho de que he estado seriamente picada por las últimas cinco horas, lo deje salir.
—Tienes razón de estar nerviosa, Georgina, porque ahora mismo tu trabajo en este proyecto esta colgando en la balanza. Pero estoy segura que estaremos bien mientras mantengas tus manos fuera de mi esposo.
Ella jadeo.
—De otra forma, estarás despedida. ¿Entendido? —enuncie cada palabra claramente.
Ella parpadeo rápidamente, completamente fuera de si. Ella no podía creer lo que había dicho. Yo no podía creer lo que acababa de decir. Pero me mantuve firme, mirando impasible a sus ojos marrones cada vez más amplios.
No te retractes. ¡No te retractes! He aprendido esta exasperante expresión impasible de Pedro que las hace como nadie más. Sé que la renovación de la residencia principal de los Alfonso es un prestigioso proyecto para la firma de arquitectura de Georgina, un resplandeciente triunfo personal en su trabajo. Ella no puede perder esta comisión. Y justo ahora no me importa en absoluto que ella es amiga de Gustavo.
—Paula… Sra.Alfonso… y-yo lo lamento mucho. Yo nunca… —Se sonrojo,insegura de que más puede decir.
—Déjame ser clara. Mi esposo no esta interesado en ti.
—Por supuesto —murmura, la sangre drenando de su cara.
—Como dije, sólo quería ser clara.
—Sra.Alfonso, sinceramente me disculpo si pensó… que tengo… —Ella se detuvo, tambaleando por algo que decir.
—Bien. Mientras nos entendamos la una a la otra, estaremos bien. Ahora, te dejare saber que tenemos en mente para la habitación principal, luego me gustaría recorrer en todos los materiales que piensas utilizar. Como sabes, Pedro y yo estamos determinados en que esta casa deber ser ecológicamente sustentable, y me gustaría asegurarle de dónde vienen y cómo son los materiales.
—P-por supuesto —tartamudea, ojos bien abiertos francamente un poco intimidada por mí. Esta es la primera vez. Mi diosa interior corre alrededor de la arena, saludando a la frenética multitud.
Georgina arregla su cabello en su lugar, y me doy cuenta que es un gesto nervioso.
—¿La habitación principal? —pide con ansiedad, su voz un débil susurro.
Ahora que tengo la delantera, me siento relajarme por primera vez desde mi reunión con Pedro esta tarde.
Puedo hacer esto. Mi diosa interior esta celebrando su perra interna.
*****
—¿Todo listo? —pregunta. Pone su brazo alrededor de mi cintura y se gira hacia Georgina.
—Si, Sr. Alfonso —Georgina sonríe alegremente, aunque su sonrisa luce frágil—. Voy a tener los cambios realizados para usted en un par de días.
—Excelente. ¿Estás feliz? —me pregunta directamente, sus ojos cálidos y penetrantes. Asiento sonrojándome por alguna razón que no entiendo.
—Será mejor que me vaya —dice Georgina otra vez muy alegre.
Ella ofrece su mano a mi primero esta vez, luego a Pedro.
—Hasta la próxima, Georgina —murmuro.
—Si, Sra. Alfonso. Sr. Alfonso.
Taylor aparece en la entrada de la gran habitación.
—Taylor te llevara afuera. —Mi voz es lo suficiente alta para que él escuche. Arreglando su cabello una vez más, se gira en sus zapatos altos y deja la gran habitación, seguida de cerca por Taylor.
—Ella estaba notablemente más fría —dice Pedro mirando hacia mí con curiosidad.
—¿Lo estaba? No lo note. —Me encojo de hombros, tratando de seguir neutral—. ¿Qué quería Taylor? —pregunto en parte porque estoy curiosa y también porque quiero cambiar de tema.
Frunciendo el ceño, Pedro me suelta y empieza a enrollar los planos en la mesa.
—Era sobre Hernandez.
—¿Qué sobre Hernandez? —susurro.
—No es nada para preocuparse, Paula. —Abandonando los planos, Pedro me arrastra a sus brazos—. Resulta que él no ha estado es su apartamento por semanas, eso es todo. —Besa mi cabello, luego me deja ir y termina su tarea.
—Así que, ¿qué decidiste? —pregunta, y sé que es porque no quiere que continúe con las preguntas de Hernandez.
—Sólo lo que habíamos discutido. Creo que a ella le gustas —digo tranquilamente.
Él resopla. —¿Le dijiste algo a ella? —pregunta y me sonrojo. ¿Cómo sabe?
Sin saber que decir, miro hacia abajo a mis dedos.
—Éramos Pedro y Paula cuando ella llego, y Sr. y Sra. Alfonso cuando se fue. —Su tono es seco.
—Quizás dije algo —mascullo. Cuando miro hacia él, me esta mirando calidamente, y por un momento de descuido él luce… complacido. Deja caer su mirada, sacudiendo su cabeza, y su expresión cambia.
—Ella sólo esta reaccionando a esta cara. —Él suena vagamente amargo, asqueado incluso.
¡Oh, Cincuenta, no!
—¿Qué? —Esta confundido por mi expresión perpleja. Sus ojos se abre con alarma—. ¿No estas celosa, cierto? —pregunta, horrorizado.
Me sonrojo y trago, luego miro hacia a mis nudillos. ¿Lo estoy?
—Paula, ella es un depredador sexual. No mi tipo para nada. ¿Cómo puedes estar celosa de ella? ¿De cualquiera? Nada sobre ella me interesa. — Cuando miro hacia arriba, me esta viendo como si me hubiese crecido otro miembro. El pasa su mano por el cabello—. Eres sólo tú,Paula —dice suavemente—. Siempre serás solo tú.
Oh mi. Abandonando los planos una vez más, Pedro se mueve hacia mí y aferra mi mentón entre su pulgar y dedo índice.
—¿Cómo puedes pensar lo contrario? ¿Te he dado alguna vez cualquier indicación que podría estar remotamente interesado en alguien más? — sus ojos ardiendo mientras ve los míos.
—No —susurro—. Estoy siendo una tonta. Es sólo que hoy… tú… —todas mis emociones contradictorias de antes surgen de nuevo a la superficie.
¿Cómo puedo decirle cuán confundida estoy? He estado confundida y frustrada por su conducta esta tarde en mi oficina. Un minuto quiere que me quede en casa, al siguiente esta regalándome una compañía. ¿Cómo se
supone que mantenga el paso?
—¿Qué sobre mí?
—Oh, Pedro —mi labio inferior tiembla—. Estoy tratando de adaptarme a esta nueva vida que jamás había imaginado para mí. Todo me ha sido entregado en un plato, el trabajo, tú, mi hermoso esposo, quien nunca… yo nunca supe que amaría de esta manera, tan fuerte, tan rápido, tan…
indeleblemente. —Tomo un profundo y tranquilizador respiro, mientras su boca cae abierta.
—Pero eres como un tren con carga, y no quiero que me condenen injustamente porque la chica de la que te enamoraste será aplastada. ¿Y que será todo lo que quede? Todo lo que quedara es un vacío social de rayos X, revoloteando de función de caridad a función de caridad. —Me detengo una vez más, luchando para encontrar las palabras para transmitir lo que siento—. Y ahora quieres que sea Gerente General de una compañía, que nunca ha estado siquiera en mi radar. Estoy saltando entre todas estás ideas, luchando. Me quieres en casa. Me quieres dirigiendo una compañía. Es tan confuso. —Me detengo lágrimas amenazando, y fuerzo a detener un sollozo.
—Tienes que dejarme hacer mis propias decisiones, tomar mis propios riesgos, y cometer mis propios errores, y dejarme aprender de ellos.
Necesito caminar antes de que pueda correr, Pedro, no lo ves. Quiero algo de independencia. Eso es lo que mi nombre significa para mí. —Ahí, eso es lo que quería decir esta tarde.
—¿Te sientes condenada injustamente? —susurra.
Asiento.
Él cierra sus ojos y pasa su mano a través de su cabello en agitación.
—Yo solo quiero darte el mundo, Paula, todo y cualquier cosa que quieras. Y cuidarte de ello, también. Mantenerte segura. Pero también quiero que todos sepan que eres mía. Entre en pánico hoy cuando me llego tu e-mail.¿Por qué no me dijiste acerca de tu nombre?
Me sonroje. Tenía un punto.
—Sólo lo pensé por un tiempo mientras estábamos de luna de miel, y bueno, no quería explotar la burbuja, y me olvide de ello. Sólo lo recordé ayer por la noche. Y luego Jeronimo… ya sabes, fue una distracción. Lo siento, debí haberte dicho o discutido contigo, pero no podía encontrar el momento adecuado.
La intensa mirada de Pedro es desconcertante. Es como si estuviera tratando de hacer su voluntad haciendo camino hacia mí cráneo, pero no dice nada.
—¿Por qué entraste en pánico? —pregunte.
—Yo sólo no quiero que te deslices a través de mis dedos.
—Por amor de Dios, no me voy a ningún lado. ¿Cuándo vas a conseguir que eso entre en tu grueso cráneo? Yo. Te. Amo. —Sacudo mi mano en el aire como él hace a veces para enfatizar mi punto—. “Más que… la vista, el espacio, o la libertad10”
Sus ojos se ensanchan. —¿El amor de una hija? —me da una sonrisa irónica.
—No —me rio, a pesar de mí—. Es la única cita que me vino a la cabeza.—¿El Loco Rey Lear?—
—Querido, querido Loco Rey Lear.—Acaricio su cara, y él se inclina a mi toque, cerrando sus ojos—. ¿Cambiarias tu nombre a Pedro Chaves así todos sabrían que me perteneces?
Los ojos de Pedro se abren, y me mira como si acabara de decir que la tierra es plana. Frunce el ceño.
—¿Qué te pertenezco? —murmura, probando las palabras.
—Mío.
—Tuyo —dice, repitiendo las palabras que dijimos en la habitación de juegos apenas ayer—. Si, lo haría. Si significa tanto para ti.
Oh mi.
—¿Significa tanto para ti?
—Si. —Él es indiscutible.
—Okey —Hare esto por él. Le daré la tranquilidad que todavía necesita.
—Pensé que ya habías accedido a esto.
—Si lo había hecho, pero ahora que lo discutimos más, estoy feliz con mi decisión.
—Oh —murmura, sorprendido. Luego sonríe su hermosa, juvenil si-soyrealmente-un-poco-joven sonrisa, y me quita el aliento. Agarrándome por mi cintura, me balancea alrededor.
Yo chillo y empiezo a reír, y no sé si él sólo esta feliz o aliviado o… ¿Qué?
—Sra. Alfonso, ¿Sabes lo que esto significa para mí?
—Lo sé ahora.
Se inclina hacia abajo y me besa, sus dedos moviéndose en mi cabello, sosteniéndome en mi lugar.
—Significa siete tonos de Domingo —murmura contra mis labios, y pasa su nariz a lo largo de la mía.
—¿Tú crees? —me inclino hacia atrás para mirarlo.
—Algunas promesas fueron hechas. Un ofrecimiento, un acuerdo negociado —susurra, sus ojos brillando con placer malvado
—Um… —Estoy reponiendome, intentando seguir su humor.
—¿Estás renegando de mí? —pregunta incierto, y una mirada especulativa cruza su rostro—. Tengo una idea. —Añade.
¿Oh, qué clase de sexo pervertido es este?
—Un asunto realmente importante que atender. —Continúa, de repente serio otra vez—. Sí, señora Alfonso. Un asunto de extrema importancia.
Un momento, se está burlando de mí.
—¿Qué? —Suspiro.
—Necesito que cortes mi cabello. Aparentemente está muy largo, y a mi esposa no le gusta.
—¡No puedo cortarte el cabello!
—Sí puedes. —Pedro sonríe y sacude la cabeza para que su cabello largo le cubra los ojos.
—Bueno, pero si la señora Jones tiene un bol de ensalada. —Me río.
Se ríe. —De acuerdo, un buen punto. Haré que Franco lo haga.
¡No! ¿Franco trabaja para ella? Quizás podría intentarlo. Después de todo, pasé años cortándole el cabello a Reinaldo, y nunca se quejó.
—Ven. —Tomo su mano. Abre los ojos de par en par. Lo llevo hasta el baño donde lo suelto y tomo la silla blanca de madera de la esquina. La pongo frente al lavabo. Cuando miro a Pedro me está mirando con una diversión molesta, con los pulgares en los bolsillos de sus vaqueros pero una mirada ardiente.
—Siéntate. —Señalo la silla, intentando mantenerme firme.
—¿Vas a lavar mi cabello?
Asiento. Alza una ceja sorprendido, y por un momento creo que va a echarse atrás.
—De acuerdo. —Lentamente comienza a desabotonarse cada botón de su camisa blanca, comenzando por el que está bajo su garganta. Largos dedos se mueven ágilmente en cada botón hasta que su camisa está abierta.
Oh mi… mi diosa interior hace una pausa en su podio junto a la arena.
9 Al fresco en italiano original, quiere decir al aire libre.
10 Rey Lear, Acto 1, Escena 1. Es una de las principales tragedias de WilliamShakespeare, fue escrita en su segundo periodo.