Mientras me aprieto a su alrededor, encontrando mi liberación una vez más,Pedro se deshace en mis brazos, su cabeza para atrás mientras grita mi nombre.
Me agarra apretadamente contra su pecho mientras nos sentamos nariz con nariz en la mitad de la enorme cama, yo a horcajadas en él. Y en este momento —este momento de alegría con este hombre y esta música—, la intensidad de mi experiencia esta mañana aquí con él y todo lo que ha ocurrido durante la semana pasada me abruma de nuevo, no sólo físicamente, sino también emocionalmente.
Estoy tan profunda, profundamente enamorada de él. Por primera vez veo un brillo de entendimiento en cuanto a cómo se siente él respecto a mi seguridad.
Recordando su incidente con Charlie Tango ayer, me estremezco con el pensamiento y las lágrimas inundan mis ojos. Si algo alguna vez le pasara… lo amo tanto. Mis lágrimas se deslizan sin permiso por mis mejillas. Hay tantas caras de Pedro —su dulce y gentil personalidad, y su rudo y Dominante lado de puedo-hacer-lo-que-me-plazca-contigo-y-te-vendrás-como-un-tren—, sus Cincuenta sombras, todo de él. Todo es espectacular. Todo es mío. Y noto que no nos conocemos bien el uno al otro, y tenemos una montaña de asuntos con los que lidiar, pero sé que, por ambos, lo haremos, y tendremos una vida entera para hacerlo.
—Oye —susurra, agarrando mi cabeza en sus manos, mirándome. Está todavía dentro de mí—. ¿Por qué estás llorando? —Su voz está llena de preocupación.
—Porque te amo tanto —susurro. Él medio cierra los ojos como si estuviera drogado, absorbiendo mis palabras.
Cuando los abre de nuevo, resplandecen con su amor.
—Y yo a ti, Paula. Tú me… completas. —Me besa cariñosamente mientras Roberta Flack termina su canción.
* * *
—Y pensar que podría haber sido ella la que viniera a entrevistarme. Gracias al Señor por el resfriado común —murmura y besa mi nariz.
—Creo que tenía gripe, Pedro—lo regaño, deslizando mis dedos ociosamente a través del vello de su pecho y maravillándome porque esté tolerándolo tan bien—. Todos los azotes se han ido —murmuro, recordando mi distracción de antes. Él acomoda mi cabello tras mi oreja por enésima vez.
—No creo que alguna vez pases ese límite duro.
—No, no creo que lo haga —susurro con los ojos ampliamente abiertos, luego me encuentro a mí misma mirando las fustas, palas y floggers que están alineados en la pared opuesta. Él sigue mi mirada.
—¿Quieres que me deshaga de esos también? —Está divertido, pero es sincero.
—No del fuete… el marrón. O de ese flogger suizo, ya sabes. —Me sonrojo.
Él me sonríe.
—De acuerdo, el fuete y el flogger. Vaya, señorita Chaves, estás llena de sorpresas.
—Igual que tú, Sr. Grey. Es una de la cosas que amo de ti. —Lo beso suavemente en la esquina de su boca.
—¿Qué otra cosa amas de mí? —pregunta, y sus ojos se amplían.
Sé que es gran cosa para él hacer esta pregunta. Aquello me llena de humildad y parpadeo hacia él. Amo todo de él, incluso sus Cincuenta sombras. Sé que la vida con Pedro jamás será aburrida.
—Esto. —Deslizo mi dedo índice a lo largo de sus labios—. Amo esto, y lo que sale de ahí, y lo que me haces con ella. Y lo que está aquí. —Acaricio su frente—. Eres tan listo, ingenioso, culto y competente en tantas cosas. Pero sobre todo, amo lo que está aquí. —Presiono mi palma gentilmente contra su pecho, sintiendo el equilibrado latir de su corazón—. Eres el hombre más compasivo que alguna vez he conocido. Lo que haces. Cómo trabajas. Es impresionante —susurro.
—¿Impresionante? —Está perplejo, pero hay un rastro de humor en su cara. Luego su rostro se transforma, y su tímida sonrisa aparece como si estuviera avergonzado, y quiero lanzarme sobre él. Así que lo hago.
* * *
—¿Hambrienta? —susurra.
—Hmm, famélica.
—También yo.
Me inclino para verlo tumbado en la cama.
—Es tu cumpleaños, Sr. Alfonso. Te cocinaré algo. ¿Qué te gustaría?
—Sorpréndeme. —Desliza su mano por mi espalda, acariciándome gentilmente—. Debería revisar mi BlackBerry por todos los mensajes que no vi ayer. —Suspira y empieza a sentarse, y sé que este momento especial se ha terminado… por ahora.
—Duchémonos —dice.
¿Quién soy para rechazar al cumpleañero?
* * *
extraordinariamente relajada y feliz, en la cima del mundo… literalmente.
Volviéndome hacia la enorme ventana, miro al glorioso cielo azul. Toda esa charla… todo el sexo… hmm. Una chica podría acostumbrarse a eso.
Taylor emerge del estudio, interrumpiendo mi ensueño.
Apago mi iPod y saco uno de los audífonos.
—Hola, Taylor.
—Paula. —Asiente.
—¿Tu hija está bien?
—Sí, gracias. Mi ex-esposa pensó que ella tenía apendicitis, pero estaba exagerando, como de costumbre. —Taylor pone los ojos en blanco, sorprendiéndome—. Sofia está bien, aunque tiene un repugnante parásito estomacal.
—Lo lamento.
Sonríe.
—¿Charlie Tango ha sido localizado?
—Sí. El equipo de recuperación está en camino. Debería regresar a Boeing Field tarde en la noche.
—Oh, qué bien.
Me da una incómoda sonrisa.
—¿Eso será todo, señora?
—Sí, sí, por supuesto. ―Me sonrojo, ¿alguna vez me acostumbraré a que Taylor me llame señora? Me hace sentir tan vieja, al menos de treinta.
Asiente y se dirige al gran salón. Pedro está todavía al teléfono. Estoy esperando que las papas hiervan. Aquello me da una idea. Buscando en mi bolso, encuentro mi BlackBerry. Hay un texto de Lourdes.
*Te veo esta noche. Esperando una laaaarga charla*
Texteo de vuelta.
*Yo igual*
Será bueno hablar con Lourdes.
Abriendo el programa de e-mail, rápidamente tecleo un mensaje para Pedro.
De: Paula Chaves
Asunto: Almuerzo
Fecha: Junio 18, 2014 13:12
Para: Pedro Alfonso
Querido Sr. Alfonso.
Te envío este e-mail para informarte que tu almuerzo está casi listo. Y que tuve un sexo pervertido alucinante esta mañana. El sexo pervertido o de cumpleaños debería ser recomendado. Y, otra cosa… te amo.
Px
(Tu prometida)
Escucho cuidadosamente por una reacción, pero él todavía está al teléfono. Me encojo de hombros. Tal vez está demasiado ocupado. Mi BlackBerry vibra.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Sexo Pervertido
Fecha: Junio 18, 2014 13:15
Para: Paula Chaves
¿Qué aspecto fue más alucinante?
Tomaré nota.
Pedro Alfonso, Gerente General Famélico y Exhausto Después de Los Esfuerzos Matutinos, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
PD: Adoro tu firma.
PPD: ¿Qué sucedió con el arte de la conversación?
De: Paula Chaves
Asunto: ¿Famélico?
Fecha: Junio 18, 2014 13:18
Para: Pedro Alfonso
Querido Sr Alfonso.
Traigo tu atención a la primera línea de mi e-mail previo informándote que tu almuerzo está, de hecho, casi listo… así que nada de esta tontería de famélico y exhausto. Con respecto a los aspectos alucinantes de tu sexo pervertido…
francamente: todos ellos. Estaría interesada en leer tus notas. Y me gusta mi firma también.
P x
(Tu prometida)
PD: ¿Desde cuándo has sido tan locuaz? ¡Y estás al teléfono!
Presiono enviar y levanto la mirada, y él está de pie frente a mí, sonriendo con suficiencia. Antes de que pueda decir algo, se acerca al pasillo de la cocina, me arrastra a sus brazos y me besa serenamente
—Eso es todo, señorita Chaves —dice, liberándome, y pasea, en sus jeans, pies desnudos y camisa blanca si meter, de vuelta a su oficina, dejándome sin aliento.
* * *
Odio interrumpirlo mientras está trabajando,pero ahora estoy en el umbral de su oficina. Todavía está al teléfono, con su cabello de acabo-de-follar y brillantes ojos grises, un festín nutritivo visual. Levanta la mirada cuando me ve y no aparta sus ojos de mí. Frunce el ceño ligeramente y no sé si es por mí o por su conversación.
—Sólo déjalos pasar y no los dejes solos. ¿Entiendes, Malena? —sisea y pone los ojos en blanco—. Bien.
Hago mímica de comer y él me sonríe y asiente.
—Te veré después. —Cuelga—. ¿Una llamada más? —pregunta.
—Seguro.
—Ese vestido es muy corto —añade.
—¿Te gusta? —Le doy una vuelta rápida. Es una de la compras de Caroline Acton.
Un vestido veraniego color turquesa, probablemente más adecuado para la playa, pero es un día tan bonito en tantos niveles. Él frunce el ceño y mi rostro caer.
—Te ves fantástica en él, Paula. Simplemente no quiero que nadie más te vea así.
—¡Oh! —Frunzo el ceño hacia él—. Estamos en casa, Pedro. No hay nadie más aparte del personal.
Su boca si retuerce y, o está intentando esconder su diversión o realmente no cree que esto sea gracioso. Pero, eventualmente, asiente, tranquilizado. Sacudo la cabeza, ¿de verdad está hablando en serio? Me dirijo a la cocina.
Cinco minutos después, está de nuevo frente a mí, sosteniendo el teléfono.
—Tengo a Reinaldo para ti —murmura, sus ojos cauteloso.
Todo el aire deja mi cuerpo de inmediato. Tomo el teléfono y cubro el micrófono.
—¡Le dijiste! —siseo. Pedro asiente, y sus ojos se amplían ante mi obvia mirada de angustia.
¡Mierda! Tomo una profunda respiración.
―Hola, papá.
―Pedro acaba de preguntar si puede casarse contigo —dice Reinaldo.
Oh, mierda. El silencio se extiende entre nosotros y desesperadamente pienso en qué decir. Reinaldo, como es costumbre, permanece en silencio, sin darme una pista de
cuál es su reacción ante las noticias.
—¿Qué le dijiste? —respondo entrecortadamente.
―Dije que quería hablar contigo. Es un poco repentino, ¿no lo crees, Pau? No lo has conocido por mucho tiempo. Quiero decir, es un tipo agradable, sabe pescar… pero, ¿tan pronto? —Su voz es calmada y medida.
—Sí. Es repentino… espera. —Apresuradamente, dejo el área de la cocina, lejos de la ansiosa mirada de Pedro y me dirijo hacia la gran ventana. Las puertas hacia el balcón están abiertas, y doy un paso hacia la luz del sol. No puedo caminar hacia el límite. Está demasiado arriba.
—Sé que es repentino y todo, pero… bueno, lo amo. Me ama. Quiere casarse conmigo, y nunca habrá nadie más para mí. —Me sonrojo pensando que ésta es probablemente la conversación más íntima que alguna vez he tenido con mi
padrastro.
Reinaldo está en silencio al otro lado del teléfono.
—¿Le has dicho a tu madre?
—No.
—Pau… sé que él es rico y elegible, ¿pero casarse? Es un paso tan grande. ¿Estás segura?
—Él es mi felices por siempre —susurro.
—Guau —dice Reinaldo tras un momento, su tono más suave.
—Lo es todo.
—Pau, Pau, Pau. Eres una mujer joven tan testaruda. Espero por Dios que sepas lo que estás haciendo. Pásamelo, ¿quieres?
—Seguro, papá, ¿y me entregarás en la boda? —pregunto calmadamente.
—Oh, cariño. —Su voz se rompe, y está callado por unos cuantos momentos, la emoción en sus voz trayendo lagrimas a mis ojos—. Nada me daría mayor placer
—dice eventualmente.
Oh, Reinaldo. Te quiero tanto… trago saliva, para evitar seguir llorando.
—Gracias, papá. Te pasaré a Pedro. Sé gentil con él. Lo amo —susurro.
Creo que Reinaldo está sonriendo al final de la línea, pero es difícil de decir. Siempre es difícil saber con Reinaldo.
—Seguro, Pau. Y ven y visita a este viejo, y trae a Pedro contigo.
Marcho de vuelta al salón —enojada con Pedro por no advertirme—, y le paso el teléfono, mi expresión dejándole saber cuán molesta estoy. Está divertido cuando toma el teléfono y vuelve a su estudio.
Dos minutos después, reaparece.
—Tengo la bendición concedida de mala gana de tu padrastro —dice orgullosamente, tan orgullosamente que, de hecho, me hace reír tontamente, y él me sonríe. Está actuando como si acabara de negociar una nueva fusión o adquisición que, supongo, en algún nivel ha hecho.
* * *
—Maldición, eres una buena cocinera mujer. —Pedro traga su último bocado y alza su copa de vino blanco hacia mí. Me ruborizo bajo sus elogios y se me ocurre que solo llegaré a cocinar para él los fines de semana. Frunzo el ceño. Me gusta cocinar. Quizás debería hacerle un pastel por su cumpleaños. Reviso mi reloj.
Todavía tengo tiempo.
—¿Paula? —Interrumpe mis pensamientos—. ¿Por qué me pediste no tomarte fotos? —Su pregunta me sobresalta más porque su voz es engañosamente suave.
Oh… mierda. Las fotos. Miro fijamente abajo, a mi plato vacío, torciendo mis dedos en mi regazo. ¿Qué puedo decir?
Me prometí a mí misma no mencionar que encontré su versión de Readers’ Wives.
—Paula —chasquea—. ¿Qué es? —Me hace saltar, y su voz me ordena mirarlo.
¿Cuándo pensé que él no me intimidaba?
—Encontré tus fotos —susurro.
Sus ojos se amplían en shock.
—¿Has estado en la caja fuerte? —pregunta, incrédulo.
—¿Caja fuerte? No. No sabía que tenías una caja fuerte.
Él frunce el ceño.
—No entiendo.
—En tu armario. La caja. Estaba buscando tu corbata y la caja estaba bajo tus vaqueros… los que normalmente usas en la sala de juegos. Excepto hoy. —Me ruborizo.
Me mira boquiabierto, horrorizado y corre su mano nerviosamente a través de su cabello mientras procesa la información. Frota su barbilla, perdido en sus pensamientos, pero no puede enmascarar la molestia perpleja grabada en su rostro. Abruptamente, sacude la cabeza, exasperado —pero divertido también— y una tenue sonrisa de admiración besa la esquina de su boca. Junta los dedos de sus manos frente a él y se enfoca en mí una vez más.
—No es lo que piensas. Me había olvidado por completo de ellas. Esa caja se ha movido. Esas fotografías pertenecen a mi caja fuerte.
—¿Quién las movió? —susurro.
Él traga.
—Solo hay una persona que podría haber hecho eso.
—Oh. ¿Quién? Y, ¿qué quieres decir con “no es lo que pienso”?
Él suspira e inclina su cabeza hacia un lado y creo que está avergonzado. ¡Debería estarlo! gruñe mi subconsciente.
—Esto va a sonar frío pero… hay una póliza de seguros —susurra, armándose de valor por mi respuesta.
—¿Póliza de seguros?
—Contra la exposición.
El centavo cae y repiquetea incómodamente gira y gira en mi cabeza vacía.
—Oh —murmuro, porque no puedo pensar en qué más decir. Cierro mis ojos. Esto es. Estos son Cincuenta Tonos de Mierda, justo aquí, justo ahora—. Sí, tienes razón —murmuro—. Eso suena frío. —Me pongo de pie para aclarar nuestros platos. No quiero saber nada más.
—Paula.
—¿Ellas saben? ¿Las chicas… las sumisas?
Él frunce el ceño.
—Por supuesto que saben.
Oh, bueno, eso es algo. Se estira, agarrándome y halándome hacia él.
—Esas fotos se supone que están en la caja fuerte. No son para uso recreativo. —Se detiene—. Quizás lo fueron cuando fueron tomadas originalmente. Pero… —Se detiene, implorándome—. No significan nada.
—¿Quién las puso en tu armario?
—Solo podría haber sido Lorena.
—¿Ella sabe la combinación de tu caja fuerte?
Se encoge de hombros.
—No me sorprendería. Es una combinación muy larga, y la uso tan raramente. Es el número que la tengo escrito abajo y no la he cambiado. —Sacude su cabeza—. Me pregunto qué más sabe y si se ha llevado algo más de aquí. —Frunce el ceño, luego vuelve su atención de vuelta a mí—. Mira, destruiré las fotos. Ahora si lo deseas.
—Son tus fotos Pedro. Haz con ellas lo que desees —susurro.
—No seas así —dice, tomando mi cabeza en sus manos y sosteniendo mi mirada con la suya—. No quiero esa vida.
Quiero nuestra vida, juntos.
Santo cielo. ¿Cómo sabe que debajo de mi horror acerca de esas fotos está el hecho de que soy paranoica?
—Paula, pensé que exorcizamos a todos esos fantasmas esta mañana. Me siento así. ¿Tú no?
Parpadeo hacia él, rememorando nuestra muy, muy placentera, romántica y francamente sucia mañana en su cuarto de juegos.
—Sí. —Sonrío—. Sí, me siento así también.
—Bien. —Se inclina hacia adelante y me besa, plegándome en sus brazos—. Las trituraré murmura—. Y entonces tengo que trabajar. Lo siento nena, pero tengo una montaña de negocios para terminar esta tarde.
—Es genial. Tengo que llamar a mi madre. —Hago una mueca—. Luego quiero hacer unas compras y hornearte un pastel.
Él sonríe y sus ojos se iluminan como un niño pequeño.
—¿Un pastel?
Asiento.
—¿Un pastel de chocolate?
—¿Quieres un pastel de chocolate? —Su sonrisa es infecciosa.
Él asiente.
—Veré lo que puedo hacer Sr. Alfonso.
Me besa una vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario