Pedro está acariciando mi cuello mientras me despierto lentamente.
—Buenos días, nena —susurra y pellizca el lóbulo de mi oreja. Mis ojos revolotean abriendo y cerrando de nuevo rápidamente. La brillante luz de principios de la mañana inunda el piso del cuarto, y su mano está acariciando suavemente mi pecho, burlándose gentilmente de mí.
Bajando agarra mi cadera mientras se encuentra detrás de mí, sosteniéndome cerca.
Me tiendo a su lado, disfrutando de su toque, y siento su erección contra mi trasero. Oh mi… Una llamada a despertar de Pedro Alfonso.
—Estás contento de verme —murmuro dormida, retorciéndome sugestivamente en contra de él. Siento su sonrisa contra mi mandíbula.
—Estoy muy contento de verte —dice mientras pasa su mano sobre mi estómago y baja hasta tomar mi sexo y explorarlo con los dedos—. Hay claras ventajas por despertar tu lado, señorita Chaves —bromea y suavemente me tira rodando por lo que estoy yaciendo sobre mi espalda.
—¿Duermes bien? —pregunta mientras sus dedos siguen su sensual tortura. Está sonriendo hacia mí, con su deslumbrante, sonrisa de caer muerta ante sus perfectos
dientes de modelo todo americano. Me quita el aliento.
Mis caderas empiezan a balancearse al ritmo de la danza que sus dedos han comenzado. Él me besa castamente en los labios y luego se mueve hacia abajo a mi cuello, mordiendo poco a poco, besando y chupando a medida que avanza. Gimo.
Es gentil y su tacto es ligero y celestial. Sus intrépidos dedos se mueven hacia abajo, y poco a poco facilita uno dentro de mí, silbando en voz baja con admiración.
—Oh, Paula —murmura con reverencia en contra de mi garganta—. Siempre estás lista. —Mueve el dedo a tiempo con sus besos mientras sus labios, viajan tranquilamente a través de mi clavícula y luego hacia abajo a mi pecho.
Atormenta primero uno, luego el otro pezón con dientes y labios, pero, oh-tan-suavemente y ellos se contraen y alargan en dulce respuesta.
Gimo.
—Hmm —gruñe suavemente y levanta la cabeza para darme una ardiente mirada de sus ojos grises—. Te quiero ahora. —Él se acerca a la mesa de noche. Se desplaza por encima de mí, teniendo su peso sobre los codos, y frota su nariz a lo largo de la mía mientras separa mis piernas con las suyas. Se arrodilla y desgarra el paquete de aluminio.
—No puedo esperar hasta el sábado —dice, con los ojos brillando de alegría salaz.
—¿Tu fiesta? —jadeo.
—No. Puedo dejar de usar estos hijos de puta.
—Acertadamente llamados. —Doy una risita.
Me sonríe mientras saca el condón.
—¿Te estás riendo, señorita Chaves?
—No. —Trato de no estirar la cara.
—Ahora no es el momento para reír. —Sacude la cabeza con amonestación y su voz es baja, dura, pero su expresión —santo cielo— es glacial y volcánica a la vez.
Mi respiración está atrapada en mi garganta.
—Pensé que te gustaba cuando me reía —susurro con voz ronca, con mirada perdida en las oscuras profundidades de sus tormentosos ojos.
—Ahora no. Hay un tiempo y un lugar para reír. Este no lo es. Tengo que detenerte, y creo que sé cómo hacerlo —dice ominosamente, y su cuerpo cubre el mío.
***
—¿Qué te gustaría para el desayuno, Paula?
—Tomaré sólo un poco de granola. Gracias, señora Jones.
Me ruborizo mientras tomo mi lugar en la barra del desayuno al lado de Pedro.
La última vez que puse los ojos en la muy formal y correcta señora Jones, estaba siendo arrastrada sin miramientos a la habitación por encima del hombro de Pedro.
—Te ves adorable —dice Pedro en voz baja. Estoy usando mi falda de tubo de color gris y una blusa de seda gris de nuevo.
—Al igual que tú. —Le sonrío tímidamente. Lleva una camisa azul claro y jeans, y se ve bien y fresco y perfecto, como siempre.
—Tenemos que comprarte algunas faldas más —dice con total naturalidad—. De hecho, me encantaría llevarte de compras.
Hmm… compras. No me gusta ir de compras. Sin embargo, con Pedro, tal vez no sea tan malo. Me decido por la distracción como la mejor forma de defensa.
—Me pregunto, ¿qué pasara hoy en el trabajo?
—Van a tener que reemplazar a esa imbécil desaseado. —Pedro frunce el ceño, frunciéndolo como si estuviera solo interviniendo en algo extraordinariamente desagradable.
—Espero que tomen a una mujer como mi nuevo jefe.
—¿Por qué?
—Bueno, tienes menor probabilidad de oponerte a que me vaya con ella. —Me burlo de él.
Sus labios tiemblan y comienza con su omelet.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunto.
—Tú lo eres. Come tu granola, todo eso, si eso es todo lo que estás tomando.
Mandón como siempre. Frunzo mis labios hacía él, hincando el diente.
* * *
—Un lugar extraño —murmuro. Pero estoy encantada con cada pequeño detalle, prácticamente rebotando como un niño pequeño en el cómodo asiento de cuero.
Pedro finalmente va a dejarme conducir mi auto.
Me mira con frialdad, aunque sus ojos brillan con humor.
—Estás muy emocionada acerca de esto, ¿no? —murmura divertido.
Asiento con la cabeza, sonriendo como una tonta.
—Sólo huele ese olor a auto nuevo. Esto es aún mejor que el Especial Sumiso…uhm, el A3 —añado rápidamente, sonrojándome.
La boca de Pedro se tuerce.
—Especial Sumiso, ¿eh? Tienes una habilidad con las palabras, señorita Chaves —Se inclina hacia atrás con una mirada de desaprobación de imitación, pero no me puede engañar. Sé que él está disfrutando.
—Bueno, vamos. —Agita su mano de dedos largos hacia la entrada del garaje.
Aplaudo con mis manos, arranco el auto y el motor ronronea a la vida. Poniendo la palanca de cambios en conducir, retiro el pie del freno y el Saab se mueve suavemente hacia delante. Taylor pone en marcha el Audi detrás de nosotros y una vez que las barreras del garaje se levantan, nos sigue fuera de Escala a la calle.
—¿Podemos encender la radio? —pregunto a la espera de la primera señal de alto.
—Quiero que te concentres —dice bruscamente.
—Pedro, por favor, puedo conducir con música. —Ruedo los ojos. Frunce el ceño por un momento y luego alcanza la radio.
—Puedes reproducir tu iPod y discos mp3, así como CDs en esto —murmura.
Los dulces tonos demasiado fuertes de The Police de repente llenan el coche.
Pedro baja la música. Hmm…
—Rey del Dolor.
—Tu himno. —me burlo de él, entonces inmediatamente me arrepiento cuando su boca se aprieta en una delgada línea. Oh, no—. Tengo este álbum, en algún lugar.—Sigo a toda prisa para distraerlo. Hmm… en algún lugar del apartamento en el que he pasado muy poco tiempo.
Me pregunto cómo está Lucas. Debo tratar de llamarlo hoy.
No voy a tener mucho que ver en el trabajo.
La ansiedad florece en mi estómago. ¿Qué pasará cuando llegue a la oficina?
¿Todos sabrán acerca de Jeronimo? ¿Cada uno sabrá de la participación de Pedro? ¿Todavía tendré trabajo? Joder, si no tengo trabajo, ¿qué voy a hacer?
¡Casarte con el multimillonario, Paula! Mi subconsciente tiene su cara sarcástica encendida. Ignoro a la voraz perra.
—Oye, Señorita Boca Inteligente. Vuelve. —Pedro me arrastra al aquí y ahora mientras me deslizo al siguiente semáforo—. Estás muy distraída. Concéntrate, Paula —me regaña—. Los accidentes ocurren cuando uno no se concentra.
¡Oh por el amor de Dios!, y de repente soy catapultada en el tiempo a cuando Reinaldo me estaba enseñando a conducir. Yo no necesito otro padre. Un marido, tal vez, un marido perverso. Hmm.
—Sólo estoy pensando en el trabajo.
—Nena, estarás bien. Confía en mí. —Pedro sonríe.
—Por favor, no interfieras, quiero hacer esto por mi cuenta. Pedro, por favor. Es importante para mí —le digo con el mayor cuidado que puedo. No quiero discutir.
Su boca se pone una vez más en una línea obstinada dura, y creo que me va a regañar otra vez.
Oh, no.
—No vamos a discutir, Pedro. Hemos tenido una mañana maravillosa. Y anoche fue… —Me fallan las palabras, anoche fue—: El cielo.
Él no dice nada. Miro hacia él y sus ojos están cerrados.
—Sí. El cielo —dice en voz baja—. Yo quería decir lo que dije.
—¿Qué?
—No quiero dejarte ir.
—No quiero irme.
Sonríe y es esta nueva, sonrisa tímida que disuelve todo a su paso. Chico, es poderosa.
—Bien —dice simplemente, y se relaja visiblemente.
Conduzco en el estacionamiento a media cuadra de AIPS.
—Te acompañaré al trabajo. Taylor me va a llevar a partir de ahí —ofrece Pedro. Bajo del auto, limitada por la falda de tubo, mientras que Pedro sube con gracia, a gusto con su cuerpo o dando la impresión de alguien a gusto con su
cuerpo. Hmm… alguien que no puede tolerar que lo toquen, no puede ser eso con facilidad. Frunzo el ceño en mi pensamiento errante.
—No se te olvide que estaremos viendo a Flynn a las siete de esta tarde —dice mientras extiende la mano hacía mí.
Presiono el bloqueo de puertas a distancia y tomo su mano.
—No lo olvidaré. Voy a compilar una lista de preguntas para él.
—¿Preguntas? ¿Acerca de mí?
Asiento con la cabeza.
—Yo puedo responder a cualquier pregunta que tengas sobre mí. —Pedro se ve ofendido.
Le sonrío.
—Sí, pero quiero la cara opinión imparcial del charlatán.
Él frunce el ceño y de repente me tira en sus brazos, sosteniendo ambas manos fuertemente detrás de mi espalda.
—¿Es esto una buena idea? —dice, su voz baja y ronca. Me inclino hacia atrás para ver la ansiedad que se avecina grande y ancha en sus ojos. Desgarra mi alma.
—Si no quieres, no iré. —Lo miro, parpadeando, con ganas de acariciar la preocupación de su rostro. Tiro de una de mis manos y la libero. Le toco la mejilla con ternura, está suave por la afeitada de esta mañana.
—¿Qué te preocupa? —le pregunto, mi voz suave y tranquilizadora.
—Que te vayas.
—Pedro, cuántas veces tengo que decírtelo, no voy a ninguna parte. Ya me has contado lo peor. No voy a dejarte.
—¿Entonces por qué no me has respondido?
—¿Responderte? —murmuro falsamente.
—Sabes de qué estoy hablando, Paula.
Suspiro.
—Quiero saber que soy suficiente para ti, Pedro. Eso es todo.
—¿Y no tomarás mi palabra para ello? —dice exasperado, liberándome.
—Pedro, todo esto ha sido tan rápido. Y por tu propia admisión, eres Cincuenta Tonos de Mierda. No puedo darte lo que necesitas —murmuro—. No es sólo por mí. Pero eso me hace sentir inadecuada, especialmente viéndote con Lorena. ¿Quién puede decir que un día no te encuentras con alguien a quien le gusta hacer lo que haces? Y ¿quién puede decir que no, ya sabes… te enamoraras de ella? Alguien que se adapte mucho mejor a tus necesidades. —El pensamiento de Pedro con cualquier otra persona me pone enferma. Miro hacia abajo a mis dedos anudados.
—Conocí a varias mujeres a las que les gusta hacer lo que me gusta hacer. Ninguna de ellas me llamó la atención de la forma que lo haces. Nunca he tenido una conexión emocional con ninguna de ellas. Es sólo que jamás han sido tú, Paula
—Debido a que nunca les diste una oportunidad. Has pasado demasiado tiempo encerrado en tu fortaleza, Pedro. Mira, vamos a hablar de esto más adelante,
Tengo que ir a trabajar. Tal vez el Dr. Flynn nos pueda ofrecer su visión. —Todo esto es demasiado pesado para una discusión en un estacionamiento a las ocho y cincuenta de la mañana, y Pedro, por una vez, parece estar de acuerdo. Él asiente con la cabeza, pero sus ojos se resisten.
—Ven —ordena, tendiéndome la mano.
* * *
—Paula. —Elisa sonríe amablemente, invitándome a sentarme en una silla delante de su escritorio. Me siento y la miro a la expectativa, esperando que no pueda escuchar el latir de mi corazón. Se alisa el cabello negro y espeso, y me
observa con sus sombríos ojos, azul claro.
—Tengo una noticia muy triste.
¡Triste! Oh, no.
—Te he llamado para informarte que Jeronimo ha dejado la empresa bastante repentinamente.
Me ruborizo. Esto no es triste para mí. ¿Debería decirle que ya lo sé?
—Su salida precipitada ha dejado una vacante, y nos gustaría que la llenaras, por ahora, hasta que encontremos un sustituto.
¿Qué? Siento la sangre precipitarse de mi cabeza. ¿Yo?
—Pero, sólo he estado aquí durante una semana o así.
—Sí, Paula, lo entiendo pero Jeronimo siempre fue un defensor de tus habilidades. Tenía grandes esperanzas en ti.
Dejo de respirar. Tenía grandes esperanzas de tenerme en mi espalda, claro.
—Aquí hay una descripción detallada del trabajo. Da una buena mirada a través de él, y podemos hablar de ello más tarde.
—Pero…
—Por favor, sé que esto es repentino, pero ya te has puesto en contacto con los autores clave de Jeronimo. Tus notas de capítulo no han pasado desapercibidas por los otros coordinadores editoriales. Tienes una mente astuta, Paula. Todos pensamos que puedes hacerlo.
—Está bien. —Esto es irreal.
—Mira, piensa en ello. Mientras tanto, puedes tomar la oficina de Jeronimo.
Ella está de pie, efectivamente despidiéndome, y me tiende la mano. Yo lo agito en completo aturdimiento.
—Me alegro de que se haya ido —susurra y una mirada embrujada cruza su rostro.
Mierda. ¿Qué le hizo a ella?
De vuelta en mi escritorio, agarro mi BlackBerry y llamo a Pedro.
Él responde al segundo timbre.
—Paula. ¿Estás bien? —pregunta preocupado.
—Al parecer acaban de darme el trabajo de Jeronimo, de manera temporal —dejo escapar.
—Estás bromeando —susurra, asombrado.
—¿Tuviste algo que ver con esto? —Mi voz es más aguda de lo que debe ser.
—No, no, no en absoluto. Quiero decir, con todo respeto, Paula, sólo has estado allí por una semana o así, y yo no quiero decir eso con poca amabilidad.
—Lo sé. —Frunzo el ceño—. Al parecer, Jeronimo realmente me valoraba.
—¿Lo hizo ahora? —El tono de Pedro es helado y luego suspira—. Bueno, nena, si creen que puedes hacerlo, estoy seguro que puedes. Felicidades. Tal vez deberíamos celebrar después de que veamos a Flynn.
—Hmm. ¿Estás seguro que no tuviste nada que ver con esto?
Está un momento en silencio, y luego dice con voz amenazadoramente baja:
—¿Dudas de mí? Me enoja que lo hagas.
Trago. Chico, se enoja tan fácilmente.
—Lo siento —respiro, escarmentada.
—Si necesitas algo, házmelo saber. Voy a estar aquí. Y, ¿Paula?
—¿Qué?
—Usa tu BlackBerry —añade lacónicamente.
—Sí, Pedro.
Él no cuelga como yo esperaba, pero toma una respiración profunda.
—Lo digo en serio. Si me necesitas, estoy aquí. —Sus palabras son mucho más suaves y conciliadoras. Oh, es tan voluble… sus cambios de humor son como un metrónomo fijado en presto.
—Bien —murmuro—. Mejor me voy. Me tengo que mudar de oficina.
—Si me necesitas. Lo digo en serio —murmura.
—Lo sé, gracias, Pedro. Te amo.
Percibo su sonrisa en el otro extremo del teléfono. Le he ganado de vuelta.
—También te amo, nena. —Oh, ¿Alguna vez me cansaré de él diciéndome estas palabras?
—Hablaré contigo más tarde.
—Nos vemos, nena.
Cuelgo y echo un vistazo a la oficina de Jeronimo. Mi oficina. Santo cielo… Paula Chaves, Coordinador Editorial Interino. ¿Quién hubiera pensado? Debería pedir más dinero.
¿Qué pensaría Jeronimo si lo supiera? Me estremezco ante el pensamiento y me pregunto ociosamente cómo ha pasado la mañana, no en Nueva York como él esperaba.
Paseo en su ―mi oficina― me siento en el escritorio, y comienzo a leer la descripción del puesto.
A las doce treinta, Elisa me llama.
—Paula, te necesitamos en una reunión a la una en la sala de juntas. Jerry Roach y Kay Bestie estarán allí… ya sabes, ¿el presidente de la compañía y vicepresidente? Todos los coordinadores editores van a asistir.
¡Mierda!
—¿Tengo que preparar algo?
—No, esto es sólo una reunión informal que hacemos una vez al mes. El almuerzo será proporcionado.
—Estaré allí. —Cuelgo.
¡Santa Mierda! Compruebo a través de la lista actual de los autores de Jeronimo. Sí, más o menos tengo a esos definidos. Tengo los cinco manuscritos que él defendía, y dos más, los cuales realmente deberían ser considerados para publicación. Tomo una respiración profunda; no puedo creer que ya sea la hora del almuerzo. El día ha pasado volando, y me encanta. Ha habido tanto para absorber esta mañana. Un ping desde mi calendario anuncia una cita.
Oh, no… ¡Malena! En toda la emoción me he olvidado de nuestro almuerzo. Pesco un vistazo a mi BlackBerry y trato desesperadamente de encontrar su número de teléfono.
Mi teléfono vibra.
—Está aquí, en la recepción. —La voz de Carola es baja.
—¿Quién? —Por un momento, creo que puede ser Pedro.
—El dios rubio.
—¿Lucas?
Oh, ¿qué es lo que quiere? Inmediatamente me siento culpable por no haberlo llamado.
Lucas, vestido con una camisa a cuadros azules, camiseta blanca y pantalones vaqueros, me sonríe radiantemente cuando aparezco.
—¡Vaya! Te ves ardiente, Chaves —dice, asintiendo con admiración. Y me da un abrazo rápido.
—¿Está todo bien? —pregunto.
Frunce el ceño.
—Todo está bien, Paula. Sólo quería verte. No he sabido nada de ti desde hace tiempo, y quería comprobar cómo te está tratando el Sr. Mogul.
Me ruborizo y no puedo evitar mi sonrisa.
—¡Está bien! —exclama Lucas, levantando las manos—. Lo puedo saber por la sonrisa secreta. No quiero saber nada más. Vine por la remota posibilidad de que podrías salir almorzar. Me estoy inscribiendo en Seattle para los cursos de psicología en septiembre. Para mi maestría.
—Oh, Lucas. Han pasado tantas cosas. Tengo un montón por decirte, pero en este momento, no puedo. Tengo una reunión. —Una idea me golpea fuerte—. ¿Y me pregunto si puedes hacerme un favor muy, muy, muy grande? —Junto las manos en actitud de súplica.
—Claro —dice él, desconcertado por mi súplica.
—Se supone que debo estar almorzando con la hermana de Pedro y Gustavo… pero no puedo comunicarme con ella, y me acaban de avisar de esta reunión. Por favor, ¿la puedes llevar a almorzar? ¿Por favor?
—¡Ay, Paula! No quiero cuidar a ninguna mocosa.
—Por favor, Lucas. —Le doy la mirada más grande de ojos azules y pestañas más larga que logro manejar. Él pone los ojos en blanco y sé que lo tengo.
—¿Me vas a cocinar algo? —murmura.
—Claro, lo que sea, cuando sea.
—Entonces, ¿dónde está?
—Debe estar por llegar. —Y como en el momento justo, oigo su voz.
—¡Paula! —llama desde la puerta principal.
Ambos nos giramos, y ahí está —toda curvas y altura con su elegante cabello corto negro— usando un corto mini vestido de color verde menta y combinándolo con altos tacones de bandas alrededor de los tobillos delgados. Ella se ve
impresionante.
—¿La mocosa? —susurra, mirándola boquiabierto.
—Sí. La mocosa que necesita de niñera —le susurro—. Hola, Malena. —Le doy un abrazo rápido mientras ella se queda mirando descaradamente a Lucas—. Malena… este es Lucas, el hermano de Lourdes
Él asiente, sus cejas levantadas por la sorpresa. Malena parpadea varias veces mientras le tiende la mano.
—Encantado de conocerte —murmura Lucas suavemente y Malena parpadea una vez más; en silencio por una vez. Ella se sonroja.
Santo cielo. No creo que jamás la haya visto ruborizada.
—No puedo hacer lo del almuerzo —le digo sin convicción—. Pero Lucas se ha comprometido a llevarte, ¿si te parece bien? ¿Podemos intentarlo en otra ocasión?
—Seguro —dice en voz baja. Malena tranquila, esto es novedoso.
—Sí, me la llevo de aquí. Nos vemos, Paula —dice Lucas, ofreciéndole a Malena su brazo. Ella lo acepta con una tímida sonrisa.
—Adiós, Paula. —Malena se vuelve hacia mí y murmura—: ¡Oh. Mi. Dios! — Dándome un guiño exagerado.
Jesús… ¡a ella le gusta!
Los despido a medida que salen del edificio. Me pregunto, ¿cuál es la actitud de Pedro acerca de su hermana saliendo en una cita? El pensamiento me inquieta.
Ella tiene mi edad, por lo que no puede objetar, ¿verdad?
Estamos hablando de Pedro. Mi subconsciente sarcástica está de vuelta, con su afilada boca, chaqueta y bolso en el hueco de su brazo. Me deshago de la imagen.
Malena es una mujer adulta y Pedro puede ser razonable, ¿no? Descarto el pensamiento y regreso a la oficina de Jeronimo… eh… mi oficina a prepararme para la reunión.
Son las tres y media cuando regreso. La reunión ha ido bien. Incluso he conseguido la aprobación para el progreso de los dos manuscritos que defendí. Es una sensación embriagadora.
Sobre mi escritorio está una enorme cesta de mimbre repleta de impresionantes rosas blancas y rosa pálido. Vaya… la fragancia únicamente es celestial. Sonrío al recoger la tarjeta. Sé quien las envió.
Felicidades, señorita Chaves
¡Y todo por tu cuenta!
Sin la ayuda de tu más que amistoso, cercano, megalómano, Gerente General
Con Amor
Pedro
De: Paula Chaves
Asunto: La megalomanía...
Fecha: 16 de junio de 2014. 15:43
Para: Pedro Alfonso.
…es mi tipo favorito de manía. Gracias por las hermosas flores. Han llegado en una cesta de mimbre enorme que me hace pensar en picnics y mantas.
X
De: Pedro Alfonso
Asunto: Aire Libre
Fecha: 16 de junio de 2014. 15:55
Para:Paula Chaves
Maníaca, ¿eh? El Dr. Flynn puede tener algo que decir acerca de eso. ¿Quieres ir a un picnic? Podríamos divertirnos al aire libre, Paula... ¿Cómo está yendo tu
día, nena?
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Empresas Holdings Inc.
Oh Dios. Me ruborizo leyendo su respuesta.
De:Paula Chaves
Asunto: Frenético
Fecha: 16 de junio de 2014. 16:00
Para: Pedro Alfonso.
El día ha pasado volando. Apenas he tenido un momento para pensar en otra cosa que trabajar. ¡Creo que puedo hacer esto! Te diré más cuando esté en casa. Ir al aire
libre suena… interesante.
Te amo.
P.D: No te preocupes por el Dr. Flynn.
Mi teléfono vibra. Es Carola desde la recepción, desesperada por saber quién envió las flores y lo que sucedió a Jeronimo. Metida en la oficina todo el día, he echado de menos los chismes. Le digo rápidamente que las flores son de mi novio y que sé muy poco acerca de la partida de Jeronimo. Mi BlackBerry vibra y recibo otro correo electrónico de Pedro.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Voy a tratar...
Fecha: 16 de junio de 2014. 16:09
Para: Paula Chaves.
…de no preocuparme.
Nos vemos, nena. X
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
A las cinco y media, recojo mis cosas del escritorio. No puedo creer lo rápido que el día se ha ido. Tengo que volver al Escala y prepararme para reunirme con el Dr.Flynn. Ni siquiera he tenido tiempo de pensar en las preguntas. Quizá hoy podamos tener una reunión inicial, y tal vez Pedro me dejará verlo de nuevo.
Aparto el pensamiento mientas me lanzo fuera de la oficina, agitando un rápido adiós a Carola.
También tengo el cumpleaños de Pedro en que pensar.
Sé lo que voy a darle.
Me gustaría que lo recibiera esta noche antes de que nos encontremos con Flynn, pero, ¿cómo? Al lado de la plaza de estacionamiento hay una pequeña tienda vendiendo baratijas turísticas. La inspiración me golpea y me dirijo al interior.
* * *
Volviéndose hacia mí, me sonríe radiantemente y concluye su llamada.
—Rosario, eso es genial. Dile a Barney y nos iremos desde allí… Adiós.
Camina hacia mí mientras me detengo con timidez en la entrada. Se ha cambiado ahora a una camiseta blanca y pantalones vaqueros, todo chico malo y humeante.
Vaya.
—Buenas noches, señorita Chaves—murmura, y se inclina para besarme—. Felicitaciones por tu ascenso. —Él envuelve sus brazos alrededor de mí. Huele delicioso.
—Te has duchado.
—Acabo de tener una sesión de ejercicio con Claude.
—Ah.
—Logré derribarlo sobre su trasero dos veces. —Pedro destella, todo juvenil y satisfecho de sí mismo. Su sonrisa es contagiosa.
—¿Eso no sucede a menudo?
—No. Es muy satisfactorio cuando sucede. ¿Hambrienta?
Niego con la cabeza.
—¿Qué? —Me frunce el ceño.
—Estoy nerviosa. Acerca del Dr. Flynn.
—Yo también. ¿Cómo estuvo tu día? —Él me libera, y le doy un breve resumen.
Escucha atentamente.
—Eh… hay una cosa más que debo decirte —agrego—. Iba a almorzar con Malena, supuestamente.
Levanta las cejas, sorprendido.
—Nunca mencionaste eso.
—Lo sé, lo olvidé. No pude ir debido a la reunión, y Lucas la llevó a almorzar en mi lugar.
Su rostro se oscurece.
—Ya veo. Deja de morderte el labio.
—Voy a refrescarme —le digo cambiando de tema y girándome para retirarme antes de que pueda reaccionar más.
Geniales los 3 caps, cada vez mejores son.
ResponderEliminarBuenísimos los capítulos!!!
ResponderEliminarEstoy en cama... podrías subir hoy más temprano?? :) y estaría encantada si mandas alguno más de yapa... @jesica_tkd
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