lunes, 23 de febrero de 2015

CAPITULO 166





La suite en el Heathman luce como la recuerdo. ¿Cuántas veces he pensado en la primera noche y la mañana que pasé con Pedro Alfonso?


Estoy parada en la entrada a la suite, paralizada. Por Dios, todo empezó aquí.


—Hogar lejos de casa —dice Pedro, su voz suave, poniendo mi maletín en el suelo al lado de uno de los sofás mullidos.


—¿Quieres una ducha? ¿Un baño? ¿Qué es lo que necesitas, Paula? Pedro me mira, y sé que está sin dirección, mi chico perdido tratando con situaciones más allá de su control. Ha estado retirado y contemplativo toda la tarde. Esta es una situación que no puede manipular y predecir.


Esta es la vida real en su materia prima, y él se ha mantenido alejado durante tanto tiempo, está expuesto e indefenso ahora. Mi dulce, amparado Cincuenta Sombras.


—Un baño. Me gustaría un baño —murmuro, consciente de que mantenerlo ocupado lo hará sentir mejor, incluso útil. Oh, Pedro, estoy entumecida y tengo frío y tengo miedo, pero estoy tan contenta de que estés aquí conmigo.


—Baño. Buena. Sí. —Camina hacia la habitación y fuera de la vista al palaciego cuarto de baño. Unos momentos más tarde, el rugido del agua que brota para llenar la bañera hace eco desde la habitación.


Finalmente, me impulso a seguirlo a la habitación. Estoy consternada al ver varias bolsas de Nordstrom en la cama. Pedro vuelve a entrar, mangas arremangadas, corbata y chaqueta fuera.


—Envié a Taylor a conseguir algunas cosas. Ropa para dormir. Ya sabes —dice, mirándome con recelo.


Por supuesto que lo hizo. Asiento en aprobación para que se sienta mejor.


¿Dónde está Taylor?


—Oh, Paula —murmura Pedro—. No te he visto así. Normalmente eres tan valiente y fuerte.


No sé qué decir. Tan sólo lo miró con los ojos abiertos. No tengo nada para dar en este momento. Creo que estoy en estado de shock. Envuelvo mis brazos alrededor de mí, tratando de mantener el frío que penetra en la bahía, a pesar de que sé que es una tarea infructuosa, ya que el frío viene de adentro. Pedro me tira hacia sus brazos.


—Nena, él está vivo. Sus signos vitales son buenos. Sólo tenemos que ser pacientes —murmura—. Ven. —Toma mi mano y me conduce al baño.


Amablemente, desliza mi chaqueta fuera de mis hombros y la coloca en la silla del baño, luego girando desabrocha los botones de mi blusa.


El agua esta deliciosamente caliente y fragante, el olor de flores de loto es fuerte, cálido, en el bochornoso aire del baño. Me acomodo entre las piernas de Pedro, mi espalda hacia su pecho, mis pies descansando encima de los suyos. Ambos estamos callados e introspectivos, y finalmente me siento cálida. Pedro besa mi cabello de forma intermitente mientras yo, ausente mentalmente, reviento las burbujas en la espuma. Su brazo está alrededor de mis hombros.


—No te metiste en la bañera con Lorena, ¿verdad? ¿Esa vez que la bañaste? —pregunto.


Se pone rígido y resopla, su mano apretándose en mi hombro donde descansa. —Uhm… no. —Suena asombrado.


—Eso pensé. Bien.


Tira suavemente mi cabello atado en un crudo moño, inclinando mi cabeza para que pueda ver mi cara.


—¿Por qué preguntas?


Me encojo de hombros. —Mórbida curiosidad. No lo sé… verla esta semana…


Su rostro se endurece. —Ya veo. Menos mórbido.


Su tono lleno de reproche.


—¿Por cuánto tiempo la vas a mantener?


—Hasta que esté en condiciones. No lo sé. —Se encoge de hombros—. ¿Por qué?


—¿Hay otras?


—¿Otras?


—Ex a quienes mantengas.


—Había una, si. Pero ya no.


—¿Oh?


—Estaba estudiando para ser doctora. Ella ya está titulada y tiene a alguien más.


—¿Otro dominante?


—Sí.


—Lorena dice que tienes dos de sus pinturas —susurro.


—Solía. No me importaban mucho. Tenían merito técnico, pero eran demasiado coloridas para mí. Creo que Gustavo las tiene. Como sabemos, no tiene buen gusto.


Me río, y envuelve su otro brazo a mi alrededor, salpicando agua al lado del baño.


—Eso está mejor —susurra y besa mi sien.


—Se va a casar con mi mejor amiga.


—Entonces mejor me callo —dice él.


Me siento más relajada en nuestro baño. Envuelta en mi suave bata del Heathman, observo las varias bolsas en la cama. Dios, esto debe ser más que ropa para dormir. 


Tentativamente, echo un vistazo a una de ellas. Un
par de pantalones y una sudadera azul pálido, mi talla. Santo Cielo…


Taylor compro todo el fin de semana valido en ropa, y él sabe qué me gusta. Sonrió, recordando que esta no es la primera vez que ha comprado ropa para mí cuando estaba en el Heathman.


—Aparte de acosarme en Clayton, ¿alguna vez has ido en verdad a una tienda y sólo comprado cosas?


—¿Acosarte?


—Sí. Acosarme.


—Estabas nerviosa, si recuerdo. Y ese chico estaba sobre ti. ¿Cuál era su nombre?


—Ulises.


—Uno de los muchos admiradores.


Ruedo mis ojos, y él sonríe aliviado, una sonrisa genuina y me besa.


—Ahí está mi chica —susurra—. Vístete. No quiero que atrapes un resfriado de nuevo.



*****


—Lista —murmuro. Pedro está trabajando en la Mac en el área de estudio de la habitación. Está vestido en jeans negros y un suéter tejido gris, y yo estoy usando los pantalones, la sudadera, y una blusa blanca.


—Pareces tan joven —dice Pedro en voz baja, mirando hacia arriba, sus ojos brillando—. Y pensar que serás todo un año mayor mañana. —Su voz es pensativa. Le doy una sonrisa triste.


—No siento muchas ganas de celebrarlo. ¿Podemos ir a ver a Reinaldo ahora?


—Seguro. Desearía que comieras algo. Apenas y tocaste tu comida.


Pedro, por favor. Sólo no tengo hambre. Tal vez después de que haya visto a Reinaldo. Quiero desearle buenas noches.







No hay comentarios:

Publicar un comentario