Lleno la gran bañera con forma de huevo en el baño adjunto y vierto un poco del costoso aceite de baño, el cual comienza a hacer espuma de inmediato. El aroma es celestial… jazmín, creo. En el dormitorio, comienzo a colgar El Vestido mientras se llena el baño.
—¿Lo pasaste bien? —pregunta Pedro mientras entra en la habitación.
Sólo viste una camiseta y pantalones de ejercicio, los pies descalzos. Cierra la puerta detrás de él.
—Sí —murmuro, absorbiéndolo. Lo he extrañado. Ridículo… sólo han sido, ¿qué, unas pocas horas?
Él inclina la cabeza y me mira.
—¿Qué sucede?
—Estaba pensando cuánto te he echado de menos.
—Suena como si estuviera muy enamorada, Sra. Alfonso.
—Lo estoy, Sr. Alfonso.
Se pasea hacia mí hasta que está de pie delante de mí.
—¿Qué compraste? —susurra, y sé que es para cambiar el tema de conversación.
—Un vestido, algunos zapatos, un collar. Gaste un montón de tu dinero. — Lo miro, culpable.
A él le hace gracia.
—Bien —murmura y lleva un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Y por milmillonésima vez, nuestro dinero. —Tironea de mi barbilla, liberando el labio de mis dientes y desliza su dedo índice por la parte delantera de mi camiseta, por mi esternón, entre mis pechos, por mi estómago y sobre mi vientre hasta el dobladillo.
—No necesitarás esto en el baño —susurra, y tomando el dobladillo de mi camiseta con ambas manos, lentamente la levanta—. Sube los brazos.
Obedezco, sin apartar mis ojos de los suyos, y él deja caer mi camiseta al suelo.
—Pensé que sólo íbamos a tomar un baño. —Mi pulso se acelera.
—Quiero ensuciarte primero. Yo también te he echado de menos. —Se inclina y me besa.
****
—¡Mierda, el agua! —Me esfuerzo por sentarme, toda post-orgásmica y aturdida.
Pedro no me deja ir.
—¡Pedro, el baño! —Lo miro desde mi posición postrada sobre su pecho.
Se ríe.
—Relájate… es un cuarto húmedo. —Se da la vuelta y me besa con rapidez—. Cerraré el grifo.
Se baja con gracia de la cama y se pasea hacia el baño. Mis ojos lo siguen ávidamente todo el camino. Hmm… mi esposo, desnudo y pronto mojado.
Mi diosa interior se lame los labios en forma salaz y me da su sonrisa de bien follada. Me levanto de la cama de un salto.
*****
—¡Aaah! —Lo siento… allí, en la ingle.
—¿Te gusta eso? —susurra él.
—Mmm… —murmuro incoherente.
Él comienza el masaje una vez más. Oh, esto se siente bien.
Cierro los ojos.
—Vi a Georgina en la ciudad —murmuro.
—¿En serio? Creo que tiene una casa aquí —dice despectivamente. No está interesado en lo más mínimo.
—Estaba con Gustavo.
Pedro detiene su masaje. Eso captó su atención. Cuando abro los ojos su cabeza está inclinada hacia un lado, como si no entendiera.
—¿A qué te refieres con Gustavo? —pregunta, perplejo más que preocupado.
Le explico lo que vi.
—Paula, sólo son amigos. Creo que Gustavo está bastante entusiasmado con Lourdes. —Hace una pausa y luego añade en voz baja—. De hecho, sé que está bastante entusiasmado con ella. —Y me da su mirada que dice “no tengo idea por qué”.
—Lourdes es bellísima. —Me erizo, en defensa de mi amiga.
Él resopla.
—Aún me alegra que fueras tú quien cayó en mi oficina. —Besa mi dedo gordo, libera el pie izquierdo, y toma el derecho antes de comenzar el proceso de masaje de nuevo.
Sus dedos son tan fuertes y flexibles, me relajo de nuevo.
No quiero pelear por Lourdes. Cierro los ojos y dejo que sus
dedos hagan su magia en mis pies.
*****
De:Paula Alfonso
Asunto: ¿Mi trasero luce grande en esto?
Fecha: Agosto 27, 2014 18:53 MST
Para: Pedro Alfonso
Sr. Alfonso
Necesito tu consejo de vestuario.
Suya
Sra. A x
De: Pedro Alfonso
Asunto: Genial.
Fecha: Agosto 27, 2014 18:55 MST
Para: Paula Alfonso
Sra.Alfonso
Realmente lo dudo.
Pero iré y le daré a su trasero un examen a fondo sólo para asegurarme.
Suyo con anticipación
Sr. A x
Pedro Alfonso
Gerente General de Alfonso Enterprises Holdings e Inspector de Traseros Inc.
Mientras leo su correo electrónico, la puerta del dormitorio se abre y Pedro se congela en el umbral. Su boca se abre y sus ojos se abren.
Maldición… esto podría ir en cualquier dirección.
—¿Y bien? —susurro.
—Paula, estás… wow.
—¿Te gusta?
—Sí, supongo. —Está un poco ronco. Lentamente entra en la habitación y cierra la puerta. Viste jeans negros y una camisa blanca, pero con una chaqueta negra. Está fantástico. Él se acerca lentamente hacia mí, pero tan pronto como me alcanza, pone sus manos sobre mis hombros y me hace dar vuelta para enfrentar el espejo de cuerpo entero, mientras él está de pie detrás de mí. Mi mirada encuentra la suya en el espejo, luego baja, fascinado por mi espalda desnuda. Su dedo se desliza por mi espalda y llega hasta el borde de mi vestido en la parte baja de mi espalda, donde la pálida piel se reúne con la tela plateada.
—Esto es muy revelador —murmura.
Su mano roza más abajo, sobre mi trasero y por el muslo desnudo. Hace una pausa, ojos grises ardiendo intensamente en los azules. Luego arrastra lentamente sus dedos hacia arriba hasta el borde de mi falda.
Mirar sus largos dedos moverse suavemente, juguetonamente sobre mi piel, sintiendo el hormigueo que dejan a su paso, mi boca forma una perfecta O.
—No hay mucha distancia desde aquí. — Él toca el borde, luego mueve los dedos más arriba—. Hasta aquí —susurra. Jadeo cuando sus dedos acarician mi sexo, moviéndose tentadoramente sobre mi ropa interior, sintiéndome, provocándome.
—¿Y tu punto es? —susurro.
—Mi punto es… no hay mucha distancia desde aquí. —Sus dedos se deslizan sobre mi ropa interior, luego uno está adentro, contra mi suave carne humedecida—. Hasta aquí. Y luego… hasta aquí. —Desliza un dedo dentro de mí.
Jadeo y hago un suave sonido de lloriqueo.
—Esto es mío —murmura en mi oído. Cerrando los ojos, mueve su dedo lentamente dentro y fuera de mí—. No quiero que nadie más vea esto.
Mi respiración se entrecorta, mi jadeo coincidiendo con el ritmo de su dedo. Verlo en el espejo, haciendo esto… está más allá de lo erótico.
—Así que se una buena chica y no te inclines, deberías estar bien.
—¿Lo apruebas? —susurro.
—No, pero no voy a impedir que lo uses. Estás deslumbrante, Paula. —Retira su dedo abruptamente, dejándome con ganas de más, y se mueve para enfrentarme. Apoya la punta del dedo invasor en mi labio inferior.
Instintivamente, frunzo los labios y lo beso, y soy recompensada con una sonrisa maliciosa. Él se lleva el dedo a la boca y su expresión me informa que tengo buen sabor... muy bueno. Me sonrojo. ¿Siempre me sorprenderá cuando haga eso?
Él toma mi mano.
—Ven —me ordena en voz baja. Quiero responder que estaba a punto, pero a la luz de lo ocurrido en la sala de juegos de ayer, decido lo contrario.
*****
Estamos a la espera del postre en un exclusivo restaurante de lujo de la ciudad. Ha sido una noche animada hasta ese momento, y Malena está determinada a que continúe y en que debemos ir a bailar. En este momento está sentada en silencio por una vez, pendiente de cada palabra de Lucas mientras él y Pedro hablan. Malena está obviamente encaprichada con Lucas, y Lucas está… bueno, es difícil de decir. No sé si son sólo amigos o si hay algo más.
Pedro parece a gusto. Ha estado hablando animadamente con Lucas.
Obviamente se unieron gracias a la pesca con mosca. Están hablando de psicología, principalmente.
Irónicamente, Pedro suena más informado.
Resoplo suavemente mientras escucho a medias la conversación, reconociendo tristemente que su experiencia es resultado de su trato con tantos psiquiatras.
Tú eres la mejor terapia. Sus palabras, susurradas mientras hacíamos el amor una vez, hacen eco en mi cabeza. ¿Lo soy? Oh, Pedro, eso espero.
Miro a Lourdes. Está hermosa, pero siempre es así. Ella y Gustavo están menos animados. Él parece nervioso, sus bromas un poco demasiado fuertes, y su risa un poco apagada. ¿Han tenido una pelea? ¿Qué es lo que le preocupa? ¿Es esa mujer? Mi corazón se hunde ante la idea de que él pudiera lastimar a mi mejor amiga. Miro hacia la entrada, casi esperando ver a Georgina paseando calmadamente su trasero bien cuidado por todo el restaurante hacia nosotros. Mi mente está jugándome trucos, sospecho que es la cantidad de alcohol que he bebido. Mi cabeza está comenzando a doler.
De repente, Gustavo nos sorprende a todos poniéndose de pie y empujando su silla hacia atrás de forma que raspa el suelo de baldosas. Todas las miradas se dirigen a él. Mira a Lourdes por un momento y luego se pone de rodillas a su lado.
Oh. Dios. Mío.
Él toma su mano, y el silencio se instala como una manta sobre todo el restaurante mientras todos dejan de comer, dejan de hablar, dejan de caminar, y se quedan mirando.
—Mi hermosa Lourdes, te amo. Tu gracia, tu belleza y tu espíritu fogoso no tienen igual, y has capturado mi corazón. Pasa tu vida conmigo. Cásate conmigo.
¡Mierda!
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