miércoles, 18 de febrero de 2015

CAPITULO 152




—¡Oh, no! —dice de repente Lourdes.


Todas las miradas se vuelven hacia ella.


—Miren —dice, señalando la ventana. Afuera, ha comenzado a llover a cántaros. Estamos sentados alrededor de la mesa de madera oscura en la cocina después de haber consumido un festín italiano de antipasto mixto,preparado por la Sra. Bentley, y una botella o dos de Frascati. Estoy repleta y un poco aturdida por el alcohol.


—Ahí va nuestra caminata —murmura Gustavo, sonando vagamente aliviado.


Lourdes le frunce el ceño. Definitivamente algo les sucede. Se han relajado con todos nosotros, pero no entre sí.


—Podríamos ir a la ciudad —dice Malena de repente. Ethan le sonríe.


—Clima perfecto para pescar —sugiere Pedro.


—Iré a pescar —dice Lucas.


—Dividámonos —Malena aplaude—. Las chicas, de compras… los chicos,cosas aburridas al aire libre.


Echo un vistazo a Lourdes, quien observa a Malena indulgentemente. ¿Pescar o de compras? Por Dios, qué decisión.


—Paula, ¿qué quieres hacer? —pregunta Pedro.


—No me importa —miento.


Lourdes encuentra mi mirada y articula la palabra "de compras". 


Quizás quiera hablar.


—Pero estoy más que feliz con ir de compras. —Le sonrío irónicamente a Lourdes y a Malena. Pedro sonríe. Sabe que odio ir de compras.


—Puedo quedarme aquí contigo, si quieres —murmura, y algo oscuro se despliega en mi vientre ante su tono.


—No, ve a pescar —respondo. Pedro necesita tiempo de chicos.


—Suena como un plan —dice Lourdes, levantándose de la mesa.


—Taylor las acompañará —dice Pedro y es un hecho… no está abierto a discusión.


—No necesitamos niñera —contesta Lourdes sin rodeos, directa como siempre.


Pongo mi mano sobre el brazo de Lourdes.


—Lourdes, Taylor debería de venir.


Ella frunce el ceño, luego se encoge de hombros, y por primera vez en su vida detiene su lengua.


Sonrío tímidamente a Pedro. Su expresión se mantiene impasible. Oh, espero que no esté enfadado con Lourdes.


Gustavo frunce el ceño.


—Necesito recoger una batería para mi reloj en la ciudad. —Echa un rápido vistazo a Lourdes, y veo su ligero rubor. Ella no lo nota porque está ignorándolo deliberadamente.


—Toma el Audi, Gustavo. Cuando vuelvas podemos ir a pescar —dice Pedro.


—Sí —murmura Gustavo, pero parece distraído—. Buen plan.




*****


—Vamos —Tomando mi mano, Malena me arrastra dentro de una tienda de diseñador que es todo seda rosa y falsos muebles rústicos franceses. Lourdes nos sigue mientras Taylor espera afuera, refugiándose de la lluvia bajo el toldo. 


Aretha está cantando "Say A Little Prayer" en el sistema de sonido de la tienda. Me encanta esta canción. Debería ponerla en el iPod de Pedro.


—Éste te estará maravilloso, Paula. —Malena sostiene un trozo de tela plateada—. Toma, pruébatelo.


—Um... es un poco corto.


—Te verás fantástica en él. A Pedro le encantará.


—¿Tú crees?


Malena me sonríe brillantemente.


—Paula, tienes unas piernas para morirse, y si vamos a una discoteca esta noche —dice sonriendo, percibiendo una presa fácil—, te verás sexy para tu esposo.


Le pestañeo, ligeramente sorprendida. ¿Vamos a ir a una discoteca? Yo no hago eso.


Lourdes se ríe de mi expresión. Parece más relajada ahora que está lejos de Gustavo.


—Deberíamos hacer unos movimientos —dice ella.


—Ve a probártelo —ordena Malena, y de mala gana me dirijo hacia el cambiador.





*****



Mientras espero a que Lourdes y Malena salgan de sus cambiadores, me paseo hacia la ventana de la tienda y miro hacia afuera, sin ver, al otro lado de la calle principal. La recopilación de música soul sigue: Dionne Warwick está cantando "Walk On By". Otra gran canción; una de las favoritas de mi madre. Miro El Vestido en mi mano. Vestido que quizá sea una exageración. No tiene espalda y es muy corto, pero Malena lo ha declarado el ganador, perfecto para bailar toda la noche. Al parecer, también necesito zapatos, y un gran y grueso collar, que buscaremos después. 


Poniendo los ojos en blanco, reflexiono una vez más en lo afortunada que soy de tener a Caroline Acton, mi propia compradora personal. 


A través de la ventana de la tienda me distrae el avistamiento de Gustavo. Ha aparecido del otro lado de la arbolada calle principal, saliendo de un gran Audi. Se sumerge en una tienda como para escabullirse de la lluvia. 


Luce como una joyería... quizás esté buscando esa batería de reloj. Emerge unos minutos más tarde y no lo hace solo; lo hace con una mujer.


¡Mierda! ¡Está hablando con Georgina! ¿Qué demonios hace ella aquí?


Mientras observo, se abrazan brevemente y ella inclina la cabeza hacia atrás, riendo animadamente de algo que él dice. Él la besa en la mejilla y luego corre hacia el coche que lo espera. Ella se vuelve y camina por la calle, y la miro boquiabierta. ¿Qué fue eso? Me vuelvo ansiosamente hacia los cambiadores, pero todavía no hay señal de Lourdes o Malena.


Echo un vistazo a Taylor, quien está esperando afuera de la tienda. Él atrapa mi mirada y luego se encoge de hombros. 


También ha sido testigo del pequeño encuentro de Gustavo. 


Me sonrojo, avergonzada de haber sido atrapada espiando. 


Volviéndome, Malena y Lourdes aparecen, ambas riendo. 


Lourdes me mira con curiosidad.


—¿Qué sucede, Paula? —pregunta—. ¿Has cambiado de opinión acerca del vestido? Te estás sensacional con él.


—Um, no.


—¿Estás bien? —Los ojos de Lourdes se agrandan.


—Estoy bien. ¿Pagamos? —Me dirijo a la caja uniéndome a Malena quien ha elegido dos faldas.


—Buenas tardes, señora. —La joven asistente de ventas, que tiene más brillo recubriendo sus labios de lo que yo haya visto en un lugar, me sonríe—. Serían ochocientos cincuenta dólares.


¿Qué? ¡Por este pedazo de tela! Parpadeo y humildemente le entrego mi Amex negra.


—Sra. Alfonso —ronronea la Srta. Brillo Labial.


Sigo aturdida a Lourdes y Malena por las próximas dos horas, peleando conmigo misma. ¿Debería contarle a Lourdes? 


Mi subconsciente sacude firmemente la cabeza. Sí, debería contarle. No, no debería. Podría haber sido sólo una reunión inocente. Mierda. ¿Qué debería hacer?


—Bueno, ¿te gustan los zapatos, Paula? —Malena tiene los puños en las caderas.


—Um... sí, seguro.


Termino con un par de zapatos Manolo Blahnik increíblemente altos con tiras que parecen estar hechas de espejos. Combinan perfectamente con el vestido y acaban de costarle a Pedro más de mil dólares. Soy más afortunada con la larga cadena de plata que Lourdes insiste en que compre; es una ganga de ochenta y cuatro dólares.


—¿Acostumbrándote a tener dinero? —pregunta Lourdes sin mala intención mientras regresamos al coche. Malena se ha adelantado a los saltos.


—Sabes que ésta no soy yo,Lourdes. Estoy un poco incómoda con todo esto.Pero estoy bien informada de que es parte del paquete. —Frunzo los labios, y ella pone su brazo alrededor de mí.


—Te acostumbrarás, Paula —dice con compasión—. Te verás muy bien.


—Lourdes, ¿cómo están Gustavo y tú? —pregunto.


Sus grandes ojos azules se fijan en los míos.


Oh, no.


Ella sacude la cabeza.


—No quiero hablar de eso ahora. —Asiente en dirección a Malena—. Pero las cosas están… —No termina la frase.


Ésta no es mi tenaz Lourdes. Mierda. Sabía que algo estaba sucediendo. ¿Le digo lo que vi? ¿Qué es lo que vi? Gustavo y la Sta. Predadora Sexual Bien Vestida hablando, abrazándose, y ese beso en la mejilla. ¿Seguramente no son más que viejos amigos? No, no se lo diré. No ahora. Le doy un asentimiento que dice “entiendo completamente y respetaré tu privacidad”.


Ella toma mi mano y le da un apretón agradecido, y ahí está, un rápido vistazo de pena y dolor en sus ojos que ella rápidamente reprime con un parpadeo. Siento una repentina oleada de protección por mi querida amiga. ¿A qué demonios está jugando Gustavo Mujeriego Grey?






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