domingo, 1 de marzo de 2015

CAPITULO 187





Apenas puedo respirar. ¿Quiero oír esto? Pedro cierra sus ojos y exhala. Cuando los abre otra vez, están brillantes pero diferentes, llenos de recuerdos inquietantes.


—Era un caluroso día de verano. Estaba trabajando duro. —Resopla y sacude su cabeza, repentinamente divertido—. Era un trabajo agotador recogiendo escombros. Estaba por mi cuenta, y Ele… la Sra. Mitre apareció de la nada y me trajo algo de limonada. Intercambiamos algunas palabras, e hice alguna observación sarcástica… y ella me abofeteó. Me abofeteó muy fuerte. —Inconcientemente su mano se movió a su rostro y acarició su mejilla, sus ojos nublándose ante el recuerdo. ¡Santa mierda!


—Pero entonces me besó. Y cuando terminó, me abofeteó otra vez. — Parpadeó, pareciendo aún confundido incluso después de todo este tiempo—. Nunca había besado antes o había sido golpeado así.


Oh. Ella se abalanzó. Sobre un niño.


—¿Quieres oír esto? —pregunta Pedro.


Sí… No…


—Solo si quieres contármelo. —Mi voz es pequeña mientras estoy recostada de cara a él, mi mente confundida.


—Estaba tratando de darte algo de contexto.


Asiento en lo que espero sea una forma alentadora. Pero sospecho que podría lucir como una estatua, congelada y con los ojos abiertos en shock.


Frunce el ceño, sus ojos buscando los míos, tratando de evaluar mi reacción. Entonces se gira sobre su espalda y mira hacia arriba al techo.


—Bien, naturalmente, estaba confundido y enfadado y caliente como el infierno. Quiero decir, una caliente mujer mayor viene sobre ti de esa forma… —sacude su cabeza como si aún no pudiera creerlo.


¿Caliente? Me siento mareada.


—Ella volvió a entrar en la casa dejándome en el patio trasero. Actuó como si nada hubiera pasado. Estaba totalmente perdido. Entonces regresé al trabajo, cargando los escombros en el contenedor de basura. Cuando me
fui aquella tarde, me preguntó si podía regresar el día siguiente. Ella no mencionó lo que había pasado. Entonces al día siguiente regresé. No podía esperar para verla de nuevo —susurró como si fuera una confesión oscura… porque francamente, lo era.


—Ella no me tocó cuando me besó —murmuró y giró su cabeza para mirarme—. Tienes que entender… mi vida era un infierno sobre la tierra.
Fue duro, con quince años, alto para mi edad, las hormonas corriendo.
Las chicas en la escuela… —se detuvo, pero había captado el esquema: un marcado, solitario, pero atractivo adolescente. Mi corazón se retorció.


—Estaba enfadado, tan jodidamente enfadado con todos, conmigo, con mis padres. No tenía amigos. Mi terapeuta en aquel momento era un total asno. Mis padres, me mantenían bajo un apretado control; no entendían. —Miró de vuelta al techo y pasó una mano a través de su cabello. Mis dedos picaban por pasar mis dedos por su cabello, también, pero me quedé quieta.


—No podía soportar que nadie me tocara. No podía. No podía soportar que nadie se me acercara. Solía pelear… joder, yo peleaba. Me metí en algunas peleas espantosas. Fui expulsado de un par de escuelas. Pero era una manera de desahogarme. De tolerar alguna clase de contacto físico. —Se detuvo otra vez—. Bien, te das una idea. Y cuando ella me besó, sólo agarró mi rostro. No me tocó. —Su voz es apenas audible.


Ella debía saberlo. Quizás Gabriela se lo había dicho. Oh, mi pobre Cincuenta.


Tengo que juntar mis manos por debajo de mi almohada y descansar mi cabeza sobre ella en ese orden, para resistir la urgencia de sostenerlo.


—Bien, al día siguiente regresé a la casa si saber qué esperar. Y te voy a ahorrar los detalles escabrosos, pero fue más de lo mismo. Y así fue como comenzó nuestra relación.


Oh, joder, esto es doloroso de oír.


Se giró otra vez sobre un lado para encararme.


—¿Y sabes algo, Paula? Mi mundo se enfocó. Nítido y claro. Todo. Era exactamente lo que necesitaba. Ella era un respiro de aire fresco. Tomando las decisiones, llevándose toda esa mierda de mí, dejándome respirar.


Santa mierda.


—E incluso cuando se acabó, mi mundo se quedó enfocado por ella. Y se quedó de ese modo hasta que te conocí.


¿Qué infiernos se supone que debo decir a eso? 


Tentativamente, colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja.


—Pusiste mi mundo de boca abajo. —Cerró sus ojos, y cuando los abrió otra vez, eran crudos—. Mi mundo era ordenado, tranquilo y controlado, entonces entraste en mi vida con tu boca rápida, tu inocencia, tu hermosura, y tu tranquila temeridad… y todo antes de ti fue simplemente aburrido, vacío, mediocre… fue nada.


Oh, mi Dios.


—Me enamoré —susurra.


Dejo de respirar. Acaricia mi mejilla.


—También yo —murmuro con el poco aliento que me queda.


Sus ojos se suavizan.


—Lo sé —articula.


—¿Lo haces?


—Sí.


¡Aleluya! Le sonrío tímidamente.


—Finamente —susurro.


Asiente.


—Y eso pone todo en perspectiva para mí. Cuando era más joven, Eleonora era el centro de mi mundo. No había nada que no hubiera hecho por ella.
Y ella hizo un montón por mí. Me apartó de la bebida. Me hizo trabajar duro en la escuela… Sabes, me dio un mecanismo de defensa que no había tenido antes, me permitió experimentar cosa que nunca creí que podría.


—Toque —susurro.


Asiente.


—Después mi imagen.


Frunzo el ceño, preguntándome a qué se refiere.


Vacila ante mi reacción.


¡Dime! Le indico.


—Si creces con una imagen de ti mismo totalmente negativa, pensando que eres alguna clase de rechazado, un salvaje indigno de ser amado, piensas que te mereces ser golpeado.


Pedro… no eres ninguna de esas cosas.


Se detiene y pasa su mano a través de su cabello.


—Paula, es más fácil llevar tu dolor por fuera… —Otra vez, es una confesión.


Oh.


—Ella canalizó mi enfado. —Su boca se presionó en una línea sombría—.Sobretodo internamente, me doy cuenta de eso ahora. El Dr. Flynn ha estado sin cesar sobre esto por algún tiempo. Fue sólo recientemente que vi nuestra relación por lo que era. Ya sabes… en mi cumpleaños.


Me estremezco mientras un indeseado recuerdo de Eleonora y Pedro destripándose verbalmente el uno al otro en la fiesta de cumpleaños de Pedro sale indeseadamente a la superficie de mi mente.


—Para ella, ese lado de nuestra relación era acerca de sexo y control y una mujer solitaria buscando alguna clase de confort con su chico juguete.


—Pero a ti te gusta el control —susurro.


—Sí, me gusta. Siempre lo hará, Paula. Es quién soy. Me rendí por un breve momento. Dejé que alguien tomara todas las decisiones por mí. No podía hacerlo por mí mismo, no se sentía adecuado. Pero a través de mi sumisión hacia ella, me encontré a mí mismo y encontré la fuerza para cargar con mi vida... tomar el control y tomar mis propias decisiones.


—¿Convirtiéndote en un dominante?


—Sí.


—¿Tu decisión?


—Sí.


—¿Abandonar Harvard?


—Mi decisión, y fue la mejor decisión que nunca he hecho. Hasta que te conocí.


—¿A mí?


—Sí. —Sus labios cambian en una sonrisa suave—. La mejor decisión que he tomado fue casarme contigo.


Oh mi Dios.


—¿No empezar tu compañía?


Sacude su cabeza.


—¿Aprender a volar?


Sacude su cabeza.


—Tú —articula. Acaricia mi mejilla con sus nudillos—. Ella lo sabía — susurra.


Frunzo el ceño.


—¿Sabía qué?


—Que estaba locamente enamorado de ti. Ella me animó a ir hacia Georgia para verte, y estoy feliz de que lo hiciera. Pensó que te habías asustado y me habías dejado. Lo que hiciste.


Palidecí. Hubiera preferido no pensar en eso.


—Ella pensó que necesitaba todos los adornos del estilo de vida del que disfrutaba.


—¿La dominación? —susurro.


Asiente.


—Me permitía mantener a todo el mundo a un brazo de distancia, me daba control, y me mantenía separado, o eso pensaba. Estoy seguro de que ya habrás adivinado por qué —añade suavemente.


—¿Tu madre biológica?


—No quería que me volvieran a lastimar. Y luego tú me dejaste. —Sus palabras son apenas audibles—. Y estaba hecho un desastre.


Oh, no.


—He evadido la intimidad durante tanto tiempo, que no sé como hacer esto.


—Lo estás haciendo bien —murmuro. Con mi dedo índice recorro sus labios. Él lo frunce en forma de beso. Me estás hablando.


—¿Lo extrañas? —susurro.


—¿Extrañarlo?


—Ese estilo de vida.


—Sí, lo extraño.


¡Oh!


—Pero sólo en la medida que extraño el control que induce. Y francamente tu estúpido truco —se detiene—, ése que salvó a mi hermana… —susurra, sus palabra están llenas de alivio, temor e incredulidad—. Es así como lo sé.


—¿Saber?


—Que en realidad me amas.


Frunzo el ceño.


—¿Lo haces?


—Sí. Porque arriesgaste mucho… por mí, por mi familia.


Mi ceño se frunce aún más. Se acerca y traza el camino con su dedo sobre la mitad de mi ceja encima de mi nariz.


—Tienes una V aquí cuando frunces el ceño —murmura—. Es bastante suave de besar. Puedo comportarme muy mal… y aún así sigues aquí.


—¿Por qué estás sorprendido de que siga aquí? Te dije que no iba a dejarte.


—Por la manera en la que me comporté cuando me dijiste que estabas embarazada. —Desliza su dedo por su mejilla—. Estabas en lo cierto. Soy un adolescente.


Oh mierda… yo dije eso. Mi subconsciente me mira. ¡Su doctor dijo eso!


Pedro, he dicho algunas cosas horribles. —Pone su dedo índice sobre mis labios.


—Silencio. Merecía escucharlas. Además éste es mi cuento para dormir. — Se gira de nuevo sobre su espalda.


—Cuando me dijiste que estabas embarazada… —se detiene—. Había pensado que seríamos sólo tú y yo por un tiempo. Había considerado los niños, pero sólo de forma abstracta. Tenía esta vaga idea de que tendríamos un niño alguna vez en un futuro.


¿Sólo uno? No… no sólo un niño. No como yo. Quizá ahora no sea el mejor momento para sacarlo a colación.


—Aún eres muy joven, y sé que eres un poco ambiciosa.


¿Ambiciosa? ¿Yo?


—Bueno, moviste la alfombra debajo de mí. Cristo, fue tan inesperado.
Nunca en un millón de años, cuando te pregunté qué estaba mal, esperaba que me dijeras que estabas embarazada. —Suspira—. Estaba tan enfadado. Enfadado contigo. Enfadado conmigo. Con todo el mundo. Y regresó, ese sentimiento de no tener nada bajo control. Tenía que salir. Fui a ver a Flynn, pero estaba en alguna clase de noche de padres. —Pedro se detiene y alza una ceja.


—Irónico —susurro.


Pedro sonríe en acuerdo.


—Así que caminé, caminé y caminé, y simplemente… me encontré en el salón. Eleonora se iba. Estaba sorprendida de verme. Y, siendo sinceros, me sorprendió encontrarme ahí. 
Ella se dio cuenta que estaba enfadado y me preguntó si quería beber algo.


Oh mierda. Hemos llegado al grano. La velocidad de mi corazón se duplica.


¿En serio quiero saber esto? Mi subconsciente me mira, una depilada ceja levantada en señal de advertencia.


—Fuimos a un tranquilo bar que conozco y bebimos una botella de vino.
Se disculpó por su comportamiento la última vez que nos vimos. Le duele que mi madre no quiera tener nada que ver con ella, se redujo su círculo social, pero ella lo entiende. Hablamos sobre negocios, le estaba yendo bien, a pesar de la pelea… mencioné que querías hijos.


Frunzo el ceño.


—Pensé que le habías dejado saber que estaba embarazada.


Me mira, su rostro inocente.


—No, no lo hice.


—¿Por qué no me contaste eso?


Se encoge de hombros.


—Nunca tuve la oportunidad.


—Sí, la tuviste.


—No pude encontrarte la mañana siguiente, Paula. Y cuando lo hice, estabas tan enfadada conmigo…


Oh sí.


—Lo estaba.


—De cualquier forma, en algún momento en la noche, casi a la mitad de la segunda botella, ella se inclinó para tocarme. Y yo me congelé —susurra, poniendo su brazo sobre sus ojos.


Mi cuerpo cabelludo hormiguea. ¿Qué es esto?


—Vio que me alejé de ella. Y eso nos sorprendió a ambos. —Su voz es baja,muy baja.


¡Pedro mírame! Tiro de su brazo y él lo baja, girándose para mirarme directamente a los ojos. Mierda. Su cara está pálida y sus ojos muy abiertos.


—¿Qué? —respiro.


Frunce el ceño, y traga.


Oh… ¿Qué no me está contando? ¿Lo quiero saber?


—Ella se me insinuó. —Está conmocionado, puedo verlo.


Todo el aire se filtra de mi cuerpo. Me siento sin aliento, y creo que mi corazón se ha detenido. ¡Esa jodida bruja zorra!


—Fue un momento, suspendido en el tiempo. Ella vio mi expresión, y se dio cuenta de hasta que punto había cruzado la línea. Dije… que no. No había pensado así sobre ella en años, y además —traga— te amo, se lo dije, amo a mi esposa.


Lo miro fijamente. No sé que decir.


—Ella retrocedió. Se disculpó de nuevo, quiso hacerlo pasar como una broma. Quiero decir, dijo que era feliz con Isaac y los negocios y que no soportaría que ninguno de nosotros tuviera mala voluntad. Dijo que extrañaba mi amistad, pero que podía ver que mi vida estaba contigo. Y cuán incomodo era eso, dado todo lo que pasó la ultima vez que todos estuvimos en la misma habitación. No podría haber estado más de acuerdo. Nos despedimos, nuestra última despedida. Le dije que no la volvería a ver, y ella se alejó.


Trago, el temor apretando mi corazón.


—¿La besaste?


—¡No! —resopla—. No podría haber soportado estar tan cerca de ella.


Oh. Bien.


—Me sentía miserable. Quería regresar a casa contigo. Pero… pero sabía que me había portado mal. Me quedé y terminé la botella, y luego empecé con el Bourbon36. Mientras bebía, te recordé diciéndome hace algún tiempo “Si ése fuera mi hijo…”. Y pensé en Junior y cómo Eleonora y yo empezamos. Y me hizo sentir… incómodo. Nunca había pensado en eso de esa manera.


Un recuerdo florece en mi mente, una conversación en voz baja de cuando estuve medio consciente, la voz de Pedro: Pero viéndola a ella puso todo en perspectiva para mí. Tú sabes… con el niño. Por primera vez, sentí… que lo que hicimos… estuvo mal. Había estado hablando con Gabriela.


—¿Eso es todo?


—Prácticamente.


—Oh.


—¿Oh?


—¿Se ha terminado?


—Sí. Se terminó desde que puse mis ojos en ti. Finalmente me di cuenta esa noche y ella también.


—Lo siento —murmuro.


Él frunce el ceño.


—¿Por qué?


—Por estar tan enfadada el otro día.


Resopla.


—Nena, entiendo el enfado. —Se detiene luego suspira—. Ves Paula, te quiero para mí. No quiero compartirte. Lo que tenemos, no lo he tenido antes. Quiero ser el centro de tu universo, por un tiempo al menos.


Oh, Pedro.


—Lo eres. Eso no va a cambiar.


Me da una indulgente, triste y resignada sonrisa.


—Paula —susurra—. Eso no es cierto.


Lágrimas mojan mis ojos.


—¿Cómo podría serlo? —murmura.


Oh, no.


—Mierda… no llores. Paula por favor, no llores. —Acaricia mi rostro.


—Lo lamento. —Mi labio inferior tiembla, y él desliza su dedo sobre él,calmándome.


—No, Paula, no. No estés arrepentida. Tendrás a alguien que también te ame. Y estás en lo cierto. Es como debe ser.


—Blip también te amará. Serás el centro de Blip… del mundo de Junior — susurro—. Los niños aman a sus padres incondicionalmente, Pedro. Es como ellos vienen al mundo. Programados para amar. Todos los bebés…incluso tú. Piensa en el libro para niños que te gustaba cuando eras
pequeño. Todavía querías a tu madre. Tú la amabas.


Frunce el ceño y retira su mano, pegándola contra su barbilla.


—No —susurra.


—Sí, lo hacías. —Mis lágrimas caen ahora libremente—. Claro que lo hacías. No era una opción. Es por eso que estás tan herido.


Me mira fijamente, su expresión cruda.


—Es por eso que puedes amarme —murmuro—. Perdónala. Tenía su propio mundo de dolor con el cual lidiar. Fue una madre de mierda, y la amabas.


Me mira fijamente, sin decir nada, ojos encantados… por recuerdos que no puedo empezar a comprender.


Oh, por favor no dejes de hablar.


Finalmente dice: —Solía peinar su cabello. Era hermosa.


—Una mirada a ti y nadie dudaría de eso.


—Era una madre de mierda. —Su voz es apenas audible.


Asiento y él cierra sus ojos.


—Tengo miedo de ser un padre de mierda.


Acaricio su amado rostro. Oh, mi Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta.


Pedro, ¿pensaste por un minuto que te dejaría ser un padre de mierda?


Abre sus ojos y me mira por lo que se siente como una eternidad. Sonríe mientras el alivio lentamente llena su rostro.


—No, no creo que me lo permitieras. —Acaricia mi rostro con la parte de atrás de sus nudillos, mirándome con asombro—. Dios, eres fuerte, Sra. Alfonso. Te amo tanto. —Besa mi frente—. No creí que fuera capaz.


—Oh Pedro —susurro, tratando de contener mis emociones.


—Ahora, es ése el final de tu cuento para dormir.


—Ése es casi un cuento para dormir…


Sonríe con nostalgia, pero creo que está aliviado.


—¿Cómo está tu cabeza?


—¿Mi cabeza? —¡En realidad, está a punto de explotar con todo lo que me has dicho!


—¿Duele?


—No.


—Bien. Creo que deberíamos dormir ahora



¡Dormir! ¿Cómo podré dormir después de todo eso?


—Duerme —dice con severidad—. Lo necesitas.


Hago puchero.


—Tengo una pregunta.


—Ah, ¿sí? ¿Qué? —Me mira con cautela.


—¿Por qué te has convertido de repente en todo... accesible, a falta de una palabra mejor?


Frunce el ceño.


—Me estás diciendo todo esto, cuando obtener información de ti normalmente es una experiencia bastante angustiosa y fastidiosa.


—¿Lo es?


—Sabes que lo es.


—¿Por qué estoy siendo tan accesible? No puedo decirte. Verte prácticamente muerta en el frío suelo, tal vez. El hecho de que voy a ser padre. No sé. Dijiste que querías saber, y no quiero que Eleonora se interponga entre nosotros. No puede. Ella es el pasado, y te he dicho esto tantas veces.


—Si ella no hubiera hecho un paso hacia ti... ¿aún seguirían siendo amigos?


—Eso es más que una pregunta.


—Lo siento. No tienes que contestarme. —Me ruborizo—. Ya has ofrecido más de lo que pensé que harías.


Su mirada se suaviza.


—No, no lo creo, pero se sentía como un asunto pendiente desde el día de mi cumpleaños. Ella sobrepasó la línea, y he terminado. Por favor, créeme.
No voy a verla de nuevo. Has dicho que ella es un límite duro para ti. Eso es un término que yo entiendo —dice con sinceridad. Bien. Voy a dejar esto ahora. Mi subconsciente se hunde en su sillón. ¡Por fin!


—Buenas noches, Pedro. Gracias por el esclarecedor cuento antes de dormir. —Me acerco a darle un beso, y nuestros labios se tocan brevemente, pero se echa hacia atrás cuando trato de profundizar el beso.


—No —susurra—. Estoy desesperado por hacer el amor contigo.


—Entonces hazlo.


—No, necesitas descansar, y ya es tarde. Duerme. —Él apaga la luz de noche, hundiéndonos en la oscuridad.


—Te amo incondicionalmente, Pedro —murmuro cuando me acurruco a su lado.


—Lo sé —susurra, y percibo su sonrisa tímida.





36 Bourbon: El whiskey americano o bourbon es una bebida destilada de la familia de los
whiskys, se caracteriza por ser ligeramente aromático y de sabor acaramelado.