lunes, 23 de febrero de 2015

CAPITULO 167




Cuando llegamos a la UCI, nos encontramos a José yéndose. Está solo.


—Paula, Pedro, hola.


—¿Dónde está tu padre?


—Estaba demasiado cansado para volver. Tuvo un accidente de coche esta mañana —José sonríe con tristeza—, y sus analgésicos han hecho efecto.
Él estaba fuera de combate. Tuve que luchar para entrar a ver a Reinaldo ya que no soy familia.


—¿Y? —pregunto ansiosamente.


—Esta bien, Paula, igual… pero todo bien.


Alivio inunda mi sistema. Sin noticias son buenas noticias.


—¿Nos vemos mañana, chica del cumpleaños?


—Por supuesto. Vamos a estar aquí.


José mira a Pedro rápidamente y luego rápidamente me abraza.


—Mañana.


—Buenas noches, José.


—Adiós, José —dice Pedro. José asiente y camina por el pasillo—. Todavía está loco por ti —dice Pedro en voz baja.


—No, no lo está. E incluso si lo está… —Me encojo de hombros, porque ahora no me importa.


Pedro me da una sonrisa tensa, y se derrite mi corazón.


—Bien hecho —murmuro.


Frunce el ceño.


—Por no echar espuma por la boca.


Me mira boquiabierto, herido, pero divertido, también.


—Nunca he echado espuma. Vamos a ver a tu padre. Tengo una sorpresa para ti.


—¿Sorpresa? —Mis ojos se abren en alarma.


—Ven. —Pedro toma mi mano, y empujamos para abrir las puertas dobles de la UCI.


De pie en el extremo de la cama de Reinaldo esta Gabriela, en profunda discusión con Crowe y un segundo médico, una mujer que no he visto antes. Al vernos, Gabriela sonríe.


Oh, gracias a Dios.


Pedro. —Ella besa su mejilla, y luego se vuelve hacia mí y me toma en su cálido abrazo.


—Paula. ¿Cómo lo llevas?


—Estoy bien. Es mi padre el que me preocupa.


—Está en buenas manos. La doctora Sluder es una experta en su campo.Estudiamos juntas en la Universidad de Yale.


Oh…


—Sra. Alfonso. —La Dra. Sluder me saluda muy formal. Ella es de cabello corto y delicado, con una tímida sonrisa y un acento sureño suave—. Como el médico de cabecera de su padre, me complace decirle que todo va por buen camino. Sus signos vitales son estables y fuertes. Tenemos toda la fe en que él va a tener una recuperación completa. El edema cerebral se ha detenido, y muestra signos de disminución. Esto es muy alentador después de un tiempo tan corto.


—Esas son buenas noticias —murmuro.


Ella sonríe con gusto. —Lo son, Sra.Alfonso. Estamos cuidando muy bien de él.


—Me alegro de verte de nuevo, Gabriela.


Gabriela sonríe. —Igualmente, Roxana.


—Dr. Crowe, dejemos que esta buena gente visite al señor Chaves —Crowe sigue a la Dra. Sluder a la salida.


Miro hacia Reinaldo, y por primera vez desde su accidente, me siento más optimista. La Dra. Sluder y las palabras amables de Gabriela han reavivado mi esperanza. Gabriela toma mi mano y la aprieta suavemente.


—Paula, cariño, siéntate con él. Habla con él. Está todo bien. Voy con Pedro a la sala de espera.


Asiento con la cabeza. Pedro sonríe en consuelo, y él y su madre me dejan con mi amado padre durmiendo plácidamente con la nana de su ventilador y el monitor cardiaco.



*****


Me deslizo la camisa blanca de Pedro y me meto en la cama.


—Luces más brillante —dice Pedro con cautela, mientras él se pone su pijama.


—Sí. Creo que hablar con la Dra. Sluder y tu madre hizo una gran diferencia. ¿Le pediste a Gabriela que viniera aquí?


Pedro se desliza en la cama y me tira en sus brazos, girándome de espaldas a él.


—No. Quería venir y comprobar a tu padre por ella misma.


—¿Cómo lo supo?


—La llamé esta mañana.


Oh.


—Nena, estás exhausta. Deberías dormir.


—Hmm —murmuro de acuerdo. Tiene razón. Estoy tan cansada. Ha sido un día muy emotivo. Estiro mi cabeza alrededor y lo miro. ¿No vamos a hacer el amor? Y me siento aliviada. De hecho, él ha tenido un enfoque totalmente manos-fuera conmigo todo el día. Me pregunto si debería alarmarme por este giro de los acontecimientos, pero ya que mi diosa interior ha dejado el edificio y tomado mi libido con ella, voy a pensar en ello mañana. Me vuelvo y me acurruco contra Pedro, envolviendo mi pierna sobre la suya.


—Prométeme algo —dice en voz baja.


—¿Hmm? —Es una pregunta que estoy demasiado cansada para articular.


—Prométeme que vas a comer algo mañana. Puedo casi tolerar que uses la chaqueta de otro hombre sin echar espuma por la boca, pero, Paula… debes comer. Por favor.


—Hmm —consiento. Besa mi cabello—. Gracias por estar aquí —murmuro, y soñolienta beso su pecho.


—¿Dónde más podría estar? Quiero estar donde quiera que estés, Paula.
Estar aquí me hace pensar en lo lejos que hemos llegado. Y la primera noche que dormí contigo. Qué noche aquella. Te observe durante horas.Eras sólo… perfecta —espira.


Sonrío contra su pecho.


—Duerme —murmura, y se trata de una orden. Cierro los ojos y voy a la deriva.



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