sábado, 31 de enero de 2015

CAPITULO 90




Santa Mierda.


Ella está aquí, mirándome con una desconcertante mirada vacía, sosteniendo un arma. Mi subconsciente se desvanece en un desmayo, y no creo que ni siquiera las sales aromáticas la traerán de vuelta.


Parpadeo repetidamente a Lorena mientras mi mente se va a la deriva. ¿Cómo entró?¿En dónde está Lucas? ¡Mierda! ¿En dónde está Lucas?


Un progresivo y frío miedo toma mi corazón, y mi cuero cabelludo pica cuando cada uno de los folículos en mi cabeza se aprieta con terror. ¿Qué si ella lo ha lastimado? 


Empiezo a respirar rápidamente mientras la adrenalina y el miedo adormecedor de huesos atraviesan mi cuerpo. 


Mantén la calma, mantén la calma,repito el mantra una y otra vez en mi cabeza.


Ella inclina la cabeza a un lado, mirándome como si fuera una exhibición en un espectáculo de fenómenos. Caray, no soy el bicho raro aquí.


Se siente como que ha pasado un eón mientras proceso todo esto, aunque en realidad sólo ha sido una fracción de segundo. La expresión de Lorena permanece vacía, y su apariencia es tan desliñada y enfermiza como nunca. 


Todavía está usando aquel abrigo sucio, y parece desesperadamente necesitar un baño. Su cabello está grasoso y lacio, aplastado contra su cabeza, y sus ojos son de un pálido marrón, nublado, y luce vagamente confundida.


A pesar del hecho de que mi boca no tiene humedad en ella en absoluto, hago el intento de hablar.


—Hola. Lorena, ¿no? —digo ásperamente. Ella sonríe, pero es un perturbador curvar de su labio en lugar de una verdadera sonrisa.


—Ella habla —susurra, y su voz es suave y ronca a la vez, un inquietante sonido.


—Sí, hablo —digo gentilmente como si estuviera hablando con una niña—. ¿Estás aquí sola?


¿En dónde está Lucas? Mi corazón golpetea con el pensamiento de que él podría estar herido.


Su rostro cae, tanto que pienso que está a punto de romper en llanto, se ve tan triste.


—Sola —susurra—. Sola.


Y la profundidad de la tristeza en aquella palabra es descorazonadora. ¿De qué habla? ¿Estoy sola? ¿Ella está sola? ¿Está sola porque hirió a Lucas? Oh…. no… tengo que luchar con el asfixiante miedo que se arrastra por mi garganta mientras las lágrimas amenazan con salir.


—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Puedo ayudarte? —Mis palabras son calmadas, una gentil pregunta a pesar del sofocante miedo en mi garganta. Su ceño se frunce como si estuviera completamente aturdida por mis preguntas. Pero no hace ningún movimiento violento en mi contra. Su mano todavía está relajada alrededor de su arma. Tomo una táctica distinta, intentando ignorar mi apretado cuero cabelludo.


—¿Te gustaría algo de té? —¿Por qué le estoy preguntando si quiere té? Es la respuesta de Reinaldo a una situación emocional, subiendo a la superficie de manera inapropiada. 


Jesús, tendría un ataque si me viera justo en este minuto. 


Su entrenamiento del ejército habría entrado en acción, y habría desarmado a la chica para este momento. Ella en realidad no está apuntándome. Tal vez pueda moverme. Ella sacude la cabeza y la inclina de lado a lado como estirando el cuello.


Tomo una profunda y preciosa bocanada de aire, tratando de calmar mi respiración asustada, y me muevo hacia la isleta de la cocina. Ella frunce el ceño como si no pudiera entender completamente qué estoy haciendo y se mueve un
poco de modo que todavía está frente a mí. Alcanzo la tetera y con una temblorosa mano la lleno con el agua del grifo. 


Mientras me muevo, mi respiración se equilibra. Sí, si ella me quisiera muerta, seguramente me habría disparado ya. 


Me observa con una ausente y perpleja curiosidad. Mientras enciendo la tetera, soy asediada por el pensamiento de Lucas. ¿Está herido? ¿Atado?


—¿Hay alguien más en el apartamento? —pregunto tentativamente.


Ella inclina su cabeza al otro lado, y con su mano derecha, la mano que no sostiene el revolver, agarra una hebra de su largo y grasoso cabello y empieza a enrollarlo y desenrollarlo, tirando y retorciéndolo. Obviamente es un hábito nervioso, y mientras que estoy distraída por esto, soy golpeada una vez más por lo mucho que se parece a mí. 


Sostengo la respiración, esperando su respuesta, la ansiedad llegando a un punto casi insoportable.


—Sola. Completamente sola —murmura. Encuentro esto reconfortante. Quizá Lucas no está aquí. El alivio me da poder.


—¿Estás segura de que no quieres té o café?


—No tengo sed —responde suavemente, y da un cauteloso paso hacia mí. Mi sentimiento de empoderamiento se evapora. ¡Mierda! Empiezo a jadear con miedo una vez más, sintiéndolo surgir grueso y áspero a través de mis venas. A pesar de esto y sintiéndome más que valiente, me doy la vuelta y extraigo un par de tazas del aparador.


—¿Qué tienes tú que no tenga yo? —pregunta, su voz asumiendo la entonación cantarina de una niña.


—¿A qué te refieres, Lorena? —pregunto tan gentilmente como puedo.


—El Amo… el Sr. Alfonso… te deja llamarlo por su nombre de pila.


—No soy su sumisa, Lorena. Er… el Amo entiende que soy incapaz e inadecuada para llenar ese papel.


Inclina la cabeza al otro lado. Es completamente desconcertante e innatural como un gesto.


—I-na-de-cua-da. —Prueba la palabra, sondeándola, viendo cómo se siente en su lengua—. Pero el Amo está feliz. Lo he visto. Se ríe y sonríe. Estas reacciones son raras… muy raras para él.


Oh.


—Te ves como yo. —Lorena cambia de táctica, sorprendiéndome, sus ojos parecen enfocarse apropiadamente en mí por primera vez—. Al Amo le gustan las obedientes que lucen como tú y yo. Las otras, todas las mismas…. las mismas… y aun así, tú duermes en su cama. Te vi.


¡Mierda! Ella estaba en la habitación. No me lo imaginé.


—¿Me viste en su cama? —susurro.


—Nunca dormí en la cama del Amo —murmura. Ella es como un caído espectro etéreo. Media persona. Se ve tan ligera, y a pesar del hecho que está sosteniendo un arma, repentinamente me siento llena de simpatía por ella. Sus manos se flexionan alrededor del arma, y mis ojos se amplían, amenazando con salirse de mi cabeza.


—¿Por qué al Amo le gustan como nosotras? Me hace pensar en algo… algo… el Amo es oscuro… el Amo es un oscuro hombre, pero lo amo.


No, no, no lo es. Me erizo internamente. Él no es oscuro. Es un buen hombre, y no está en la oscuridad. Se me ha unido en la luz. Y ahora ella está aquí, intentando arrastrarlo de vuelta con alguna retorcida idea de que lo ama.


—Lorena, ¿quieres darme el arma? —pregunto suavemente. 


Su mano la sostiene apretadamente, y ella la abraza contra su pecho.


—Es mía. Es todo lo que me queda. —Gentilmente acaricia el arma—. Así ella puede unirse a su amor.


¡Mierda! ¿Cuál amor… Pedro? Es como si me hubiera 
pegado en el estómago.


Sé que él estará aquí en cualquier momento para descubrir qué está retrasándome.


¿Ella quiere dispararle? El pensamiento es tan horroroso, que siento mi garganta arder y doler cuando un enorme nudo se forma allí, casi estrangulándome, emparejándose con el miedo que se ha formado fuertemente en mi estómago.


Justo en la entrada la puerta se abre, y Pedro está en el umbral, Taylor detrás de él.


Mirando brevemente, los ojos de Pedro se deslizan sobre mí de la cabeza a los pies, y noto la pequeña chispa de alivio en su mirada. Pero su alivio es fugaz cuando su mirada vuela hacia Lorena y se pone rígido, enfocándose en ella, sin vacilar en lo más mínimo. La mira fijamente con una intensidad que no he visto antes, sus ojos salvajes, enojados, y asustados.


Oh, no…. oh, no.


Los ojos de Lorena se amplían, y por un momento, parece que su razón regresa.


Parpadea rápidamente mientras su mano se aprieta una vez más alrededor del arma.


Mi respiración se queda atrapada en mi garganta, y mi corazón empieza a golpetear tan fuerte que escucho la sangre latiendo en mis orejas. ¡No, no, no!


Mi mundo se tambalea precariamente en las manos de esta pobre y jodida mujer.


¿Disparará? ¿A ambos? ¿A Pedro? El pensamiento es agobiante.


Pero después de una eternidad, mientras el tiempo cuelga suspendido a nuestro alrededor, su cabeza se agacha y ella lo mira, a través de unas largas pestañas, su expresión contrita.


Pedro estira su mano, señalándole a Taylor permanecer donde está. La cara pálida de Taylor traiciona su furia. 


Nunca lo he visto así, pero se queda inmóvil mientras Pedro y Lorena se miran fijamente.


Me doy cuenta que estoy aguantando la respiración. ¿Qué hará ella? ¿Qué hará él?


Pero sólo continúan mirándose uno a otro. La expresión de Pedro es cruda, llena de alguna clase de emoción sin nombre. Podría ser lástima, miedo, afecto… o, ¿es amor? 


¡No, por favor, no amor!


Sus ojos la perforan y, agonizantemente lento, la atmósfera en el apartamento cambia. La tensión está creciendo de modo que puedo sentir su conexión, la carga entre ellos.


¡No! De repente siento que yo soy la intrusa, metiéndome entre ellos mientras se miran el uno al otro. Soy una intrusa, una mirona, espiando una escena prohibida e íntima tras las cortinas.


La intensa mirada de Pedro quema más, y su porte cambia sutilmente. Luce más alto, más angular de alguna manera, más frío, y más distante. Reconozco esta postura. 


Lo he visto así antes… en su salón de juegos.


Mi cuero cabelludo pica de nuevo. Este es Pedro el Dominante, y qué tan relajado se ve. Si nació o no para este papel, no lo sé, pero con un corazón desazonado y un estómago enfermo, observo mientras Lorena responde, sus labios separándose, su respiración acelerándose mientras el primer sonrojo mancha sus mejillas. ¡No! Es un vistazo poco bienvenido al pasado, es agonizante atestiguarlo.


Finalmente, él le murmura una palabra. No puedo descifrar qué es, pero el efecto en Lorena es inmediato. Cae al piso sobre sus rodillas, su cabeza inclinada, y el arma cae y repiquetea inútilmente a través del piso de madera. Santa Mierda.


Pedro camina calmadamente hacia donde el arma ha caído y se inclina con gracia para recogerla. La observa con disgusto poco disimulado y luego la desliza en el bolsillo de su chaqueta. Mira una vez más a Lorena mientras ella se arrodilla obedientemente junto a la isleta de la cocina.


—Paula, ve con Taylor —ordena. Taylor cruza el umbral y me mira fijamente.


—Lucas —susurro.


—Está abajo —responde de manera casual, sus ojos nunca dejando a Lorena.


Abajo. No está aquí. Lucas está bien. El alivio inunda con fuerza mi sangre, y por un momento pienso que voy a desmayarme.


—Paula. —El tono de Pedro está cortado en advertencia.


Parpadeo hacia él, y de repente soy incapaz de moverme. 


No quiero dejarlo, dejarlo con ella. Él se mueve para estar junto a Lorena mientras ella se arrodilla a sus pies. Está encima de ella, protectoramente. Ella está tan quieta, es innatural. No puedo apartar mis ojos de ellos dos… juntos…


—Por el amor de Dios, Paula, ¡¿harás lo que se te dice por una vez en tu vida y te irás?! —Los ojos de Pedro se fijan en los míos mientras me lanza una mirada al rojo vivo, su voz fría como el hielo. La rabia bajo la calma y deliberada entrega de sus palabras es palpable.


¿Enojado conmigo? Seguramente no. Por favor… ¡No! 


Siento como si me hubiera abofeteado con fuerza. ¿Por qué quiere quedarse con ella?


—Taylor. Lleva a la señorita Chaves abajo. Ahora.


Taylor asiente en su dirección mientras yo fijo mi mirada en Pedro.


—¿Por qué? —susurro.


—Ve. Regresa al apartamento. —Sus ojos arden fríamente hacia mí—. Necesito estar a solas con Lorena. —Lo dice urgentemente.


Pienso que está intentando enviar alguna clase de mensaje pero estoy tan desconcertada por todo lo que ha sucedido que no estoy segura. Miro a Lorena y noto una pequeña sonrisa atravesando sus labios, pero por lo demás, permanece impasible. Una completa sumisa. ¡Mierda! Mi corazón se estremece.


Esto es lo que él necesita. Esto es lo que le gusta. ¡No!, quiero llorar.


—Señorita Chaves. Paula. —Taylor extiende su mano hacia mí, implorándome que vaya. Estoy inmovilizada por el horrible espectáculo frente a mí. Confirma mis peores temores y representa todas mis inseguridades: Pedro y Lorena juntos… el Dominante y su sumisa.


—Taylor —insta Pedro, y Taylor se inclina y me recoge en sus brazos. La última cosa que puedo ver mientras nos vamos es a Pedro acariciar gentilmente la cabeza de Lorena mientras le murmura algo suavemente.


¡No!


Mientras Taylor me carga escaleras abajo, yazco débilmente en sus brazos, intentando entender lo que ha sucedido en los últimos diez minutos… ¿Fue más tiempo? ¿O menos? El concepto de tiempo me ha abandonado.


Pedro y Lorena, Lorena y Pedro… ¿juntos? ¿Qué está haciendo con ella ahora?


—¡Jesús, Paula! ¿Qué mierda está pasando?


Estoy aliviada por ver a Lucas mientras camina en el pequeño vestíbulo, todavía cargando su gran maletín. ¡Oh, gracias al cielo está bien! Cuando Taylor me baja, prácticamente me lanzo sobre Lucas, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.


—Lucas. ¡Oh, gracias a Dios! —Lo abrazo, sosteniéndolo cerca. Estaba tan preocupada, y por un breve momento, disfruto algo de respiro de mi creciente pánico por lo que está pasando arriba en mi apartamento.


—¿Qué mierda está sucediendo, Paula? ¿Quién es este tipo?


—Oh, lo lamento, Lucas, este es Taylor. Trabaja con Pedro. Taylor, este es Lucas, el hermano de mi compañera de piso.


Asienten el uno al otro.


—Paula, arriba, ¿qué está pasando? Estaba buscando las llaves del apartamento cuando estos tipos salieron de la nada y las tomaron. Uno de ellos era Pedro—La voz de Lucas se desvanece.


—Llegaste tarde... Gracias a Dios.


—Sí. Me encontré con un amigo de Pullman, tomamos algo rápido. Arriba, ¿qué es lo que pasa?


—Hay una chica, una ex de Pedro. En nuestro apartamento. Ella se ha vuelto loca, y Pedro está… —Mi voz se rompe y las lágrimas inundan mis ojos.


—Oye —susurra Lucas y me acerca una vez más—. ¿Alguien ha llamado a la policía?


—No, no es así —lloriqueo en su pecho, y ahora que he empezado, no puedo dejar de llorar, la tensión de este último episodio se está liberando a través de mis lágrimas. 


Lucas aprieta sus brazos a mi alrededor, pero siento su perplejidad.


—Oye, Paula, vamos a tomar algo. —Palmea mi espalda incómodamente.


Abruptamente, también me siento incómoda, y avergonzada, y con toda honestidad, quiero estar sola. Pero asiento, aceptando su oferta. Quiero estar lejos de aquí, lejos de lo que sea que está sucediendo arriba.


Me vuelvo hacia Taylor.


—¿El apartamento fue revisado? —le pregunto entre lágrimas, limpiándome la nariz con la parte trasera de mi mano.


—Esta tarde. —Taylor se encoge de hombros a manera de disculpa y me pasa un pañuelo. Luce devastado—. Lo lamento, Paula —murmura.


Frunzo el ceño. Caray, se ve tan culpable. No quiero hacerlo sentir peor.


—Parece que ella tienen una misteriosa habilidad para evadirnos —añade él, frunciendo el ceño una vez más.


—Lucas y yo iremos a tomar algo y luego volveremos a Escala. —Me seco los ojos.


Taylor cambia de un pie a otro incómodamente.


—El Sr. Alfonso quería que se fuera al apartamento —dice calmadamente.


—Bueno, sabemos en dónde está Lorena ahora. —No puedo evitar la amargura en mi voz—. Así que no es necesaria toda la seguridad. Dígale a Pedro que lo veremos más tarde.


Taylor abre la boca para hablar y luego, sabiamente, la cierra de nuevo.


—¿Quieres dejar tu maletín con Taylor? —le pregunto a Lucas.


—No, lo mantendré conmigo, gracias.


Lucas asiente a Taylor, luego me acompaña fuera de la puerta principal.


Demasiado tarde, recuerdo que he dejado mi bolso en la parte trasera del Audi. No tengo nada.


—Mi bolso…


—No te preocupes —murmura Lucas, su rostro lleno de preocupación—. Está bien, yo invito.


Escogemos un bar atravesando la calle, sentándonos en los taburetes junto a la ventana. Quiero ver qué está pasando… quién viene, y más importante, quién se va. Lucas me entrega una botella de cerveza.


—¿Problemas con una ex? —dice gentilmente.


—Es un poco más complicado que eso —murmuro, abruptamente precavida. No puedo hablar de esto, he firmado un CDC. Y por primera vez, realmente resiento el hecho que Pedro no ha dicho nada acerca de rescindirlo.


—Tengo tiempo —dice Lucas amablemente y toma un largo sorbo de su cerveza.


—Es una ex, de hace años. Dejó a su esposo por algún tipo. Luego hace un par de semanas o así, él murió en un accidente automovilístico, y ahora ella viene tras Pedro. —Me encojo de hombros. Ahí está, eso no fue decir mucho.


—¿Viene tras él?


—Tenía un arma.


—¡Qué mierda!


—No amenazó de verdad a nadie con ella. Creo que quería lastimarse a sí misma.Pero es por eso que estaba tan preocupada por ti. No sabía si estabas en el apartamento.


—Ya veo. Ella suena inestable.


—Sí, lo es.


—¿Y qué está haciendo Pedro con ella ahora?


La sangre abandona mi cara y la bilis sube por mi garganta.


—No lo sé —susurro.


Los ojos de Lucas se amplían… y lo entiende.


Este es el quid de mi problema. ¿Qué mierda está haciendo? Hablando, espero.


Sólo hablando. Aun así, todo lo que puedo ver en mi mente es su mano acariciando el cabello de ella.


Está trastornada y Pedro se preocupa por ella, eso es todo, racionalizo. Pero en la parte trasera de mi cabeza, mi subconsciente está sacudiendo su cabeza tristemente.


Es más que eso. Lorena fue capaz de suplir sus necesidades en una forma que yo no.


El pensamiento es deprimente.


Intento enfocarme en todo lo que hemos hecho en los últimos días, su declaración de amor, su humor coqueto, su alegría. Pero las palabras de Eleonora siguen regresando para mofarse de mí. Es cierto lo que dicen de los que escuchan a escondidas.


¿No lo extrañas… tu salón de juegos?


Termino mi cerveza en un tiempo record, y Lucas pide una más. No soy una buena compañía, pero para su crédito, se queda conmigo, charlando, intentado levantar mi espíritu, hablando de Barbados, y de las travesuras de Lourdes y Gustavo, lo que es maravillosamente distractor. Pero es sólo eso, una distracción.


Mi mente, mi corazón y mi alma están todavía en ese apartamento con mi Cincuenta Tonos y la mujer que solía ser su sumisa. Una mujer que cree que todavía lo ama. Una mujer que luce como yo.


Durante nuestra tercera cerveza, un Land Cruiser con ventanas fuertemente tintadas se estaciona junto al Audi frente al apartamento. Reconozco al Dr. Flynn cuando se baja, acompañado por una mujer vestida por lo que parecen scrubs azul pálido. Tengo un vistazo de Taylor cuando los guía a través de la puerta principal.


—¿Quién es ese? —pregunta Lucas.


—Su nombre es Dr. Flynn. Pedro lo conoce.


—¿Qué tipo de doctor?


—Un psiquiatra.


—Oh.


Ambos observamos, y unos cuantos minutos después, regresan. Pedro está cargando a Lorena, que está envuelta en una sábana. ¿Qué? Observo horrorizada cuando todos entran al Cruiser, y este se aleja.


Lucas me mira simpáticamente, y me siento desolada, completamente desolada.


—¿Puedo tomar algo más fuerte? —le pregunto a Lucas, mi voz pequeña.


—Seguro. ¿Qué te gustaría?


—Un brandy. Por favor.


Lucas asiente y regresa al bar. Miro a través de la ventana a la puerta principal.


Momentos después, Taylor sale, sube al Audi, y se dirige hacia Escala… ¿tras de Pedro? No lo sé.


Lucas pone un gran brandy frente a mí.


—Vamos, Chaves. Emborrachémonos.


Sueno como la mejor oferta que he tenido en un tiempo. 


Tintineamos vasos y tomo un sorbo del abrasador líquido ambarino, el fiero calor una distracción bienvenida del atroz dolor que florece en mi corazón.








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