martes, 27 de enero de 2015

CAPITULO 76



A la medianoche, damos un paseo hacia la orilla entre la carpa y el cobertizo para botes donde otros invitados estaban reunidos para mirar los juegos artificiales. El MC, de nuevo a cargo, había permitido que se quitaran las máscaras, para ver mejor la demostración. Pedro tiene su brazo a mi alrededor, pero soy consciente de que Taylor y Salazar están cerca, probablemente porque ahora estamos en la multitud. Miran a todas partes mientras en el muelle donde dos pirotécnicos vestidos de negro están haciendo los últimos preparativos. Viendo a Taylor me recuerda a Lorena. Quizás ella está aquí. Mierda. El pensamiento enfría mi sangre y yo me acurruco más contra Pedro. Mira hacia mí mientras me acerca.


—¿Estás bien, nena? ¿Frío?


—Estoy bien. —Miro rápidamente detrás de nosotros y veo los otros dos guardias de seguridad, cuyos nombres olvidé, estando cerca. Moviéndome en frente de él, Pedro pone sus dos brazos sobre mis hombros.


De repente, una conmovedora banda sonora clásica resonó sobre el muelle y dos cohetes se dispararon en el aire, explotando con un sonido ensordecedor sobre la bahía, alumbrando todo con una deslumbrante bóveda de naranja brillante y blanco que se refleja en una lluvia brillante sobre el agua todavía tranquila de la bahía. Mi mandíbula cae mientras varios cohetes estallan en el aire y explotan en un caleidoscopio de colores.


No puedo recordar alguna vez haber visto una demostración así de impresionante, excepto tal vez en la televisión, y nunca luce así de bien en la televisión. Están todos en compás con la música. Descarga tras descarga, explosión tras explosión y luz tras luz mientras la multitud contesta con jadeos y oooohs y aaaahs. Es de otro mundo.


Sobre el puente de la bahía varios manantiales plateados de luz explotaron a seis metros en el aire, cambiando de color por azul, rojo, naranja y de nuevo a plateado… y todavía más cohetes explotaron mientras la música alcanzaba su
punto culminante.


Mi cara empieza a doler por la ridícula sonrisa de maravilla estampada en ella.


Miro a Cincuenta y está igual, maravillándose como un chico ante el sensacional espectáculo. Para el final, una descarga de seis cohetes en la oscuridad explotaron simultáneamente, bañándonos en una gloriosa luz dorada mientras la muchedumbre estalla en aplausos frenéticos y entusiastas.


—Damas y caballeros —llamó el MC cuando los aplausos y silbidos se apagaron—. Sólo una nota que añadir al final de esta hermosa tarde; ¡su generosidad ha reunido un total de un millón, ochocientos cincuenta y tres mil dólares!


Aplausos espontáneos estallaron de nuevo y fuera del puente, un mensaje se enciende en corrientes de chispas plateadas formando las palabras: Gracias de Coping Together, chispeando y resplandeciendo sobre el agua.


—Oh, Pedro... eso fue hermoso. —Le sonrío y él se inclina para besarme.


—Hora de irnos —murmura, una amplía sonrisa en su cara hermosa y sus palabras sostienen tantas promesas.


De repente, me siento muy cansada.


Él mira hacia arriba de nuevo y Taylor está cerca, la multitud dispersándose a nuestro alrededor. No hablan pero algo pasa entre ellos.


—Quédate conmigo un momento. Taylor quiere que esperemos mientras la muchedumbre se dispersa.


Oh.


—Creo que los fuegos artificiales probablemente lo envejecieron cien años — agrega.


—¿No le gustan?


Pedro me mira con cariño y sacude su cabeza, pero no se explica.


—Entonces, Aspen —dice y sé que está tratando de distraerme de algo. Funciona.


—Oh… no he pagado mi oferta —jadeo.


—Puedes mandar un cheque. Tengo la dirección.


—Estabas realmente enojado.


—Sí, lo estaba.


Sonrío.


—Te culpo a ti y a tus juguetes.


—Estabas un poco abrumada, señorita Chaves. Un resultado de lo más satisfactorio si recuerdo. —Él sonríe escabrosamente—. Por cierto, ¿dónde están?


—¿Las bolas plateadas? En mi cartera.


—Me gustaría tenerlas de nuevo. —Sonríe hacia a mí—. Son un dispositivo demasiado poderoso para ser dejado en tus poderosas manos.


—¿Te preocupa que pueda abrumarme de nuevo, tal vez con alguien más?


Sus ojos brillan peligrosamente.


—Espero que eso no pase —dice, un tono frío en su voz—. Pero no, Paula. Quiero todo tu placer.


Whoa.


—¿No confías en mi?


—Implícitamente. Ahora, ¿puedo tenerlas de nuevo?


—Pensaré en ello.


Estrecha sus ojos hacia mí.


Hay música una vez más desde la pista de baile pero es un DJ tocando un enorme número de baile, el bajo palpitando en un ritmo implacable.


—¿Quieres bailar?


—Realmente estoy cansada, Pedro. Me gustaría que nos fuéramos, si esto está bien.


Pedro echa un vistazo a Taylor, quien asiente, y salimos hacia la casa, siguiendo a un par de invitados borrachos. 


Estoy agradecida cuando Pedro toma mi mano... mis pies duelen por la altura vertiginosa y el confinamiento apretado de mis zapatos.


Malena viene saltando hasta nosotros.


—¿No se van, verdad? La verdadera música recién está empezando. Vamos, Paula. —Ella agarra mi mano.


—Malena —la amonesta Pedro—. Paula está cansada. Nos vamos a casa.Además, tenemos un gran día mañana.


¿Lo tenemos?


Malena hace pucheros pero sorprendentemente no presiona a Pedro.


—Tienes que venir algún día de la semana que viene. ¿Tal vez podamos ir de compras?


—Seguro, Malena. —Sonrío, aunque en el fondo de mi mente me pregunto desde cuando tengo que trabajar para vivir.


Me da un rápido beso y después abraza a Pedro con fuerza, tomándonos a los dos por sorpresa. Todavía más asombroso, ella coloca sus manos directamente en las solapas de la chaqueta de él y él sólo mira hacia abajo, a ella, indulgentemente.


—Me gusta verte así de feliz —dice ella dulcemente y lo besa en la otra mejilla—.Adiós. Diviértanse.


Ella va brincando hacia sus amigos que la esperan… entre ellos Lily, quien luce aún más ácida sin su máscara.


Me pregunto divertida dónde está Sergio.


—Le diremos adiós a mis padres antes de irnos. Ven. —Pedro me conduce a través de un grupo de invitados hacia Gabriela y Manuel, quienes nos desean una calurosa y cariñosa despedida.


—Por favor, ven de nuevo, Paula, ha sido encantador tenerte aquí —dice Gabriela amablemente.


Estoy un poco abrumada por la reacción de ella y de Manuel. Afortunadamente, los padres de Gabriela se han retirado para la tarde, al menos me ahorro su entusiasmo.


Tranquilamente, Pedro y yo caminamos de la mano hacia el frente de la casa donde incontables autos están estacionados y esperando para recoger invitados.


Miré a Cincuenta. Luce feliz y relajado. Es un verdadero placer verlo de esta manera, aunque sospecho que es insólito después de un día tan extraordinario.


—¿Estás lo suficientemente cálida? —pregunta.


—Sí, gracias. —Abrocho mi abrigo de satén.


—Realmente disfruté esta tarde, Paula. Gracias.


—Yo también, algunas partes más que otras. —Sonrío.


Él sonríe y asiente, luego su ceja se levanta.


—No muerdas tu labio —advierte de una manera que hace que mi sangre cante.


—¿A qué te referías con que mañana es un gran día? —le pregunto para distraerme.


—La Dra. Greene vendrá para poner todo en orden. Además, tengo una sorpresa para ti.


—¡La Dra. Greene! —Me detengo.


—Sí.


—¿Por qué?


—Porque odio los condones —dice tranquilamente. Sus ojos brillan en la suave luz de los faroles de papel, midiendo mi reacción.


—Es mi cuerpo —murmuro, molesta de que no me haya preguntado.


—Es mío también —susurra.


Miro hacia él cuando varios invitados pasan, ignorándonos. 


Luce tan serio. Sí, mi cuerpo es suyo... lo conoce mejor que yo.


Me estiro y él se estremece ligeramente pero se queda. 


Agarro la punta de su corbata, tiro de ella para desatarla, revelando el botón superior de su camisa. Con cuidado lo desabrocho.


—Luces caliente así —susurro. Realmente luce caliente todo el tiempo, pero realmente caliente así.


Él me sonríe.


—Necesito llevarte a casa. Vamos.


En el coche, Salazar le da a Pedro un sobre. Frunce el ceño ante él y me mira cuando Taylor me apresura a entrar al auto. Por alguna razón Taylor luce aliviado.


Pedro se sube y me da el sobre, sin abrir, cuando Taylor y Salazar toman sus asientos en la parte delantera.


—Está dirigido a ti. Uno de los empleados se lo dio a Salazar. Sin duda de otro corazón atrapado.


La boca de Pedro se tuerce. Es obvio que esto es un concepto desagradable para él.


Miro la nota. ¿De quién es? La rasgo abriéndola, la leo rápido en la luz tenue.



Mierda, ¡es de ella! ¿Por qué no me deja sola?


Puedo haberte juzgado mal. Y definitivamente tú me has juzgado mal a mí.
Llámame si necesitas llenar alguno de los espacios en blanco, podríamos almorzar. Pedro no quiere que hable contigo, pero estaría más que feliz de ayudar. No me malinterpretes, lo apruebo, créeme... pero entonces ayúdame, si lo lastimas... Ya ha sido lastimado demasiado. Llámame: (206) 279-6261
Sra. Robinson.


¡Mierda, lo ha firmado como Sra. Robinson! Él le dijo. El bastardo.


—¿Le dijiste?


—¿Decirle a quién, qué?


—Que la llamo Sra. Robinson —escupí.


—¿Es de Eleonora? —Pedro está impresionado—. Esto es ridículo —se queja, pasando una mano por su cabello y puedo decir que está irritado—. Lidiaré con ella mañana. O el lunes —refunfuña amargamente.


Y aunque me avergüenza admitirlo, una pequeña parte de mí está contenta. Mi subconsciente asiente con sabiduría. 


Eleonora lo está molestando y esto sólo puede ser bueno... seguro. Decido no decir nada por ahora pero escondo la nota en mi cartera y en un gesto que garantiza aligerar su humor, le regreso las bolas.


—Hasta la próxima vez —murmuro.


Él me mira y es difícil ver su cara en la oscuridad pero creo que está sonriendo.


Alcanza mi mano y la aprieta.


Miro por la ventana hacia la oscuridad, reflexionando sobre este largo día. He aprendido tanto de él, recogiendo tantos detalles perdidos… los salones, el mapa, su infancia… pero todavía hay tanto por descubrir. ¿Y qué hay de la Sra. R.? 


Sí, ella se preocupa por él, y profundamente, parecería. 


Puedo ver eso, y él se preocupa por ella... pero no de la misma manera. Ya no sé que pensar. Toda esta información
está haciendo que mi cabeza me duela.



* * *


Pedro me despierta cuando estamos afuera de Escala.


—¿Tengo que cargarte adentro? —pregunta suavemente.


Sacudo mi cabeza dormida. De ninguna manera.


Mientras estamos en el ascensor me apoyo contra él, poniendo mi cabeza contra su hombro. Salazar está frente a nosotros, moviéndose incómodo.


—Ha sido un largo día, ¿eh, Paula?


Asiento.


—¿Cansada?


Asiento.


—No estás muy conversadora.


Asiento y él sonríe.


—Vamos, te pondré en la cama. —Toma mi mano cuando salimos del ascensor pero nos detenemos en el vestíbulo cuando Salazar levanta la mano. En esa fracción de segundo, estoy instantáneamente despierta. Salazar habla en su manga.


No tenía idea de que llevaba una radio.


—Lo hará, T —dice y se gira para enfrentarnos—. Sr. Alfonso, las ruedas del Audi de la Srita. Chaves han sido pinchadas y lanzaron pintura sobre ellas.


Santa mierda. ¡Mi auto! ¿Quién haría eso? Y sé la respuesta tan pronto como la pregunta se materializa en mi mente. Lorena. Miro a Pedro y él se pone blanco.


—Taylor está preocupado que el responsable haya entrado al apartamento y podría estar ahí todavía. Quiere asegurarse.


—Ya veo —susurra Pedro—. ¿Cuál es el plan de Taylor?


—Está viniendo en el ascensor del servicio con Martin y Gutierrez. Ellos harán un rastreo y luego nos darán el visto bueno. Debo esperar con usted, señor.


—Gracias, Salazar —Pedro aprieta su brazo alrededor de mí—. Este día sólo mejora y mejora —suspira amargamente, oliendo mi cabello—. Escucha, no puedo quedarme aquí y esperar. Salazar, cuida a la señorita Chaves. No la dejes entrar hasta que todo esté despejado. Estoy seguro de que Taylor está reaccionando exageradamente. Ella no puede entrar al apartamento.


¿Qué?


—No, Pedro... tienes que quedarte conmigo —suplico.


Pedro me libera.


—Haz lo que se te dice, Paula. Espera aquí.


¡No!


—¿Salazar? —dice Pedro.


Salazar abre la puerta del vestíbulo para dejar a Pedro entrar al apartamento y luego cierra la puerta detrás de él y se queda parado delante, mirando hacia mí, sin
inmutarse.


Santa mierda. ¡Pedro! Todos los resultados horrorosos pasan por mi mente, pero todo lo que puedo hacer es quedarme parada y esperar.




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