viernes, 13 de febrero de 2015

CAPITULO 134




Levantando el primer mechón, lo peino hacia arriba y lo encajo dentro de mis dedos índice y medio. Pongo el peine en mi boca, tomo las tijeras y hago el primer corte, cortando una pulgada de longitud.Pedro cierra sus ojos y se sienta como una estatua, suspirando contento de que yo continúe. Ocasionalmente abre sus ojos, y lo sorprendo mirándome intensamente. No me toca mientras trabajo, y estoy agradecida. Su toque es… distractor.


Quince minutos después he terminado


—Terminado. —Estoy complacida con el resultado. Luce más caliente que nunca, su cabello todavía es flexible y sexy… sólo un poco más corto.


Pedro se mira en el espejo, buscando una grata sorpresa. 


Sonríe.


—Gran trabajo, Sra Alfonso. —Voltea la cabeza de un lado al otro y desliza sus brazos a mi alrededor. Tirando de mí, besa y acaricia mi vientre.


—Gracias —dice.


—Es un placer. —Me inclino y lo beso brevemente.


—Es tarde. Cama. —Me da una nalgada juguetona.


—¡Ah! Debería limpiar aquí. —Hay cabello por todo el suelo.


Pedro frunce el ceño, como si el pensamiento no se le hubiera ocurrido.


—Esta bien, conseguiré la escoba —dice con ironía—. No quiero avergonzar al personal con tu falta de ropa apropiada.


—¿Sabes dónde esta la escoba? —pregunto inocentemente. Esto detiene a Pedro.


—Um… no.


Me rio. —Yo iré.



*****


Mientras me meto en la cama y espero que Pedro se una a mí, reflexiono en cuán diferente este día podría haber terminado. Estaba tan molesta con él antes, y él conmigo. 


¿Cómo voy a lidiar con esta tontería de la empresa-en-funcionamiento? No tengo deseos de manejar mi propia
compañía. No soy él. Tengo que dirigir esto paso por paso. Tal vez debería tener una palabra segura cuando él esta siendo autoritario y dominante, para cuando esta siendo un tonto. Me rio. Tal vez la palabra de seguridad debería ser tonto. La idea me parece muy atractiva.


—¿Qué? —dice mientras se mete en la cama a mi lado usando sólo sus pantalones de pijama.


—Nada. Sólo una idea.


—¿Qué idea? —pregunta, extendiéndose junto a mi.


Aquí va nada. —Pedro, no creo que quiera dirigir una empresa.


Se apuntala en su codo y me mira. —¿Por qué dices eso?


—Porque no es algo que me halla gustado para mí.


—Eres más que capaz, Paula.


—Me gusta leer libros, Pedro. Dirigir una compañía me alejara de eso.


—Podrías ser la directora creativa.


Frunzo el ceño.


—Ya ves —él continua—, dirigir una compañía exitosa es todo sobre abrazar el talento de las personas que tienes a tu disposición. Si ahí es donde tus talentos y tus intereses se encuentran, entonces estructura la compañía para permitirlo. No te desestimes, Paula. Eres una mujer muy capaz. Creo que podrías hacer cualquier cosa que quieras si pones tu mente en ello.


¡Whoa! ¿Cómo puede el saber que seria buena en esto?


—También me preocupa que esto tomará mucho de mi tiempo.


Pedro frunce el ceño.


—Tiempo que podría dedicar a ti. —Empleo mi arma secreta. Su mirada se oscurece.


—Se lo que estas haciendo —murmura, divertido.


¡Maldición!


—¿Qué? —finjo inocencia.


—Estas tratando de distraerme del tema en cuestión. Siempre haces eso. Sólo no descartes la idea, Paula. Piensa en ello. Es todo lo que pido.


Se inclina y me besa castamente, luego roza mi mejilla con su dedo. Esta discusión va a seguir y seguir. Le sonrió, y algo que dijo temprano aparece espontáneamente en mi mente.


—¿Puedo preguntarte algo? —mi voz es suave, vacilante.


—Por supuesto.


—Hoy temprano dijiste que cuando estuviera molesta contigo, debería desquitármelo en la cama. ¿Qué querías decir?


Se queda inmóvil. —¿Qué crees que significa?


Mierda… debería decirlo. —Que querías que te atara.


Sus cejas se disparan con sorpresa. —Um… no. Eso no es lo que quería decir.


—Oh. —Estoy sorprendida por la ligera punzada de decepción.


—¿Quieres atarme? —pregunta, obviamente leyendo correctamente mi expresión. Suena sorprendido. Me sonrojo.


—Bueno…


—Paula, yo… —Se detiene, y algo oscuro cruza su cara.


Pedro —susurro, alarmada. Me muevo así estoy acostada en mi lado, apoyada en mi codo, como él. Alcanzándolo, acaricio su cara. Sus ojos grandes y temerosos. Sacude su cabeza con tristeza.


¡Mierda!


—Pedro, detente. No importa. Pensé que te referías a eso.


Toma mi mano y la coloca sobre su corazón palpitante. 


¡Joder! ¿Qué es?


—Paula, no sé como me sentiría sobre tú tocándome si estuviera atado.


Mi cuero cabelludo pica. Es como si estuviera confesando algo profundo y oscuro.


—Esto todavía es demasiado nuevo. —Su voz es baja y en carne viva.


Joder. Sólo era una pregunta, y me doy cuenta que él ha recorrido un largo camino, pero aún le queda un largo camino para recorrer. Oh, Cincuenta, Cincuenta, Cincuenta. 


Ansiedad agarra mi corazón. Me inclino y él se congela, pero planto un suave beso en la esquina de su boca.


Pedro, tuve la idea equivocada. Por favor, no te preocupes. Por favor no pienses en ello. —Lo beso. El cierra sus ojos y gime y se mueve alternativamente, me empuja hacia el colchón, sus manos apretando mi barbilla. Y pronto nos hemos perdido… perdidos en el otro, de nuevo.






No hay comentarios:

Publicar un comentario