domingo, 1 de febrero de 2015
CAPITULO 93
Santa mierda. Miro al profundamente arruinado hombre que amo. No puedo creer lo que acaba de decir.
¿Matrimonio? ¿Me está proponiendo matrimonio? ¿Está bromeando? No puedo evitarlo, una pequeña, nerviosa, risa sales de mí. Muerdo mi labio para detenerla de convertirse en una completamente histérica risa y fallo miserablemente.
Me tumbo en el suelo y me rindo a la risa, me reí como si nunca antes me hubiera reído, grandes recuperadores catárticos aullidos de risa.
Y por un momento estoy en mi propia cuenta, viendo esta absurda situación, y riéndome, una niña abrumada junto a un niño arruinado. Jalo mi brazo sobre mis ojos, mientras mi risa se convierte en lágrimas escaldadas. No, no… esto es demasiado.
Y mientras la histeria disminuye,Pedro suavemente levanta mi brazo de mi cara. Y volteo a verlo.
Esta inclinado sobre mí. Su boca torcida con diversión irónica, pero sus ojos están ardiendo gris, quizá heridos. Oh, no.
Gentilmente limpia una lagrima con la parte de atrás de sus nudillos.
—¿Encuentras divertida mi propuesta, señorita Chaves?
Oh, ¡Cincuenta! Lo alcanzo, y acaricio su mejilla suavemente, disfrutando cómo se siente la barba bajo mis dedos. Dios, amo a este hombre.
—Sr. Alfonso… Pedro. Tu sentido del tiempo es sin duda… —Lo miro y las palabras me fallan.
Me sonríe, pero las arrugas alrededor de sus ojos me demuestran que está herido.
Es serio.
—Me estas hiriendo, Paula. ¿Te casarías conmigo?
Me siento y me inclino sobre él, poniendo mis manos en sus rodillas. Miro su adorable cara.
—Pedro, he conocido a tu ex psicópata con una pistola, fui echada de mi departamento, te tuve siendo termonuclear Cincuenta conmigo…
Abre la boca para hablar, pero levanto mi mano. Y obedientemente guarda silencio.
—Acabas de revelar alguna información francamente impactante acerca de ti, y ahora me pides que me case contigo.
Mueve su cabeza de lado a lado como considerando los hechos. Esta entretenido.
Gracias al cielo.
—Sí, creo que ese es un justo resumen de la situación —dice secamente.
Sacudo mi cabeza a él.
—¿Qué paso con la gratificación retrasada?
—Lo supere, y ahora estoy firmemente advocado a la gratificación instantánea.Carpe diem, Paula —susurra.
—Mira Pedro, te he conocido como por tres minutos, y aún hay mucho más que tengo que saber. He tomado mucho, estoy hambrienta, cansada, y me quiero ir a la cama. Necesito considerar tu propuesta así como considere el contrato que me diste. Y… —Presione mis labios juntos para mostrar mi inconformidad pero también para aligerar el ambiente—. Esa no fue la propuesta más romántica.
Inclina su cabeza a un lado y sus labios se curvan en una sonrisa.
—Un punto justo, como siempre, señorita Chaves. —Él respira, su voz se escucha con alivio—. ¿Así que eso es un no?
Suspiro.
—No, Sr. Alfonso, no es un no, pero tampoco es un sí. Sólo estás haciendo esto porque estás asustado, y no confías en mí.
—No, estoy haciendo esto porque al fin encontré a alguien con quien quiero pasar el resto de mi vida.
Oh. Mi corazón se detiene por un momento y se derrite.
¿Cómo es que en medio de las más descabezadas situaciones puede decir las cosas más románticas? Mi boca se abre por el shock.
—Nunca creí que me fuera a pasar eso —continúa, su expresión irradia pura sinceridad sin diluir.
Lo miro boquiabierto, buscando las palabras correctas.
—Puedo pensar acerca de eso… ¿Por favor? ¿Y pensar acerca de todo lo demás que ha pasado el día de hoy? ¿Qué acabas de decirme? Pediste paciencia y fe. Bueno,
regresando a ti, Alfonso. Necesito esos ahora.
Sus ojos buscan los míos y después de un segundo, se inclina y acomoda mi cabello detrás de mi oreja.
—Puedo vivir con eso. —Me besa rápidamente en los labios—. ¿No muy romántico, eh? —Levanta sus cejas, y le doy mi sacudida de cabeza amonestadora—. ¿Corazones y flores? —pregunta suavemente.
Asiento y me da una pequeña sonrisa.
—¿Estás hambrienta?
—Sí.
—No comiste. —Sus ojos se enfrían y su mandíbula se endurece.
—No, no comí. —Me siento en mis talones y lo considero pasivamente—. Ser echada de mi departamento después de ver a mi novio interactuando íntimamente con su ex-sumisa suprimió considerablemente mi apetito. —Lo miro y pongo mis puños en mis caderas.
Pedro sacude su cabeza y se levanta grácilmente. Oh, finalmente podemos levantarnos del suelo. Extiende su mano hacia mí.
—Déjame prepararte algo de comer —dice.
—¿No puedo irme a la cama? —murmuro con cansancio mientras coloco mi mano en la suya.
Me levanta. Estoy tiesa. Me mira, y su expresión se suaviza.
—No, necesitas comer. Ven. —El Pedro mandón regresa, y es un alivio.
Me lleva al área de la cocina y me sienta en un taburete mientras va hacia el refrigerador. Miro mi reloj. Maldición, casi son las once y media y tengo que levantarme temprano para ir al trabajo.
—Pedro, no estoy realmente hambrienta.
Diplomáticamente me ignora mientras busca por el gigantesco refrigerador.
—¿Queso? —pregunta.
—No a esta hora.
—¿Pretzels?
—¿En el refrigerador? No —resople.
Voltea y me sonríe.
—¿No te gustan los Pretzels?
—No a las once y media. Pedro me voy a la cama. Tú puedes buscar en tu refrigerador por el resto de la noche. Estoy cansada, y he tenido un día bastante interesante. Un día que me gustaría olvidar. —Me baje del banquito y me frunció el ceño, pero justo ahora no me importa. Quiero irme a la cama, estoy exhausta.
—¿Macarrones con queso? —Sostiene un traste blanco con cubierta. Luce tan esperanzador y encantador.
—¿Te gustan los macarrones con queso? —pregunto.
Asiente entusiastamente, y mi corazón se derrite. De repente luce tan joven.
¿Quién lo hubiera pensado? Que a Pedro le gusta la comida de niños.
—¿Quieres? —pregunta, esperanzado. No puedo resistirme a él y estoy hambrienta.
Asiento y le doy una sonrisa débil. Su guiño de respuesta me roba el aliento. Quita el papel aluminio del cuenco y lo pone en el microondas. Me vuelvo a subir en el taburete y observo la belleza que es el Sr. Pedro Alfonso —el hombre que quiere casarse conmigo— se mueve con gracia y fácilmente alrededor de la cocina.
—¿Así que sabes cómo usar el microondas? —Lo molesto un poco.
—Si esta en un paquete, usualmente puedo hacer algo con él. Si es comida de verdad entonces si tengo un problema.
No puedo creer que este sea el mismo hombre que estaba hincado frente a mí hace no más de media hora. Saca los platos, cubiertos y mantelitos para la barra de desayuno.
—Es muy tarde —murmuro.
—No vayas al trabajo mañana.
—Tengo que ir al trabajo mañana. Mi jefe se va a Nueva York.
Pedro frunce el ceño.
—¿No quieres ir ahí este fin de semana?
—Revisé el clima, y parece que va a llover —dije, sacudiendo mi cabeza.
—Oh, ¿entonces qué quieres hacer?
El bip del microondas anuncia que nuestra cena esta lista.
—Sólo quiero ir de día en día. Todo este ajetreo es… cansado. —Le levanto una ceja, que ignora.
Pedro pone el cuenco entre nosotros y se sienta junto a mí.
Parece ido, distraído. Sirvo los macarrones en nuestros platos. Huele delicioso, y mi boca se hace agua. Estoy famélica.
—Perdón por lo de Lorena —murmura.
—¿Por qué te disculpas? —Mmm, los macarrones saben tan buenos como huelen.
Mi estómago gruñe gratificantemente.
—Debió de haber sido un terrible shock, encontrarla en tu departamento. Taylor lo limpio temprano. Está muy alterado.
—No culpo a Taylor.
—Yo tampoco. Él te ha estado cuidando.
—¿En serio? ¿Por qué?
—No sabía dónde estabas. Dejaste tu bolsa, tu teléfono. No podía encontrarte. ¿A dónde fuiste? —pregunto. Su voz es suave, pero hay un trasfondo siniestro en sus palabras
—Lucas y yo fuimos al bar que estaba cruzando la calle. Para que pudiera ver lo que estaba pasando.
—Ya veo. —La atmosfera entre nosotros cambio sutilmente. Ya no era tan ligera.
Está bien, bueno… dos pueden jugar este juego. Sólo hay que regresarte esto, Cincuenta.
Tratando de sonar despreocupada, tratando de calmar mi curiosidad pero temiendo la respuesta, pregunto:
—¿Qué hiciste con Lorena en mi departamento?
Volteo a verlo, se congela y su tenedor lleno de macarrones se suspende a la mitad.
Oh no, eso no es bueno.
—¿De verdad quieres saber?
Un nudo se forma en mi estómago y mi apetito se desvanece.
—Sí —susurro. ¿Quieres? ¿De verdad quieres? Mi subconsciente tiro la botella de ginebra en el piso y está sentado en el descansabrazos del sillón, viéndome con
horror.
La boca de Pedro forma una línea, y duda.
—Hablamos, y le di un baño. —Su voz es ronca y continua rápidamente cuando no le doy una respuesta—. Y la vestí con algunas de tus prendas. Espero que no te importe. Pero ella estaba muy sucia.
Santa mierda. ¿Le dio un baño?
Qué cosa tan inapropiada. Me tambaleo, mirando mi plato de macarrones sin comer. La vista de ellos ahora me hace sentir nauseas.
Trata de racionalizarlo, mi subconsciente me dice. Ese lado frío, intelectual de mi cerebro sabe que él sólo hizo eso porque ella estaba sucia, pero es tan difícil. Mi yo frágil y celoso no lo puede soportar.
De repente quiero llorar —no sucumbir a lágrimas de señorita que caen por mis mejillas, sino aullar a la luna.
Tomo una respiración profunda para suprimir la urgencia, pero mi garganta esta árida e incómoda por las lágrimas y sollozos que no se derramaron.
—Era todo lo que podía hacer, Paula —dice suavemente.
—¿Aún tienes sentimientos por ella?
—¡No! —dice, derrotado, y cierra sus ojos, su expresión es de angustia. Me giro, viendo de nuevo mi nauseabunda comida. No puedo soportar verlo.
—Verla de esa manera, tan diferente, tan rota. Me preocupo por ella, un ser humano por otro. —Se estremece como sacudiéndose una desagradable memoria.
Joder, ¿está esperando mi simpatía?
—Paula, mírame.
No puedo. Sé que si lo hago, voy romper en lágrimas. Esto es demasiado que absorber. Soy como un tanque sobrelleno de gasolina, lleno más allá de la capacidad. No hay espacio para nada más. Simplemente no puedo lidiar con más mierda. Voy a hacer combustión y explotar, y va a ser feo si lo intento. ¡Jesús!
Pedro preocupándose por su ex-sumisa de una forma tan intima, la imagen cruza por mi cerebro. Bañándola, por el amor de Dios, desnuda. Un duro y doloroso estremecimiento sacude mi cuerpo.
—Paula.
—¿Qué?
—No lo hagas. No significa nada. Era como cuidar de un niño roto, un niño deshecho —murmura.
¿Qué demonios sabe de cuidar un niño? Esta era una mujer con la que tuvo una llena, desviada relación sexual.
Oh, esto duele. Tomo una profunda, tranquilizadora respiración. O quizás se está refiriendo a él mismo. Él es el niño roto. Eso tiene más sentido… o quizá no tenga nada de sentido. Oh estoy tan arruinada, y de repente estoy tan extremadamente cansada. Necesito dormir.
—¿Paula?
Me pongo de pie, llevo mi plato al fregadero, y tiro los contenidos al bote de basura.
—Paula, por favor.
Me giro y lo encaro.
—¡Sólo para, Pedro! Para el “!Paula, por favor!” —le grito, y las lágrimas comienzan a caer por mi cara—. He tenido suficiente de toda esta mierda el día de hoy. Me voy a la cama. Estoy cansada y emocional. Ahora déjame ser.
Me giro en mis talones y prácticamente corro al dormitorio, llevándome conmigo sus ojos abiertos, y mirada impactada.
Es bueno saber que también lo puedo impactar. Me quito la ropa doblemente rápido, y después de buscar en sus cajones, saco una de sus camisetas y me voy al baño.
Me miro en el espejo, y me cuesta trabajo reconocer la demacrada, de ojos rosados, mejillas manchadas volteándome a ver, y es demasiado. Me tiro en el piso y me
rindo a la insoportable emoción que no puedo contener más, sollozando fuertemente, finalmente dejando que mis lágrimas fluyan sin límite.
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