Taylor está esperando por mí, y parece entender que voy tarde porque maneja como un murciélago fuera del infierno para hacerme llegar a las nueve y cuarto.
Estoy agradecida cuando se detiene en la acera —agradecida de estar viva— su manejo fue atemorizante. Y agradecida de que no estoy terriblemente tarde, sólo quince minutos.
—Gracias Taylor —murmuro, lívida. Recuerdo a Pedro diciéndome que él conducía tanques; quizás maneja para NASCAR, también.
—Paula. —Asiente en una despedida, y me precipito dentro de mi oficina, dándome cuenta mientras abro la puerta de recepción que Taylor parece haber superado la formalidad de señorita Chaves. Esto me hace sonreír.
Carola sonríe hacia mí mientras me precipito a través de recepción y hago mi camino hacia mi escritorio.
—¡Paula! —me llama Jeronimo—. Entra aquí.
Oh, mierda.
—¿Qué hora le llamas a esto? —chasquea.
—Lo siento. Me quede dormida. —Me sonrojo.
—No dejes que pase de nuevo. Consígueme algo de café, y luego necesito que hagas algunas cartas. Ve por él —grita, haciéndome estremecer.
¿Por qué está tan enojado? ¿Cuál es su problema? ¿Qué he hecho? Me apuro hacia la cocina para conseguir su café.
Quizás debería haber abandonado. Podría estar… bien, haciendo algo caliente con Pedro, o desayunando con él, o sólo hablando, lo que sería una novedad.
Jeronimo apenas reconoce mi presencia cuando me atrevo a volver a su oficina para entregarle su café. Empuja una hoja de papel hacia mí, que está escrita a mano con una letra casi ilegible.
—Escribe esto, me lo traes para firmarlo, luego cópialo y envíalo a todos nuestros autores.
—Sí, Jeronimo.
No mira hacia arriba mientras me voy.
Es con cierto alivio que finalmente me siento en mi escritorio.
Tomo un sorbo de té mientras espero que mi computadora arranque. Reviso mis correos electrónicos.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Extrañándote
Fecha: Junio 15, 2014 09:05
Para: Paula Chaves
Por favor usa tu BlackBerry.
x
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: Todos los derechos para alguien
Fecha: Junio 15, 2014 09:27
Para: Pedro Alfonso
Mi jefe está loco.
Te culpo por mantenerme hasta tarde con tus... travesuras.
Deberías estar avergonzado de ti mismo.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial, AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: ¿Travesuras?
Fecha: Junio 15, 2014 09:32
Para: Paula Chaves
No tienes que trabajar, Paula.
No tienes idea cuán consternado estoy por mis travesuras.
Pero me gusta mantenerte hasta tarde ;)
Por favor usa tu BlackBerry.
Oh, y cásate conmigo, por favor.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: Vivir para hacer
Fecha: Junio 15, 2014 09:35
Para: Pedro Alfonso
Sé que tu inclinación natural es hacia lo persistente, pero sólo detente.
Necesito hablar con tu psiquiatra.
Solo entonces te daré mi respuesta.
No me opongo a vivir en pecado.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial, AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: BLACKBERRY
Fecha: Junio 15, 2014 09:40
Para: Paula Chaves
Paula, si vas a empezar a discutir sobre el Dr. Flynn entonces USA TU BLACKBERRY.
Esto no es una petición.
Pedro Alfonso,
Ahora Enfadado Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Oh mierda. Ahora estaba furioso conmigo, también. Bueno, podía cocinarse por todo lo que me preocupaba. Tomé mi BlackBerry de mi bolso y lo miré con escepticismo. Mientras lo hacía, empezó a sonar. ¿No podía dejarme sola?
—Sí —chasqueé.
—Paula, hola...
—¡José! ¿Cómo estás? —Oh, era bueno oír su voz.
—Estoy bien, Paula. Mira, ¿todavía estás viendo a ese chico Alfonso?
—Eh… sí… ¿Por qué? —¿A dónde va con esto?
—Bien, está comprando todas tus fotos, y pensé que podría entregarlas en Seattle.
La exhibición cierra el jueves, entonces podría llevárselas el viernes a la tarde y dejarlas, sabes. Y quizás podríamos tomar una copa o algo así. En realidad, estaba esperando un lugar para dormir, también.
—José, eso es genial. Sí, estoy segura que podremos trabajar en algo. Déjame hablar con Pedro y te llamaré de vuelta, ¿está bien?
—Genial, esperaré oír de ti. Adiós, Paula.
—Adiós. —Y se fue.
Santo cielo. No había visto u oído de José desde su presentación. Ni siquiera le pregunté cómo le fue o si vendió alguna fotografía más. Vaya amiga que soy.
Entonces, podía pasar la noche del viernes con José.
¿Cómo estaría Pedro con eso? Tomo conciencia que estoy mordiéndome el labio hasta que duele. Oh, este hombre tiene doble rasero. Puede —me estremezco ante el pensamiento— bañar a su loca ex amante, pero probablemente obtendré un cargamento de mierda por
querer tomar una copa con José. ¿Cómo voy a manejar esto?
—¡Paula! —Jeronimo me sacó abruptamente de mi ensueño. ¿Todavía estaba enfadado?
—¿Dónde están esas cartas?
—Eh… llegando. —Mierda. ¿Qué estaba comiendo él?
Escribo su carta en la mitad de tiempo, la imprimo, y nerviosamente hago mi camino hacia su oficina.
—Aquí tienes. —La pongo en su escritorio y me giro para irme. Jeronimo rápidamente echa sus críticos y perforadores ojos sobre ella.
—No sé qué estás haciendo por ahí, pero te pago para trabajar —ladra.
—Soy consciente de eso, Jeronimo —murmuro disculpándome. Siento un lento rubor arrastrarse hacia arriba a mi piel.
—Esto está lleno de errores —chasquea—. Hazlo de nuevo.
Mierda. Está comenzando a sonar como alguien que conozco, pero la rudeza de Pedro la puedo tolerar. Jeronimo está empezando a molestarme.
—Y consígueme otro café mientras estas en eso.
—Perdón —murmuro y me escabullo fuera de su oficina tan rápido como puedo.
Santa mierda. Está siendo insoportable. Me siento de vuelta en mi escritorio, apresuradamente rehago su carta, que tiene dos errores en ella, y la compruebo exhaustivamente antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Recojo otro café,
dejándole saber a Carola con un giro de mis ojos que estoy en profunda mierda.
Tomando una respiración profunda, me acerco a su oficina de nuevo.
—Mejor —murmura a regañadientes mientas firma la carta—. Fotocópiala, archiva el original, y envíala a todos los autores. ¿Entendiste?
—Sí. —No soy una idiota—. Jeronimo, ¿algo va mal?
Alza la vista, sus ojos azules oscureciéndose mientras su mirada va de arriba hacia abajo por mi cuerpo. Mi sangre se enfría.
—No. —Su respuesta es concisa, ruda, y despectiva. Me quedo ahí como la idiota que profesé no ser y luego arrastro los pies fuera de su oficina. Tal vez él también sufre un trastorno de personalidad. Joder, estoy rodeada por ellos.
Hago mi camino hacia la fotocopiadora —que por supuesto está sufriendo un atasco de papel— y cuando lo he arreglado, encuentro que se quedó sin papel. Éste no es mi día.
Cuando finalmente vuelvo a mi escritorio, llenando sobres, mi BlackBerry vibra.
Puedo ver a través de la pared de vidrio que Jeronimo está al teléfono. Respondo, es Lucas.
—Hola, Paula. ¿Cómo te fue anoche?
Anoche. Un rápido montaje de imágenes parpadea a través de mi mente, Pedro de rodillas, su revelación, su proposición, macarrones y queso, mi llanto, su pesadilla, el sexo, tocarlo…
—Eh, bien —murmuro poco convincentemente.
Lucas se detiene y decide actuar de acuerdo a mi negación.
—Genial. ¿Puedo recoger las llaves?
—Seguro.
—Estaré ahí en media hora. ¿Tendrás tiempo para tomar un café?
—No hoy. Llegue tarde y mi jefe está como un oso enojado con dolor de cabeza y hiedras venenosas en el culo.
—Suena repugnante.
—Repugnante y feo. —Río.
Lucas ríe y mi humor se levanta un poco.
—Está bien. Te veo en treinta. —Cuelga.
Echo un vistazo a Jeronimo y me está mirando. Oh mierda.
Esmeradamente lo ignoro y sigo llenando los sobres.
Media hora después mi teléfono vibra. Es Carola.
—Él está aquí de nuevo, en recepción. El dios rubio.
Lucas es una alegría de ver después de la angustia de ayer y el mal humor que mi jefe está infligiendo en mí hoy, pero demasiado pronto, está diciendo adiós.
—¿Te veré en la noche?
—Probablemente me quedaré con Pedro. —Me sonrojo.
—Lo tienes mal —observa Lucas con buen humor.
Me encojo de hombros. Eso no es ni la mitad del asunto, y en este momento me doy cuenta, que lo tengo más que mal. Lo tengo de por vida. Y sorprendentemente, Pedro parece sentir lo mismo. Lucas me da un abrazo rápido.
—Nos vemos luego, Paula.
Vuelvo a mi escritorio, lidiando con mi comprensión. Oh, lo que haría por un día por mi cuenta, para sólo pensar en todo esto.
—¿Dónde has estado? —Jeronimo está repentinamente cerniéndose sobre mí.
—Tenía un asunto que atender en recepción. —Realmente me está poniendo de los nervios.
—Quiero mi almuerzo. Lo usual —dice abruptamente y vuelve a pisar su oficina.
¿Por qué no me quedé en casa con Pedro? Mi Diosa interior cruza sus brazos y frunce sus labios; quiere saber la respuesta a eso, también. Recojo mi bolso y mi BlackBerry y me dirijo a la puerta. Compruebo mis mensajes.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Extrañándote
Fecha: Junio 15, 2014 09:06
Para: Paula Chaves
Mi cama es muy grande sin ti.
Parece que voy a tener que ir a trabajar después de todo.
Incluso los megalómanos Gerentes Generales necesitan algo qué hacer.
x
Pedro Alfonso
Girando sus pulgares Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Y hay otro de él, temprano esta mañana.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Discreción
Fecha: Junio 15, 2014 09:50
Para: Paula Chaves
Es la mejor parte del valor.
Por favor usa discreción… tus correos electrónicos del trabajo son monitoreados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECIRTE ESTO?
Sí. Mayúsculas gritonas como dices. USA TU BLACKBERRY.
El Dr. Flynn nos puede ver mañana en la tarde.
X
Pedro Alfonso
Todavía enojado Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
E incluso uno más tarde… Oh no.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Grillos
Fecha: Junio 15, 2014 12:15
Para: Paula Chaves
No he oído de ti.
Por favor dime que estás bien.
Sabes cómo me preocupo.
¡Enviaré a Taylor a comprobar!
x
Pedro Alfonso,
Demasiado ansioso Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Rodé mis ojos, y le llamé. No quiero que se preocupe.
—Teléfono de Pedro Alfonso, Andrea Parker habla.
Oh. Estoy tan desconcertada porque no es Pedro el que responde que me detengo en la calle, y el hombre joven detrás de mí murmura enojado mientras se desvía para no chocar contra mí. Me detengo bajo el toldo verde de Deli.
—¿Hola? ¿Puedo ayudarle? —Andrea llena el incómodo vacío del silencio.
—Perdone… Ehm… Deseaba hablar con Pedro…
—El Sr. Alfonso está en una reunión en este momento —corta con eficiencia—. ¿Puedo tomar su mensaje?
—¿Puede decirle que llamó Pau?
—¿Pau? ¿Cómo Paula Chaves?
—Ehm… sí. —Su pregunta me confunde.
—Deme un segundo por favor, señorita Chaves.
Escucho atentamente mientras baja el teléfono, pero no puedo decir qué está pasando. Unos segundos más tarde Pedro está en la línea.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien.
Escucho la rápida liberación de su respiración contenida.
Está aliviado.
—Pedro, ¿por qué no estaría bien? —susurro tranquilizadoramente.
—Normalmente eres tan rápida en responder mis correos electrónicos. Después de lo que te dije ayer, estaba preocupado —dice tranquilamente, y entonces está hablando a alguien en su oficina.
—No, Andrea. Diles que esperen —dice severamente. Oh, conozco ese tono de voz.
No puedo oír la respuesta de Andrea.
—No. Dije que esperen —chasquea.
—Pedro, obviamente estás ocupado. Sólo llamé para dejarte saber que estoy bien, y me refiero a que también estoy ocupada hoy. Jeronimo ha estado restallando el látigo. Ehm… quiero decir… —Me sonrojo y caigo en silencio.
Pedro no dice nada por un momento.
—Restallando el látigo, ¿eh? Bien, hubo un tiempo en que podía haberlo llamado hombre suertudo. —Su voz está llena de humor seco—. No lo dejes echársete encima, nena.
—¡Pedro! —lo regaño y sé que está sonriendo.
—Solo vigilándolo, eso es todo. Mira, me alegra que estés bien. ¿A qué hora te recojo?
—Te enviaré un correo electrónico.
—De tu BlackBerry —dice severamente.
—Sí, señor —chasqueo de regreso.
—Hasta más tarde, nena.
—Adiós…
Sigue en la línea.
—Cuelga —lo reprendo, sonriendo.
Suspira pesadamente al teléfono.
—Desearía que nunca hubieras ido a trabajar esta mañana.
—También yo. Pero estoy ocupada. Cuelga.
—Cuelga tú. —Escucho su sonrisa. Oh travieso Pedro. Amo al Pedro Travieso. Mmm… Amo a Pedro, y punto.
—Hemos estado aquí antes.
—Estas mordiendo tu labio
Mierda, está en lo cierto. ¿Cómo es que sabe?
—Ya ves, piensas que no te conozco, Paula. Pero te conozco mejor de lo que piensas —murmura seductoramente de forma que me debilita y me hace sentir
mojada.
—Pedro, hablaré contigo más tarde. Justo ahora, realmente también desearía no haberme ido esta mañana.
—Esperaré su correo electrónico, señorita Chaves.
—Buen día, Sr. Alfonso.
Colgando, miro fuera del frío y fortificado vidrio de la ventana de la tienda de Deli. Oh, incluso por teléfono me posee.
Sacudiendo mi cabeza para aclararla de todos los pensamientos de Alfonso, me dirijo al Deli, deprimida por todos los pensamientos sobre Jeronimo.
* * *
—¿Está bien si tomo mi almuerzo ahora? —pregunto tentativamente. Levanta la mirada hacia mí y su ceño se profundiza.
—Si es necesario —chasquea—. Cuarenta y cinco minutos. Recupera el tiempo que perdiste esta mañana.
—Jeronimo, ¿puedo preguntarte algo?
—¿Qué?
—Pareces, un poco de mal humor hoy. ¿He hecho algo para ofenderte?
Parpadea hacia mí momentáneamente.
—No creo que esté de humor para hacer una lista de tus faltas justo ahora. Estoy ocupado. —Continúa mirando la pantalla de su computadora, efectivamente despachándome.
Whoa… ¿Qué he hecho?
Me giro y dejo su oficina, y por un momento pienso que voy a llorar. ¿Por qué me ha tomado una aversión tan repentina e intensa? Una idea indeseada estalla en mi mente, pero la ignoro. No necesito su mierda justo ahora, he tenido suficiente con la mía.
Salgo del edificio hacia el Starbucks de al lado, ordeno un latte, y me siento junto a la ventana. Tomando mi iPod de mi cartera, me coloco los audífonos. Elijo una canción al azar y presiono repetir entonces se reproducirá una y otra vez.
Necesito música para pensar.
Mi mente va a la deriva. Pedro el sádico. Pedro el sumiso. Pedro el intocable. Los impulsos edípicos de Pedro. Pedro bañando a Lorena. Gimo y cierro mis ojos mientras la última imagen me persigue.
¿Realmente puedo casarme con este hombre? Es demasiado que llevar. Es complejo y difícil, pero profundamente sé que no quiero dejarlo a pesar de todos
sus problemas. Nunca podría dejarlo. Lo amo. Preferiría cortarme mi brazo derecho.
Justo ahora, nunca me había sentido tan viva, tan vital. He encontrado toda clase de sentimientos confusos, profundos y nuevas experiencias desde que lo conocí.
Nunca es un momento aburrido con Cincuenta.
Recordando mi vida antes de Pedro, es como si todas las cosas estuvieran en blanco y negro como las fotos de José.
Ahora mi mundo entero es de un rico, brillante y saturado color. Estoy volando en un rayo de luz deslumbrante. La luz
deslumbrante de Pedro. Aún soy Ícaro, volando demasiado cerca al sol.
Resoplo a mí misma. Volando con Pedro; ¿quién puede resistirse a un hombre que puede volar?
¿Puedo renunciar a él? ¿Quiero renunciar a él? Es como si hubiera presionado un botón y me hubiera encendido desde el interior. Ha sido educativo conocerlo. He descubierto más acerca de mí misma en las semanas pasadas que nunca antes. He aprendido acerca de mi cuerpo, mis límites de dureza, mis límites suaves, mi tolerancia, mi paciencia, mi compasión, y mi capacidad de amar.
Y entonces me golpea como un relámpago, esto es lo que necesita de mí, a lo que tiene derecho, un amor incondicional. Nunca lo recibió de la perra drogadicta, es lo
que necesita.
¿Puedo amarlo incondicionalmente? ¿Puedo aceptarlo por quién es sin importar sus revelaciones de la noche pasada?
Sé que está dañado, pero no creo que sea irreparable.
Suspiro, recordando las palabras de Taylor. “Es un buen hombre, señorita Chaves”.
He visto la prueba de peso de su bondad, su trabajo de caridad, su ética de negocio, su generosidad; y aún no lo ve por sí mismo. No siente que merezca cualquier amor. Dada su historia y predilecciones, no tengo una idea de su autoodio.
Por eso no dejó entrar a nadie. ¿Puedo pasar esto?
Dijo una vez que no podría empezar a entender las profundidades de su depravación. Bien, él me lo dijo ahora, y dado los primeros años de su vida, no me sorprende. Creo que fue solo un shock oírlo en voz alta. Al menos me lo dijo; y parece más feliz ahora de lo que era. Lo sé todo.
¿Se devaluaría su amor por mí? No, no lo creo. Nunca se sintió de este modo antes y tampoco yo. En verdad, juntos hemos llegado muy lejos.
Las lágrimas pinchan y llenan mis ojos al recordar sus últimas barreras desmoronarse anoche cuando me dejó tocarlo. Jesús, tomó a Lorena y toda su locura para llevarnos allí.
Quizás debería estar agradecida. El hecho de que la haya bañado no es un trago tan amargo en mi lengua ahora. Me pregunto qué prendas le dio. Espero que no mi vestido cereza. Me gustaba ese.
¿Así que puedo amar incondicionalmente a este hombre con todos sus problemas?
Porque no se merece menos. Aún necesita aprender límites y pequeñas cosas como empatía, y a ser menos controlador.
Dice que ya no siente compulsión por hacerme daño; quizás el Dr. Flynn pueda arrojar algo de luz sobre esto.
Fundamentalmente, eso es lo que más me importa; que siempre necesite eso y que siempre pueda encontrar una mujer que piense que lo necesita, también. Frunzo el ceño.
Sí, esa es la tranquilidad que necesito. Quiero ser todo para este hombre, su Alfa y su Omega y todas las cosas entre ellas porque él lo es para mí.
Espero que Flynn tenga respuestas, y quizás entonces pueda decir sí.Pedro y yo podemos encontrar nuestra propia porción de cielo cerca al sol.
Veo fuera la animada hora de almuerzo en Seattle. La señora de Pedro Alfonso; ¿quién iba a pensarlo? Echo un vistazo a mi reloj. ¡Mierda! Salto del asiento y me lanzo a la puerta; una hora entera de solo estar sentada; ¿A dónde se fue el tiempo?
Jeronimo va a estar como un basilisco.
De regreso en mi escritorio. Afortunadamente no está en su oficina. Parece que me he salido con la mía. Miro intensamente la pantalla de mi computadora, sin ver,
tratando de ensamblar mis pensamientos en modo de trabajo.
—¿Dónde estabas?
Salto. Jeronimo está parado, cruzado de brazos, a mi lado.
—Estaba en el sótano, fotocopiando —mentí. Los labios de Jeronimo se presionaron en una delgada, intransigente línea.
—Me voy a las seis treinta a tomar el avión. Necesito que estés aquí hasta entonces.
—Bien. —Sonrío dulcemente como si pudiera manejarlo.
—Me gustaría mi itinerario para Nueva York impreso y fotocopiado diez veces. Y empaca los folletos. ¡Y tráeme algo de café! —gruñe y se encamina a su oficina.
Exhalo un suspiro de alivio y le saco la lengua mientras cierra la puerta. Bastardo.