Estaciona el Saab en el garaje del Escala y apaga el motor.
Repentinamente, en los confines del auto, la atmósfera entre nosotros cambia. Con anticipación descarada, le echo un vistazo, tratando de contener mi corazón palpitante. Él se vuelve hacia mí, apoyándose contra la puerta, su codo apoyado sobre el volante.
Tira de su labio inferior con sus dedos pulgar e índice. Su boca es tan distrayente.
La quiero en mí. Está mirándome fijamente, sus ojos gris oscuro. Mi boca se seca.
Él sonríe una lenta sonrisa sexy.
—Follaremos en el auto en el momento y lugar de mi elección. Justo ahora, quiero tomarte en cada superficie disponible de mi apartamento.
Es como si estuviera hablándome por debajo de la cintura… mi Diosa interna realiza cuatro arabescos y el Pas de Basque.
—Sí. —Jesús, sueno tan jadeante, desesperada.
Se inclina hacia adelante un instante. Cierro mis ojos, esperando por su beso, pensando… finalmente. Pero nada pasa. Después de un momento, abro mis ojos para encontrarlo mirándome. No puedo entender en qué está pensando, pero antes de poder decir nada, me distrae una vez más.
—Si te beso ahora no lo haremos en el apartamento. Ven.
¡Gah! ¿Este hombre podría ser un poco más frustrante? Se baja del auto.
* * *
—Entonces, ¿qué pasó con la gratificación instantánea? —murmuro mientras esperamos.
Pedro sonríe con suficiencia hacia mí.
—No es apropiada en cada situación Paula.
—¿Desde cuándo?
—Desde esta tarde.
—¿Por qué estás torturándome tanto?
—Ojo por ojo, señorita Chaves.
—¿Cómo te estoy torturando?
—Creo que lo sabes.
Miro hacia él y su expresión es difícil de leer. Quiere mi respuesta… eso es todo.
—Me gusta la gratificación retardada también —susurro, sonriendo tímidamente.
Tira de mi mano inesperadamente y de repente estoy en sus brazos. Agarra el cabello en mi nuca, tirando suavemente, así mi cabeza se inclina hacia atrás.
—¿Qué puedo hacer para que digas que sí? —pregunta fervientemente, tirándome fuera de balance una vez más.
Parpadeo hacia él… a su encantadora, seria,
desesperada expresión.
—¿Darme algo de tiempo? Por favor —murmuro. Él gime y finalmente me besa, largo y duro. Luego estamos en el ascensor, y somos todo manos, bocas, lenguas, labios, dedos y cabello. Deseo, denso y fuerte, se lanza a través de mi sangre, enturbiando toda mi razón. Me empuja contra la pared, fijándome con sus caderas, una mano en mi cabello, la otra en mi barbilla, manteniéndome en el lugar.
—Te pertenezco —susurra—. Mi destino está en tus manos Paula.
Sus palabras son intoxicantes y en mi estado sobrecalentado quiero rasgar su ropa.
Le quitó su chaqueta, y mientras el ascensor llega al apartamento, salimos atropelladamente al vestíbulo.
Pedro me inmoviliza en la pared cerca del ascensor, su chaqueta cayendo al suelo, y su mano viaja hasta mis piernas, sus labios nunca dejan los míos. Levanta mi vestido.
—Primera superficie aquí —dice en voz baja y me levanta abruptamente—. Envuelve tus piernas a mi alrededor.
Hago como me ha dicho y él se vuelve y me coloca sobre la mesa del vestíbulo, por lo que él está de pie entre mis piernas. Soy consciente de que el usual jarrón de flores no está. ¿Huh? Alcanzando el bolsillo de sus pantalones, pesca un paquete de papel aluminio y me lo tiende, deshaciendo su bragueta.
—¿Sabes cuánto me enciendes?
—¿Qué? —jadeo—. No… yo…
—Bueno, lo haces —murmura—. Todo el tiempo. —Agarra el paquete de papel de aluminio de mis manos. Oh, esto es tan rápido, pero después de todo sus tentadoras burlas, lo deseo con urgencia… justo ahora. Él mira abajo hacia mí
mientras rueda el preservativo, luego pone sus manos bajo mis muslos, desplegando mis piernas más amplias.
Posicionándose, se detiene.
—Mantén tus ojos abiertos. Quiero verte —susurra y levantando mis dos manos con las suyas, se hunde lentamente dentro de mí.
Lo intento, realmente lo hago, pero la sensación es tan exquisita. Lo que he estado esperando después de todas sus burlas. Oh, la plenitud, este sentimiento… gimo y
arqueo mi espalda en la mesa.
—¡Abiertos! —gruñe, apretando sus manos en las mías e impulsándose tan bruscamente dentro de mí que grito.
Parpadeo mis ojos abiertos, y él me mira fijamente hacia abajo con los ojos muy abiertos. Lentamente se retira luego se clava en mí una vez más, su boca aflojándose y luego formando un Ah… pero él no dice nada. Viendo su excitación, su reacción hacia mí… me ilumino dentro, mi sangre abrasando a través de mis venas. Sus ojos grises queman en los míos. Reanuda el ritmo y me deleito en él, en la gloria, viéndolo, viéndome —su pasión, su amor— mientras nos venimos, juntos.
Grito mientras exploto a su alrededor, y Pedro sigue.
—¡Sí Paula! —llora. Colapsa sobre mí, liberando mis manos y descansando su cabeza sobre mi pecho. Mis piernas todavía están envueltas a su alrededor y bajo los pacientes, maternales ojos de las pinturas de Madonna, acuno su cabeza contra mí y lucho por recuperar el aliento.
Él levanta su cabeza para mirarme.
—No he terminado contigo todavía —murmura e inclinándose hacia arriba, me besa
* * *
Pedro traza sus dedos arriba y debajo de mi espalda.
—¿Satisfecha señorita Chaves?
Murmuro mi asentimiento. No me queda ninguna energía para hablar.
Levantando mi cabeza, giro mis ojos desenfocados hacia él y me deleito en su cálida, cariñosa mirada. Muy deliberadamente, oriento mi cabeza hacia abajo por lo que sabe que voy a besar su pecho.
Se tensa momentáneamente y planto un suave beso en el vello de su pecho, respirando su único aroma a Pedro, mezclado con sudor y sexo. Es embriagador. Rueda de lado por lo que estoy yaciendo bajo él y mira abajo hacia mí.
—¿El sexo es así para todos? Me sorprende que alguien incluso salga — murmuro, sintiendo repentinamente timidez.
Él sonríe.
—No puedo hablar por todos, pero es bastante malditamente especial contigo Paula. —Se inclina y me besa.
—Eso es porque usted es malditamente especial Sr. Alfonso. —Estoy de acuerdo, sonriendo hacia él y acariciando su rostro. Parpadea hacia mí desconcertado.
—Es tarde. A dormir —dice. Me besa, luego se acuesta y me hala hacia él por lo que estamos abrazados de lado en la cama.
—No te gustan los cumplidos.
—Ve a dormir Paula.
Hum… pero él es bastante malditamente especial. Jesús… ¿Por qué no se da cuenta de eso?
—Me encantó la casa —murmuro.
Él no dice nada por un momento, pero siento su sonrisa.
—Te amo. Ve a dormir. —Acaricia mi cabello y derivo en un sueño, segura en sus brazos, soñando con puestas de sol, puertas francesas y amplias escaleras… y un pequeño niño de cabello cobrizo corriendo a través de una pradera, alegre y riéndose tontamente mientras lo persigo.
* * *
Abro los ojos y es de mañana. Giro para encararlo, pero él está levantado, vestido, fresco y delicioso, inclinándose sobre mí.
—¿Qué hora es? —Oh no… no quiero llegar tarde.
—No entres en pánico. Tengo un desayuno de trabajo. —Él frota su nariz contra la mía.
—Hueles bien —murmuro, estirándome debajo de él, mis extremidades agradablemente tensas y rechinantes de todas nuestras hazañas de ayer. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello—. No vayas.
Él ladea su cabeza a un lado y enarca una ceja.
—Señorita Chaves… ¿estás tratando de mantener a un hombre de un honesto día de trabajo?
Asiento adormilada hacia él y sonríe su nueva sonrisa tímida.
—Tan tentadora como eres, tengo que ir. —Me besa y se pone de pie. Está usando un traje azul marino oscuro realmente marcado, camisa blanca y corbata azul marino y parece cada centímetro el Gerente General… el ardiente Gerente General.
—Nos vemos nena —murmura y está fuera.
Echando un vistazo al reloj noto que ya son las siete… debo haber dormido a durante toda la alarma. Bueno, tiempo de levantarse.
* * *
En el vestidor, me pongo un vestido ajustado rojo oscuro con escote cuadrado, un corte bastante bajo. Sí, esto para el trabajo.
Ahora, para el regalo de Pedro. Empiezo hurgando entre sus cajones, buscando sus corbatas. En el cajón de abajo encuentro esos desteñidos vaqueros rasgados, los que usa en la sala de juego… en los que se ve tan ardiente. Los acaricio suavemente, usando toda mi mano. Oh mi… el material es tan suave.
Debajo de ellos, encuentro una caja de cartón grande, negra y plana. Despierta mi interés inmediatamente. ¿Qué hay ahí? La miro fijamente, sintiendo que estoy invadiendo nuevamente. Sacándola, la agito. Es pesada, como si guardara documentos o manuscritos. No puedo resistir, abro la tapa… y rápidamente la cierro otra vez. Joder… fotografías de la Habitación Roja. El impacto me hace
sentarme en mis talones mientras trato de limpiar la imagen de mi cerebro. ¿Por qué abrí la caja? ¿Por qué él las ha mantenido?
Me encojo. Mi subconsciente me frunce el ceño… esto es antes de ti. Olvídalas.
Ella tiene razón. Poniéndome de pie noto que sus corbatas están colgando al final de su riel de ropa. Encuentro mi favorita y salgo rápidamente.
Trato de decirme a mí misma que esas fotos son AP… Antes de Paula. Mi subconsciente asiente con aprobación, pero es con un corazón más pesado que me dirijo hacia la habitación principal para desayunar.
La Sra. Jones me sonríe cálidamente y entonces frunce el ceño.
—¿Todo está bien Paula? —pregunta amablemente.
—Sí —murmuro, distraída—. ¿Tienes una llave para la… um, sala de juegos?
Ella hace una pausa momentáneamente, sorprendida.
—Sí, por supuesto. —Ella desengancha un pequeño manojo de llaves de su cinturón—. ¿Qué te gustaría para desayunar querida? —pregunta mientras me tiende las llaves.
—Solo granola. No demoraré mucho.
Me siento más ambivalente sobre este regalo ahora pero solo desde el descubrimiento de esas fotografías. Nada ha cambiado, mi subconsciente me ladra otra vez, mirándome sobre sus gafas aladas de media luna. Esa foto era ardiente, mi Diosa interior contribuye, y mentalmente le frunzo el ceño. Sí lo era… demasiado ardiente para mí.
¿Qué otra cosa tiene escondida? Rápidamente hurgo a través del cofre museo, tomo lo que necesito y bloqueo la puerta de la sala de juegos detrás de mí. ¡Qué no
haría José para descubrir esto!
Le tiendo las llaves de vuelta a la Sra. Jones y me siento para devorar mi desayuno, sintiendo extraño que Pedro esté ausente. Las imágenes de las fotografías danzan inoportunas alrededor de mi mente. Me pregunto ¿Quién fue? ¿Lorena quizás?
* * *
probablemente estaba en lo correcto.
* * *
Mientras me siento en mi escritorio, mi BlackBerry vibra.
De: Pedro AlfonsoAsunto: Superficies
Fecha: Junio 17, 2014 8:59
Para: Paula Chaves
Calculo que hay al menos treinta superficies que ver. Estoy viendo todos y cada uno de ellos. Luego están los pisos, las paredes, y no hay que olvidar el balcón.
Después de eso está mi oficina…
Te extraño. X
Pedro Alfonso
Priápico Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Su e-mail me hace sonreír, y todas mis reservas anteriores se evaporan. Soy yo a quien quiere ahora, y las memorias de las aventuras sexuales de anoche inundan mi mente… el elevador, el vestíbulo, la cama. Priápico es correcto. ¿Me pregunto cuál será su equivalente femenino?
De: Paula Chaves
Asunto: ¿Romance?
Fecha: Junio 17, 2014 9:03
Para: Pedro Alfonso
Sr. Alfonso tiene una mente de un solo camino.
Te extrañe en el desayuno.
Pero la Sra. Jones fue muy complaciente.
Px
De: Pedro Alfonso
Asunto: Intrigado
Fecha: Junio 17, 2014 9:07
Para: Paula Chaves
¿En que fue complaciente la Sra. Jones?
¿Qué está tramando señorita Chaves?
Pedro Alfonso
Curioso Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
¿Cómo sabe?
De: Paula Chaves
Asunto: Tocando nariz
Fecha: Junio 17, 2014 9:10
Para: Pedro Alfonso
Espera y veras, es una sorpresa.
Necesito trabajar… déjame ser.
Te amo.
P x
De: Pedro Alfonso
Asunto: Frustrado
Fecha: Junio 17, 2014 9:12
Para: Paula Chaves
Odio cuando me ocultas cosas.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Observo la pequeña pantalla de mi BlackBerry. La vehemencia implícita en su email me toma por sorpresa. ¿Por qué se siente así? No es como que estoy escondiendo eróticas fotografías de mis ex´s.
De:Paula Chaves
Asunto: Complaciéndote
Fecha: Junio 17, 2014 9:14
Para: Pedro Alfonso
Es para tu cumpleaños.
Otra sorpresa.
No seas tan petulante.
P x
No contesta inmediatamente, y me llaman a una reunión así que no puedo pensar en ello por mucho tiempo.
Cuando vuelvo a revisar mi BlackBerry, para mi horror son las cuatro de la tarde.
¿A dónde se fue todo el día? Aún no tengo un mensaje de Pedro. Decido volver a mandarle un e-mail.
De:Paula Chaves
Asunto: Hola
Fecha: Junio 17, 2014 16:03
Para: Pedro Alfonso
¿Ahora no me hablas?
No se te olvide que voy a ir por una bebida con José, y que él se va a quedar con nosotros esta noche.
Por favor vuelve a pensar en unírtenos.
P x.
No contesta, y tengo un mal presentimiento. Espero que este bien. Cuando le marco a su celular, contesta el correo de voz. La grabación sólo dice:Alfonso, deje un mensaje en su tono más cortante.
—Hola… um… soy yo. Paula. ¿Estás bien? Llámame —tartamudeé mi mensaje.
Nunca antes le había tenido que dejar uno. ¡Por supuesto que va a saber que eres tú, idiota! Mi subconsciente rodo los ojos. Estoy tentada a llamar a su AP Andrea pero decido que es demasiado paranoico. De mala gana continúo trabajando.
* * *
¡Pedro! Pero no, es Lourdes, ¡mi mejor amiga al fin!
—¡Paula! —grita desde donde sea que este.
—¡Lourdes! ¿Estás de regreso? Te extrañe.
—Yo también. Tengo mucho que contarte. Estamos en el Sea-Tac, yo y mi hombre. —Se ríe de una forma tan anti-Lourdes.
—Genial. Yo también tengo mucho que contarte.
—¿Nos vemos en el departamento?
—Voy a ir por una bebida con José. ¿Te nos unes?
—¿José está en la ciudad? ¡Seguro! Mándame un mensaje con el lugar.
—Está bien —contesto. Mi mejor amiga está en casa.
¡Después de todo este tiempo!
—¿Estás bien, Paula?
—Sí, estoy bien.
—¿Sigues con Pedro?
—Sí.
—Bien. ¡Hasta luego!
Oh, no ella también. La influencia de Gustavo no tiene límites.
—Sí, hasta luego, nena. —Me río y cuelgo.
Wow. Lourdes está en casa. ¿Cómo le voy a decir todo lo que ha pasado? Debería escribirlo para que no se me olvide nada.
* * *
¿Pedro? No, es Carola.
—Deberías ver al tipo preguntando por ti en recepción. ¿Cómo es que llegas a conocer a todos estos sexis muchachos Paula?
José debió de haber llegado. Volteo al reloj, son las cinco cincuenta y cinco, y un pequeño estremecimiento de emoción me atraviesa. No lo he visto en años.
—¡Paula, wow! Te ves muy bien. Tan madura. —Me sonríe.
Solo porque estoy usando un vestido sofisticado… ¡Jesús!
Me abraza fuertemente.
—Y alta —murmura en asombro.
—Sólo son los zapatos, José. Tu tampoco te ves mal.
Está usando jeans, una camisa negra y una camiseta de franela de cuadros blancos y negros.
—Voy por mis cosas y nos podemos ir.
—Bien. Esperare aquí.
* * *
—¿Te parece bien el lugar de Pedro?
—Si. No he entrado. Sólo deje las fotos al servicio de elevador. Un tipo llamado Taylor las recogió. Parece un lugar tranquilo.
—Lo es. Deberías de ver el interior.
—No puedo esperar. Salud, Paula. Seattle te favorece.
Me sonrojo cuando chocamos las botellas. Es Pedro el que me favorece.
—Salud. Cuéntame de tu espectáculo y cómo te fue.
Me cuenta la historia. De todas sus fotos vendió tres, que se ocuparon para el préstamo de sus estudios y le dejaron algo de efectivo para gastar.
—Y estoy comisionado para capturar paisajes para la Autoridad Turística de Portland. ¿Genial, no? —Termina orgullosamente.
—Oh José, eso es maravilloso. ¿Y no interfiere con tus estudios verdad? —Le frunzo el ceño.
—Nah. Ahora que ustedes se han ido y tres de los chicos con los que solía salir, tengo más tiempo.
—¿Ninguna chica caliente que te mantenga ocupado? La última vez que te vi, tenias media docena de mujeres colgando con cada palabra. —Le arqueé una ceja.
—Nah, Paula. Ninguna de ellas es mujer suficiente para mí. —Es todo un hombre.
—Oh, seguro. José Rodríguez un Casanova. —Me río.
—Hey. Tengo mis momentos, Chaves. —Luce algo herido y me siento escarmentada.
—Seguro. —Lo aliento.
—Así que, ¿cómo ha estado Alfonso? —pregunta, su tono cambia, mas frío.
—Está bien. Estamos bien —murmuro.
—Serios, ¿te refieres?
—Sí. Serios.
—¿No es un poco grande para ti?
—Oh José. Tú sabes lo que dice mi mamá… nací vieja.
La boca de José se tuerce con ironía.
—¿Cómo está tu mamá? —Y así, estamos fuera de la zona de peligro.
—¡Paula!
Me volteo y ahí está Luordes y Lucas. Ella se ver hermosa: bronceada, cabello dorado rosáceo, piel dorada, y una radiante sonrisa blanca, y tan en forma en su blusón
blanco y pantalones ajustados blancos. Todos los ojos están en Lourdes. Salto de mi asiento y le doy un abrazo.
¡Oh como extrañé a esta mujer!
Me empuja lejos de ella y me sostiene a la distancia de nuestros brazos, examinándome. Me sonrojo debajo de su intensa mirada.
—Has perdido peso. Mucho peso. Y te ves diferente. Madura. ¿Qué ha pasado? — dice, como mamá gallina, preocupada y mandona—. Me gusta tu vestido, te queda.
—Ha pasado tanto desde que te fuiste. Te digo luego cuando estemos en casa. — No estoy lista para la Inquisición Lourdes Kavanagh.
Me mira sospechosamente.
—¿Estás bien? —pregunta amablemente.
—Sí. —Sonrió, aunque estaría más feliz si supiera dónde esta Pedro.
—Bien.
—Hola, Lucas. —Le sonrió, y me da un abrazo rápido.
—Hola, Paula —susurra en mi oreja.
José le frunce el ceño.
—¿Cómo estuvo el almuerzo con Malena? —le preguntó a Lucas.
—Interesante —dice crípticamente.
¿Oh?
—Lucas, ¿conoces a José?
—Lo conocí una vez —murmura José, evaluándolo mientras se saludan.
—Sí, en casa de Lourdes en Vancouver —dice Lucas, sonriéndole a José—. Seguro.¿Quien quiere una bebida?
* * *
—¿Qué pasa, Paula? —pregunta José mientras regreso a la mesa.
—No puedo localizar a Pedro. Espero que este bien.
—Va a estar bien. ¿Otra cerveza?
—Seguro.
Lourdes se atraviesa en la mesa.
—¿Lucas dijo que una loca ex-novia estuvo en el departamento con una pistola?
—Pues… sí. —Me encojo disculpándome. Oh Jesús.
¿Tenemos que hacer esto ahora?
—Paula, ¿qué demonios ha estado pasando? —Lourdes se detiene abruptamente y checa su teléfono.
—Hola, nene —dice cuando contesta. ¡Nene! Frunce el ceño y voltea a verme—. Seguro —dice y voltea a verme—. Es Gustavo… quiere hablar contigo.
—Paula. —La voz de Gustavo es fría y tranquila, mi cuero cabelludo se levanta.
—¿Qué está mal?
—Es Pedro. No ha llegado de Portland.
—¿Qué? ¿A qué te refieres?
—Su helicóptero está perdido.
—¿Charlie Tango? —susurro mientras todo el aire abandona mi cuerpo—. ¡No!
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