sábado, 14 de febrero de 2015

CAPITULO 137




Alrededor del mediodía, empiezo a verificar mi correo electrónico y mi BlackBerry como una posesa por un mensaje. ¿Dónde está? ¿Aterrizó sin problemas? Juliana me pregunta si quiero almorzar, pero estoy demasiado ansiosa y le agito la mano para alejarla. Sé que es irracional, pero necesito estar segura que ha llegado ileso.


El teléfono de mi oficina suena, sobresaltándome.


—Paula Cha… Alfonso.


—Hola. —La voz de Pedro es cálida con un rastro de diversión. El alivio me inunda.


—Hola —respondo, mientras sonrío de oreja a oreja—. ¿Cómo fue tu vuelo?


—Largo. ¿Qué vas a hacer con Lourdes?


Oh no.


—Simplemente vamos a tomar una copa.


Pedro no dice nada.


—Salazar y la nueva mujer, Perez, vienen con nosotras —le digo, intentando apaciguarlo.


—Pensé que Lourdes iba a venir al apartamento.


—Vendrá después de de que tomemos una copa rápida. —¡Por favor déjame salir!


Pedro suspira fuertemente.


—¿Por qué no me lo dijiste? —dice en voz baja. Demasiado baja.


Mentalmente me doy un puntapié.


Pedro, estaremos bien. Tengo a Gutierrez, Salazar y Perez aquí. Sólo es una copa rápida.


Pedro sigue estando decididamente callado y sé que no está contento.


—Sólo la he visto un par de veces desde que te conocí. Por favor. Ella es mi mejor amiga.


—Paula, no quiero mantenerte alejada de tus amigos. Pero pensé que ella iría al apartamento.


—De acuerdo —asiento—. Nos quedaremos.


—Sólo mientras ese lunático esté fuera. Por favor.


—Te he dicho que de acuerdo —murmuro con exasperación, mientras pongo mis ojos en blanco.


Pedro resopla suavemente en el teléfono.


—Siempre sé cuando me pones los ojos en blanco.


Frunzo el ceño al receptor.


—Mira, lo siento. No quería preocuparte. Se lo diré a Lourdes.


—Bueno —respira, con evidente alivio. Y me siento culpable por preocuparlo.


—¿Dónde estás?


—En la pista del JFK18.


—Ah, así que acabas de aterrizar.


—Sí. Me pediste que te llamara en el momento que aterrizara.


Sonrío. Mi subconscientes me mira. ¿Ves? Él hace lo que te dice que va a hacer.


—Bien, Sr. Alfonso, me alegro de que uno de nosotros sea meticuloso.


Él se ríe.


—Sra. Alfonso, tu habilidad para exagerar no conoce límites. ¿Qué voy hacer contigo?


—Estoy segura de que pensarás en algo creativo. Normalmente lo haces.


—¿Estás coqueteando conmigo?


—Sí.


Percibo su sonrisa.


—Será mejor que me vaya. Paula, haz lo que te dicen, por favor. El equipo de seguridad sabe lo que hace.


—Sí, Pedro, lo haré. —Sueno exasperada de nuevo. Por Dios, entiendo el mensaje.


—Te veré mañana por la noche. Te llamaré después.


—¿Para controlarme?.


—Sí.


—¡Oh, Pedro! —lo riño.


—Au revoir19 Sra. Alfonso.


—Au revoir, Pedro. Te amo.


Él inhala bruscamente.


—Y yo ti, Paula.


Ninguno de los dos cuelga.


—Cuelga, Pedro —susurro.


—Eres una pequeña mandona, ¿no?


—Tu pequeña mandona.


—Mía —respira—. Haz lo que te dicen. Cuelga.


—Sí, Señor. —Cuelgo y sonrío estúpidamente al teléfono. 


Unos minutos más tarde, un correo electrónico aparece en mi bandeja de entrada.




De: Pedro Alfonso

Asunto: Manos inquietas.

Fecha: 25 de agosto de 2014, 13:42 EDT20

Para: Paula Chaves


Sra. Alfonso


Eres tan divertida como siempre por teléfono.
Lo decía en serio. Haz lo que te dicen.
Necesito saber que estás segura.
Te amo.

Pedro Alfonso

Gerente General,Alfonso Enterprises Holdings Inc




Francamente, él es el mandón. Pero una llamada telefónica y toda mi ansiedad ha desaparecido. Él ha llegado seguro y está preocupándose por pequeñeces sobre mí como de costumbre. Me abrazo momentáneamente.


Dios, amo a ese hombre. Juliana golpea mi puerta, distrayéndome, y aterrizo de vuelta al presente.


Lourdes luce magnífica. En sus ajustados pantalones vaqueros blancos y camisola roja, ella está lista para rodar por la ciudad. Está charlando animadamente con Carola en la recepción cuando entro.


—¡Paula! —chilla, levantándome con un abrazo de Lourdes. Me sostiene con los brazos estirados.


—¿No te ves como la esposa del magnate? ¿Quién lo habría pensado, la pequeña Paula Chaves? ¡Te ves tan… sofisticada! —sonríe abiertamente.


Pongo los ojos en blanco. Llevo puesto un vestido de corte recto de color crema pálido con un cinturón y zapatos de tacón alto azul marino.


—Es bueno verte, Lourdes. —La abrazo en respuesta.


—Así que, ¿dónde vamos?


Pedro quiere que regresemos al apartamento.


—Oh, ¿en serio? ¿No podemos salir a escondidas para tomar un rápido cóctel en el Zig Zag Café? He reservado una mesa para nosotras.


Abro mi boca para protestar.


—¿Por favor? —gimotea y hace un mohín agradable. Ella debe estar copiando esto de Malena. Nunca hace mohines normalmente. Realmente me gustaría tomar un cóctel en el Zig Zag. Nos divertimos mucho la última vez que fuimos allí, y está cerca del apartamento de Lourdes.


Sostengo mi dedo índice en alto.


—Uno.


Ella sonríe.


—Uno. —Une su brazo al mío, y nos dirigimos fuera hacia el automóvil que se encuentra estacionado en la acera con Salazar al volante. Nos sigue la Srta. Samantha Perez que es nueva en el equipo de seguridad, con una actitud de no tolerar ningún sin sentido.


Tengo la esperanza de que ella todavía cambie, quizás porque es demasiado fría y profesional. Aún está en período de prueba, pero como el resto del equipo, fue seleccionada por Taylor. Ella se viste como Salazar, con un sombrío traje oscuro.


—¿Puedes acercarnos al Zig Zag, por favor, Salazar?


Salazar se vuelve a mirarme, y sé que quiere decir algo. 


Obviamente él ha recibido sus órdenes. Duda.


—Al Zig Zag Café. Sólo tomaremos una.


Doy a Lourdes una ojeada y ella está mirando enfurecida a Salazar. Pobre hombre.


—Sí, señora.


—El Sr. Alfonso pidió que usted regresara al apartamento —salta Perez.


—El Sr. Alfonso no está aquí —chasqueo—. Al Zig Zag, por favor.


—Señora —replica Salazar con una mirada de reojo a Perez quien sabiamente guarda su comentario.


Lourdes me mira asombrada como si ella no pudiera creer lo que sus ojos y orejas oyen y ven. Yo frunzo mis labios y me encojo de hombros. De acuerdo, estoy un poco más enérgica de lo que era. Lourdes asiente cuando Salazar se mueve hacia el tráfico de la tarde.


—Sabes que la seguridad adicional está volviendo locas a Gabriela y a Malena — dice Lourdes con indiferencia.


La miro boquiabierta, desconcertada.


—¿No lo sabías? —Ella parece incrédula.


—¿Saber qué?


—La seguridad para todos los Alfonsos se ha triplicado. Infinitamente, incluso.


—¿De verdad?


—¿Él no te lo ha dicho?


Me ruborizo.


—No. —¡Maldita sea, Pedro!—. ¿Sabes por qué?


—Jeronimo Hernandez.


—¿Qué pasa con Jeronimo? Pensaba que él simplemente estaba detrás de Pedro. —Abro la boca. Por Dios. ¿Por qué no me lo dijo?


—Desde el lunes —dice Lourdes.


¿El lunes pasado? Umm… nosotros identificamos a Jeronimo el domingo. ¿Pero por qué todos los Alfonsos?


—¿Cómo sabes todo esto?


—Gustavo.


Por supuesto.


Pedro no te ha dicho nada de esto, ¿verdad?


Me ruborizo una vez más.


—No.


—Oh, Paula, qué fastidio.


Suspiro. Como siempre, Lourdes ha dado el clavo directamente con su habitual e implacable estilo.


—¿Sabes por qué? —Si Pedro no va a decírmelo, entonces quizá Lourdes lo hará.


—Gustavo dijo que tiene algo que ver con información guardada en el ordenador de Jeronimo Hernandez cuando él estaba en AIPS.


Santo cielo.


—Estás bromeando. —Una ola de ira sale disparada a través de mí. ¿Cómo sabe Lourdes sobre esto cuándo yo no sé?


Levanto la mirada para ver a Salazar observándome por el espejo retrovisor. La luz roja cambia a color verde y él sigue adelante, centrándose en el camino. Llevo mi dedo hasta mis labios y Lourdes asiente.


Apuesto a que Salazar lo sabe, también, y yo no.


—¿Cómo está Gustavo? —le pregunto para cambiar de tema.


Lourdes sonríe tontamente, diciéndome todo lo que necesito saber.


Salazar se acerca al final del callejón que lleva al Zig Zag Café, y Perez abre mi puerta. Salgo y Lourdes se desliza rápidamente detrás de mí. Nos enlazamos del brazo y serpenteamos por el callejón, seguidas por Perez quien lleva una furiosa expresión en su cara. Oh, por el amor de Dios, simplemente es una bebida. Salazar se marcha para estacionar el automóvil.





18 JFK: Aeropuerto internacional JFK de Nueva York.
19 Au revoir: Hasta luego en francés.
20 EDT: Hora del este en los EE.UU. y Canadá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario