Me da un recorrido por el apartamento, mostrándome las distintas habitaciones.
Junto con la sala de juegos y tres dormitorios auxiliares arriba, estoy intrigada al averiguar que Taylor y la Sra. Jones tienen un ala para ellos mismos, una cocina, una amplia sala de estar y un dormitorio cada uno. La señora Jones aún no ha regresado de visitar a su hermana que vive en Portland.
En la planta baja, la habitación que me llama la atención está frente a su estudio, una sala de televisión con una pantalla de plasma demasiado grande y consolas de juegos variados. Es acogedora.
—¿Así que tienes un Xbox? —Sonrío.
—Sí, pero soy muy malo con él. Gustavo siempre me gana. Fue divertido, cuando pensaste que quería decir que esta habitación era mi cuarto de juegos —dice sonriendo hacia mí, su enojo olvidado. Gracias a Dios que ha recuperado su buen humor.
—Me alegro de que me encuentres divertida, Sr. Alfonso —respondo con arrogancia.
—Esa eres tú, señorita Chaves, cuando no estás siendo desesperante, por supuesto.
—Normalmente soy exasperante cuando estás siendo irrazonable.
—¿Yo? ¿Irrazonable?
—Sí, señor Alfonso. Irrazonable podría ser tu segundo nombre.
—No tengo un segundo nombre.
—Irrazonable se adaptaría entonces.
—Creo que es una cuestión de opinión, señorita Chaves.
—Yo estaría interesada en la opinión profesional del Dr. Flynn.
Pedro sonríe.
—Pensé que Trevelyan era tu segundo nombre.
—No. Apellido.
—Pero no lo usas.
—Es demasiado largo. Ven —ordena. Lo sigo fuera de la sala de televisión a través de la gran sala al pasillo principal más allá del lavadero y una impresionante bodega de vino y dentro de la gran y bien equipada oficina de Taylor. Taylor se pone de pie cuando entramos. Hay espacio aquí para una mesa de reunión para seis personas. Sobre un escritorio está un conjunto de monitores. No tenía idea de que el apartamento tenía circuito cerrado de televisión. Al parecer, para supervisar el balcón, escalera, ascensor de servicio, y el vestíbulo.
—Hola, Taylor. Sólo le estoy dando un recorrido a Paula.
Taylor asiente con la cabeza, pero no sonríe. ¿Me pregunto si también ha sido regañado, y por qué está trabajando todavía? Cuando le sonrío, él asiente con la cabeza educadamente. Pedro toma mi mano una vez más y me guía hacia la biblioteca.
—Y, por supuesto, ya has estado aquí. —Pedro abre la puerta. Espío el tapete verde de la mesa de billar.
—¿Jugamos? —pregunto. Pedro sonríe, sorprendido.
—Está bien. ¿Has jugado antes?
—Un par de veces. —Miento, y él entrecierra sus, inclinando su cabeza hacia un lado.
—Eres una mentirosa sin esperanza, Paula. O nunca has jugado antes o…
Me paso la lengua por mis labios.
—¿Asustado de un poco de competencia?
—¿Asustado de una niña como tú? —se burla Pedro de buen humor.
—Una apuesta, Sr. Alfonso.
—¿Estás tan confiada, señorita Chaves? —Él sonríe, divertido e incrédulo a la vez—. ¿Qué te gustaría apostar?
—Si gano, me llevarás de nuevo a la sala de juegos.
Él me mira como si no pudiera comprender bien lo que he dicho.
—¿Y si yo gano? —pregunta después de varios latidos traumatizados.
—Entonces es tu elección.
Su boca se tuerce al contemplar su respuesta.
—Está bien, trato. —Él sonríe—. ¿Quieres jugar al billar, snooker o billar de carambola?
—Billar, por favor. No conozco los demás.
De un armario debajo de una de las estanterías, Pedro saca un estuche de cuero de gran tamaño. Adentro las bolas de billar están anidadas en terciopelo. Rápida y eficientemente, organiza las bolas en el tapete. No creo haber jugado billar alguna vez antes en una mesa grande. Pedro me da una señal con el taco y una tiza.
—¿Te gustaría romper? —Finge cortesía. Está disfrutando de sí mismo, cree que va a ganar.
—Está bien. —Unto tiza al final de mi taco, y soplo el exceso de tiza, mirando a Pedro a través de mis pestañas. Sus ojos se oscurecen mientras lo hago.
Alineo la bola blanca y con un movimiento limpio y rápido, golpeo la bola en el centro del triangulo con tal fuerza que hace girar una bola de rayas y se sumerge en el agujero superior derecho. He dispersado el resto de las bolas.
—Elijo rayas —le digo inocentemente, sonriendo tímidamente a Pedro. Su boca se tuerce con diversión.
—Adelante —dice amablemente.
Procedo a meter las tres bolas siguientes en una rápida sucesión. En el interior, estoy bailando. En este momento, estoy muy agradecida con José por enseñarme a jugar al billar y jugarlo bien. Pedro me mira impasible, sin revelar nada, pero su diversión parece disminuir. Evito la franja verde por un pelo.
—Sabes, Paula, puedo estar aquí y verte inclinándote y extendiéndote a través de esta mesa de billar durante todo el día —dice con admiración.
Me sonrojo. Gracias a Dios estoy usando jeans. Sonríe. Está tratando de apartarme de mi juego, el bastardo. Se saca su suéter crema sobre su cabeza, lo tira en la parte posterior de una silla, y me sonríe, mientras deambula para hacer su primer tiro.
Se inclina sobre la mesa. Mi boca se seca. Oh, ya veo lo que quiere decir. Pedro en jeans ajustados y camiseta blanca, inclinándose, de esa manera... es algo digno de contemplar. Realmente pierdo el hilo de mis pensamientos. Mete cuatro bolas rápidamente, a continuación, falla al meter la blanca.
—Un error muy elemental, Sr. Alfonso —bromeo.
Sonríe.
—Ah, señorita Chaves, soy sólo un tonto mortal. Tu turno, creo. —Agita su mano hacia la mesa.
—No estás tratando de perder, ¿verdad?
—Oh, no. Por lo que tengo en mente como premio, quiero ganar, Paula. —Se encoge de hombros con indiferencia—. Pero entonces, siempre quiero ganar.
Entrecierro mis ojos hacia él. En ese justo momento... Estoy muy contenta de estar usando mi blusa azul, que es agradablemente de corte bajo. Acecho alrededor de la mesa, inclinándome bajo en cada oportunidad disponible, dándole a Pedro un vistazo de mi trasero y mí escote cada vez que puedo. Dos pueden jugar ese juego.
Le echo un vistazo.
—Sé lo que estás haciendo —susurra, sus ojos oscuros.
Inclino mi cabeza coquetamente hacia un lado, suavemente acariciando mi taco, moviendo mi mano hacia arriba y hacia abajo lentamente.
—Oh. Sólo estoy decidiendo dónde hacer mi siguiente tiro —murmuro distraídamente.
Inclinándome del todo, golpeó la de color naranja con franja hacia una mejor posición. Luego me paro directamente frente a Pedro y tomo el resto de debajo de la mesa. Alineo el siguiente tiro, inclinándome justo sobre la mesa.
Escucho la aguda inhalación de Pedro, y, por supuesto, fallo. Mierda.
Él viene a pararse detrás de mí mientras yo aún estoy inclinada sobre la mesa y coloca su mano en mi trasero. Mmm...
—¿Estás moviendo esto alrededor para burlarte de mí, señorita Chaves? —Y me golpea, con fuerza.
Jadeo.
—Sí —murmuro, porque es verdad.
—Ten cuidado con lo que deseas, nena.
Froto mi trasero mientras se pasea hacia el otro extremo de la mesa, se inclina, y hace su tiro. Por Dios, podría mirarlo todo el día. Golpea la bola roja, y se mete en el agujero lateral izquierdo. Él apunta a la amarilla, hacia la parte superior derecha,y justo falla. Sonrío.
—Sala Roja aquí vamos —me burlo de él.
Simplemente levanta una ceja y me indica que continúe.
Trabajo rápidamente con la de la franja verde y por un golpe de suerte, logro tirar abajo la de la banda naranja final.
—Nombra tu agujero —murmura Pedro, y es como si estuviera hablando de otra cosa, algo oscuro y grosero.
—Arriba a la izquierda. —Tomo objetivo sobre la negra, la golpeó, pero fallo. La eludo ampliamente. Maldita sea.
Pedro sonríe con una sonrisa maliciosa mientras se inclina sobre la mesa y se encarga de sus dos bolas restantes.
Estoy casi jadeando, mirándolo, su cuerpo flexible se extiende sobre la mesa. Se pone de pie y atiza su taco, sus ojos ardiendo dentro de mí.
—Si yo gano...
Oh, ¿sí?
—Te voy a dar unas palmadas en el trasero, luego te follaré sobre la mesa de billar.
Mierda. Todos los músculos al sur de mi ombligo se aprietan duro.
—Arriba a la derecha —murmura, señalando a la negra, y se inclina para hacer el tiro.
Me encanta este Pedro distendido y divino con Paula. Geniales los 5 caps.
ResponderEliminarGeniales los 5 capítulos! Me encantan así tan relajados!
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