domingo, 15 de febrero de 2015

CAPITULO 140





Alargo la mano dentro de mi bolso y saco mi BlackBerry y antes de que pueda pensar mucho en la extensión de la ira de Pedro, marco su número.


Va directamente al correo de voz. Él debe haberlo apagado porque está muy enfadado. No puedo pensar en qué decir. 


Girando, camino por el pasillo un poco, alejándome de todo el mundo.


—Hola. Soy yo. Por favor no te enfades. Hemos tenido un accidente en el apartamento. Pero está todo bajo control, así que no te preocupes. Nadie está herido. Llámame. —Cuelgo.


—Llama a la policía —le digo a Salazar. Él asiente, saca su teléfono y hace la llamada.


El Oficial Skinner está en una profunda conversación con Gutierrez en la mesa del comedor. El Oficial Walker está con Salazar en la oficina de Taylor. No sé donde está Perez, tal vez en la oficina de Taylor.


El Detective Clark está ladrándome preguntas mientras nos sentamos en el sofá del gran salón. Él es alto, oscuro y sería atractivo si no fuera por su permanente ceño fruncido. 


Sospecho que ha sido despertado y arrastrado desde su cama tibia porque el hogar de uno de los más ricos e influyentes hombres de negocios de Seattle ha sido violado.


—¿Él solía ser tu jefe? —pregunta Clark ásperamente.


—Sí.


Estoy cansada, más allá de cansada, y quiero ir a la cama. 


Todavía no he sabido de Pedro. En el lado positivo, los paramédicos se han llevado a Hernandez.


La Sra. Jones nos tiende al Detective Clark y a mí una taza de té.


—Gracias. —Clark se vuelve hacia mí—. ¿Y dónde está el Sr. Alfonso?


—Nueva York. De negocios. Estará de vuelta mañana por la noche, quiero decir esta noche. —Es después de la medianoche.


—Hernandez es conocido para nosotros —murmura el Detective Clark—. Necesitaré que baje a la estación para hacer una declaración. Pero eso puede esperar. Es tarde y hay un par de reporteros acampando en la acera. ¿Te importa si miro alrededor?


—Por supuesto que no —ofrezco, aliviada de que su interrogatorio haya terminado. Me estremezco ante el pensamiento de los fotógrafos afuera.


Bueno, ellos no serán un problema hasta mañana. Me recuerdo a mí misma llamar a mamá y Reinaldo, sólo en caso de que escuchen algo y se preocupen.


—Sra. Alfonso ¿puedo sugerirle que vaya a la cama? —dice la Sra. Jones, su voz cálida y llena de preocupación.


Mirando a sus ojos cálidos, amables, repentinamente siento una necesidad inmensa de llorar. Ella se estira y frota mi hombro.


—Estamos a salvo ahora —murmura—. Todo esto se verá mejor en la mañana una vez que hayas tenido algo de sueño. Y el Sr. Alfonso estará de vuelta mañana por la noche.


La miro nerviosamente, manteniendo mis lágrimas a raya. Pedro va a estar tan enfadado.


—¿Puedo conseguirte algo antes de que vayas a la cama? 
—pregunta ella.


Me doy cuenta de cuán hambrienta estoy. —Me encantaría algo para comer.


Ella sonríe ampliamente. —¿Sándwich y algo de leche?


Asiento con gratitud y ella se dirige a la cocina. Gutierrez está todavía con el Oficial Skinner. En el vestíbulo el Detective Clark está examinando el desastre fuera del ascensor. 


Parece pensativo, a pesar de su ceño fruncido.


Y repentinamente siento nostalgia… nostalgia por Pedro. Sosteniendo mi cabeza entre mis manos, deseo fervientemente que estuviera aquí. Él sabría qué hacer. Qué noche. Quiero arrastrarme en su regazo, tenerlo
sosteniéndome y diciéndome que me ama, incluso aunque no haga lo que me dice… pero eso no será posible hasta esta noche.


Interiormente ruedo mis ojos… ¿Por qué no me dice acerca del incremento de la seguridad para todos? ¿Qué está exactamente en el ordenador de Jeronimo? Él es tan frustrante pero justo ahora, simplemente no me importa.


Quiero a mi esposo. Lo extraño.


—Aquí tienes Paula, querida. —La Sra. Jones interrumpe mi agitación interna. Cuando levanto la mirada, me tiende un sándwich de mantequilla de maní y jalea, sus ojos pestañeando. No he tenido uno de estos por años.


Le sonrío tímidamente y ataco.


Cuando me arrastro finalmente en la cama, me acurruco en el lado de Pedro, vestida en su camiseta. Su almohada y su camiseta huelen a él y mientras me quedo dormida le deseo silenciosamente un viaje seguro a casa… y buen humor.





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