Cecilia está asombrada en silencio.
—Mamá di algo.
—No estás embarazada, ¿verdad, Paula? —susurra ella en horror.
—No, no, no, nada como eso. —La decepción rebana a través de mi corazón y me entristece que ella pensara eso de mí. Pero recuerdo con una sensación siempre de hundimiento que ella estaba embarazada de mí cuando se casó con mi padre.
—Lo siento cariño. Esto es sólo tan repentino. Quiero decir, Pedro es un buen partido, pero eres tan joven y deberías ver un poco del mundo.
—Mamá ¿no puedes sólo ser feliz por mí? Lo amo.
—Cariño, solo necesito acostumbrarme a la idea. Es un shock. Podía decir en Georgia que había algo muy especial entre ustedes dos, ¿pero el matrimonio…?
En Georgia él me quería como su sumisa, pero no voy a decirle eso a ella.
—¿Fijaron una fecha?
—No.
—Deseo que tu padre estuviera vivo —susurra. Oh no… no esto. No esto, ahora.
—Lo sé mamá. Me hubiera gustado conocerlo también.
—Sólo te sostuvo una vez, y estaba tan orgulloso. Él pensó que eras la niña más hermosa del mundo. —Su voz es un silencio sepulcral mientras la historia familiar es contada… otra vez. Ella estará en lágrimas a continuación.
—Lo sé mamá.
—Y entonces murió. —Lloriquea y sé que esto la ha estallado como lo hace cada vez.
—Mamá —susurro, queriendo llegar por el teléfono y sostenerla.
—Soy una vieja tonta —murmura y lloriquea otra vez—. Por supuesto que estoy feliz por ti, cariño. ¿Reinaldo lo sabe? —agrega y parece haber recuperado su equilibrio.
—Pedro acaba de pedírselo.
—Oh, eso es dulce. Bien. —Ella suena melancólica, pero está haciendo un esfuerzo.
—Sí, lo fue —murmuro.
—Paula, cariño, te amo tanto. Estoy feliz por ti. Y ambos deben visitarme.
—Sí mamá. También te amo.
—Roberto está llamándome, me tengo que ir. Me gustaría tener una fecha.Necesitamos planear… ¿Estás teniendo una gran boda?
Gran boda, mierda. Ni siquiera he pensado sobre eso.
¿Gran boda? No, no quiero una gran boda.
—No lo sé todavía. Tan pronto como lo haga, llamaré.
—Bien. Cuídense ahora y estén seguros. Ustedes dos necesitan tener algo de diversión… tienen un montón de tiempo para niños más tarde.
¡Niños! Hum… y ahí está otra vez… una referencia no-tan-velada al hecho de que ella me tuvo muy temprano.
—Mamá, ¿realmente no arruiné tu vida o sí?
Ella jadea.
—Oh no Paula, nunca pienses eso. Tú fuiste la mejor cosa que jamás nos pasó a tu padre y a mí. Simplemente deseo que estuviera aquí para verte tan crecida y contrayendo matrimonio. —Ella está nostálgica y sentimental nuevamente.
—Deseo eso, también. —Sacudo mi cabeza pensando en mi padre mítico—. Mamá te dejaré irte. Llamaré pronto.
—Te amo cariño.
—Yo también mamá. Adiós.
* * *
Sospecho que la Sra. Jones ama cocinar también. La única cosa que necesito es algo de chocolate de alta calidad para el glaseado. Dejo las dos mitades del pastel en la rejilla de enfriado, agarro mi bolso y asomo mi cabeza alrededor de la puerta del estudio de Pedro. Él está concentrado en la pantalla de su computador. Alza la mirada y me sonríe.
—Solo estoy rumbo a la tienda para recoger algunos ingredientes.
—Está bien. —Me frunce el ceño.
—¿Qué?
—¿Te vas a poner unos vaqueros o algo?
Oh, vamos.
—Pedro sólo son piernas.
Mira hacia mí, disgustado. Esto va a ser una pelea. Y es su cumpleaños. Le ruedo mis ojos, sintiéndome como una adolescente errante.
—¿Qué si estuviéramos en la playa? —Tomo una táctica diferente.
—No estamos en la playa.
—¿Objetarías si estuviéramos en la playa?
Considera esto por un momento.
—No —dice simplemente.
Ruedo mis ojos otra vez y le sonrío con suficiencia.
—Bueno, solo imagina que lo estamos. Nos vemos. —Giro y salgo disparada hacia el vestíbulo. Logro llegar al ascensor antes de que me atrape. Mientras las puertas se cierran, ondeo hacia él, sonriendo dulcemente mientras el observa, indefenso — pero afortunadamente divertido— con ojos estrechados. Sacude la cabeza con exasperación, luego no puedo verlo más.
Oh, fue emocionante. La adrenalina está golpeando a través de mis venas, y mi corazón se siente como que quiere salir de mi pecho. Pero mientras el ascensor desciende, también lo hace mi espíritu. Mierda, ¿qué he hecho?
Tengo al tigre por la cola. Él va a estar enojado cuando regrese. Mi subconsciente está mirándome sobre sus gafas de media luna, una vara de sauce en su mano.
Mierda. Pienso sobre cuán poca experiencia tengo con los hombres. Nunca antes he vivido con un hombre —bueno, excepto Reinaldo— y por alguna razón no cuenta. Él
es mi papá… bueno, el hombre que considero mi papá.
Y ahora tengo a Pedro. Realmente nunca vivió con nadie, creo. Tendré que preguntarle… si todavía está hablándome.
Pero creo firmemente que debería usar lo que quiera.
Recuerdo sus reglas. Sí, esto debe ser duro para él, pero seguro como el infierno que él pagó por este vestido.
Debe haberle dado a Neimans mejores instrucciones. ¡Nada demasiado corto!
Esta falda no es tan corta ¿lo es? Reviso en el gran espejo del vestíbulo. Maldición.
Sí, es bastante corta, pero ahora he tomado una postura. Y sin duda voy a tener que afrontar las consecuencias. Me pregunto con indiferencia que hará, pero primero necesito efectivo.
* * *
Tomo mis escasos cincuenta dólares y hago mi camino hacia la tienda.
* * *
Doy un vistazo cautelosamente alrededor de la puerta de su estudio. Está en el teléfono, mirando por la ventana.
—¿Y el especialista del Eurocopter llega el lunes en la tarde?... Bien. Sólo mantenme informado. Diles que necesitaré sus conclusiones iniciales el lunes en la noche o el martes en la mañana. —Cuelga y gira su silla en redondo, pero todavía cuando me ve, su expresión es impasible.
—Hola —susurro. Él no dice nada, y mi corazón cae en caída libre hacia mi estómago. Cautelosamente entro a su estudio y camino alrededor de su escritorio hacia dónde él está sentado. Todavía no dice nada, sus ojos nunca dejan los míos.
Estoy delante de él, sintiendo cincuenta tonos de estupidez
—He vuelto. ¿Estás enojado conmigo?
Él suspira, estirándose por mi mano y me hala a su regazo, doblando sus brazos a mi alrededor. Entierra la nariz en mi cabello.
—Sí —dice.
—Lo siento. No sé qué me paso. —Me acurruco en su regazo inhalando su aroma celestial a Pedro, sintiéndome segura independientemente del hecho de que está enojado.
—Yo tampoco. Usa lo que te guste —murmura. Corre su mano arriba de mi pierna desnuda hasta mi muslo—. Además, este vestido tiene sus ventajas. —Se dobla para besarme y mientras nuestros labios se tocan, pasión o lujuria o la necesidad bien asentada de enmendarlo se lanza a través de mí y el deseo estalla en mi sangre. Agarro su cabeza en mis manos, sosteniendo mis dedos en su cabello. Él gime mientras su cuerpo responde y hambriento muerde mi labio inferior… mi garganta, mi oreja, su lengua invadiendo mi boca y antes de siquiera ser consciente de que está desabrochando sus pantalones, me tira a horcajadas sobre su regazo, y se hunde dentro de mí.
Agarro el respaldo de la silla, mis pies apenas tocando el
suelo… y comenzamos a movernos.
* * *
—Y a mí me gusta la tuya. —Me río tontamente, acurrucándome contra su pecho—¿Has terminado?
—Cristo Paula, ¿quieres más?
—¡No! Tu trabajo.
—Estará listo en aproximadamente media hora. Escuché tu mensaje en mi correo de voz.
—De ayer.
—Sonabas preocupada.
Lo abrazo estrechamente.
—Lo estaba. No es de ti no responder.
Él besa mi cabello.
—Tu pastel debería estar listo en media hora. —Le sonrío y bajo de su regazo.
—Esperando ansiosamente por eso. Olía delicioso, evocador incluso, mientras se estaba horneando.
Sonrío tímidamente abajo hacia él, sintiéndome un poco autoconsciente y él refleja mi expresión. Jesús, ¿realmente somos tan diferentes? Tal vez son sus primeros recuerdos de cocina. Inclinándome hacia abajo, planto un suave beso en la esquina de su boca y hago mi camino de vuelta a la cocina.
* * *
—He hecho mi deseo —dice mientras los abre nuevamente y por alguna razón su mirada me hace ruborizarme.
—El glaseado todavía está blando. Espero que te guste.
—No puedo esperar a probarlo Paula —murmura, y hace que suene tan indecente. Corto una rodaja para cada uno de nosotros y lo atacamos con pequeños tenedores de postre.
—Mmm —gime en apreciación—. Esto es por lo que quiero casarme contigo.
Y río con alivio… le gusta.
* * *
—¿Lista para enfrentar a mi familia? —Pedro apaga el R8.
Estamos estacionados frente al camino de sus padres.
Estamos estacionados frente al camino de sus padres.
—Sí. ¿Vas a decirles?
—Por supuesto. Estoy deseando ver sus reacciones. —Me sonríe malvadamente y bajamos del auto.
Son las siete y media, y aunque ha sido un día cálido, hay una brisa fresca nocturna soplando la bahía. Tiro mi chal alrededor mientras salgo del auto. Estoy usando un vestido de coctel verde esmeralda que encontré esta mañana mientras estaba hurgando en el armario. Tiene un cinturón ancho que hace juego. Pedro toma mi mano y nos dirigimos hacia la puerta de enfrente. Manuel abre amplio antes de que pueda tocar.
—Pedro, hola. Feliz cumpleaños hijo. —Él toma la mano que Pedro ofrece, pero lo hala en un breve abrazo, sorprendiéndolo.
—Er… gracias papá.
—Paula, que encantador verte otra vez. —Me abraza, también, y lo seguimos dentro de la casa.
Antes de que podamos poner un pie en la sala de estar, Lourdes viene disparada por el pasillo hacia nosotros dos.
Ella parece furiosa.
¡Oh no!
—¡Ustedes dos! Quiero hablar con ustedes —gruñe en su voz de mejor-no-jodasconmigo.
Miro nerviosamente a Pedro, quién se encoge de hombros y decide seguirle la corriente a ella mientras la seguimos hacia el comedor, dejando a Manuel perplejo en el umbral de la sala de estar. Ella cierra la puerta y se gira hacia mí.
—¿Qué demonios es esto? —sisea y ondea un pedazo de papel hacia mí.
Completamente desconcertada, lo tomo y escaneo rápidamente. Mi boca se seca.
Santa mierda. Es mi correo electrónico de respuesta a Pedro, discutiendo el contrato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario