domingo, 22 de febrero de 2015
CAPITULO 163
—Oh por favor —ruego, cuando Pedro sopla suavemente en mi sexo.
—Todo a su tiempo —murmura.
Tiro de mis restricciones y gimo en protesta a su contacto lascivo. Estoy atada con unas esposas de cuero suave, cada codo enlazado a cada rodilla y el cogote de la cabeza de Pedro y metido entre mis piernas, con su magistral lengua tocándome, implacablemente. Abro mis ojos y miro ciegamente el techo de nuestra habitación bañado en la tenue luz del atardecer. Su lengua se mueve alrededor y en círculo, girando y curvándose sobre y alrededor del centro de mi universo. Quiero estirar las piernas y lucho en un vano por tratar de controlar el placer. Pero no puedo. Mis dedos se cierran fuertemente en su pelo y tiro fuerte para luchar contra su sublime tortura.
—No te corras —murmura advirtiéndome, con su suave aliento sobre mi carne cálida y húmeda cuando él se resiste mis dedos—. Te azotaré si te corres.
Gimo.
—Contrólate, Paula. Todo se trata de controlar. —Su lengua renueva su erótica incursión.
Oh, él sabe lo que está haciendo. Soy incapaz de resistir o detener mi reacción servil y trato -realmente lo intento- pero mi cuerpo estalla bajo su despiadada ejecución y su lengua no se detiene mientras arrastra cada última onza de placer enervándome.
—Oh, Paula —me riñe—. Te viniste. —Su voz es suave con su triunfante reprimenda. Me da la vuelta bocabajo y me apoyo temblorosamente en mis antebrazos. Él me da un fuerte tortazo en mi trasero.
—¡Ay! —grito.
—Control —reprende y agarrando mis caderas se introduce en mí. Grito de nuevo, mi carne todavía se estremece con las secuelas de mi orgasmo. Él se queda quieto mientras está profundamente en mí y, agachándose, desengancha primero una, después la segunda esposa. Envuelve su brazo alrededor de mí y me tira sobre su regazo, con su frente en mi espalda, y su mano curvada bajo mi barbilla alrededor de mi garganta. Me deleito con la sensación de saciedad.
—Muévete —me pide.
Gimo y subo de arriba abajo en su regazo.
—Más rápido —susurra.
Y me muevo más y más rápidamente. Él gime y su mano inclina mi cabeza hacia atrás mientras él mordisquea mi cuello. Su otra mano se desplaza despacio por mi cuerpo, de mi cadera, bajando hacia mi sexo, hasta mi clítoris... todavía sensible de su pródiga atención anterior. Gimoteo cuando sus dedos se cierran a mí alrededor, tocándome una vez más.
—Sí, Paula —dice con voz áspera en mi oído—. Eres mía. Sólo tú.
—Sí —respiro cuando mi cuerpo se tensa de nuevo, acercándose a su alrededor, acunándolo de la manera más íntima.
—Córrete para mí —exige.
Y me permito ir, mi cuerpo sigue su orden obedientemente.
Él todavía me sostiene cuando mi clímax rasga a través de mí y grito su nombre.
—Oh, Paula, te amo —gime y sigue mi ejemplo arqueándose contra mí, encontrando su propia liberación.
Besa mi hombro y alisa el pelo de mi cara.
—¿Eso entró en la lista, Señora Alfonso? —murmura. Yo estoy estirada, apenas consciente, plana en mi vientre sobre nuestra cama. Pedro masajea mi espalda suavemente. Él esta apuntalado junto a mí en un codo.
—Hmm.
—¿Eso es un sí?
—Hmm. —Sonrío.
Él sonríe y me besa de nuevo y a regañadientes ruedo a un lado para enfrentarlo.
—¿Bien? —pregunta.
—Sí. Entra en la lista. Pero es una larga lista.
Su cara casi se divide en dos y se inclina hacia adelante para besarme suavemente.
—Bueno. ¿Cenamos? —Sus ojos brillan con el amor y humor.
Asiento con la cabeza. Estoy hambrienta. Y extiendo la mano para tirar suavemente de los pequeños vellos en su pecho.
—Quiero que me digas algo —susurro.
—¿Qué?
—No te enfades.
—¿Qué es, Paula?
—Te importa.
Sus ojos se ensanchan y todo el rastro de su buen humor desaparece.
—Quiero que admitas que te importa. Porque al Pedro que yo conozco y amo le importaría.
Él permanece quieto, sus ojos no dejan los míos y soy testigo de su lucha interna como si estuviera a punto de hacer el juicio de Salomón . Abre su boca para decir algo y luego la cierra nuevamente mientras alguna emoción fugaz cruza su rostro... dolor, tal vez.
Dilo, lo presiono.
—Sí. Sí, me importa. ¿Contenta? —Su voz apenas es un susurro.
Oh, gracias a Dios, joder. Es un alivio. —Sí. Mucho.
Frunce el entrecejo. —No puedo creer que esté hablando ahora contigo, aquí en nuestra cama, sobre… —pongo mi dedo a sus labios.
—No lo estamos. Vamos a comer. Tengo hambre.
Él suspira y mueve su cabeza. —Me cautivas y me desconciertas, Señora Alfonso.
—Bueno. —Me inclino hacia arriba y lo beso.
De: Paula Alfonso
Asunto: La Lista
Fecha: 9 de septiembre de 2014 09:33
Para: Pedro Alfonso
Eso está definitivamente a la parte superior. :D
Un sobresaliente
Paula Alfonso
Coordinadora Editorial, del AIPS,
De: Pedro Alfonso
Asunto: Dime Algo Nuevo
Fecha: El 9 de septiembre de 2014 09:42
Para: Paula Alfonso
Has dicho eso los últimos tres días. Decídete. O… podríamos tratar de probar algo más. ;)
Pedro Alfonso
Gerente General, Disfrutando este Juego, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Sonrío a mi pantalla. Las últimas tardes han sido... entretenidas. Nos hemos relajado nuevamente, la breve interrupción de Lorena ha sido olvidada. Yo realmente no he reunido el valor para preguntarle si alguna de las pinturas que cuelgan de las paredes son suyas y francamente, realmente no me importa. Mi BlackBerry zumba y contesto, mientras espero a Pedro.
—¿Paula?
—¿Sí?
—Paula, cariño. Soy José Senior.
—¡Sr. Rodríguez! ¡Hola! —Mi cuero cabelludo pica. ¿Qué quiere el padre de José de mí?
—Cariño, siento llamarte al trabajo. Es Reinaldo. —Su voz vacila.
—¿Qué es? ¿Qué ha ocurrido? —Mi corazón da un vuelco.
—Reinaldo ha tenido un accidente.
Oh No. Papá. Dejo de respirar.
—Está en el hospital. Haría bien en venir aquí rápido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario