viernes, 23 de enero de 2015
CAPITULO 64
La única cosa buena acerca de estar sin auto es que en el bus en mi camino al trabajo, puedo conectar mis audífonos en mi iPad mientras está seguro en mi bolso y escuchar todas las maravillosas melodías que Pedro me ha dado.
Para el momento en que llego a la oficina, tengo la más ridícula sonrisa en mi rostro.
Jeronimo mira hacia mí y me hace una toma doble.
—Buenos días, Paula. Te ves… radiante. —Su observación me pone nerviosa. ¡Qué inapropiado!
—Dormí bien, gracias, Jeronimo. Buenos días.
Arruga la frente.
—¿Puedes leer estos por mí y tener reportes de ellos para la hora de almuerzo, por favor? —Me alcanza cuatro manuscritos. Ante mi expresión horrorizada, agrega—:Solo los primeros capítulos.
—Seguro. —Sonrío con alivio, y me da una amplia sonrisa de vuelta.
Enciendo la computadora para empezar a trabajar, terminando mi late y comiendo una banana. Hay un correo electrónico de Pedro.
De: Pedro Alfonso
Asunto: Entonces ayúdame.
Fecha: 10 de Junio, 2014 08:05
Para: Paula Chaves
Espero que hayas desayunado.
Te extrañé anoche.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holding Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: Libros antiguos…
Fecha: 10 de Junio, 2014 08:33
Para: Pedro Alfonso
Estoy comiendo un plátano mientras tipeo. No he desayunado por muchos días, así que es un paso adelante. Amo la aplicación de la Biblioteca Británica, he comenzado a releer Robinson Crusoe… y por supuesto, te amo.
Ahora déjame sola, estoy tratando de trabajar.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial, AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: ¿Es todo lo que has comido?
Fecha: 10 de Junio, 2014 08:36
Para: Paula Chaves
Puedes hacerlo mejor que eso. Vas a necesitar tu energía para rogar.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
De: Paula Chaves
Asunto: Peste
Fecha: 10 de Junio, 2014 08:39
Para: Pedro Alfonso
Sr. Alfonso… Estoy tratando de trabajar para vivir… y es usted el que rogará.
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial, AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: ¡Atrévete!
Fecha: 10 de Junio, 2014 08:36
Para: Paula Chaves
Porque señorita Chaves, amo un desafío…
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Me siento sonriendo a la pantalla como una idiota. Pero necesito leer estos capítulos para Jeronimo y escribir reportes sobre ellos. Colocando los manuscritos en mi
escritorio, empiezo.
A la hora del almuerzo me dirijo a la tienda de comida rápida por un sándwich de pastrami y escucho la lista de reproducción en mi iPad. En primer lugar está Nitin Sawhner, alguna canción mundial llamada Homelands, es buena. El Sr. Alfonso tiene un ecléctico gusto en música.
Retrocedo, escuchando la pieza clásica, Fantasia on a
Theme de Thomas Tallis por Vaughn Williams. Oh, Cincuenta tiene sentido del humor, y lo amo por eso. ¿Se irá de mi rostro alguna vez esta estúpida sonrisa?
La tarde cae. Decido en un momento de descuido, enviar un correo electrónico a Pedro.
De: Paula Chaves
Asunto: Aburrida…
Fecha: 10 de Junio, 2014 16:05
Para: Pedro Alfonso
Girando mis pulgares.
¿Cómo estás?
¿Qué estás haciendo?
Paula Chaves
Asistente de Jeronimo Hernandez, Coordinador Editorial, AIPS
De: Pedro Alfonso
Asunto: Tus pulgares
Fecha: 10 de Junio, 2014 16:15
Para: Paula Chaves
Deberías venir a trabajar para mí.
No estarías girando tus pulgares.
Estoy seguro de que podría darles un mejor uso.
De hecho, puedo pensar en un sin número de opciones…
Estoy haciendo las aburridas y usuales fusiones y adquisiciones.
Es todo muy aburrido.
Tus correos electrónicos en AIPS son monitoreados.
Pedro Alfonso
Distraído, Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Oh mierda. No tenía idea. ¿Cómo infiernos sabe eso? Frunzo el ceño a la pantalla y rápidamente reviso los correos electrónicos que nos enviamos, eliminándolos mientras lo hago.
Puntualmente a las cinco y media, Jeronimo está en mi escritorio. Es viernes de vestir informal así que lleva puestos unos jeans y una camisa negra. Luce muy casual.
—¿Bebidas, Paula? Usualmente nos gusta ir por una rápida al bar cruzando la calle.
—¿Nos? —pregunto esperanzada.
—Sí, más de nosotros vamos… ¿vienes?
Por alguna razón desconocida, que no quiero examinar más de cerca, el alivio fluye a través de mí.
—Me encantaría. ¿Cómo se llama el bar?
—Cincuentas.
—Estás bromeando.
Me mira extrañado.
—No. ¿Significa algo para ti?
—No, perdona. Los encontraré allí.
—¿Qué te gustaría tomar?
—Una cerveza por favor.
—Genial.
Hago mi camino a los servicios y envío un correo electrónico a Pedro desde el BlackBerry.
De: Paula Chaves
Asunto: Encajarás perfectamente.
Fecha: Junio 10, 2014 17:36
Para: Pedro Alfonso
Iremos a un bar llamado Cincuentas.
La rica veta de humor que podría sacar de esto es infinita.
Estoy ansiosa por verlo ahí, Sr. Alfonso.
P x
De: Pedro Alfonso
Asunto: Peligro
Fecha: 10 de Junio, 2014 17:38
Para: Paula Chaves.
La minería es una muy, muy peligrosa ocupación.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holding Inc.
De:Paula Chaves
Asunto: ¿Peligro?
Fecha: 10 de Junio, 2014 17:40
Para: Pedro Alfonso
¿Y tu punto es…?
De:Pedro Alfonso
Asunto: Simplemente…
Fecha: Junio 10, 2014 17:42
Para: Paula Chaves.
Haciendo una observación, señorita Chaves.
Te veré dentro de poco.
Más temprano que tarde, nena.
Pedro Alfonso
Gerente General, Alfonso Enterprises Holdings Inc.
Me reviso a mí misma en el espejo. Qué diferencia puede hacer un día. Tengo más color en mis mejillas y mis ojos están brillando. Es el efecto Pedro Alfonso. Un pequeño enfrentamiento por correo electrónico puede hacerle eso a una chica.
Sonrío al espejo y enderezo mi blusa azul pálido, la que Taylor me compró. Hoy llevo puestos mis jeans favoritos, también. La mayoría de mujeres en la oficina usan ya sea jeans o faldas vaporosas. Necesitaré invertir en una falda vaporosa o dos. Quizás lo haré éste fin de semana y cobre el cheque que Pedro me dio por Wanda, mi Beetle.
Mientras salgo del edificio, escucho que dicen mi nombre.
—¿Señorita Chaves?
Me giro expectante, y una cenicienta joven mujer se me acerca cautelosamente.
Luce como un fantasma, tan pálida y extrañamente vacía.
—¿Señorita Paula Chaves? —repite, y sus rasgos permanecen estáticos a pesar de que está hablando.
—¿Sí?
Se detiene, mirándome desde cerca de medio metro de distancia en la acera, y la miro de regreso, inmovilizada.
¿Quién es ella? ¿Qué quiere?
—¿Puedo ayudarte? —pregunto. ¿Cómo sabe mi nombre?
—No… solo quería mirarte. —Su voz es inquietantemente suave. Como yo, tiene cabello oscuro que claramente contrasta con su piel clara. Sus ojos son marrones,
como el bourbon, pero vacíos. No hay vida en ellos. Su hermoso rostro está pálido, y grabado con dolor.
—Disculpa; me tienes en desventaja —digo educadamente tratando de ignorar el hormigueo de advertencia en mi columna vertebral. En una inspección cercana, se ve extraña, desaliñada y descuidada. Sus ropas son dos tallas más grandes, incluyendo su gabardina de diseñador.
Ríe, un extraño y discordante sonido que solo incrementa mi ansiedad.
—¿Qué es lo que tienes que yo no? —pregunta tristemente.
Mi ansiedad se transforma en miedo.
—Disculpa, ¿quién eres?
—¿Yo? No soy nadie. —Levanta su brazo para pasar su mano a través de su cabello largo hasta el hombro, y mientras lo hace, la manga de su abrigo se levanta,
revelando una venda sucia alrededor de su muñeca.
Santa mierda.
—Buen día, señorita Chaves. —Girándose, sube por la calle mientras me quedo clavada en el suelo. Veo como su delgada figura desaparece de la vista, perdida entre los trabajadores entrando y saliendo de varias oficinas.
¿De qué iba esto?
Confundida, cruzo la calle hacia el bar, tratando de asimilar qué acaba de pasar, mientras mi subconsciente asoma su fea cabeza y me sisea: Ella tenía algo que ver con Pedro.
Cincuentas es un bar cavernoso, impersonal con banderines de beisbol y posters colgando de las paredes. Jack está en el bar con Elisa, Courtney, la otra coordinadora editorial, dos chicos de finanzas y Carola de recepción. Ella está usando sus pendientes de aro de marca registrada.
—¡Hola, Paula! —Jeronimo me alcanza una botella de Bud.
—Salud… gracias —murmuro, aún tambaleante por mi encuentro con la chica fantasma.
—Salud. —Chocamos nuestras botellas, y continúa su conversación con Elisa.
Carola me sonríe dulcemente.
—Así que, ¿cómo estuvo tu primera semana? —pregunta.
—Bien, gracias. Todos parecen muy amigables.
—Pareces mucho más feliz hoy.
Me sonrojo.
—Es viernes —murmuro rápidamente—. Entonces, ¿tienes planes para este fin de semana?
Mi técnica de distracción patentada funciona y estoy salvada. Carola resulta ser una de siete niños, y viene de una gran familia toda junta en Tacoma. Se vuelve muy animada y me doy cuenta de que no he hablado con ninguna mujer de mi edad desde que Lourdes se fue a Barbados.
Distraídamente me pregunto cómo están Lourdes… y Gustavo. Debo recordar preguntarle a Pedro si ha oído de él. Oh, y Lucas, su hermano, regresará el próximo martes, y va a quedarse en nuestro apartamento. Puedo imaginar que Pedro no va a estar feliz por esto. Mi anterior encuentro con la extraña chica fantasma se desliza fuera de mi mente.
Durante mi conversación con Carola, Elisa me alcanza otra cerveza.
—Gracias —le sonrío.
Es fácil hablar con Carola, le gusta hablar, y antes de que me dé cuenta, voy por mi tercera cerveza, cortesía de uno de los chicos de finanzas.
Cuando Elisa y Courtney se van, Jeronimo se une a Carola y a mí. ¿Dónde está Pedro? Uno de los chicos de finanzas engancha a Carola en una conversación.
—Paula, ¿piensas que tomaste la decisión correcta viniendo aquí? —La voz de Jeronimo es suave, y está parado un poco demasiado cerca. Pero he notado que tiene tendencia a hacer eso con todos, incluso en la oficina. Mi subconsciente entrecierra los ojos. Estás leyendo demasiado en esto, me reprende
—He disfrutado esta semana, gracias, Jeronimo. Sí, pienso que tomé la decisión correcta.
—Eres una chica muy brillante, Paula. Llegarás lejos.
Me sonrojo.
—Gracias —murmuro, porque no sé qué más decir.
—¿Vives lejos?
—El distrito Pike Market.
—No muy lejos de mí. —Sonriendo, se mueve incluso más cerca y se apoya contra el bar, efectivamente atrapándome—. ¿Tienes planes para este fin de semana?
—Bien… uhm…
Lo siento antes de verlo. Es como si mi cuerpo entero estuviera en sintonía con su presencia. Me relaja y me enciende al mismo tiempo, una extraña dualidad interna, y siento ese extraño pulso de electricidad.
Pedro corre su brazo alrededor de mis hombros en lo que parece un casual despliegue de afecto, pero sé que es diferente. Está apostando una reclamación, y en esta ocasión, es bienvenida. Suavemente besa mi cabello.
—Hola, nena —murmura.
No puedo evitar sino sentir alivio, seguridad y excitación con su brazo alrededor de mí. Me jala a su lado, y lo miro hacia arriba mientras mira a Jeronimo, su expresión impasible.
Girando su atención a mí, me da una breve sonrisa torcida seguida de un beso ligero. Está vistiendo su chaqueta azul marino de raya diplomática por encima de unos jeans y una abierta camisa blanca. Luce comestible.
Jeronimo se arrastra hacia atrás incómodamente.
—Jeronimo, este es Pedro —murmuro en tono de disculpa. ¿Por qué me estoy disculpando?—. Pedro, Jeronimo.
—Soy el novio —dice Pedro con una pequeña fresca sonrisa que no alcanza sus ojos y sacude la mano de Jeronimo.
Miro hacia arriba a Jeronimo quien está mentalmente
asesinando al magnífico espécimen de masculinidad enfrente de él.
—Soy el jefe —replica Jeronimo arrogantemente—. Paula mencionó un exnovio.
Oh, mierda. No quieres jugar este juego con Cincuenta.
—Bueno, no un ex por mucho tiempo —replica Pedro calmadamente—. Vamos, nena, hora de irnos.
—Por favor, quédense y acompáñennos con una bebida —dice Jeronimo lisamente.
No pienso que sea una buena idea. ¿Por qué es esto tan incómodo? Miro a Carola, quien está, por supuesto, mirando fijamente, con la boca abierta, y con franca apreciación carnal a Pedro. ¿Cuándo dejaré de preocuparme por el efecto que tiene en otras mujeres?
—Tenemos planes —replica Pedro con su enigmática sonrisa.
¿Los tenemos? Y un escalofrío de anticipación corre a través de mi cuerpo.
—En otra ocasión será —agrega—. Vamos —me dice mientras toma mi mano.
—Los veo el lunes. —Les sonrío a Jeronimo, Carola y los chicos de finanzas, tratando fuertemente de ignorar la expresión no tan complacida de Jeronimo, y sigo a Pedro hacia la puerta.
Taylor está al volante del Audi, esperando junto a la acera.
—¿Por qué esto se sintió como un concurso de meadas? —le pregunto a Pedro mientras abre la puerta del auto para mí.
—Porque lo fue —murmura y me da su enigmática sonrisa mientras cierra mi puerta.
—Hola, Taylor —digo y nuestros ojos se encuentran en el espejo retrovisor.
—Señorita Chaves. —Taylor asiente con una sonrisa genial.
Pedro se desliza a mi lado, tomando mi mano, y gentilmente besando mis nudillos.
—Hola —dice suavemente.
Mis mejillas se ponen de color rosa, sabiendo que Taylor puede oírnos, agradecida de que no puede ver la abrasadora, mirada quemadora de bragas que me da
Pedro. Me toma toda mi resistencia no saltar sobre él aquí, en el asiento trasero del auto.
Oh, el asiento trasero del auto… hmm. Mi Diosa interior toma su barbilla suavemente en tranquila contemplación.
—Hola. —Exhalo, mi boca se seca.
—¿Qué te gustaría hacer esta tarde?
—Pensé que dijiste que teníamos planes.
—Oh, sé qué me gustaría hacer, Paula. Te pregunto qué te gustaría hacer a ti.
Le sonrío radiantemente.
—Ya veo —dice con una malvada sonrisa lasciva—. Entonces… es comenzar a rogar, entonces. ¿Quieres rogar en mi apartamento o el tuyo? —Inclina su cabeza a un lado y me sonríe con su oh-tan-sexy sonrisa.
—Pienso que está siendo muy presuntuoso, Sr. Alfonso. Pero para variar, podemos ir a mi apartamento. —Muerdo mi labio deliberadamente, y su expresión se oscurece.
—Taylor, al de la señorita Chaves, por favor.
—Señor. —Taylor asiente y se dirige hacia el tráfico.
—Entonces, ¿cómo ha estado tu día? —pregunta.
—Bien. ¿Y el tuyo?
—Bien, gracias.
Su ridícula amplia sonrisa refleja la mía, y besa mi mano otra vez.
—Luces adorable —dice.
—Como tú.
—Tu jefe, Jeronimo Hernandez, ¿es bueno en su trabajo?
¡Guau! ¿Es este un repentino cambio de dirección? Frunzo el ceño.
—¿Por qué? ¿Es acerca de su concurso de meadas?
Pedro sonríe.
—Ese hombre quiere entrar en tus bragas, Paula —dice secamente.
Me pongo carmesí mientras mi boca cae abierta, y echo nerviosamente un vistazo a Taylor. Mi subconsciente inhala fuertemente, sorprendida.
—Bien, él puede querer todo lo que guste… ¿por qué incluso estamos teniendo esta conversación? Sabes que no estoy interesada en él de ninguna manera. Es solo mi jefe.
—Ese es el punto. Él quiere lo que es mío. Necesito saber si es bueno en su trabajo.
Me encojo de hombros.
—Eso creo. —¿A dónde va con esto?
—Bien, mejor te deja sola, o se va a encontrar a sí mismo con el trasero sobre la acera.
—Oh, Pedro, ¿de qué hablas? No ha hecho nada malo. —…Aún. Solo ha estado demasiado cerca.
—Hace un movimiento, me dices. Eso es llamado brutal bajeza o moral, o acoso sexual.
—Fue solo una bebida después del trabajo.
—Eso espero. Un movimiento y está afuera.
—No tienes esa clase de poder. —¡Honestamente…! Y antes de que ruede mis ojos hacía él, la comprensión me golpea con la fuerza de un camión de carga con exceso de velocidad—. ¿Lo tienes Pedro?
Pedro me da su enigmática sonrisa.
—Estás comprando la compañía —susurro con horror.
Su sonrisa se desliza en respuesta al pánico en mi voz.
—No exactamente —dice.
—La compraste. AIPS. Ya.
Parpadea hacia mí, cautelosamente.
—Posiblemente.
—¿Lo hiciste o no?
—Lo hice.
¿Qué demonios?
—¿Por qué? —Jadeo, apaleada. Oh, esto es simplemente demasiado.
—Porque puedo, Paula. Te necesito a salvo.
—¡Pero dijiste que no interferirías con mi carrera!
—Y no lo haré.
Quito mi mano de la suya.
—Pedro… —Las palabras me fallan.
—¿Estás molesta conmigo?
—Sí. Por supuesto que estoy molesta contigo —digo furiosamente—. Quiero decir, ¿qué clase de ejecutivo de negocios responsable toma decisiones basado en con quién está follando actualmente? —Palidezco y echo una mirada nerviosa a Taylor quien está estoicamente ignorándonos.
Mierda. Qué momento para tener un mal funcionamiento del filtro de mi cerebro a mi boca. ¡Paula! Mi subconsciente me mira fijamente.
Pedro abre su boca, entonces la cierra otra vez y me frunce el ceño. Lo miro furiosamente. La atmósfera en el auto se precipita de cálido con el dulce encuentro a helado con palabras no dichas y recriminaciones potenciales mientras nos fruncimos el ceño el uno al otro.
Afortunadamente nuestro incómodo viaje en auto no dura mucho, y Taylor se estaciona al lado de mi apartamento.
Desciendo del auto rápidamente, sin esperar que alguien me abra la puerta.
Escucho a Pedro murmurar a Taylor:
—Creo que mejor esperas aquí.
Lo siento cerca detrás de mí mientas rebusco para encontrar las llaves en mi bolso.
—Paula —dice tranquilamente como si fuera un animal salvaje acorralado.
Suspiro y me giro hacia él. Estoy tan enojada con él, mi rabia es palpable, una entidad oscura amenazando con ahogarme.
—Primero, no te he follado en un tiempo, lo que se siente como un largo tiempo, y segundo, quería entrar en la línea editorial. De las cuatro compañías en Seattle, AIPS es la más rentable, pero está en la cúspide y va a estancarse, tiene que diversificarse.
Lo miro fríamente. Sus ojos son tan intensos, incluso amenazantes, pero sexis como el infierno. Podría perderme en sus aceradas profundidades.
—Así que eres mi jefe ahora —chasqueo.
—Técnicamente, soy el jefe del jefe de tu jefe.
—Y técnicamente es una intolerable bajeza moral el hecho de que estoy follando con el jefe del jefe de mi jefe.
—Por el momento, estás discutiendo con él. —Pedro frunce el seño.
—Eso es porque es un asno —siseo.
Pedro retrocede en atónita sorpresa. Oh mierda. ¿He ido demasiado lejos?
—¿Un asno? —murmura mientras su expresión cambia a una de diversión.
¡Demonios! Estoy molesta contigo, ¡no me hagas reír!
—Sí. —Me esfuerzo por mantener mi expresión de ultraje moral.
—¿Un asno? —dice Pedro otra vez. Esta vez sus labios se curvan con una sonrisa reprimida.
—¡No me hagas reír cuando estoy molesta contigo! —grito.
Y su sonrisa, una deslumbrante sonrisa de chico todo americano mostrando todos los dientes, y no puedo evitarlo.
Estoy sonriendo y riendo también. ¿Cómo puedo no verme afectada por la alegría que veo en su sonrisa?
—Sólo porque tengo una estúpida y condenada sonrisa en mi rostro, no significa que no esté molesta como el infierno contigo —murmuro sin aliento, tratando de reprimir mis risitas de porrista de escuela secundaria. A pesar de que nunca fui porrista, el amargo pensamiento cruza mi mente.
Se inclina y pienso que va a besarme pero no lo hace.
Acaricia mí cabello con la nariz e inhala profundamente.
—Como siempre, señorita Chaves, eres inesperada. —Se endereza y me mira fijamente, sus ojos bailando con humor—. Entonces, ¿vas a invitarme a entrar o voy a ser despachado por ejercer mi derecho democrático como ciudadano americano, empresario y consumidor para comprar todo lo que me malditamente bien plazca?
—¿Has hablado con el Dr. Flynn acerca de esto?
Se ríe.
—¿Vas a dejarme entrar o no, Paula?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario