jueves, 5 de febrero de 2015
CAPITULO 109
Todo el color abandona mi cara cuando mi sangre se vuelve hielo y el miedo atraviesa mi cuerpo. Instintivamente me pongo de pie entre ella y Pedro.
—¿Qué es? —murmura Pedro, su voz cautelosa.
Lo ignoro. No puedo creer que Lourdes esté haciendo esto.
—¡Lourdes! Esto no tiene nada que ver contigo. —La miro venenosamente, enojo reemplazando mi miedo. ¿Cómo se atreve a hacer esto? Ahora no, hoy no. No en el cumpleaños de Pedro. Sorprendida por mi respuesta, ella me pestañea, amplios ojos verdes.
—Paula, ¿qué es? —dice de nuevo Pedro, su tono más amenazante.
—Pedro, ¿podrías solo irte, por favor? —le pido.
—No. Muéstrame. —Sostiene su mano afuera, y sé que no es con quien pelear, su voz es fría y dura. A regañadientes le paso el e-mail.
—¿Qué te ha hecho? –pregunta Lourdes, ignorando a Pedro. Se ve tan aprensiva.
Me sonrojo cuando un millar de imágenes eróticas pasan rápidamente a través de mi mente.
—Eso no es asunto tuyo, Lourdes. —No puedo quitar la exasperación de mi voz.
—¿De dónde sacaste esto? —pregunta Pedro, su cabeza inclinada a un lado, su rostro sin expresión, pero su voz… tan suavemente amenazante. Lourdes se sonroja.
—Eso es irrelevante. —Ante su mirada de piedra, ella continúa deprisa—. Estaba en el bolsillo de una chaqueta, la cual asumo era tuya, que encontré detrás de la puerta de la habitación de Paula. —Enfrentada con la gris mirada ardiente de Pedro, la fuerza de Lourdes decae, pero parece recuperarse y frunce el ceño.
Es un faro de hostilidad en un ajustado, vestido rojo fuerte.
Luce magnífica. ¿Pero por qué demonios estaba revisando mi ropa? Normalmente es al revés.
—¿Le contaste a alguien? —La voz de Pedro es como un guante de seda.
—¡No! Por supuesto que no —suelta Lourdes ofendida.
Pedro asiente y parece relajarse. Se gira hacia la chimenea.
Sin una palabra Lourdes y yo observamos cuando levanta un encendedor de la repisa, le prende fuego al e-mail, y lo suelta, dejándolo flotar encendido lentamente hacia la rejilla hasta que no queda nada. El silencio en la habitación es opresivo.
—¿Ni siquiera a Gustavo? —pregunto, volviendo mi atención a Lourdes.
—A nadie —dice Lourdes rotundamente, y por primera vez se ve confundida y herida—. Solo quería saber que estabas bien, Paula —susurra.
—Estoy bien, Lourdes. Más que bien. Por favor, Pedro y yo estamos bien, muy bien, estas son historias pasadas. Por favor ignóralo.
—¿Ignorarlo? —dice ella—. ¿Cómo puedo ignorar eso? ¿Qué te ha hecho? —Y sus ojos verdes están tan llenos de sincera preocupación.
—No me ha hecho nada, Lourdes. Honestamente, estoy bien.
Pestañea.
—¿En serio? –pregunta.
Pedro envuelve un brazo alrededor de mí y me atrae, sin quitar sus ojos de Lourdes.
—Paula ha aceptado ser mi esposa, Lourdes —dice suavemente.
—¡Esposa! —chilla Lourdes, sus ojos ampliándose con incredulidad.
—Nos vamos a casar. Vamos a anunciar nuestro compromiso esta tarde —dice él.
—¡Oh! —Lourdes me mira. Está sorprendida—. Te dejo sola por dieciséis días, ¿y ocurre esto? Es muy repentino. Así que ayer, cuando dije… —Ella me mira, perdida—. ¿Dónde encaja ese e-mail en todo esto?
—No lo hace, Lourdes. Olvídalo, por favor. Lo amo y él me ama. No hagas esto. No arruines su fiesta y nuestra noche —susurro. Ella pestañea e inesperadamente sus ojos están brillando con lágrimas.
—No. Por supuesto que no lo haré. ¿Estás bien? —Quiere asegurarse.
—Nunca he estado más feliz —susurro. Ella se estira hacia adelante y toma mi mano a pesar del brazo de Pedro envuelto alrededor de mí.
—¿Estas realmente bien? —pregunta esperanzada.
—Sí. —Le sonrío, mi emoción volviendo. Está de nuevo en la posición correcta. Me sonríe, mi felicidad reflejándose en ella. Me alejo del agarre de Pedro, y ella me abraza de pronto.
—Oh, Paula, estaba tan preocupada cuando leí esto. No sabía qué pensar. ¿Me lo vas a explicar? —susurra.
—Un día, ahora no.
—Bien. No le diré a nadie. Te amo tanto, Paula, como mi propia hermana. Solo pensé… No sabía qué pensar. Lo siento. Si eres feliz, entonces yo soy feliz. — Mira directamente a Pedro y repite su disculpa. Él le asiente, sus ojos glaciales, y su expresión no cambia. Oh mierda, todavía está enojado. —Realmente lo siento. Tienes razón, no es asunto mío —me susurra.
Hay un golpe en la puerta que nos sobresalta a Lourdes y a mí alejándonos. Gabriela mira alrededor.
—¿Todo bien, cariño? —le pregunta a Pedro.
—Todo está bien, Sra. Alfonso —dice Lourdes inmediatamente.
—Bien, mamá —dice Pedro.
—Bueno. —Gabriela entra—. Entonces no les importará si le doy a mi hijo un abrazo de cumpleaños. —Nos sonríe a ambas. Lo abraza fuertemente y se funde inmediatamente.
—Feliz cumpleaños, cariño —dice suavemente, cerrando sus ojos en su abrazo—. Estoy tan feliz de que sigas con nosotros.
—Mamá, estoy bien. —Baja su sonrisa hacia ella. Ella retrocede, lo mira de cerca, y sonríe.
—Estoy tan feliz por ti —dice ella y acuna su cara.
Él le sonríe, su sonrisa de mil megawatt.
¡Ella sabe! ¿Cuándo le contó?
—Bueno, niños, si han terminado con su tête-à-tête, hay una multitud de gente aquí para ver que realmente estás en una pieza, Pedro, y para desearte un feliz cumpleaños.
—Iré pronto.
Gabriela nos mira ansiosamente a Lourdes y a mí y parece tranquilizada por nuestras sonrisas. Me guiña mientras sostiene la puerta abierta para nosotros. Pedro me estira sus manos hacia mí y yo las tomo.
—Pedro, realmente pido disculpas —dice Lourdes humildemente. La Lourdes humilde es algo para ser contemplado. Pedro le asiente, y la seguimos hacia afuera.
En el pasillo, miro nerviosamente hacia Pedro.
—¿Tu mamá sabe sobre nosotros?
—Sí.
—Oh. —Y pensar que nuestra tarde pudo haber sido descarriada por la tenaz señorita Kavanagh. Me estremezco con el pensamiento, las ramificaciones del estilo de vida de Pedro reveladas a todos. Santa cielo.
—Bueno, ese fue un comienzo interesante para la tarde. —Le sonrío dulcemente. Él baja su mirada hacia mí, y está de vuelta, su mirada divertida. Gracias a Dios.
—Como siempre, señorita Chaves, tienes un don para la modestia. —Levanta mis manos hacia sus labios y besa mis nudillos mientras caminamos dentro de la sala de estar a una repentina, espontánea, y ensordecedora ronda de aplausos.
Mierda. ¿Cuánta gente hay aquí?
Analizo rápidamente la habitación: todos los Alfonsos, Lucas con Malena, Dr. Flynn y su esposa, asumo. Está Mac del bote, un alto, atractivo Afroamericano — recuerdo haberlo visto en la oficina de Pedro la primera vez que vi a Pedro— la amiga putilla de Malena, Lily, dos mujeres que no reconozco para nada, y… Oh no. Mi corazón se hunde. Esa mujer… La señora Robinson.
Gretchen se materializa con una bandeja de champaña.
Está en un vestido negro de bajo corte, sin coletas sino un moño alto, sonrojada y moviendo sus pestañas hacia
Pedro. El aplauso muere, y Pedro aprieta mi mano mientras todos los ojos se giran expectantes hacia él.
—Gracias a todos. Parece que voy a necesitar una de estas. —Toma dos tragos de la bandeja de Gretchen y le da una pequeña sonrisa. Creo que Gretchen va a extinguirse o desvanecerse. Me pasa una copa a mí.
Pedro levanta su copa al resto de la habitación, e inmediatamente todos se adelantan. Guiando la carga está la malvada mujer de negro. ¿Alguna vez usa otro color?
—Pedro, estaba tan preocupada. —Eleonora le da un rápido abrazo y le besa ambas mejillas. Él no me deja ir a pesar del hecho de que estoy intentando liberar mi mano.
—Estoy bien, Eleonora —murmura fríamente Pedro.
—¿Por qué no me llamaste? —Su súplica es desesperada, sus ojos buscando los de él.
—He estado ocupado.
—¿No recibiste mis mensajes?
Pedro se gira incómodamente y me atrae más cerca, poniendo su brazo alrededor de mí. Su cara se mantiene imperturbable mientras observa a Eleonora. Ella ya no puede ignorarme, así que asiente educadamente en mi dirección.
—Paula —arrulla—. Luces encantadora, querida.
—Eleonora —arrullo de vuelta—. Gracias.
Atrapo la mirada de Gabriela. Ella frunce el ceño, observándonos a los tres.
—Eleonora, necesito hacer un anuncio —dice Pedro, mirándola fríamente.
Sus ojos azules claro se nublan.
—Por supuesto. —Finge una sonrisa y retrocede.
—Todos —llama Pedro. Espera por un momento hasta que el murmullo en la habitación muere y todos los ojos están en él una vez más—. Gracias por venir hoy.Tengo que decir que estaba esperando una tranquila reunión familiar, así que esto es una agradable sorpresa. —Mira deliberadamente a Malena, quien sonríe y le hace un pequeño saludo.Pedro sacude su cabeza con exasperación y continúa.
—Rosario y yo —menciona a la pelirroja mujer de pie junto a una pequeña y chispeante rubia—, tuvimos un encuentro cercano ayer.
Oh, esa es la Rosario con la que trabaja. Ella sonríe y levanta su copa hacia él. Él asiente de vuelta.
—Así que estoy especialmente agradecido de estar aquí hoy para compartir con todos ustedes mis muy buenas noticias. Esta hermosa mujer. —Baja la mirada hacia mí—. La señorita Paula Chaves, ha aceptado ser mi esposa, y me gustaría que fueran los primeros en saber.
Hay generales jadeos de sorpresa, la extraña ovación, ¡y luego una ronda de aplausos! Jesús, esto está realmente ocurriendo. Creo que estoy del color del vestido de Lourdes.
Pedro sostiene mi barbilla, levanta mis labios a los de él, y me besa rápidamente.
—Pronto serás mía.
—Ya lo soy —susurro.
—Legalmente —me dice y me da una sonrisa perversa.
Lily, que está de pie al lado de Malena, luce alicaída; Gretchen luce como si hubiera comido algo asqueroso y amargo. Miro nerviosamente alrededor de la multitud reunida, y alcanzo a ver a Eleonora. Su boca está abierta. Está sorprendida, hasta horrorizada, y no puedo evitar un sentimiento pequeño pero intenso de satisfacción al verla estupefacta. ¿Qué rayos está haciendo aquí, de todas formas?
Manuel y Gabriela interrumpen mis poco caritativos pensamientos, y pronto estoy siendo abrazada y besada y pasada alrededor por todos los Alfonsos.
—Oh, Paula… estoy encantada de que vayas a ser familia —dice efusivamente Gabriela—. El cambio en Pedro… Él es… feliz. Estoy tan agradecida contigo. — Me sonrojo, avergonzada de su exuberancia pero secretamente encantada también.
—¿Dónde está el anillo? —exclama Malena cuando me abraza.
—Um… —¡Un anillo! Jesús. No había pensado siquiera en un anillo. Levanto nerviosamente la mirada hacia Pedro.
—Vamos a elegir uno juntos. —Pedro la mira fulminantemente.
—¡Oh no me mires así, Alfonso! —lo regaña ella, luego envuelve sus brazos en él—. Estoy tan feliz por ti, Pedro —dice. Ella es la única persona que conozco que no es intimidada por la mirada fulminante Alfonso. Me tiene temblando… Bueno, definitivamente solía hacerlo.
—¿Cuándo se casarán? ¿Han definido fecha? —Le sonríe radiantemente a Pedro.
Él sacude su cabeza, su exasperación es tangible.
—Ni idea, y no, no lo hemos hecho. Paula y yo necesitamos discutir todo eso — dice irritable.
—Espero que tengas una gran boda… aquí. —Sonríe con entusiasmo, ignorando su tono mordaz.
—Probablemente vamos a volar a Vegas mañana —le gruñe, y él recibe una completa mueca de puchero Malena Alfonso. Rodando los ojos, se gira hacia Gustavo, quien le da su segundo abrazo de oso en muchos días.
—Bien hecho, hermano. —Golpea la espalda de Pedro.
La respuesta de la habitación es sobrecogedora, y pasan unos pocos minutos antes de que me encuentre de vuelta junto a Pedro con el Dr. Flynn. Eleonora parece haber desaparecido, y Gretchen está huraña rellenando copas de champaña.
Junto al Dr. Flynn hay una atractiva mujer joven con largo, oscuro, casi negro cabello, escote, y unos encantadores ojos avellana.
—Pedro —dice Flynn, estirando su mano. Pedro la sacude con gusto.
—Rodolfo. Raquel —Besa a la mujer de cabello oscuro en la mejilla. Ella es pequeña y bonita.
—Un placer que sigas con nosotros, Pedro. Mi vida sería de lo más aburrida —y mísera— sin ti.
Pedro sonríe con suficiencia.
—¡Rodolfo! —regaña Raquel, para la diversión de Pedro.
—Raquel, esta es Paula, mi prometida. Paula, esta es la esposa de Rodolfo.
—Un placer conocer a la mujer que finalmente ha capturado el corazón de Pedro —Rodolfo me sonríe amablemente.
—Gracias —murmuro, avergonzada de nuevo.
—Esa fue una googly67 la que lanzaste allí, Pedro. —El Dr. Flynn sacude su cabeza en divertida incredulidad. Pedro le frunce el ceño.
—Rodolfo… tú y tus metáforas de cricket. —Raquel rueda los ojos—. Felicitaciones a los dos y feliz cumpleaños, Pedro. Que maravilloso regalo de cumpleaños. —Me sonríe abiertamente.
No tenía idea de que el Dr. Flynn iba a estar aquí, o Elenora. Es una sorpresa, y me retuerzo los sesos para ver si tengo algo que preguntarle, pero una fiesta de cumpleaños difícilmente parece el lugar apropiado para una consulta psiquiátrica.
Por algunos minutos, tenemos una pequeña charla. Raquel es un ama de casa con dos niños. Deduzco que ella es la razón para que el Dr. Flynn practique en Estados Unidos.
—Ella esta bien, Pedro, respondiendo bien al tratamiento. Otro par de semanas y podremos considerar un programa de pacientes externos. —Las voces del Dr. Flynn y Pedro son bajas, pero no puedo evitar escuchar de manera maleducada desconcentrando a Raquel —Así que todo es juego y pañales en este momento…
—Eso debe ocupar tu tiempo. —Me ruborizo, volviendo de nuevo mi atención a Raquel, quien ríe dulcemente. Sé que Pedro y Flynn discuten sobre Lorena.
—Pregúntale algo por mí —murmura Pedro.
—¿Entonces que haces, Paula?
—Paula. Por favor. Trabajo en publicidad.
Pedro y el Dr. Flynn bajan aún más sus voces; es tan frustrante. Pero se detienen cuando se nos unen dos mujeres que no había reconocido más temprano,Rosario y la rubia llena de vida que Pedro presenta como su pareja, Gwen.
Rosario es encantadora, y pronto descubro que viven casi en frente del Escala. Ella está llena de elogios hacia las habilidades de pilotaje de Pedro. Fue su primera vez en el Charlie Tango, y dice que no dudaría en hacerlo de nuevo.
Es una de las pocas mujeres que he conocido que no está aturdida por él… bueno la razón es obvia.
Gwen es risueña y con un irónico sentido del humor, y Pedro parece extraordinariamente a gusto con las dos. Las conoce bien. No hablan sobre trabajo, pero puedo ver que Rosario es una mujer inteligente que fácilmente puede mantenerse a su nivel. También tiene una risa grande, gutural y de fumadora.
Gabriela interrumpe nuestra relajada conversación para informarle a todo el mundo que la cena ha sido servida al estilo buffet en la cocina Alfonso. Lentamente los invitados se dirigen hacia la parte de atrás de la casa.
Malena me agarra en el pasillo en su vestido de color rosa pálido y sus tacones asesinos, se eleva sobre mi como un hada de cuento de navidad. Está sosteniendo dos vasos de cocteles.
—Paula —sisea conspirativamente. Alzó la mirada a Pedro, me suelta con una mirada de buena suerte encuentro difícil lidiar con ella, y entro al comedor con ella.
—Aquí —dice con picardía—, éste es uno de los Martini de limón especiales de mi padre… mucho mejor que la champaña. —Me ofrece un vaso y observa ansiosamente mientras tomo un tentativo sorbo.
—Mmm… delicioso. Pero fuerte. —¿Qué quiere? ¿Está tratando de embriagarme?
—Paula necesito un concejo. Y no puedo preguntarle a Lily… ella es tan prejuicios sobre todo. —Malena pone sus ojos en blanco y luego me sonríe—. Está tan celosa de ti. Creo que esperaba que un día ella y Pedro pudieran estar juntos. —Malena se echa a reír ante la absurdez y yo me acobardo en el interior.
Esto es algo contra lo que tendré que luchar en el futuro… otras mujeres deseando a mi hombre. Alejo la molesta idea lejos de mi cabeza y me distraigo con el problema en mi mano, tomo otro sorbo de mi Martini.
—Trataré y ayudaré. Dispara.
—Como sabrás, Lucas y yo nos conocimos recientemente, gracias a ti. —Me sonríe—. Paula… él no quiere salir conmigo. —Hace un mohín.
—Oh. —Parpadeo hacia ella, perpleja, y pienso: Quizás no está loco por ti.
—Mira, eso sonó muy mal. Él no quiere salir porque su hermana está saliendo con mi hermano. Sabes… piensa que es todo algo incestuoso. Pero sé que le gusto.¿Qué puedo hacer?
—Oh ya veo —murmuro, tratando de hacerme algo de tiempo, ¿qué puedo decir?—. ¿Estarías de acuerdo en ser amigos y darle algo de tiempo? Digo, acaban de conocerse.
Inclina la ceja y me ruborizo.
—Mira, sé que acabo de conocer a Pedro pero… —Frunzo el ceño hacia ella insegura de lo que voy a decir—. Malena, esto es algo en lo que tú y Lucas tienen que trabajar juntos. Yo trataría una ruta de la amistad.
Malena sonríe.
—Has aprendido esa mirada de Pedro.
Me ruborizo.
—Si quieres concejo, pregúntale a Lourdes. Puede tener alguna percepción de cómo se siente su hermano.
—¿Tú crees? —pregunta Malena.
—Sí. —Sonrío alentadoramente.
—Genial, gracias Paula. —Me da otro abrazo y huye emocionada, — impresionantemente, dado sus altos tacones— hacia la puerta, si duda a molestar a Lourdes.
Tomo otro sorbo de mi Martini, y estoy a punto de seguirla cuando me detengo en seco.
Eleonora se desliza al interior del cuarto, su rostro tenso, sombrío, enojada determinación. Cierra la puerta tranquilamente después de entrar y me frunce el ceño.
Oh mierda.
—Paula —se burla.
67 Googly: una jugada de cricket.
CAPITULO 108
Cecilia está asombrada en silencio.
—Mamá di algo.
—No estás embarazada, ¿verdad, Paula? —susurra ella en horror.
—No, no, no, nada como eso. —La decepción rebana a través de mi corazón y me entristece que ella pensara eso de mí. Pero recuerdo con una sensación siempre de hundimiento que ella estaba embarazada de mí cuando se casó con mi padre.
—Lo siento cariño. Esto es sólo tan repentino. Quiero decir, Pedro es un buen partido, pero eres tan joven y deberías ver un poco del mundo.
—Mamá ¿no puedes sólo ser feliz por mí? Lo amo.
—Cariño, solo necesito acostumbrarme a la idea. Es un shock. Podía decir en Georgia que había algo muy especial entre ustedes dos, ¿pero el matrimonio…?
En Georgia él me quería como su sumisa, pero no voy a decirle eso a ella.
—¿Fijaron una fecha?
—No.
—Deseo que tu padre estuviera vivo —susurra. Oh no… no esto. No esto, ahora.
—Lo sé mamá. Me hubiera gustado conocerlo también.
—Sólo te sostuvo una vez, y estaba tan orgulloso. Él pensó que eras la niña más hermosa del mundo. —Su voz es un silencio sepulcral mientras la historia familiar es contada… otra vez. Ella estará en lágrimas a continuación.
—Lo sé mamá.
—Y entonces murió. —Lloriquea y sé que esto la ha estallado como lo hace cada vez.
—Mamá —susurro, queriendo llegar por el teléfono y sostenerla.
—Soy una vieja tonta —murmura y lloriquea otra vez—. Por supuesto que estoy feliz por ti, cariño. ¿Reinaldo lo sabe? —agrega y parece haber recuperado su equilibrio.
—Pedro acaba de pedírselo.
—Oh, eso es dulce. Bien. —Ella suena melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.
—Sí, lo fue —murmuro.
—Paula, cariño, te amo tanto. Estoy feliz por ti. Y ambos deben visitarme.
—Sí mamá. También te amo.
—Roberto está llamándome, me tengo que ir. Me gustaría tener una fecha.Necesitamos planear… ¿Estás teniendo una gran boda?
Gran boda, mierda. Ni siquiera he pensado sobre eso.
¿Gran boda? No, no quiero una gran boda.
—No lo sé todavía. Tan pronto como lo haga, llamaré.
—Bien. Cuídense ahora y estén seguros. Ustedes dos necesitan tener algo de diversión… tienen un montón de tiempo para niños más tarde.
¡Niños! Hum… y ahí está otra vez… una referencia no-tan-velada al hecho de que ella me tuvo muy temprano.
—Mamá, ¿realmente no arruiné tu vida o sí?
Ella jadea.
—Oh no Paula, nunca pienses eso. Tú fuiste la mejor cosa que jamás nos pasó a tu padre y a mí. Simplemente deseo que estuviera aquí para verte tan crecida y contrayendo matrimonio. —Ella está nostálgica y sentimental nuevamente.
—Deseo eso, también. —Sacudo mi cabeza pensando en mi padre mítico—. Mamá te dejaré irte. Llamaré pronto.
—Te amo cariño.
—Yo también mamá. Adiós.
* * *
Sospecho que la Sra. Jones ama cocinar también. La única cosa que necesito es algo de chocolate de alta calidad para el glaseado. Dejo las dos mitades del pastel en la rejilla de enfriado, agarro mi bolso y asomo mi cabeza alrededor de la puerta del estudio de Pedro. Él está concentrado en la pantalla de su computador. Alza la mirada y me sonríe.
—Solo estoy rumbo a la tienda para recoger algunos ingredientes.
—Está bien. —Me frunce el ceño.
—¿Qué?
—¿Te vas a poner unos vaqueros o algo?
Oh, vamos.
—Pedro sólo son piernas.
Mira hacia mí, disgustado. Esto va a ser una pelea. Y es su cumpleaños. Le ruedo mis ojos, sintiéndome como una adolescente errante.
—¿Qué si estuviéramos en la playa? —Tomo una táctica diferente.
—No estamos en la playa.
—¿Objetarías si estuviéramos en la playa?
Considera esto por un momento.
—No —dice simplemente.
Ruedo mis ojos otra vez y le sonrío con suficiencia.
—Bueno, solo imagina que lo estamos. Nos vemos. —Giro y salgo disparada hacia el vestíbulo. Logro llegar al ascensor antes de que me atrape. Mientras las puertas se cierran, ondeo hacia él, sonriendo dulcemente mientras el observa, indefenso — pero afortunadamente divertido— con ojos estrechados. Sacude la cabeza con exasperación, luego no puedo verlo más.
Oh, fue emocionante. La adrenalina está golpeando a través de mis venas, y mi corazón se siente como que quiere salir de mi pecho. Pero mientras el ascensor desciende, también lo hace mi espíritu. Mierda, ¿qué he hecho?
Tengo al tigre por la cola. Él va a estar enojado cuando regrese. Mi subconsciente está mirándome sobre sus gafas de media luna, una vara de sauce en su mano.
Mierda. Pienso sobre cuán poca experiencia tengo con los hombres. Nunca antes he vivido con un hombre —bueno, excepto Reinaldo— y por alguna razón no cuenta. Él
es mi papá… bueno, el hombre que considero mi papá.
Y ahora tengo a Pedro. Realmente nunca vivió con nadie, creo. Tendré que preguntarle… si todavía está hablándome.
Pero creo firmemente que debería usar lo que quiera.
Recuerdo sus reglas. Sí, esto debe ser duro para él, pero seguro como el infierno que él pagó por este vestido.
Debe haberle dado a Neimans mejores instrucciones. ¡Nada demasiado corto!
Esta falda no es tan corta ¿lo es? Reviso en el gran espejo del vestíbulo. Maldición.
Sí, es bastante corta, pero ahora he tomado una postura. Y sin duda voy a tener que afrontar las consecuencias. Me pregunto con indiferencia que hará, pero primero necesito efectivo.
* * *
Tomo mis escasos cincuenta dólares y hago mi camino hacia la tienda.
* * *
Doy un vistazo cautelosamente alrededor de la puerta de su estudio. Está en el teléfono, mirando por la ventana.
—¿Y el especialista del Eurocopter llega el lunes en la tarde?... Bien. Sólo mantenme informado. Diles que necesitaré sus conclusiones iniciales el lunes en la noche o el martes en la mañana. —Cuelga y gira su silla en redondo, pero todavía cuando me ve, su expresión es impasible.
—Hola —susurro. Él no dice nada, y mi corazón cae en caída libre hacia mi estómago. Cautelosamente entro a su estudio y camino alrededor de su escritorio hacia dónde él está sentado. Todavía no dice nada, sus ojos nunca dejan los míos.
Estoy delante de él, sintiendo cincuenta tonos de estupidez
—He vuelto. ¿Estás enojado conmigo?
Él suspira, estirándose por mi mano y me hala a su regazo, doblando sus brazos a mi alrededor. Entierra la nariz en mi cabello.
—Sí —dice.
—Lo siento. No sé qué me paso. —Me acurruco en su regazo inhalando su aroma celestial a Pedro, sintiéndome segura independientemente del hecho de que está enojado.
—Yo tampoco. Usa lo que te guste —murmura. Corre su mano arriba de mi pierna desnuda hasta mi muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas. —Se dobla para besarme y mientras nuestros labios se tocan, pasión o lujuria o la necesidad bien asentada de enmendarlo se lanza a través de mí y el deseo estalla en mi sangre. Agarro su cabeza en mis manos, sosteniendo mis dedos en su cabello. Él gime mientras su cuerpo responde y hambriento muerde mi labio inferior… mi garganta, mi oreja, su lengua invadiendo mi boca y antes de siquiera ser consciente de que está desabrochando sus pantalones, me tira a horcajadas sobre su regazo, y se hunde dentro de mí.
Agarro el respaldo de la silla, mis pies apenas tocando el
suelo… y comenzamos a movernos.
* * *
—Y a mí me gusta la tuya. —Me río tontamente, acurrucándome contra su pecho—¿Has terminado?
—Cristo Paula, ¿quieres más?
—¡No! Tu trabajo.
—Estará listo en aproximadamente media hora. Escuché tu mensaje en mi correo de voz.
—De ayer.
—Sonabas preocupada.
Lo abrazo estrechamente.
—Lo estaba. No es de ti no responder.
Él besa mi cabello.
—Tu pastel debería estar listo en media hora. —Le sonrío y bajo de su regazo.
—Esperando ansiosamente por eso. Olía delicioso, evocador incluso, mientras se estaba horneando.
Sonrío tímidamente abajo hacia él, sintiéndome un poco autoconsciente y él refleja mi expresión. Jesús, ¿realmente somos tan diferentes? Tal vez son sus primeros recuerdos de cocina. Inclinándome hacia abajo, planto un suave beso en la esquina de su boca y hago mi camino de vuelta a la cocina.
* * *
—He hecho mi deseo —dice mientras los abre nuevamente y por alguna razón su mirada me hace ruborizarme.
—El glaseado todavía está blando. Espero que te guste.
—No puedo esperar a probarlo Paula —murmura, y hace que suene tan indecente. Corto una rodaja para cada uno de nosotros y lo atacamos con pequeños tenedores de postre.
—Mmm —gime en apreciación—. Esto es por lo que quiero casarme contigo.
Y río con alivio… le gusta.
* * *
—¿Lista para enfrentar a mi familia? —Pedro apaga el R8.
Estamos estacionados frente al camino de sus padres.
Estamos estacionados frente al camino de sus padres.
—Sí. ¿Vas a decirles?
—Por supuesto. Estoy deseando ver sus reacciones. —Me sonríe malvadamente y bajamos del auto.
Son las siete y media, y aunque ha sido un día cálido, hay una brisa fresca nocturna soplando la bahía. Tiro mi chal alrededor mientras salgo del auto. Estoy usando un vestido de coctel verde esmeralda que encontré esta mañana mientras estaba hurgando en el armario. Tiene un cinturón ancho que hace juego. Pedro toma mi mano y nos dirigimos hacia la puerta de enfrente. Manuel abre amplio antes de que pueda tocar.
—Pedro, hola. Feliz cumpleaños hijo. —Él toma la mano que Pedro ofrece, pero lo hala en un breve abrazo, sorprendiéndolo.
—Er… gracias papá.
—Paula, que encantador verte otra vez. —Me abraza, también, y lo seguimos dentro de la casa.
Antes de que podamos poner un pie en la sala de estar, Lourdes viene disparada por el pasillo hacia nosotros dos.
Ella parece furiosa.
¡Oh no!
—¡Ustedes dos! Quiero hablar con ustedes —gruñe en su voz de mejor-no-jodasconmigo.
Miro nerviosamente a Pedro, quién se encoge de hombros y decide seguirle la corriente a ella mientras la seguimos hacia el comedor, dejando a Manuel perplejo en el umbral de la sala de estar. Ella cierra la puerta y se gira hacia mí.
—¿Qué demonios es esto? —sisea y ondea un pedazo de papel hacia mí.
Completamente desconcertada, lo tomo y escaneo rápidamente. Mi boca se seca.
Santa mierda. Es mi correo electrónico de respuesta a Pedro, discutiendo el contrato.
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