miércoles, 25 de febrero de 2015

CAPITULO 174





Al día siguiente, Reinaldo está examinando sus nuevos alrededores; un aireado e iluminado cuarto en el centro de rehabilitación del Hospital Northwest en Seattle. Es mediodía, y luce somnoliento. El viaje, en helicóptero, lo ha dejado exhausto.


—Dile a Pedro que aprecio esto —dice en voz baja.


—Puedes decírselo tú mismo. Estará aquí esta noche.


—¿No vas a ir a trabajar?


—Probablemente. Sólo quiero asegurarme de que te asientes aquí.


—Ve tranquila. No necesitas preocuparte por mí.


—Me gusta preocuparme por ti. —Mi BlackBerry zumba. 


Reviso el número, no es uno que reconozca.


—¿Vas a contestar? —pregunta Ray.


—No, no sé quien es. El buzón de voz puede tomarla por mí. Te traje algo para leer. —Señalo la pila de revistas deportivas en la mesita junto a la cama.


—Gracias, Pau.


—Estás cansado, ¿no?


Él asiente.


—Te dejaré dormir. —Beso su frente—. No vemos después, Papi — murmuro.


—Nos vemos, cariño. Y gracias. —Reinaldo toma mi mano y la aprieta gentilmente—. Me gusta que me llames Papi. Me hace recordar.


Oh, Papi. Le devuelvo el apretón.


Mientras salgo por las puertas principales hacia la SUV donde Salazar está esperando, oigo a alguien decir mi nombre.


—¡Sra.Alfonso! ¡Sra. Alfonso!


Volteándome, veo a la Dra. Greene corriendo hacia mí, luciendo tan inmaculada como siempre, aunque un poco agitada.


—Sra.Alfonso, ¿cómo está? ¿Recibió mi mensaje? La llame más temprano.


—No. —Mi cuero cabelludo pica.


—Bueno, estaba preguntándome por qué canceló las últimas cuatro citas.


¿Cuatro citas? La miro con la boca abierta. ¡Me he perdido cuatro citas!


¿Como?


—Quizás deberíamos hablar de esto en mi oficina. Estaba yendo a almorzar… ¿tiene tiempo ahora?


Asiento sumisamente.


—Seguro. Yo… —Las palabras me fallan. ¿Me he perdido cuatro citas?


Estoy retrasada para mi inyección. Mierda.


La sigo en un estupor de regreso hacia el hospital y su oficina. ¿Cómo me perdí cuatro citas? Vagamente recuerdo que una fue cambiada, Juliana lo mencionó, ¿pero cuatro? ¿Cómo pude perderme cuatro?


La oficina de la Dra. Greene es espaciosa, minimalista y bien equipada.


—Me alegra que me haya alcanzado antes de irme —murmuro, aún sorprendida—. Mi padre estuvo tuvo un accidente de coche, y acabamos de trasladarlo aquí desde Portland.


—Oh, lo siento. ¿Cómo está?


—Está bien, gracias. En vías de recuperación.


—Eso es bueno. Y explica por qué canceló el viernes.


La Dra. Greene mueve el ratón en su escritorio y el ordenador vuelve a la vida.


—Sí… han pasado más de trece semanas. Mejor hacemos otra prueba antes de darle otra inyección.


—¿Una prueba? —susurro, la sangre saliendo de mi cabeza.


—Una prueba de embarazo.


Oh, no.


Ella mete la mano en uno de los cajones de su escritorio.


—Ya sabe qué hacer con esto. —Me entrega un pequeño contenedor —. El baño está justo fuera de mi oficina.


Me pongo de pie en un trance, todo mi cuerpo operando en piloto automático y me tambaleo hacia el baño.


Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda. ¿Cómo pude dejar que esto sucediera… de nuevo? De repente siento nauseas y ofrezco una plegaria silenciosa. Por favor, no. Por favor, no. Es demasiado pronto. Es demasiado pronto. Es demasiado pronto.


Cuando regreso a la oficina de la Dra. Greene, ella me ofrece una apretada sonrisa y hace un gesto para que me siente frente a su escritorio. Me siento y sin hablar le entrego mi muestra. Ella sumerge un pequeño palo banco en el contenedor y observa. Levanta una ceja a medida que se vuelve azul pálido.


—¿Qué significa el azul? —La tensión casi me está ahogando.


Me mira, los ojos serios.


—Bueno, Sra. Alfonso, significa que está embarazada.


¿Qué? No, no, no. Mierda.





No hay comentarios:

Publicar un comentario