Después de nuestro maravilloso fin de semana, la realidad está afectando la casa.
Nunca he sentido más querer correr. Correr a algún refugio tranquilo para así poder pensar acerca de este hombre, acerca de cómo es y cómo tratar con él. En un nivel, sé que él está roto —puedo ver eso claramente ahora— y es desgarrador y agotador. Desde las pequeñas piezas de valiosa información que me ha dado acerca de su vida, entiendo por qué. Un niño no deseado, un entorno horriblemente abusivo, una madre que no podía protegerlo, a quién él no podía proteger, y que murió frente a él.
Me estremezco. Mi pobre Cincuenta. Soy suya, pero no para ser mantenida en alguna jaula dorada. ¿Cómo voy a hacerle ver esto?
Con un corazón pesado, arrastro uno de los manuscritos que Jeronimo quiere que resuma a mi regazo y continúo leyendo. No puedo pensar en ninguna solución fácil para el jodido asunto controlador de Pedro. Tengo que hablar con él más tarde, cara a cara.
Media hora después, Jeronimo me envía por correo electrónico un documento que necesito ordenar y pulir, listo para imprimir mañana a tiempo para su conferencia.
Me llevará no sólo el resto de la tarde, sino bien entrada la noche también. Me pongo a trabajar.
Cuando alzo la mirada, son pasadas las siete y la oficina está desierta, aunque la luz en la oficina de Jeronimo sigue encendida. No había notado a todo el mundo yéndose, pero estoy casi terminando. Mando el documento de vuelta a Jeronimo para su aprobación y compruebo mi bandeja de entrada. No hay nada nuevo de Pedro, por lo que rápidamente miro a mi BlackBerry y me sobresalta por el zumbido… es Pedro.
—Hola —murmuro.
—Hola ¿Cuándo estarás terminando?
—Por las siete y media, creo.
—Te encontraré afuera.
—Está bien.
Suena tranquilo, nervioso incluso. ¿Por qué? ¿Desconfía de mi reacción?
—Todavía estoy enojada contigo, pero eso es todo —susurro—. Tenemos mucho de qué hablar.
—Lo sé. Te veré a las siete y media.
Jeronimo sale de su oficina.
—Me tengo que ir. Te veré después. —Cuelgo.
Miro a Jeronimo mientras pasea casualmente hacia mí.
—Sólo necesito un par de ajustes. Envié el informe de vuelta a ti.
Se inclina sobre mí mientras recupero el documento, bastante cerca… incómodamente cerca. Su brazo roza el mío. ¿Accidentalmente? Me estremezco, pero pretende no notarlo. Su otro brazo descansa sobre el respaldo de mi silla, tocando mi espalda. Me enderezo, por lo que no estoy apoyándome en el respaldo.
—Páginas dieciséis y veintitrés y eso debería ser todo —murmura, su boca a centímetros de mi oreja.
Mi piel rastrea su proximidad, pero decido ignorarlo.
Abriendo el documento, inestablemente inicio los cambios.
Él todavía está inclinándose sobre mí y todos mis sentidos están extremadamente alertas. Es incómodo y molesto y por dentro estoy gritando ¡Retírate!
—Una vez hecho esto, será bueno ir a imprimirlo. Puedes organizar eso mañana. Gracias por quedarte hasta tarde y hacer esto, Paula. —Su voz es suave, gentil, como si le hablara a un animal herido. Mi estómago se retuerce.—Creo que lo menos que podría hacer es recompensarte con una bebida rápida. Te mereces una. —Mete una hebra de mi cabello, que ha caído suelto de la banda, detrás de mi oreja y acaricia suavemente el lóbulo.
Me encojo apretando mis dientes y alejo mi cabeza de un tirón. ¡Mierda! Pedro tenía razón. No me toques.
—En realidad, no puedo esta noche. —O cualquier otra noche Jeronimo.
—¿Sólo uno rápido? —persuade.
—No, no puedo. Pero gracias.
Jeronimo se sienta en el extremo de mi escritorio y frunce el ceño. Campanas de alarma suenan ruidosamente en mi cabeza. Estoy por mi cuenta en la oficina. No puedo irme.
Miro nerviosamente al reloj. Otros cinco minutos antes de que Pedro llegue.
—Paula, creo que hacemos un gran equipo. Siento que no pueda presionar más en esto del viaje a New York. No será lo mismo sin ti.
Estoy segura que no. Le sonrío débilmente, porque no puedo pensar que decir. Y por primera vez en todo el día, siento un pequeño alivio de que no iré.
—Así que, ¿tuviste un buen fin de semana? —pregunta suavemente.
—Sí, gracias. —¿A dónde va él con esto?
—¿Viste a tu novio?
—Sí.
—¿Qué hace él?
Posee tu trasero…
—Está en los negocios.
—Eso es interesante. ¿Qué tipo de negocios?
—Oh, él tiene sus manos en todo tipo de pasteles.
Jeronimo ladea su cabeza a un lado mientras se inclina hacia mí, invadiendo mi espacio personal, otra vez.
—Estás siendo muy evasiva, Paula.
—Bueno, él está en telecomunicaciones, fabricación, y agricultura.
Jeronimo levanta sus cejas.
—Tantas cosas. ¿Para quién trabaja?
—Trabaja para sí mismo. Si estás contento con el documento, me gustaría irme, ¿si te parece bien?
Se inclina hacia atrás. Mi espacio personal está a salvo otra vez.
—Por supuesto. Lo siento, no quise retenerte —dice falsamente.
—¿A qué hora cierra el edificio?
—Seguridad está aquí hasta las once.
—Bien. —Sonrío, y mi subconsciente cae rendida en su silla, aliviada de saber que no estamos solos en el edificio.
Apago mi computadora, agarro mi cartera y me paro, lista para irme.
—¿Entonces te gusta él? ¿Tu novio?
—Lo amo —respondo, mirando a Jeronimo a los ojos.
—Ya veo. —Jeronimo frunce el ceño y se para de mi escritorio—. ¿Cuál es su apellido?
Me sonrojo.
—Alfonso. Pedro Alfonso —balbuceo.
Jeronimo se queda con la boca abierta.
—¿Él soltero más rico de Seattle? ¿Ese Pedro Alfonso?
—Sí. El mismo. —Sí, ese Pedro Alfonso, tu futuro jefe que te tendrá para el desayuno si invades mi espacio personal otra vez.
—Pensé que me parecía familiar —dice Jeronimo oscuramente y sus cejas se arrugan más—. Bueno, es un hombre afortunado.
Parpadeo hacia él. ¿Qué respondo a eso?
—Que tengas una buena noche, Paula. —Jeronimo sonríe, pero la sonrisa no toca sus ojos, se va caminando rígido y sin mirar atrás.
Dejo salir un suspiro de alivio. Bueno, ese problema puede estar resuelto. Pedro hizo funcionar su magia otra vez. Solo su nombre es mi talismán, y ha hecho que este hombre se fuera con la cola entre las piernas. Me permito una pequeña sonrisa de victoria. ¿Lo ves Pedro? Incluso tu nombre me protege, no era necesario tanto problema y que tomaras medidas drásticas con lo de los gastos. Ordeno mi escritorio y veo el reloj. Pedro debe estar afuera.
El Audi está estacionado contra la acera, y Taylor sale para abrir la puerta trasera.
Nunca había estado tan complacida de verlo, y me apresuro al auto fuera de la lluvia.
Pedro está en el asiento trasero, mirándome, sus ojos amplios y cuidadosos.
Está preparado para mi ira, su mandíbula apretada y tensa.
—Hola —murmuro.
—Hola —responde cautelosamente, se acerca y toma mi mano, apretándola con fuerza, y mi corazón se derrite un poco. Estoy tan confundida. Ni siquiera he resuelto lo que necesito decirle.
—¿Todavía estás molesta? —pregunta.
—No lo sé —murmuro. Él levanta mi mano y ligeramente roza mis nudillos con suaves besos.
—Ha sido un día de mierda —dice.
—Sí, lo ha sido. —Pero por primera vez desde que se fue a trabajar esta mañana, me comienzo a relajar. Solo estar en su compañía es como un bálsamo calmante, toda la mierda de Jeronimo, los irritantes e-mails de un lado al otro, y la molestia de Eleonora se desvanecen hasta el fondo. Es solo yo y mi obsesivo del control en la parte de atrás del auto.
—Es mejor ahora que estás aquí —murmura. Estamos sentados en silencio mientras Taylor maneja a través del tráfico de la noche, ambos melancólicos y contemplativos; pero me siento relajada con Pedro a mi lado, mientras él también se relaja, gentilmente corriendo su dedo pulgar a través de mis nudillos en un suave, y relajante ritmo.
Taylor nos deja afuera del edificio de apartamentos, y ambos nos apresuramos adentro, fuera de la lluvia. Pedro toma mi mano mientras esperamos el ascensor, sus ojos escaneando la entrada del edificio.
—Supongo que no han encontrado a Lorena todavía.
—No. Welch todavía está buscándola —murmura abatido.
El ascensor llega y entramos. Pedro mira hacia mí, sus ojos grises ilegibles. Oh, él luce glorioso —el cabello revuelto, camisa blanca, traje oscuro. Y de repente está ahí, de la nada, ese sentimiento. Oh mi… –el anhelo, el deseo, la energía eléctrica. Si fuera visible, sería un aura azul intenso alrededor entre nosotros es tan fuerte. Sus labios se abren y me mira.
—¿Lo sientes? —respira.
—Sí.
—Oh, Paula —gime y me agarra, sus brazos serpenteando alrededor de mí, una mano en la nuca, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras sus labios encuentran los míos. Mis dedos están en su cabello y acariciando su mejilla mientras me empuja contra la pared del ascensor.
—Odio discutir contigo —respira contra mi boca, y ahí hay una desesperada, apasionada cualidad de su beso que refleja la mía. El deseo explota en mi cuerpo, toda la tensión del día buscando una salida, luchando contra él, buscando más.
Somos todo lenguas y respiración, manos, tacto y la dulce, dulce sensación. Su mano está en mi cadera, y de repente está tirando de la falda, sus dedos acariciando mis muslos.
—Dulce Jesús, estas llevando medias —gime en apreciación mientras su dedo pulgar acaricia la carne por encima de la línea de la media—. Quiero ver esto — respira y tira de mi falda hasta arriba, dejando al descubierto la parte superior de mis piernas.
Retrocediendo, alcanza y presiona el botón de parada, el ascensor se detiene entre el vigésimo segundo y vigésimo tercer piso. Sus ojos están oscuros, sus labios entreabiertos, y su respiración tan fuerte como la mía. Nos miramos, sin tocarnos.
Estoy agradecida por la pared en contra de mi espalda, que me sostiene mientras disfruto a este hermoso, y sensual hombre con apreciación carnal.
—Suelta tu cabello —ordena, con su voz ronca. Alcanzo y deshago la liga, liberando mi cabello por lo que cae en una nube espesa alrededor de mis hombros hasta mis pechos—. Desabotona los botones superiores de tu camisa —susurra, sus ojos salvajes ahora.
Me hace sentir tan desenfrenada. Mi Diosa interior se retuerce en su chaise longue esperando, queriendo y jadeando. Alcanzo y desabotono cada botón, con algo de dificultad, poco a poco, de forma que la parte superior de mis pechos están tentadoramente revelados.
Él traga.
—¿Tienes alguna idea de cuán seductora luces ahora?
Muy deliberadamente, muerdo mi labio y sacudo mi cabeza.
Él cierra sus ojos brevemente, y cuando los abre otra vez, están ardiendo. Toma unos pasos acercándose, sus manos en las paredes del ascensor a cada lado de mi cara. Esta
tan cerca como puede estar sin tocarme. Alzo mi rostro para encontrarme con su mirada, y se inclina y toca su nariz con la mía. Así que ese es el único contacto entre nosotros. Estoy tan caliente en los confines de este ascensor con él.
Lo quiero, ahora.
—Creo que sí, señorita Chaves. Creo que te gusta volverme loco.
—¿Te vuelvo loco? —susurro.
—En todas las cosas, Paula. Eres una sirena, una diosa. —Llega hasta mí, tomando mi pierna por la rodilla y colocándola alrededor de su cintura, así que estoy parada en una sola pierna, apoyándome en él. Lo siento en contra de mí, lo siento fuerte y con ganas por encima del vértice de mis piernas mientras corre sus labios en mi garganta. Gimo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
—Voy a tomarte ahora, Paula —respira, y arqueo mi espalda en respuesta, presionándome hacia él, ansiosa por la fricción. Se queja profundo y bajo en la parte posterior de su garganta y me impulsa más alto mientras baja su cierre.
—Agárrate fuerte, nena —murmura, y mágicamente saca un paquete de aluminio enfrente de mi boca. Lo tomo entre mis dientes, y él lo tira, así entre los dos, lo rompemos para abrirlo.
—Buena chica. —Retrocede una fracción mientras se desliza el condón—. Dios, no puedo esperar por los siguientes seis días —gruñe y mira hacia mí con los ojos entornados—. Espero no estés muy apegada a estas medias. —Las rompe con sus adeptos dedos, y se desintegran en sus manos. Mi sangre está palpitando a través de mis venas. Estoy jadeando por la necesidad.
Sus palabras son intoxicantes, todas mis angustias del día olvidadas. Sólo somos él y yo, haciendo lo que mejor hacemos. Sin quitar sus ojos de los míos, se hunde lentamente. Mi cuerpo se arquea e inclino mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos, saboreando la sensación de tenerlo dentro de mí. Se retira y luego se mueve dentro de mí otra vez, tan lento, tan dulce. Gimo.
—Tú eres mía, Paula —murmura contra mi garganta.
—Sí. Tuya. ¿Cuándo aceptaras eso? —jadeo. Él gruñe y empieza a moverse, realmente a moverse. Me rindo a su ritmo incesante, saboreando cada empuje y extracción, su respiración entrecortada, su necesidad por mí, reflejando la mía.
Me hace sentir poderosa, fuerte, deseada y amada, amada por este cautivador, y complicado hombre, a quien amo de vuelta con todo mi corazón. Él empuja más y más fuerte, su respiración entrecortada, perdiéndose en mí como yo me pierdo en él.
—Oh, nena —Pedro gime, sus dientes recorriendo mi mandíbula, y me vengo fuerte alrededor de él. Está quieto, apretándome, siguiéndome, susurrando mi nombre.
Ahora que Pedro está agotado, calmado y besándome gentilmente, su respiración está más calmada. Me sostiene derecha en contra de la pared del ascensor, nuestras frentes presionadas, y mi cuerpo es como gelatina, débil pero gratificante y saciado de mi clímax.
—Oh, Paula —murmura—. Te necesito tanto. —Y besa mi frente.
—Y yo a ti, Pedro.
Liberándome, endereza mi falda y abotona mi camisa, después marca la combinación en el teclado e inicia el ascensor de nuevo. Arranca con una sacudida así que estiro la mano y aprieto su brazo.
—Taylor se estará preguntando dónde estamos —dice sonriendo lascivamente hacia mí.
Oh mierda. Paso mis dedos por el cabello en un intento vano para disimular la apariencia de recién follada, entonces me rindo y lo ato en una cola de caballo.
—Estás bien. —Pedro sonríe mientras sube su cierre y se mete el condón en el bolsillo de su pantalón.
Una vez más luce como la personificación del empresario estadounidense, y desde que su cabello se ve desordenado la mayor parte del tiempo, hay muy poca diferencia. Excepto ahora que está sonriendo, relajado, sus ojos arrugados con un encanto juvenil. ¿Son todos los hombres fáciles de convencer?
Taylor está esperando cuando las puertas se abren.
—Problema con el elevador —murmura Pedro mientras los dos salimos, y no puedo mirar a ninguno de ellos a la cara.
Me deslizo a través de la doble puerta a la habitación de Pedro en busca de algo de ropa interior fresca
* * *
Cuando regreso, Pedro se ha quitado su chaqueta y está sentado en la barra de desayuno hablando con la Sra. Jones. Ella me sonríe gentilmente mientras coloca dos platos de comida caliente para ambos. Mmm, huele delicioso —coq au vin si no estoy equivocada, estoy hambrienta.
—Disfruten, Sr.Alfonso, Paula —dice y nos deja.
Pedro obtiene una botella de vino del refrigerador, y mientras nos sentamos y comemos, me dice sobre cuán cerca está de perfeccionar un celular que funcione con energía solar. Esta animado y emocionado sobre todo el proyecto, y entonces sé que no ha tenido un completo día de mierda.
Le pregunto sobre sus propiedades. Él suelta una risita, y resulta que solo tiene el apartamento en New York, Aspen y Escala. Nada más, cuando hemos terminado, recojo su plato y el mío y lo llevo al fregadero.
—Deja eso. Marta lo hará —dice. Doy vuelta y lo miro, me está mirando atentamente. ¿Alguna vez me acostumbrare a que alguien limpie para mí?
—Bueno, ahora que estas más dócil, señorita Chaves, ¿deberíamos hablar sobre hoy?
—Creo que eres tú el que está más dócil. Creo que estoy haciendo un muy buen trabajo domesticándote.
—¿Domesticándome? —resopla divertido. Cuando asiento, frunce el ceño reflexionando mis palabras—. Sí. Quizás lo estás, Paula.
—Tenías razón sobre Jeronimo—murmuro, seria ahora, y me inclino a través de la isla de la cocina midiendo su reacción.
La cara de Pedro cae y sus ojos se endurecen.
—¿Ha intentado algo? —susurra, su voz mortalmente fría.
Sacudo mi cabeza para tranquilizarlo.
—No, y no lo hará Pedro. Hoy le dije que soy tu novia, y retrocedió enseguida.
—¿Estás segura? Podría dispararle al hijo de puta —dice Pedro frunciendo el ceño
Suspiro, envalentonada por mi copa de vino.
—Realmente me tienes que dejar luchar mis propias batallas. No puedes constantemente adivinar y tratar de protegerme. Es sofocante Pedro. Nunca voy a crecer con tu incesante interferencia. Necesito algo de libertad. Yo no soñaría con meterme en tus asuntos.
Él parpadea hacia mí.
—Sólo quiero tu seguridad, Paula. Si algo te pasara, yo… —Se detiene
—Lo sé, y entiendo por qué te sientes tan impulsado a protegerme. Y a una parte de mí le encanta. Sé que si te necesito, estarás ahí, como yo lo estaré para ti. Pero si queremos tener algún futuro juntos, tienes que confiar en mí y en mi juicio, sí, me equivoco a veces, voy a cometer errores, pero tengo que aprender.
Me mira, su expresión ansiosa, empujándome a dar vuelta hacia él así estoy parada entre sus piernas mientras está sentado en el taburete de la barra. Tomando sus manos, y las coloco alrededor de mí y planto mis manos en sus brazos.
—No puedes interferir en mi trabajo, está mal. No necesito que te hagas cargo como un caballero en armadura para salvar el día. Sé que quieres controlar todo, y entiendo por qué, pero no puedes. Es una meta imposible… tienes que aprender a dejar ir. —Alcance su cara y lo acaricio mientras me miraba con ojos muy abiertos—. Y si puedes hacer eso —darme eso— me mudaré contigo —agrego suavemente.
Él inhala bruscamente, sorprendido.
—¿Harías eso? —susurra.
—Sí.
—Pero no me conoces. —Frunció el ceño y sonó ahogado y lleno de pánico de repente, muy poco Cincuenta.
—Te conozco lo suficiente, Pedro, nada de lo que me digas sobre ti me asustara para alejarme. —Gentilmente paso mis nudillos a través de su mejilla. Su expresión se transforma de ansiosa a dudosa—. Pero si podrías hacerlo más fácil para mí — declaro.
—Estoy intentando Paula. No puedo sólo quedarme tranquilo y dejarte ir a New York con ese… imbécil. Él tiene una alarmante reputación. Ninguna de sus asistentes ha durado más de tres meses, y la compañía nunca las detuvo. No quiero eso para ti, nena. —Suspira—. No quiero que nada te pase. Tú siendo lastimada… el solo pensamiento me llena de horror, no puedo prometer no interferir, no si pienso que saldrás dañada. —Se detiene y toma un profundo respiro—. Te amo, Paula. Haré todo lo que este en mi poder para protegerte. No puedo imaginar mi vida sin ti.
Santo cielo. Mi Diosa interior, mi subconsciente, y yo lo vemos en shock.
Dios, dos pequeñas palabras y mi mundo entero se detiene, se inclina, y entonces empieza a girar en un nuevo eje; saboreo el momento, mirando a sus sinceros y hermosos ojos grises.
—También te amo Pedro. —Me inclino y lo beso, y entonces el beso se hace más profundo. Entrando sin ser visto, Taylor se aclara la garganta. Pedro retrocede, mirándome fijamente. Se para y sus brazos están alrededor de mi cintura.
—¿Sí? —responde bruscamente a Taylor.
—La Sra. Mitre está en camino, señor.
—¿Qué?
Taylor se encoge de hombros en señal de disculpa.
Pedro suspira pesadamente y sacude su cabeza.
—Bueno, esto deberá ser interesante —murmura y me da una sonrisa torcida de resignación.
¡Joder! ¿Por qué esa maldita mujer no puede dejarnos en paz?
Los dos estamos en el baño de Pedro, uno frente al otro, hundidos hasta la barbilla dentro de la espuma, el dulce aroma a jazmín envolviéndonos. Pedro está masajeando mi pie, uno a la vez. Se siente tan bien que debería ser ilegal.
—¿Te puedo preguntar algo? —murmuro.
—Por supuesto. Lo que sea, Paula, lo sabes.
Tomo una respiración profunda y me siento, pestañeando un poco.
—Mañana, cuando vaya al trabajo. ¿Puede Salazar solo dejarme en la puerta de la oficina y luego recogerme al final del día? Por favor, Pedro. Por favor — imploro.
Sus manos se detienen mientras su frente se arruga.
—Creo que nos pusimos de acuerdo —rezonga.
—Por favor —le ruego.
—¿Qué pasa con la hora del almuerzo?
—Voy a hacer algo para llevar desde aquí, así no tengo que salir, por favor.
Besa mi empeine.
—Me resulta muy difícil decirte no —murmura como si sintiera que esta es una falla de su parte—. ¿No vas a salir?
—No.
—Está bien.
Le sonrío con alegría.
—Gracias. —Me pongo sobre mis rodillas, salpicando agua por todas partes, y lo beso.
—Eres bienvenida, señorita Chaves. ¿Cómo está tu trasero?
—Duele. Pero no es tan malo. El agua es relajante
—Me alegro de que me dijeras que parara —dice, mirándome.
—También mi trasero.
Sonríe.
* * *
Me tiendo en la cama, muy cansada. Son solo las diez treinta, pero se siente como las tres de la mañana. Este tiene que ser uno de los fines de semana más agotadores de mi vida.
—¿No te proporcionó la Sra. Acton cualquier ropa de noche? —pregunta Pedro, su voz mezclada con desaprobación mientras me mira fijamente.
—No tengo ni idea. Me gusta usar tus camisetas —murmuro, soñolienta.
Su rostro se ablanda, se inclina y me besa en la frente.
—Tengo que trabajar. Pero no quiero dejarte sola. ¿Puedo usar tu ordenador portátil para conectarme a la oficina? ¿Te molestaré si trabajo desde aquí?
—No es mi ordenador portátil. —Voy a la deriva.
* * *
La alarma hace clic encendiéndose, sorprendiéndome al despertar con las noticias del tráfico. Pedro sigue durmiendo a mi lado. Frotando mis ojos, miro el reloj.
Seis treinta, demasiado temprano.
Afuera está lloviendo, por primera vez en mucho tiempo, y la luz está apagada y suave. Estoy muy acogedora y cómoda en este vasto y moderno monolito con Pedro a mi lado.
Me estiro y giro hacia este delicioso hombre a mi lado. Sus ojos saltan abiertos y parpadea adormilado.
—Buenos días. —Sonrío y acaricio su rostro, inclinándome para besarlo.
—Buenos días, nena. Suelo despertar antes de que la alarma se apague — murmura con asombro.
—Está programada demasiado temprano.
—Eso es todo, señorita Chaves. —Pedro sonríe—. Tengo que levantarme. — Me besa, y luego se levanta y está fuera de la cama. Descanso de regreso a las almohadas. Guau, despertando en un día de la escuela junto a Pedro Alfonso.
¿Cómo sucedió todo esto? Cierro los ojos y dormito.
—Vamos, dormilona, levántate. —Pedro se inclina sobre mí. Está afeitado, limpio, fresco —Mmm, huele tan bien— en una impecable camisa blanca y traje negro, sin corbata, el Gerente General está de vuelta. Santo cielo, se ve bien con
esto, también.
—¿Qué? —pregunta.
—Deseo que regreses a la cama.
Sus labios se separan, sorprendido por mi insinuación, y sonríe casi con timidez.
—Eres insaciable, señorita Chaves. Por muy atractiva que sea la idea, tengo una reunión a las ocho y media, así que me tengo que ir dentro de poco.
Oh, he dormido por otra hora más o menos. Mierda. Salto de la cama, para gran diversión de Pedro.
* * *
Me doy una ducha y visto rápidamente, usando la ropa que me propuse ayer: una ajustada falda línea de color gris pálido, con una pálida blusa gris de seda y zapatos negros con tacones altos, toda la atención en mi nuevo vestuario.
Me cepillo el cabello y con cuidado lo pongo para arriba, y luego camino a la gran sala, sin saber realmente qué esperar. ¿Cómo voy a ir a trabajar?
Pedro está tomando un café en la barra del desayuno. La señora Jones está en la cocina haciendo panqueques y tocino.
—Estás preciosa —murmura Pedro. Envolviendo un brazo a mi alrededor, me besa en la oreja. Por el rabillo de mi ojo, atrapo la sonrisa de la señora Jones. Me ruborizo.
—Buenos días, señorita Chaves —dice mientras coloca los panqueques y tocino delante de mí.
—Oh, gracias. Buenos días —murmuro. Por Dios, me podría acostumbrar a esto.
—El señor Alfonso dice que le gustaría llevar el almuerzo con usted al trabajo. ¿Qué le gustaría comer?
Echo un vistazo a Pedro, quien está haciendo un gran esfuerzo para no sonreír.
Reduzco mis ojos hacía él.
—Un sándwich... ensalada. Realmente no importa. —Sonrío a la señora Jones.
—Voy a empacar algo de comida crujiente para llevar, señora.
—Por favor, señora Jones, llámeme Paula
—Paula. —Sonríe y se vuelve a hacerme un té.
Guau... esto es genial.
Me doy vuelta y ladeo mi cabeza hacia Pedro, desafiándolo, a continuar, a acusarme de coquetear con la señora Jones.
—Me tengo que ir, nena. Taylor volverá y te dejara en el trabajo con Salazar.
—Sólo en la puerta.
—Sí. Sólo en la puerta. —Pedro rueda los ojos—. Ten cuidado, sin embargo.
Miro a mí alrededor y espío a Taylor de pie en la puerta de entrada. Pedro se para y me besa, agarrando mi barbilla.
—Hasta más tarde, nena.
—Que tengas un buen día en la oficina, querido —llamo detrás de él. Se vuelve y me dispara su hermosa sonrisa, entonces se ha ido. La señora Jones me da una taza de té, y de repente me siento incómoda con apenas nosotras dos aquí.
—¿Cuánto tiempo ha trabajado para Pedro? —pregunto, pensando que debería hacer algún tipo de conversación.
—Cuatro años más o menos —dice gratamente, mientras se pone a hacer mi almuerzo.
—Sabe, yo puedo hacer eso —murmuro, avergonzada de que ella deba estar haciendo esto por mí.
—Come tu desayuno, Paula. Esto es lo que yo hago. Lo disfruto. Es agradable a la vista después de alguien que no sea el Sr. Taylor y el Sr. Alfonso. —Me sonríe muy dulcemente.
Mis mejillas se sonrojan con placer, y quiero bombardear con preguntas a esta mujer. Ella debe saber mucho sobre Cincuenta, y aunque sus maneras son cálidas y acogedoras, también es muy profesional. Sé que sólo voy a avergonzarnos a las dos si me pongo a interrogarla, así que termino mi desayuno en un silencio bastante cómodo, interrumpido sólo por sus preguntas sobre mis preferencias de alimentos para el almuerzo.
Veinticinco minutos más tarde, Salazar aparece en la entrada de la gran sala. Me he lavado los dientes, y estoy esperando para irnos. Agarrando mi bolsa de papel marrón con el almuerzo —ni siquiera puedo recordar a mi madre haciendo esto por mí— Salazar y yo nos dirigimos a la primera planta a través del ascensor. Está muy taciturno, también, sin dar nada de distancia. Taylor está esperando en el Audi, y me subo en el asiento trasero cuando Salazar abre la puerta.
—Buenos días, Taylor —digo alegremente.
—Señorita Chaves. —Sonríe.
—Taylor, lo siento por lo de ayer y mis comentarios inapropiados. Espero que no te metiera en problemas.
Taylor frunce el ceño con desconcierto hacía mí en el espejo retrovisor mientras sale al tráfico de Seattle.
—Señorita Chaves, estoy rara vez en problemas —dice tranquilizador.
Ah, bien. Tal vez Pedro no le echo la bronca. Sólo a mí, entonces pienso con amargura.
—Me alegro de oírlo, Taylor. —Sonrío.
* * *
Jeronimo me mira, evaluando mi aspecto, mientras hago mi camino a mi escritorio.
—Buenos días, Paula. ¿Buen fin de semana?
—Sí, gracias. ¿Tú?
—Fue bueno. Instálate, tengo trabajo para que hagas.
Asiento con la cabeza y me siento en mi computadora.
Parecen años desde que estuve en el trabajo. Enciendo el equipo, y enciendo mi programa de correo electrónico y, por supuesto, hay un correo electrónico de Pedro.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Jefe
Fecha: 13 de junio de 2014 08:24
Para: Paula Chaves
Buenos días, señorita Chaves.
Sólo quería darte las gracias por un maravilloso fin de semana, a pesar de todo el drama. Espero que nunca te vayas, nunca.
Y sólo para recordarte que las novedades de la AIPS están embargadas por cuatro semanas.
Elimina este mensaje de correo electrónico tan pronto como lo hayas leído.
Tuyo
Pedro Alfonso.
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc. y el jefe del jefe de tu jefe.
¿Espero que nunca te vayas? ¿Quiere que me mude? Santo cielo... Apenas conozco a ese hombre. Presiono la tecla suprimir.
De: Paula Chaves
Asunto: Jefecito
Fecha: 13 de junio de 2014: 09:03
Para: Pedro Alfonso
Estimado Sr. Alfonso
¿Me estás pidiendo vivir contigo? Y, por supuesto, me acordé de que la evidencia de tus épicas capacidades de acecho están embargadas por otras cuatro semanas.
¿Debo hacer un cheque para Coping Together y enviárselo a tu papá? Por favor, no elimines este correo electrónico. Por favor, responde al mismo.
TA xxx
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial, AIPS
—¡Paula! —Jeronimo me hace saltar.
—Sí. —Me ruborizo y Jeronimo me frunce el ceño.
—¿Todo bien?
—Claro. —Me levanto y llevo mi cuaderno de notas a su oficina.
—Bueno. Como probablemente recuerdes, me voy a la Coordinación del Simposio de Ficción en Nueva York el jueves. Tengo boletos y reservaciones, pero me gustaría que vinieras conmigo.
—¿A Nueva York?
—Sí. Tendremos que irnos el miércoles y pasar la noche. Creo que lo encontrarás una experiencia muy educativa. —Sus ojos se oscurecen, mientras lo dice, pero su sonrisa es cortés—. ¿Harías los arreglos de viaje necesarios? ¿Y reservar una habitación adicional en el hotel donde me hospedo? Creo que Sabrina, mi asistente anterior, dejó todos los detalles prácticos en alguna parte.
—Está bien. —Sonrío tristemente a Jeronimo.
Mierda. Vago de vuelta a mi escritorio. Esto no va a ir bien con Cincuenta, pero el hecho es que quiero ir. Suena como una oportunidad real, y estoy segura de poder mantener a Jeronimo con el brazo extendido, si ese es su motivo ulterior.
De vuelta en mi escritorio hay una respuesta de Pedro.
De: Pedro Alfonso
Asunto: ¿Jefecito, yo?
Fecha: 13 de junio de 2014 09:07
Para: Paula Chaves
Sí. Por favor.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Por Dios... quiere que me mude con él. Oh, Pedro, esto es demasiado pronto.
Pongo mi cabeza en mis manos para tratar de recuperar mi ingenio. Esto es todo lo que necesito después de mi extraordinario fin de semana. No he tenido un momento para mí para pensar y entender todo lo que he experimentado y descubierto estos dos últimos días.
De: Paula Chaves
Asunto: Absurdo
Fecha: 13 de junio de 2014: 09:20
Para: Pedro Alfonso
Pedro
¿Qué sucedió con caminar antes de correr?
¿Podemos hablar de esto esta noche, por favor?
Me han pedido ir a una conferencia en Nueva York el jueves.
Esto significa pasar la noche del miércoles.
Sólo pensé que debes saber.
Px
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: ¿QUÉ?
Fecha: 13 de junio de 2014 09:21
Para: Paula Chaves
Sí. Vamos a hablar esta noche.
¿Te vas por tu cuenta?
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: ¡No gritonas letras mayúsculas en negrita en un lunes por la mañana!
Fecha: 13 de junio de 2014: 09:30
Para: Pedro Alfonso
¿Podemos hablar esta noche?
Px
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: No me has visto gritón aún.
Fecha: 13 de junio 2014 09:35
Para: Paula Chaves
Dime.
Si es con el desaseado lame bolas con quién trabajas, entonces la respuesta es no, por encima de mi cadáver.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Mi corazón se hunde. Mierda, es como mi papá.
De: Paula Chaves
Asunto: No, TÚ no me has visto gritona aún.
Fecha: 13 de junio de 2014 09:46
Para: Pedro Alfonso
Sí. Es con Jeronimo.
Quiero ir. Es una oportunidad emocionante para mí.
Y nunca he estado en Nueva York.
No dejes que tus calzoncillos giren.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: No, TÚ no me has visto griton aún.
Fecha: 13 de junio de 2014 09:50
Para: Paula Chaves
Paula
No son mis jodidos calzoncillos los que me preocupan.
La respuesta es NO.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
—¡No! —le grito a mi computadora, haciendo que toda la oficina llegue a un punto muerto y me mire. Jeronimo se asoma desde su oficina.
—¿Está todo bien,Paula?
—Sí. Lo siento —murmuro—. Yo eh… simplemente no guarde un documento. — Estoy roja de vergüenza. Me sonríe, pero con una expresión de desconcierto. Tomo varias respiraciones profundas y rápidamente escribo una respuesta. Estoy tan molesta.
De: Paula Chaves
Asunto: Cincuenta Tonos
Fecha: 13 de junio de 2014 09:55
Para: Pedro Alfonso
Pedro
Necesitas controlarte
NO voy a dormir con Jeronimo, ni por todo el té de China.
TE AMO. Esto es lo que sucede cuando las personas se aman.
Ellos CONFÍAN unos en otros.
No creo que tú vayas a DORMIR, AZOTAR, JODER o FUSTIGAR a alguien más.
Tengo FE y CONFIANZA en ti.
Por favor, extiende la misma CORTESÍA hacía mí.
Paula
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
Me siento la espera de su respuesta. Nada llega. Llamo a la línea aérea y reservo un boleto para mí, lo que garantiza que estoy en el mismo vuelo que Jeronimo. Escucho el ping de correo nuevo.
De: Mitre, Eleonora
Asunto: Cita Almuerzo
Fecha: 13 de junio de 2014 10:15
Para: Paula Chaves
Querida Paula:
Realmente me gustaría ir a comer contigo. Creo que nos dimos con el pie equivocado, y me gustaría hacer lo correcto. ¿Estás libre algún momento esta semana?
Eleonora Mitre
¡Santa mierda! No la Sra. Robinson. ¿Cómo demonios descubrió mi dirección de correo electrónico? Pongo mi cabeza en mis manos. ¿Este día puede ponerse peor?
Mi teléfono suena y levanto cansadamente mi cabeza de mis manos y respondo, echando un vistazo al reloj. Son sólo las diez y veinte, y ya desearía no haber dejado la cama de Pedro
—Oficina de Jeronimo Hernandez, Paula Chaves hablando.
Una voz dolorosamente familiar gruñe hacia mí.
—¿Podrías por favor borrar el último correo electrónico que me enviaste y tratar de ser un poco más prudente en el lenguaje que utilizas en el correo electrónico del trabajo? Te lo dije, el sistema está supervisado. Voy a tratar de hacer algún control de daños desde aquí. —Cuelga.
Joder… Me siento mirando al teléfono. Pedro me colgó.
Ese hombre está pisoteando sobre mi incipiente carrera, y, ¿me cuelga? Miro enfurecida al receptor y si no estuviera completamente inanimado, sé que se marchitaría de horror bajo mi mirada fulminante.
Abro mi correo electrónico y borro el que le envié. No es tan malo. Sólo mencioné nalgadas y, bueno azotes. Caray, si está tan avergonzado, malditamente no debería hacerlo.
Recojo mi BlackBerry y llamo a su móvil.
—¿Qué? —chasquea.
—Voy a Nueva York te guste o no —siseo.
—No cuentes…
Cuelgo, cortándolo a mitad de la oración. La adrenalina está corriendo a través de mi cuerpo. Ahí… se lo dije. Estoy tan enojada.
Tomo una profunda respiración, tratando de componerme.
Cierro mis ojos, imagino que estoy en mi lugar feliz. Hum… un camarote con Pedro. Sacudo la imagen fuera, estoy muy enojada con Cincuenta ahora para que esté en cualquier
lugar cerca de mi lugar feliz.
Abriendo mis ojos. Me estiro con tranquilidad hacia mi portátil recorro cuidadosamente a través de mi lista de tareas pendientes. Tomo una larga, profunda respiración, mi equilibrio restaurado.
—¡Paula! —grita Jack, alarmándome—. ¡No reserves ese vuelo!
—Oh, demasiado tarde. Ya lo he hecho —respondo mientras sale de su oficina con grandes zancadas hacia mí.
Se ve enojado.
—Mira, está pasando algo. Por alguna razón, repentinamente, todos los gastos de viaje y hospedaje para el personal tienen que ser aprobados por altos directivos.
Esto ha venido justo desde la parte superior. Estoy subiendo para ver al viejo Roach. Aparentemente, sólo se ha implementado una moratoria sobre todos los gastos. No lo entiendo. —Jeronimo aprieta el puente de su nariz y cierra los ojos.
La mayoría de la sangre se drena desde mi cara y nudos se forman en mi estómago. ¡Cincuenta!
—Toma mis llamadas. Voy a ir a ver lo que Roach tiene que decir. —Guiña hacia mí y sale dando zancadas para ver a su jefe… no, el jefe de su jefe.
Maldita Sea. Pedro Alfonso… Mi sangre empieza a hervir nuevamente.
De: Paula Chaves
Asunto: ¿Qué has hecho?
Fecha: 13 de Junio, 2014 10:43
Para:Pedro Alfonso
Por favor dime que no interferiste en mi trabajo.
Realmente quería ir a esa conferencia.
No debería tener que preguntarte.
Ya borré el correo electrónico ofensivo.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez. Coordinador Editorial AIPS.
De: Pedro Alfonso
Asunto: ¿Qué has hecho?
Fecha: 13 de Junio, 2014 10:46
Para: Paula Chaves
Solo estoy protegiendo lo que es mío.
El correo electrónico que tan desconsideradamente enviaste está borrado del servidor de AIPS ahora, como mis correos para ti.
Por lo demás, confío en ti, implícitamente. Es en él en quien no confío.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Reviso a ver si todavía tengo sus correos electrónicos y han desaparecido. La influencia de este hombre no conoce límites. ¿Cómo lo hace? ¿A quién conoce que puede ahondar sigilosamente en las profundidades de los servidores de AIPS y remover los correos electrónicos?
Estoy tan fuera de mi liga aquí.
De: Paula Chaves
Asunto: Crece
Fecha: 13 de Junio, 2014 10:43
Para: Pedro Alfonso
Pedro:
No necesito protección de mi propio jefe.
Él puede intentar conquistarme, pero voy a decir que no.
No puedes interferir. Está mal y es controlador en tantos niveles.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: La Respuesta es NO
Fecha: 13 de Junio, 2014 10:50
Para: Paula Chaves
Paula
He visto cuan “efectiva” eres rechazando la atención no deseada. Recuerdo que así es como tuve el placer de pasar mi primera noche contigo. Al menos el fotógrafo tiene sentimientos por ti. Por otro lado, el desaseado lame bolas, no. Él es un mujeriego serial y tratará de seducirte. Pregúntale qué sucedió con su anterior AP y con la anterior a esa.
No quiero pelear sobre esto.
Si quieres ir a Nueva York, yo te llevaré. Podemos ir este fin de semana. Tengo un apartamento allí.
Pedro Alfonso
Gerente General,Alfonso Enterprises Holdings Inc.
¡Oh Pedro! Ese no es el punto. Es tan malditamente frustrante. Y por supuesto, tiene un apartamento allí. ¿Dónde más posee propiedades? Confío en él para mencionar a José. ¿Viviré siempre así de bajo? Estaba borracha, por todos los cielos. No me emborracharé con Jeronimo.
Agito mi cabeza hacia la pantalla, pero imagino que no puedo seguir discutiendo con él por correo electrónico. Tendré que esperar mi tiempo hasta esta noche.
Compruebo el reloj. Jeronimo no vuelve todavía de su reunión con Jerry, y necesito tratar con Eleonora. Leo su correo electrónico nuevamente y decido que la mejor manera de manejar esto es enviárselo a Pedro.
Dejarlo concentrarse en ella en vez de en mí.
De: Paula Chaves
Asunto: FW52 Cita de almuerzo o irritante equipaje
Fecha: 13 de Junio, 2014 11:15
Para: Pedro Alfonso
Pedro:
Mientras has estado ocupado interfiriendo en mi carrera y salvando tu trasero de mis envíos descuidados, recibí el siguiente correo electrónico de la Sra. Mitre.
Realmente no quiero conocerla… incluso si quisiera, no tengo permitido dejar este edificio. Cómo consiguió hacerse con mi correo electrónico, no lo sé. ¿Qué sugieres que haga? Su correo electrónico está debajo:
Querida Paula, realmente me gustaría almorzar contigo. Creo que hemos empezado con mal pie y me gustaría hacerlo bien. ¿Estás libre en algún momento esta semana?
Eleonora Mitre
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: Irritante Equipaje
Fecha: 13 de Junio, 2014 11:23
Para: Paula Chaves
No estés enojada conmigo. Tengo tus mejores intereses en el corazón.
Si algo te pasara, nunca me podría perdonar.
Trataré con la Sra. Mitre.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: Después
Fecha: 13 de Junio, 2014 11:32
Para: Pedro Alfonso
¿Podemos, por favor, discutir esto esta noche?
Estoy tratando de trabajar y tu constante interferencia es muy distractora.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial AIPS
Jeronimo regresa después de mediodía y me dice que Nueva York está anulada para mí aunque él todavía va y que no hay nada que pueda hacer para cambiar la política del personal directivo. Da zancadas hasta su oficina, cierra de un portazo, obviamente furioso. ¿Por qué está tan enojado?
En el fondo, sé que sus intenciones son menos honorables, pero estoy segura de que puedo tratar con él, y me pregunto qué sabe Pedro acerca de las anteriores AP de Jeronimo. Dejo esos pensamientos y continúo con algo de trabajo, pero decido tratar de hacer que Pedro cambie de opinión, aunque las perspectivas son sombrías.
A la 1 en punto, Jeronimo asoma su cabeza fuera de la puerta de la oficina.
—Paula, por favor ¿podrías ir y buscarme algo para comer?
—Seguro. ¿Qué le gustaría?
—Pastrami en centeno, mantén la mostaza. Te daré el dinero cuando estés de vuelta.
—¿Algo para beber?
—Coca-cola por favor. Gracias Paula. —Se dirige de vuelta a su oficina mientras alcanzo mi bolso.
Mierda. Le prometí a Pedro que no saldría. Suspiro. Nunca sabrá y voy a ser rápida.
Carola, de recepción, me ofrece su paraguas ya que todavía está lloviendo a cántaros. Mientras salgo por las puertas principales, halo mi chaqueta alrededor y doy una mirada furtiva en ambas direcciones desde debajo del excesivamente amplio paraguas de golf. Nada parece mal.
No hay señal de la Chica Fantasma.
Marcho animadamente, y espero que discretamente, bajando la cuadra para el Deli. Sin embargo, cuánto más cerca llego al Deli, más incrementa la sensación escalofriante de que estoy siendo observada y no sé si es mi paranoia intensificada o una realidad. Mierda.
Espero que no sea Lorena con una pistola.
Es sólo tu imaginación… chasquea mi subconsciente.
¿Quién diablos te querría disparar?
En quince minutos, estoy de regreso, segura, sana pero aliviada. Creo que la paranoia extrema de Pedro y su vigilancia sobreprotectora están empezando a llegar a mí.
Mientras llevo el almuerzo de Jeronimo hacia él, levanta la mirada desde el teléfono.
—Paula, gracias. Ya que no vienes conmigo, voy a necesitar que trabajes hasta tarde. Necesitamos tener estos informes listos. Espero que no tengas planes. —Sonríe hacia mí cálidamente y me ruborizo.
—No, está bien —digo, con una sonrisa brillante y un hundimiento en el corazón.
Esto no va a salir bien. Pedro va a enloquecer, estoy segura.
Mientras regreso a mi escritorio decido no decírselo inmediatamente, de lo contrario podría tener tiempo para interferir de alguna manera. Me siento y como el sándwich de ensalada de pollo que la Sra. Jones hizo para mí. Está delicioso.
Hace un sándwich fantástico.
Por supuesto, si me mudo con Pedro, ella haría almuerzo para mí cada día de la semana. La idea es inquietante.
Nunca he tenido sueños de obscena riqueza y todo lo que la acompaña… sólo amor. Encontrar a alguien que me ame y no intente controlar cada movimiento mío. El teléfono suena.
—Oficina de Jeronimo Hernandez…
—Me aseguraste que no saldrías —Pedro me interrumpe, su voz fría y dura.
Mi corazón se hunde por millonésima vez este día. Mierda.
¿Cómo demonios sabe?
—Jeronimo me envió fuera por algo de almuerzo. No podía decir que no. ¿Me tienes vigilada? —Mi cuero cabelludo pica con la idea. No sorprende que me sentí tan paranoica… alguien me estaba mirando. El pensamiento me pone furiosa.
—Esto es por lo que no quería que volvieras a trabajar —chasquea Pedro.
—Pedro por favor. Estás siendo… —Tan Cincuenta—. Tan sofocante.
—¿Sofocante? —susurra, sorprendido.
—Sí. Tienes que parar esto. Hablaré contigo esta noche. Lamentablemente, tengo que trabajar hasta tarde porque no puedo ir a Nueva York.
—Paula, no quiero sofocarte —dice en voz baja, consternado.
—Bueno, lo eres. Tengo trabajo que hacer. Hablaré contigo más tarde. — Cuelgo, sintiéndome drenada y vagamente deprimida