miércoles, 11 de febrero de 2015

CAPITULO 128





—¿Tú crees? —pregunta Pedro, sorprendido.


—Es la línea de su mandíbula —señalo en la pantalla—. Y los pendientes y la forma de sus hombros. Él tiene también la estructura correcta.Debe estar usando una peluca, o se cortó y tiñó el pelo.


—Barney, ¿estás recibiendo esto? —Pedro pone el teléfono en su escritorio y cambia a modo manos libre—. Parece que ha estudiado a su ex jefe en detalle, Sra. Alfonso —murmura sonando no muy contento. Le frunzo el ceño, pero soy salvada por Barney.


—Sí, señor. He oído a la Sra. Alfonso. Estoy ejecutando el software de reconocimiento facial en todas las imágenes de circuito cerrado de televisión digital en estos momentos. 


Veamos donde más estuvo este imbécil. Lo siento señora, este hombre ha estado dentro de la organización.


Miro ansiosamente a Pedro, quien ignora el improperio de Barney. Está estudiando de cerca la imagen del circuito cerrado de televisión.


—¿Por qué él haría esto? —le pregunto a Pedro.


Se encoge de hombros.


—Venganza, quizás. No lo sé. Uno no puede entender por qué algunas personas se comportan de la forma en que lo hacen. Sólo estoy enfadado de que tú alguna vez trabajaras tan estrechamente con él. —Los labios de Pedro se presionan en una dura y delgada línea, y rodea mi cintura con su brazo.


—Tenemos el contenido de su disco duro también señor —añade Barney.


—Sí, lo recuerdo. ¿Tienes una dirección del Sr. Hernandez? —dice Pedro bruscamente.


—Sí señor, la tengo.


—Avisa a Welch.


—Por supuesto. También voy a analizar los circuitos cerrados de televisión de la ciudad y ver si puedo rastrear sus movimientos.


—Compruebe qué vehículo tiene.


—Señor.


—¿Barney puede hacer todo eso? —susurro.


Pedro asiente con la cabeza y me da una sonrisa de suficiencia.


—¿Qué había en el disco duro? —susurro.


La cara de Pedro se endurece y agita la cabeza.


—No mucho —dice, con los labios apretados, olvidando su sonrisa.


—Dime.


—No.


—¿Era sobre ti o sobre mí?


—Sobre mí —suspira.


—¿Qué tipo de cosas? ¿Sobre tu estilo de vida?


Pedro sacude su cabeza y pone su dedo índice contra mis labios para hacerme callar. Le frunzo el ceño. Pero entrecierra los ojos, y eso es una clara advertencia de que debo mantener la boca cerrada.


—Es un Camaro 2006. Le enviaré también a Welch los detalles de la licencia —dice Barney con entusiasmo desde el teléfono.


—Bien. Déjame saber donde mas ha estado ese cabrón en mi edificio. Y verifica esta imagen contra la otra de su archivo personal en AIPS. — Pedro me mira fijamente con escepticismo—. Quiero estar seguro de que sabemos quien es.


—Ya está hecho señor, y la Sra. Alfonso está en lo correcto. Éste es Jeronimo Hernandez.


Sonrío de oreja a oreja. ¿Ves? Puedo ser útil. Pedro frota su mano por mi espalda.


—Bien hecho, Sra. Alfonso. —Él sonríe y su anterior rencor se olvida. Para Barney dice—: Déjame saber cuando haya seguido todos sus movimientos en el cuartel general. También verifica cualquier otra propiedad de GEH a la que pudo haber tenido acceso y hazselo saber a los equipos de seguridad para que puedan hacer otro barrido de todos esos edificios.


—Señor.


—Gracias Barney. —Pedro cuelga.


—Bueno, Sra. Alfonso, parece que no es sólo decorativa, sino útil, también. — Los ojos de Pedro se iluminan con perversa diversión. Sé que está burlándose.


—¿Decorativa? —me mofo, burlándome de vuelta.


—Mucho —dice tranquilamente, presionado un suave y dulce beso en mis labios.


—Eres mucho más decorativo que yo, Sr. Alfonso.


Él sonríe abiertamente y me besa más fuerte, enrollando mi trenza alrededor de su muñeca y envolviendo sus brazos alrededor de mí.


Cuando tomamos aire, mi corazón se acelera.


—¿Hambrienta? —pregunta.


—No.


—Yo sí.


—¿De qué?


—Bueno, de comida en realidad, Sra. Alfonso.


—Te voy a hacer algo —suelto una risita tonta.


—Amo ese sonido.


—¿De mi ofreciéndote comida?


—Tú riendo. —Besa mi pelo y luego me levanto.


—¿Entonces qué le gustaría comer, Amo? —pregunto dulcemente.


Entrecierra los ojos.


—¿Está usted siendo lista, Sra. Alfonso?


—Siempre Sr. Alfonso... Amo.


Sonríe con una sonrisa misteriosa.


—Todavía puedo ponerte sobre mis rodillas —murmura de forma seductora.


—Lo sé. —Sonrió. Colocando mis manos en los brazos de su silla de oficina, me inclino y lo beso—. Ésa es una de las cosas que amo de ti. Pero guarda tu mano inquieta, tienes hambre.


El sonríe de forma tímida y mi corazón se aprieta.


—Oh, Sra. Alfonso, ¿qué voy a hacer con usted?


—Responderá mi pregunta. ¿Qué le gustaría comer?


—Algo liviano. Sorpréndeme— dice, reflejando mis palabras de la sala de juegos más temprano.


—Veré qué puedo hacer. —Me pavoneo fuera de su estudio y entro a la cocina. Mi corazón se hunde cuando veo a la Sra. Jones ahí.


—Hola Sra. Jones.


—Sra. Alfonso. ¿Está lista para algo de comer?


—Um...


Ella está revolviendo algo en una olla en la estufa que huele delicioso.


—Iba a hacer unos submarinos para el Sr. Alfonso y para mí.


Se detiene un instante.


—Claro —dice—. Al Sr. Alfonso le gusta el pan francés, hay algunos cortes en el congelador de la longitud de un submarino. Me encantaría hacerlo por usted señora.


—Lo sé. Pero me gustaría hacerlo yo.


—Entiendo. Le voy a dar algo de espacio.


—¿Qué está cocinando?


—Esto es una salsa boloñesa. Puede ser comida en cualquier momento. La voy a congelar. —Ella sonríe afectuosamente y gira el fuego de la derecha hacia abajo.


—Um… ¿Qué le gusta a Pedro en un, um... submarino7? —Frunzo el ceño, sorprendida por lo que acabo de decir. ¿La Sra. Jones entiende la inferencia?


—Sra. Alfonso, usted puede poner cualquier cosa en el sándwich, mientras esté en pan francés, se lo va a comer. —Nos sonreímos la una a la otra.


—Bien, gracias. —Voy dando saltos al congelador y encuentro el pan francés cortado en una bolsa Ziplock. Pongo dos de ellos en un plato, los pongo en el microondas y selecciono descongelar.


La Sra. Jones ha desaparecido. Frunzo el ceño mientras vuelvo al refrigerador en busca de los ingredientes. 


Supongo que podía ser capaz de establecer los parámetros mediante los cuales la Sra. Jones y yo trabajaremos juntas. 


Me gusta la idea de cocinar para Pedro los fines de semana. 


La Sra. Jones es más que bienvenida de hacerlo durante la
semana, la última cosa que querré hacer cuando llegue del trabajo es cocinar. Hmm... un poco como la rutina de Pedro con sus sumisas.


Sacudo la cabeza. No debo pensar demasiado esto. 


Encuentro algo de jamón en el refrigerador, y en un cajón una perfecta palta madura.


Mientras estoy añadiendo un toque de sal y limón a la palta molida, Pedro emerge de su estudio con los planos de la nueva casa en sus manos. Los pone en la barra de desayuno, deambula hacia mí, y envuelve sus brazos a mí alrededor, besando mi cuello.


—Pies descalzos y en la cocina —murmura él.


—¿No debería ser pies descalzos y embarazada en la cocina? —Sonrío con satisfacción.


Él se queda quieto, todo su cuerpo tenso contra mí.


—Todavía no —declara, la aprehensión clara en su voz.


—¡No! ¡Todavía no!


Se relaja.


—En eso estamos de acuerdo, Sra. Alfonso.


—Tú quieres hijos, sin embargo, ¿no?


—Claro, sí. Eventualmente. Pero no estoy dispuesto a compartirte por el momento. —Él besa mi cuello.


Oh... ¿compartir?


—¿Qué estás haciendo? Se ve bien. —Me besa detrás la oreja, y yo sé que es para distraerme. Un cosquilleo delicioso viaja por mi columna vertebral.


—Submarinos. —Sonrío, recuperando mi sentido del humor.


Sonríe contra mi cuello y mordisquea el lóbulo de mi oreja.


—Mi favorito.


Lo empujo con mi codo.


—Sra. Alfonso, usted me hiere. —Se agarra su costado como si le doliera.


—Debilucho —murmuro con desaprobación.


—¿Debilucho? —pronuncia con incredulidad. Él golpea mi trasero, haciéndome gritar—. Apúrate con mi comida, muchacha. Y más tarde te mostraré cómo de debilucho puedo ser. —Él me golpea juguetonamente una vez más y va al refrigerador.


—¿Quieres una copa de vino? —pregunta.


—Por favor.


Pedro extiende los planos de Georgina a lo largo de la barra de desayuno.


Ella realmente tiene algunas ideas espectaculares.


—Me encanta su propuesta de convertir toda la parte trasera de la planta baja en vidrio, pero...


—¿Pero? —solicita Pedro.


Suspiro.


—No quiero quitar todo el carácter de la casa.


—¿El carácter?


—Sí. Lo que Georgina está proponiendo es muy radical, pero... bueno... Me enamoré de la casa tal como es... con verrugas y todo.


La frente de Pedro se arruga como si eso le repugnara.


—A mí como que me gusta de la forma en la que es —le susurro. ¿Esto va a hacerlo enojar?


Me mira fijamente.


—Quiero que esta casa sea de la forma que tú quieras. Lo que sea que quieras. Es tuyo.


—También quiero que te guste. Que seas feliz en ella.


—Seré feliz donde sea que estés. Es así de simple Paula. —Su mirada sostiene la mía. Él es total y absolutamente sincero. Pestañeo hacia él mientras mi corazón se expande. 


Vaca sagrada, él realmente me ama.


—Bueno —trago luchando contra el pequeño nudo de emoción que llega a mi garganta—. Me gusta la pared de cristal. Quizás podríamos pedirle que incorpore a la casa un poco más de simpatía.


Pedro sonríe. —Claro. Cualquier cosa que quieras. ¿Qué pasa con los planos del piso de arriba y el sótano?


—Estoy bien con eso.


—Bien.


Bueno... Me armo de valor para hacerle la pregunta del millón de dólares.


—¿Quieres poner una sala de juegos? —Siento el oh-tan-familiar rubor arrastrarse por mi cara mientras pregunto. Las cejas de Pedro se disparan.


—¿Quieres tú? —responde, sorprendido y divertido a la vez.


Me encojo de hombros. —Em... si tú quieres.


Me mira por un momento. —Vamos a dejar nuestras opciones abiertas por el momento. Después de todo, esta será una casa familiar.


Estoy sorprendida por la punzada de decepción que siento. 


Supongo que está en lo correcto... aunque ¿cuándo vamos a tener una familia? Podrían ser años.


—Además, podemos improvisar. —Sonríe con suficiencia.


—Me gusta improvisar —susurro.


Sonríe. —Hay algo que quiero discutir. —Pedro apunta al dormitorio principal, y comenzamos una detallada discusión sobre los baños y los vestidores separados.




7 Submarino: En inglés Sub, se refiere a un sándwich pero en su caso tiene el doble sentido de Sumisa

No hay comentarios:

Publicar un comentario